Habrá quienes digan que los dichos de López Obrador
sobre las agresiones de Donald Trump a México, son de chocolate, que no
preocupan de manera alguna al inquilino de la Casa Blanca. Y tal vez sea
verdad, alguien tan ciego que no ve más allá de sus racistas narices y
que ignora el riesgo real en que se puede convertir para su país un
México agraviado y sin ganas de colaborar con ellos; un México humillado
por un muro sinsentido; un México envalentonado por el nacionalismo
medio ramplón que a veces nos caracteriza. En esta ecuación nuestro país
también perdería mucho, muchísimo pero ignoro que tanto espacio quede
para las decisiones reflexivas y el pensamiento de estadista que
privilegie el bienestar nacional por encima del nacionalismo, que tanto
existe la posibilidad de invocar una “razón de estado” para tomar
decisiones impopulares que no perjudiquen a México cuando frente a
nosotros se tiene a un troglodita cuyo concepto de negociar pasa por la
imposición de su criterio bajo las amenazas de todos los males que puede
provocar. Hay países que pueden permitirse ceder algo ante Trump, pero
no es el caso de México por razones de tipo histórico e ideológico aún
no superadas y que siguen muy vivas en nuestra conciencia nacional.
¿Entonces para qué sirven las balandronadas de López Obrador en defensa
de nuestra soberanía y dignidad? Pues es un discurso para consumo
interno y de nueva cuenta, la gran oportunidad de manejar la agenda
electoral de nuestro país. Otra vez, ha sido el único candidato que ha
dicho lo que millones de mexicanos han querido escuchar: Alguien que le
pare un alto al “genio estable” del norte; alguien que por lo menos en
el discurso abogue por nuestro país y por nuestros compatriotas.
Contrasta dicha postura con la pusilánime actuación del gobierno de Peña
Nieto –quien tal vez no tenga otra opción– pero que de manera
inexplicable, ha hecho suya también Jose Antonio Meade. No ha
pronunciado una sola palabra sobre la relación más importante que tiene
México en materia de política exterior. Eso sólo tiene dos posibles
explicaciones: O no lo dejan o bien, está tan seguro de su victoria, que
no desea enemistarse con Estados Unidos antes de tomar el poder. Sin
embargo, la realidad es que las encuestas muestran que está muy lejos
del puntero López Obrador y que en este contexto, quien quiera ganar
votos de los indecisos, tiene que tocar los temas que nos interesan
–aunque sea pura demagogia- y que inciten a los mexicanos a encontrar un
líder con el que nos sintamos identificados. Por otro lado, el
hombrecito del Frente por México –o como sea que se llame- reaccionó al
discurso Lopezobradorista haciendo lo que sabe hacer: Imitar, se esperó a
que el puntero pusiera el tema en la agenda y sólo se subió al tren del
oportunismo. Vaya usted a saber por qué no quiso ser el primero en
hablar, pero lo que queda claro es que el genio estable –o por lo menos
su imagen- estará muy presente en el proceso electoral mexicano 2018 y
será un pretexto perfecto para incendiar el nacionalismo y amor por
México, al fin que el enemigo histórico de nuestro país no es otro que
Estados Unidos. Las consecuencias de este distanciamiento con nuestro
otrora socio, pueden ser graves para el futuro de México pero el tema
Trump está muy sabroso como para dejarlo fuera en la búsqueda de votos,
porque puede proporcionar muchos de ellos. López Obrador ya lo entendió,
Anaya sigue lo que haga el puntero y Meade simplemente hace lo que le
dejan hacer para no hacer olas para quien lo nombró. De nueva cuenta
López Obrador se les adelantó, tal vez por eso los esté dejando tan
atrás.
Twitter: @carlosjaviergon
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