Mariano Rajoy ha demostrado toda la fuerza del Estado
para impedir el referéndum, pero también toda la debilidad de este tipo
de fuerza. Confundir una profunda cuestión política en una
-simplemente- jurídica o policial es grave y limitado. Y, como se ve y
se verá, inútil e incapaz. Cuando acabe el día, Rajoy
creerá que habrá impedido un problema político, pero se encontrará con
otro mayor. El apoyo a la independencia estaba repartido, pero esta
noche el apoyo a la desconexión emocional y política habrá aumentado. Y
el futuro político del presidente, seguramente, hipotecado de manera
definitiva. Este será el balance.
Las órdenes recibidas por los funcionarios públicos de la Guardia Civil y la Política Nacional
han sido torpes. No hay recursos humanos ni técnicos para impedir un
referéndum reconvertido en un gran plató global y con inmensas colas
intergeneracionales. Rajoy piensa en cifras y datos,
sus rivales en imágenes y emociones. Las fuerzas de seguridad se
enfrentaban a un desafío desconocido y en el que el balance semiótico no
iba a dejar dudas de a favor de por quién se iba a decantar. Los medios
de comunicación nacionales e internacionales, así como el relato
transmedia, de la sociedad digital se encargarán de este veredicto. La
derrota estética es parte de otras derrotas. La política hoy navega por
el desenlace emocional. Y Rajoy ha perdido el corazón de Catalunya.
Esta batalla política es una batalla postmoderna: la fuerza
contemporánea no se mide por músculos, sino por neuronas. Lo físico y
analógico frente a lo líquido y digital. Este choque de recursos duros y
blandos es parte del debate sobre los límites del poder. Alguien
debería leer (o releer) a Moisés Naím y su libro de cabecera El fin del Poder: "Empresas que se hunden, militares derrotados, papas que renuncian, y gobiernos impotentes: como el poder ya no es lo que era".
Rajoy ha arrastrado a su Gobierno,
a las instituciones del Estado, a su partido, a los otros partidos
constitucionalistas y al resto de apoyos que le siguen -o toleran- a una
victoria imposible. Todos se han sumado a la suerte de un líder
político que parece que no tiene recursos ni ideas para hacer frente a
este desafío con otras herramientas que no sean la judicialización de la
política.
Rajoy
se escuda en las leyes, en los jueces y en las fuerzas de seguridad
para no asumir responsabilidades, buscar soluciones y ofrecer
alternativas. Ha prometido algo que no podía cumplir: que impedir el
instrumento significaría derrotar el independentismo y a sus líderes.
Gran fracaso, justo en el momento en el que los errores y excesos del
soberanismo empezaban a hacer mella en su consistencia y en su mayoría.
Justo en el momento que empezaba a decaer su apoyo.
Mariano Rajoy
no podrá liderar la próxima -e inevitable y deseable- negociación. Ayer
inhabilitó a los líderes catalanes que han promovido el referéndum que
ha sido considerado ilegal por parte de la justicia. Sin reconocer que
hemos llegado hasta aquí, también, por su incapacidad. Rajoy ha secuestrado al PP, y pretende hacerlo con el Estado y con España. El PP
deberá reflexionar qué líder puede reconducir esta situación si es que
quiere resolver los problemas con soluciones, no con actuaciones que se
viven como humillaciones por una mayoría más amplia que la
independentista.
Permite ver las noticias en menos de un segundo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario