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Los eufemismos del señor López
Por Miguel Ángel Gómez Polanco/ Vía Crítica
En 2006, los autores Keith Allan y Kate Burridge, dentro de su libro “Palabras prohibidas: tabú
y la censura del lenguaje”, definieron de manera muy certera lo que
significan los eufemismos en la comunicación política utilizada en la
actualidad.
Para dichos
especialistas lingüísticos, los eufemismos “pretenden evitar que la
imagen positiva del emisor (la o el candidato) se vea afectada
negativamente”, de manera que dichas expresiones están destinadas,
principalmente, a suavizar posibles conflictos que dañen la imagen pública de quien los utiliza y que sirven para matizar la verdad oculta en el trasfondo del discurso al que recurren en sus campañas.
Y es que las técnicas
utilizadas hoy en día por la clase política para acaparar el interés
del votante, han trascendido al grado de implementar estrategias de
comunicación que garanticen una percepción favorable a sus intereses,
sea cual sea el modo de lograrlo.
Desde la guerra sucia habitual, hasta tratamientos neurocientíficos que buscan modificar, incluso,
las emociones de la población; la comunicación política actual ha
evolucionado, de ser una herramienta, a convertirse en toda un arma
electoral.
Caso de estudio en
este rubro, ha sido la modalidad discursiva empleada hasta el momento
por los precandidatos presidenciables de la contienda en ciernes para
este 2018, en los que encontramos lo típico de la “vieja escuela” como
la compra de publicidad periodística en primeras planas para insertar al
candidato “abrazando a la gente”, así como de supuestos líderes de
opinión que enfatizan el lado “humano” de los aspirantes, en el caso de José Antonio Meade Kuribeña, o bien, algunas otras ligeramente más efectivas como las de Ricardo Anaya Cortés, utilizando un elemento de vinculación universal como la música, como medio de sensibilización.
Sin embargo, la
carrera presidencial aún se encuentra en una etapa prematura y las
“armas” de los suspirantes todavía no se alcanzan a ver en todo su
esplendor.
A pesar de lo
anterior, lo que sucede con uno de los tres principales contendientes,
es digno de analizarse. Las claves del discurso que habitualmente
utiliza Andrés Manuel López Obrador, en apariencia son muy notorias.
La incitación del
hartazgo, el respeto inequívoco a la figura pontificia que representa,
entre otros factores, son algunas de las peculiaridades que distinguen a
este personaje y que, con el único afán de ofrecer un punto de vista
sobre cómo se entiende, de manera muy breve, el criterio utilizado en su
estrategia de comunicación, abordaré en líneas siguientes.
Así pues, aclarando
de antemano que lo expuesto en este texto solo expresa una posible
interpretación y no una verdad manifiesta de las estrategias utilizadas
por López Obrador, tenemos los siguientes pasajes:
El célebre tema de la amnistía a la delincuencia: alarmante afirmación que, incluso, provocó que hasta varios seguidores del señor López dejaran en claro su rechazo a esta “propuesta” redentorista.
Por ejemplo, Javier
Morlett Macho, integrante del Movimiento por la Paz y la Justicia
(encabezado por Javier Sicilia; otro que se aventó senda carta abierta
contra la misma “iniciativa del tabasqueño) dejó de lado toda
sutiliza eufemística y le respondió al señor López sin pudor alguno: “¡a
la chingada con tu amnistía!”, pues de acuerdo con el activista y
participante en el diseño del Plan Alternativo de Nación, “es fácil
pedir amnistía a secuestradores y asesinos, cuando la víctima no es alguien de tu familia”.
Pero más allá de la
locura que representa la expresión por sí misma, regresamos a lo que nos
truje en este texto: la manera en que este personaje atenúa su discurso
real.
¿Es acaso la dichosa
“amnistía” una forma de suavizar un posible pacto entre el señor López y
la delincuencia? ¿Fue acaso eso un llamado al crimen para sentarse a
negociar, disfrazando de retórica mal aplicada con un “perdón”
mesiánico? Si así fuere ¡vaya “pactito” que se quiere aventar don
Andrés! Con ése, hasta la vacilada del Pacto por México impulsado por
nuestro Lord actual, se quedaría corto.
Y en relación con
esto último, una de las críticas más fuertes que lanzó el señor López
contra las fuerzas de izquierda fue, precisamente, haber contribuido con
la privatización de Pemex a través de la Reforma Energética
(ninguneando que el partido que lo cobijó en dos de sus tres intentos
presidenciales, el PRD, rechazó dicha Reforma con 95 votos en contra y
cero a favor).
De ahí que su más reciente eufemismo preocupe todavía más: durante una gira por Yucatán, el señor
López aseguró –mediante un video de Facebook- que “con el nuevo
gobierno democrático, privatizar no será sinónimo de robar”. A ver,
entonces ¿está diciendo que sí va a privatizar bienes del país, pero “de
otra forma” que no implique “robar” como él lo entiende? ¡Me lleva!
SUI GENERIS
Y a la costumbre
eufemística del venerado Señor López se agregan otros importantes
aspectos asimilados a utopías, que han dotado a éste de un poder wannabe frente a una población mexicana sumamente dañada por las decisiones políticas de quienes actualmente ostentan el poder
en la Federación.
Entre el ofrecimiento
de becas a “ninis” para mantener su inactividad a costa del erario
público (consciente de que más del 30 por ciento del electorado para
2018 serán jóvenes y nuevos votantes) o la promesa de crear dos
nuevas refinerías, en ambos casos, sin decir de dónde va a salir el
dinero para ello; la estrategia de López Obrador pareciera que es ganar o
ganar; satisfacer una meta o propósito personal vendiendo, como
coloquialmente se dice, “espejitos” cimentados en la ignominia.
Pero como todo lo dicho en este panfleto es una mera suposición, tendremos que esperar un poco más para corroborar.
POST-IT: A partir de aquí, se reciben con gusto los insultos habituales de la afición Morena (y no, no estoy siendo eufemístico).
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