El movimiento feminista de los años setenta fue pionero en la reflexión sobre los derechos sexuales y reproductivos de las personas .
La formulación partía de su concepción de los roles de género como una
forma de opresión o desigualdad que se servía de la fisiología de la
sexualidad y la reproducción para subordinar a las mujeres al poder
arbitrario de los hombres en la sociedad.
En la mayoría de los países occidentales o desarrollados este objetivo se ha cumplido sobradamente. Prueba y consecuencia de este éxito ha sido la drástica reducción de la tasa de natalidad y la crisis demográfica . De ahí que el foco de la agenda de los derechos sexuales se haya desplazado desde los derechos entendidos como reproductivos hacia los derechos de las minorías LGTBI, o derechos a la libre orientación sexual.
El cruce de sexismos atenta contra los derechos sexuales y reproductivos de los hombres. Pese al reciente reenfoque de los derechos sexuales a cuestiones de orientación sexual o de identidad de género, no debemos olvidar que la diferenciación sexual tiene principalmente en la naturaleza una dimensión y función reproductiva que afecta siempre a dos partes. Las feministas se han enfocado generalmente solo en los derechos de una parte, olvidando en más de una ocasión que los derechos de un lado no pueden darse en menoscabo de los legítimos del otro, si honestamente creemos en la igualdad de derechos de ambos sexos.
Muchas veces, bajo la etiqueta de la “iniciación sexual temprana”, se esconden delitos que conllevan un grado mayor o menor de violencia y de consecuencias traumáticas que afectan más tarde al desarrollo psicosexual del menor. El abuso de mujeres a menores está invisibilizado, tapado por los roles femeninos machistas asociados a los cuidados y la maternidad angelical y abnegada, por un lado, y por la visión misándrica del feminismo radical, por otro, que no concibe que las mujeres, víctimas por excelencia de la violencia sexual en manos masculinas, puedan abusar de la confianza y la proximidad a un menor o ejercer la violencia sexual contra otros.
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Habría que añadir que los atavismos culturales vinculados al
sexo y la reproducción igualmente someten al varón. El heteropatriarcado
puede ser muy injusto con los hombres por su concepción rígida de la
masculinidad. Esta es una realidad, la de la injusticia de los roles
tradicionales de género con los varones, que cada vez más feministas
están de acuerdo en admitir. Quizás ellas se lleven la peor parte, pero
la situación de este tradicionalismo no es menos exigente y duro con
ellos.Los atavismos culturales vinculados al sexo y la reproducción igualmente someten al varónLa liberación de las mujeres, por tanto, pasaba por tener derecho efectivo al control de su cuerpo, para poder regular su sexualidad y capacidad reproductiva sin imposiciones o violencia social, generalmente masculina, así como por la exigencia de que los hombres asumieran su responsabilidad en el ejercicio de la sexualidad. El descubrimiento, perfeccionamiento, comercialización y uso de los anticonceptivos y la legalización y regulación del aborto fueron, algunos de los hitos de este supuesto empoderamiento femenino hacia su emancipación sexual.
En la mayoría de los países occidentales o desarrollados este objetivo se ha cumplido sobradamente. Prueba y consecuencia de este éxito ha sido la drástica reducción de la tasa de natalidad y la crisis demográfica . De ahí que el foco de la agenda de los derechos sexuales se haya desplazado desde los derechos entendidos como reproductivos hacia los derechos de las minorías LGTBI, o derechos a la libre orientación sexual.
Un nuevo sexismo misándrico
Sin embargo, la combinación del sexismo machista o heteropatriarcal remanente y su tradicional presión sobre los hombres, junto con el nuevo sexismo misándrico del feminismo radical de tercera ola están pasando una terrible factura a los varones que, desorientados, sufrimos en muchos casos concretos un ataque y discriminación sin precedentes por el mero hecho de haber nacido con el cariotipo XY.Hay una contradicción entre la demanda femenina por el control de su cuerpo y su exigencia a los hombres para que asuman las consecuencias del ejercicio de su sexualidadPero hay una reconocida dificultad para definir los derechos sexuales y reproductivos de una manera inequívoca. Algunas autoras feministas han reconocido que existe una contradicción entre la demanda de autonomía de las mujeres en el control de su cuerpo y la exigencia sobre los hombres para que asuman de modo igualitario las consecuencias del ejercicio de su sexualidad. De este modo, cabe preguntarse si los derechos reproductivos son derechos de las mujeres o derechos enraizados en las relaciones de género, o si son derechos individuales o de la pareja o de la unidad familiar.
El cruce de sexismos atenta contra los derechos sexuales y reproductivos de los hombres. Pese al reciente reenfoque de los derechos sexuales a cuestiones de orientación sexual o de identidad de género, no debemos olvidar que la diferenciación sexual tiene principalmente en la naturaleza una dimensión y función reproductiva que afecta siempre a dos partes. Las feministas se han enfocado generalmente solo en los derechos de una parte, olvidando en más de una ocasión que los derechos de un lado no pueden darse en menoscabo de los legítimos del otro, si honestamente creemos en la igualdad de derechos de ambos sexos.
Las feministas se han enfocado solo en los derechos de una parte, olvidando los derechos del otro ladoSi las feministas están en lo correcto, al afirmar que los individuos son propietarios de sus cuerpos y tienen, como tales, derecho a disponer libremente sobre él, como ocurre en la argumentación favorable al derecho al aborto, las consecuencias lógicas de este axioma aplican en igualdad de condiciones para los hombres.
El abuso sexual, también por mujeres
Los abusos sexuales a menores es una cuestión que a todos los padres nos preocupa. Pero hay un punto ciego en este tema, y es que los niños de ambos sexos pueden ser abusados sin que haya necesariamente una penetración o sin que el abusador o violador sea de sexo masculino. El hecho de que estadísticamente sea relativamente menor la incidencia no debería minusvalorar el sufrimiento de los menores, de ambos sexos, que pudieran ser abusados por una mujer.Los niños de ambos sexos pueden sufrir abusos sin que haya necesariamente penetración o sin que el abusador o violador sea de sexo masculinoSegún diferentes cifras, el porcentaje de menores abusados por una mujer puede variar entre el 5 y el 25% del total de casos totales de abusos sobre menores en el mundo. Al parecer varían según los países y dependiendo la percepción, filtrada por la cultura, que las víctimas tengan del hecho.
Muchas veces, bajo la etiqueta de la “iniciación sexual temprana”, se esconden delitos que conllevan un grado mayor o menor de violencia y de consecuencias traumáticas que afectan más tarde al desarrollo psicosexual del menor. El abuso de mujeres a menores está invisibilizado, tapado por los roles femeninos machistas asociados a los cuidados y la maternidad angelical y abnegada, por un lado, y por la visión misándrica del feminismo radical, por otro, que no concibe que las mujeres, víctimas por excelencia de la violencia sexual en manos masculinas, puedan abusar de la confianza y la proximidad a un menor o ejercer la violencia sexual contra otros.
El abuso de mujeres a menores está invisibilizado, tapado por los roles femeninos machistasPor semejantes razones el acoso sexual y violaciones de mujeres a hombres adultos quedan igualmente opacados por los roles de género machistas y la campaña contra el acoso y la violación a mujeres planteada en términos maniqueos (mujer víctima, hombre agresor). Si dejamos a un lado como marcador la penetración, los hombres víctimas de acoso o abuso sexual lo han sido, sorprendentemente, en un 60-70% abusados por mujeres (datos para EUA, año 2010).
Se calcula que un 34,7% de las agresiones sexuales violentas contra hombres en Estados Unidos fueron perpetradas por mujeresHay una zona gris que depende de la definición de agresión, claro, pero según datos de 2010-2013, se calcula que un 34,7% de las agresiones sexuales violentas contra hombres en Estados Unidos fueron perpetradas por mujeres. En una cárcel estadounidense es mucho más probable que una presa sea violada o abusada sexualmente por mujeres que por hombres. Las mujeres son capaces de ejercer violencia sexual contra otras personas, hombres y mujeres, y el grado de agresividad o brutalidad no es necesariamente menor por ser de sexo femenino.
Las mujeres pueden ser depredadores sexuales, incluso violentas y estar involucradas en un amplio espectro de actos de abuso sexualSegún estos relativamente recientes estudios, las mujeres pueden ser depredadores sexuales “manipuladoras, dominantes, e incluso violentas” y estar involucradas en “un amplio espectro de actos de abuso sexual”, tanto sobre otras mujeres, como sobre varones. Es importante visibilizar esta realidad poco estudiada -en España apenas hay datos- porque, incluso desde una perspectiva feminista, los casos de abusos o violencia entre lesbianas quedan invisibilizados. La igualdad ante el sufrimiento por el acoso o la violencia debería superar las visiones sexistas dicotómicas (tanto la misógina como la misándrica) y no ignorar el hecho de que cualquier sexo u orientación sexual puede ser víctima y victimario de estos abusos.
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