El régimen de Rajoy, esa suerte de neoautoritarismo que ejerce en connivencia con Ciudadanos, se descubrió ayer ante todo el mundo. No hay marcha atrás, no hay posibles excusas. Las
imágenes del 1 de octubre, tanto en fotografía como en vídeo, son de
tal crudeza que no hay argumento posible que pueda esgrimir la derecha
para justificarlas. Por este motivo, la lluvía de críticas por
parte de fuerzas políticas desde el exterior no ha hecho sino empezar,
tras haber visto en los propios periódicos de sus países la cobertura de
un 1 de octubre que devolvió a los grises a las calles.
Con un balance de 844 heridos, escuchar a Rajoy decir que ayer se actuó con ley y nada más que con la ley le delata como un gobernante de una España en blanco y negro. Todas las personas que consideran que la actuación de Policía Nacional y Guardia Civil fue proporcional están equivocadas e ignoran las decenas y decenas de denuncias que ya se han interpuesto por brutalidad policial.
El hecho de que Rajoy y sus secuaces consideraran que actuar con esa contundencia era una acto de fortaleza y lo revistieran de Estado de Derecho no es más que un reflejo de cómo se ha gestionado el asunto catalán durante los últimos cinco años. Y de aquellos polvos, estos lodos.
Tanto Rajoy como Puigdemont concibieron la celebración del referéndum como un duelo para demostrar quién aguantaría mejor el envite del contrario. Ganó por goleada el independentista.
En ese duelo, tal y como lo concibieron ambos, da igual lo irregular del plebiscito y lo poco fiables de los resultados, lo que realmente importan son vídeos como el adjunto de The Guardian que circulan por toda Europa, por todo el mundo.
El PP es tan soberbio, tiene el autoritarismo tan incrustado en su ADN, que a pesar de haberse visto obligado a reducir el despliegue de parte de su dispositivo de más de 10.000 agentes en Catalunya cuando comenzaron a circular las imágenes de personas apaleadas en redes sociales, no admite la brutal represión. La televisión del régimen, TVE, no hizo más que repetir que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado actuaban por mandato judicial. Cierto, pero es el ministerio del Interior el que ordena cómo ha de cumplirse ese mandato y ayer se hizo a palos.
Toda esta represión no legitima el modo en que se ha realizado un referéndum chapucero que debería haberse hecho con más garantías y sin palos en las ruedas por parte del Gobierno central. Toda esta represión no hace menos deleznables algunos actos vandálicos por parte de ciertos exaltados. Que nadie crea que son excluyentes. No.
Sin embargo, la severísima violencia-aún sin condena por parte de ninguna asociación de la Guardia Civil ni sindicato policial– y la valoración por parte de Rajoy y l@s suy@s como algo proporcionado hacen que todos ellos sean indignos de representar a una España que no cree en esa violencia porque, si lo hiciera, ayer Catalunya habría sido una auténtica batalla con dos bandos y no lo que fue: una paliza a manos de fuerzas del desorden. Que dimitan ya. Nunca han estado a la altura.
Con un balance de 844 heridos, escuchar a Rajoy decir que ayer se actuó con ley y nada más que con la ley le delata como un gobernante de una España en blanco y negro. Todas las personas que consideran que la actuación de Policía Nacional y Guardia Civil fue proporcional están equivocadas e ignoran las decenas y decenas de denuncias que ya se han interpuesto por brutalidad policial.
El hecho de que Rajoy y sus secuaces consideraran que actuar con esa contundencia era una acto de fortaleza y lo revistieran de Estado de Derecho no es más que un reflejo de cómo se ha gestionado el asunto catalán durante los últimos cinco años. Y de aquellos polvos, estos lodos.
Tanto Rajoy como Puigdemont concibieron la celebración del referéndum como un duelo para demostrar quién aguantaría mejor el envite del contrario. Ganó por goleada el independentista.
En ese duelo, tal y como lo concibieron ambos, da igual lo irregular del plebiscito y lo poco fiables de los resultados, lo que realmente importan son vídeos como el adjunto de The Guardian que circulan por toda Europa, por todo el mundo.
El PP es tan soberbio, tiene el autoritarismo tan incrustado en su ADN, que a pesar de haberse visto obligado a reducir el despliegue de parte de su dispositivo de más de 10.000 agentes en Catalunya cuando comenzaron a circular las imágenes de personas apaleadas en redes sociales, no admite la brutal represión. La televisión del régimen, TVE, no hizo más que repetir que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado actuaban por mandato judicial. Cierto, pero es el ministerio del Interior el que ordena cómo ha de cumplirse ese mandato y ayer se hizo a palos.
Toda esta represión no legitima el modo en que se ha realizado un referéndum chapucero que debería haberse hecho con más garantías y sin palos en las ruedas por parte del Gobierno central. Toda esta represión no hace menos deleznables algunos actos vandálicos por parte de ciertos exaltados. Que nadie crea que son excluyentes. No.
Sin embargo, la severísima violencia-aún sin condena por parte de ninguna asociación de la Guardia Civil ni sindicato policial– y la valoración por parte de Rajoy y l@s suy@s como algo proporcionado hacen que todos ellos sean indignos de representar a una España que no cree en esa violencia porque, si lo hiciera, ayer Catalunya habría sido una auténtica batalla con dos bandos y no lo que fue: una paliza a manos de fuerzas del desorden. Que dimitan ya. Nunca han estado a la altura.
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