-Sarah
Jaffe: Empecemos hablando un poco sobre la huelga de este año. ¿Cuáles
son los planes y por qué habéis decidido volver a hacerla este año?
TB: Creo que todo el mundo recuerda el contexto de la huelga del año pasado, que comenzó con un nivel extraordinario de coordinación internacional entre feministas de todo el mundo. Este año, el contexto es el mismo y, en el caso de EE UU, se ha visto agravado de alguna manera por la elección de Donald Trump. La conclusión lógica era que se repitiera este año, tanto a escala internacional como en EE UU.
CA: El 25 de noviembre también hubo una jornada internacional contra la violencia machista. Lamentablemente no en EE UU, pero en todo el mundo hubo manifestaciones masivas. El éxito de aquella jornada de movilización también dio el impulso para pensar que era posible organizar otra huelga este año.
-SJ: Hablemos de la historia de huelgas de mujeres, pues es algo que lleva varias décadas comentándose en el movimiento feminista, pero que vuelve a la palestra ahora. CA: Las huelgas de mujeres no son exactamente una novedad. El precedente se produjo en la década de 1970, con la huelga de mujeres en Islandia por la igualdad salarial 1/. Hace ahora dos años, el movimiento feminista polaco decidió recuperar esta forma de lucha y organizar una huelga de mujeres en Polonia en contra de la prohibición del aborto en su país. Lo mismo ocurrió en 2016 en Argentina, con oleadas de huelgas y movilizaciones de mujeres en contra de la violencia machista. A partir de ahí, y especialmente dado el gran éxito de estas movilizaciones y huelgas en Argentina y Polonia, surgió la idea de tratar de organizar una huelga internacional el 8 de marzo. Las huelgas de mujeres son un instrumento de movilización muy potente para el movimiento feminista, porque no solo sacan a la luz la victimización de las mujeres, sino también el poder que tienen las mujeres en la medida en que son trabajadoras que trabajan tanto en el mercado laboral formal como en la esfera de la reproducción social, en el hogar, etc. Muy a menudo, este trabajo no se reconoce ni se valora como es debido.
TB: Incluso el año pasado, cuando se convocó, hubo algunas reticencias con respecto a la palabra huelga, porque tal como se entiende en general, huelga significa dejar de trabajar en el lugar de producción. Esta es una definición muy importante y poderosa del término, pero la palabra huelga tiene algunas otras aplicaciones históricas, como acaba de mencionar Cinzia. Creo que una de las cosas de las que nos resultó muy fácil de hablar en el contexto del año pasado, así como este año, es la diferencia entre una huelga en el puesto de trabajo y una huelga política.
Me parece que la huelga de mujeres es una contribución muy importante a la tradición de la huelga política, porque en el contexto del declive neoliberal del grado de sindicación a escala mundial, debido al ataque masivo a los sindicatos desde la década de 1970 por parte de la élite gobernante global, pienso que la gente de clase trabajadora ha perdido en buena medida el arma más potente que tenía para la huelga en el puesto de trabajo, que son los sindicatos. Opino que, en este contexto, una huelga política es muy importante, porque lo que ocurrió el 8 de marzo del año pasado, precisamente en EE UU, lo llamaron huelga. Hicimos lo posible por mantener esta identificación de la palabra, pero lo que ocurrió a resultas de ello fue que hubo una intensa discusión política sobre la relación entre las movilizaciones asociadas al puesto de trabajo y las ajenas al mismo. Creemos firmemente que en una época en que se ha perdido capacidad para actuar en el puesto de trabajo, la huelga política es una manera útil de reanudar aquel debate y tal vez recuperar esa capacidad de movilización en el lugar de trabajo.
-SJ: Hemos asistido al despertar del interés por la idea de una huelga política, especialmente en EE UU desde la elección de Trump. Esto es interesante en un momento en que los sindicatos, particularmente en este país, pero también a escala mundial, están luchando.
CA: De algún modo, esto refleja el hecho de que la clase trabajadora está privada de uno de los medios de lucha y protesta más cruciales, que suele estar reconocido en otras democracias liberales. Ni siquiera hablo de formas de lucha insurreccionales. En una serie de países se producen huelgas políticas. Son legales, están reconocidas, y son un instrumento muy potente cuando parece imposible cuestionar al gobierno o influir de otra manera. Espero que el atractivo que experimenta en este momento la huelga política permita reabrir efectivamente el diálogo político, lanzar una campaña política por la reforma de la legislación laboral y replantear de verdad, mediante una reflexión a fondo, cómo debería ser la legislación laboral en EE UU. Porque este país tiene la legislación laboral más antidemocrática entre las democracias liberales. Es realmente una situación muy excepcional.
TB: En relación con la huelga política, hay dos cosas realmente importantes. Una de las cosas importantes que debemos recordar, ahora que la cuestión del trabajo de las mujeres está en la palestra, es que el motivo por el que la gente hace huelga es porque vive en unas condiciones pésimas. No necesariamente hacen huelga a causa de su empleo, sino porque su empleo es un medio para que puedan vivir su vida, y entonces, cuando estas condiciones se deterioran, la gente se plantea hacer algo al respecto en su puesto de trabajo. Esta relación entre vida y trabajo la olvidan a menudo las burocracias sindicales. A estas les gusta tratar a los sindicatos como otro tipo de pequeño espacio asalariado en que las luchas laborales se negocian como simples contratos. Sin embargo, para la gente trabajadora, lo que interesa no es la negociación contractual, sino su vida y sus condiciones de vida. Una huelga política proporciona un contexto más amplio y más profundo al significado de la lucha y las ventajas que pueden obtenerse de la lucha y la solidaridad. Creo, particularmente en este contexto, que las huelgas políticas desempeñan ese papel crucial de recordar a la gente la conexión que hay entre la condición de los trabajadores y las condiciones de trabajo, cómo están interconectadas y es necesario que lo estén.
-SJ: Esta huelga se produce en pleno apogeo del movimiento #MeToo (Yo también). Habladnos de este contexto, en que hay una renovada discusión sobre el acoso sexual y la violencia sexual y cómo esto contribuye a la huelga de este año y a la labor organizativa.
CA: Creo que también deberíamos ver una conexión entre la oleada de movilizaciones feministas en todo el mundo durante el pasado año y medio y luego la explosión de la campaña #MeToo. El movimiento #MeToo ha sido un momento muy importante en EE UU y también a escala internacional, porque ha sacado a la luz lo que muchas mujeres ya sabían, que el acoso sexual y la violencia sexual forman parte de la vida cotidiana de la mayoría de mujeres, tanto en el lugar de trabajo como en casa y en la calle. Sin duda, la violencia machista requiere una respuesta colectiva.
Así, desde este punto de vista, la huelga de mujeres no es tanto una alternativa a #MeToo, sino más bien una contribución o un intento de dar una respuesta colectiva al aislamiento que produce la victimización. La idea es que el paso a dar después de #MeToo, después de denunciar individualmente todo el acoso y la violencia que hemos sufrido en nuestra vida, tiene que haber, también, el momento de organizarnos y de responder colectivamente. De lo contrario, no se combaten las condiciones estructurales que permiten que continúe esta violencia machista. Uno de los peligros de la atención que se presta actualmente a las cuestiones de violencia machista es que nos desharemos de unos pocos acosadores odiosos, algunos famosos y otros menos famosos, y todo esto está bien, por supuesto.
Me complace este momento de catarsis, en cierto modo. Pero esto no resolverá ningún problema. El problema real no es que haya individuos ruines. El problema real es la existencia de unas condiciones estructurales que permiten la violencia machista y la violencia sexual y su impunidad. Nos hemos enterado estos últimos meses de hasta qué punto se acosa a las mujeres y se abusa de ellas como tales en el lugar de trabajo, pero esto tiene que ver sin duda alguna con la naturaleza jerárquica de las relaciones laborales dentro del lugar de trabajo, con la falta de poder que tienen los trabajadores. Asimismo, desde este punto de vista, la falta de sindicación, la ausencia de derechos laborales en EE UU, crean evidentemente nuevas condiciones para la violencia machista, porque las mujeres tendrán siempre miedo a denunciar a un compañero o a un patrono, justamente porque se dan cuenta que no tienen ningún tipo de protección. Se dan cuenta de que carecen de cualquier organización, de cualquier infraestructura colectiva que permita defender realmente sus intereses.
TB: Voy a añadir tres cuestiones muy concretas sobre el movimiento #MeToo que me parece que interesan a las impulsoras de la huelga del 8 de marzo. Son cuestiones que subyacen a la decisión de por qué nos hemos dirigido a #MeToo de cara a organizar la huelga. La primera es: ¿Cuándo recuerdas haber visto por última vez algún comentario sobre las condiciones de trabajo en el New York Times? Esto es lo que ha conseguido #MeToo. Nunca habíamos visto tantos artículos en los grandes medios sobre las condiciones de trabajo de las mujeres. Sí, en su mayor parte se ha hablado de violencia sexual, pero al mismo tiempo se ha mostrado lo dictatorial y brutal que es el lugar de trabajo para la mayoría de mujeres, así como para la mayoría de personas en general. Yo nunca había visto tantos comentarios sobre las condiciones de trabajo.
Es un fenómeno digno de aplauso que por primera vez en muchos años veamos que se plantean cuestiones sobre lo que significa ser trabajadora en este país. La segunda es la conciencia, que antes se circunscribía a socialistas y radicales en este país, pero que ahora se ha generalizado, el que desde comienzos del siglo xx ha habido un aumento notable de los derechos de las mujeres y de la participación de las mujeres en la esfera pública y en el mundo laboral. Mediante la lucha hemos conseguido mejorar nuestras vidas como mujeres. Pero al mismo tiempo creo que lo que ha ocurrido es que los derechos de la clase trabajadora se han visto reducidos, en particular desde las décadas de 1970 y 1980 con el ascenso del neoliberalismo.
Ahora tenemos una situación contradictoria en que nuestros derechos como mujeres han mejorado a lo largo de los años, pero los derechos de la gente trabajadora han declinado. Lo que significa que en el lugar de trabajo, en particular, las mujeres son vulnerables. La solución que nos ha ofrecido el capitalismo es que “puesto que puedes mejorar como mujer, cada una debe velar por sí misma”. La solución ofrecida a las malas condiciones de vida y de trabajo de las mujeres ha sido, por supuesto, lean in: que puedes mejorar y llegar a directora general. Este es el segundo fenómeno.
El tercero, que creo que es muy significativo para nuestros fines, es: ¿Cómo respondemos? Todas sabemos que existe la violencia doméstica hasta niveles horrorosos tanto en EE UU como en todo el mundo, pero la ventaja de una discusión en el lugar de trabajo, en estas condiciones, es que hay testigos y hay personas que han experimentado lo mismo, porque son tus compañeras de trabajo y tienen el mismo asqueroso jefe violador. Hay confianza colectiva porque una ha pasado por esta experiencia colectiva y esto explica, me parece, por qué la voz de la campaña #MeToo se ve amplificada, pues viene de un lugar de resistencia colectiva.
-SJ: Habladnos de la organización de la huelga de este año. ¿Qué se ha planeado dónde hasta este momento, y también de la labor de solidaridad internacional?
TB: En el plano internacional, he mantenido algunas conversaciones telefónicas con organizadoras de otros países y de hecho la cosa avanza muy bien en diversas partes del mundo, en particular en Italia, España, Polonia, Argentina y algunos otros países latinoamericanos. En el Reino Unido, donde estuve el mes pasado, el principal centro organizador se denomina The Women’s Strike Assembly y están haciendo un trabajo fabuloso relacionando el 8 de marzo con los debates en curso y la organización de una huelga universitaria que se está preparando.
Están manteniendo contactos con miembros de las facultades de todo el Reino Unido para coordinar acciones de cara a la huelga y las organizadoras británicas no paran y acuden a las reuniones preparatorias, etc. En EE UU, el plan es que el 8 de marzo dejaremos de trabajar como mujeres durante una hora en todo el país para mostrar a los patronos y a quienes les apoyan en la Casa Blanca que porque producimos riqueza en la sociedad, también podemos dejar de producir esa riqueza y hacer que la sociedad deje de funcionar. Es un recordatorio simbólico de nuestro poder como mujeres y trabajadoras. Estamos colaborando con varios sindicatos para que esto ocurra.
CA: Hemos reactivado una especie de comité nacional de planificación que es básicamente una red de diversas activistas de todo el país que dedican voluntariamente su tiempo y su trabajo a esta huelga. En Nueva York hemos realizado un acto de lanzamiento público de la huelga con un panel de oradoras maravilloso, algunas de ellas increíblemente buenas. En cierto modo, por ejemplo, este acto mostró el tipo de energía, pero también la clase de mujeres que la huelga pretende organizar, especialmente mujeres trabajadoras, mujeres de minorías que, aunque no participen en la huelga, protagonizan muchas luchas en el lugar de trabajo, contra el servicio de inmigración, etc., y a veces consiguen algo y demuestran de este modo que la acción colectiva en ocasiones tiene éxito.
Creemos que habrá manifestaciones y marchas y salidas colectivas en la mayoría de grandes ciudades de EE UU. Ya hay organizadoras preparando la huelga en Los Ángeles, en el Área de la Bahía de San Francisco, en Portland, en Filadelfia. También recibimos montones de contactos, correos electrónicos, mensajes de gente interesada, que ha leído, por ejemplo, el artículo que hemos publicado en The Guardian llamando a la huelga en EE UU este año, y que está interesada en colaborar. Se trata de un esfuerzo totalmente voluntario y basado en organizaciones de base.
Se autofinancia. La gente dedica su tiempo y su trabajo voluntariamente y –esto es también lo hermoso– en torno a la organización de la huelga estamos consolidando un área de feminismo anticapitalista que propone una alternativa a la clase de feminismo empresarial e individualista que ha dominado en los últimos años. Creo que existe espacio político y voluntad, al menos a juzgar por la respuesta que numerosas activistas feministas de todo el país están dando a la idea de organizarse para la huelga y el entusiasmo con que están trabajando en el proyecto.
Desde luego, quienes deseen colaborar pueden ponerse en contacto con nosotras a través de la página web o la cuenta de Facebook y organizar la huelga en su ciudad.
Nota de Viento Sur:
(1) http://vientosur.info/spip.php?article11772
Fuente: http://www.vientosur.info/spip.php?article13512
TB: Creo que todo el mundo recuerda el contexto de la huelga del año pasado, que comenzó con un nivel extraordinario de coordinación internacional entre feministas de todo el mundo. Este año, el contexto es el mismo y, en el caso de EE UU, se ha visto agravado de alguna manera por la elección de Donald Trump. La conclusión lógica era que se repitiera este año, tanto a escala internacional como en EE UU.
CA: El 25 de noviembre también hubo una jornada internacional contra la violencia machista. Lamentablemente no en EE UU, pero en todo el mundo hubo manifestaciones masivas. El éxito de aquella jornada de movilización también dio el impulso para pensar que era posible organizar otra huelga este año.
-SJ: Hablemos de la historia de huelgas de mujeres, pues es algo que lleva varias décadas comentándose en el movimiento feminista, pero que vuelve a la palestra ahora. CA: Las huelgas de mujeres no son exactamente una novedad. El precedente se produjo en la década de 1970, con la huelga de mujeres en Islandia por la igualdad salarial 1/. Hace ahora dos años, el movimiento feminista polaco decidió recuperar esta forma de lucha y organizar una huelga de mujeres en Polonia en contra de la prohibición del aborto en su país. Lo mismo ocurrió en 2016 en Argentina, con oleadas de huelgas y movilizaciones de mujeres en contra de la violencia machista. A partir de ahí, y especialmente dado el gran éxito de estas movilizaciones y huelgas en Argentina y Polonia, surgió la idea de tratar de organizar una huelga internacional el 8 de marzo. Las huelgas de mujeres son un instrumento de movilización muy potente para el movimiento feminista, porque no solo sacan a la luz la victimización de las mujeres, sino también el poder que tienen las mujeres en la medida en que son trabajadoras que trabajan tanto en el mercado laboral formal como en la esfera de la reproducción social, en el hogar, etc. Muy a menudo, este trabajo no se reconoce ni se valora como es debido.
TB: Incluso el año pasado, cuando se convocó, hubo algunas reticencias con respecto a la palabra huelga, porque tal como se entiende en general, huelga significa dejar de trabajar en el lugar de producción. Esta es una definición muy importante y poderosa del término, pero la palabra huelga tiene algunas otras aplicaciones históricas, como acaba de mencionar Cinzia. Creo que una de las cosas de las que nos resultó muy fácil de hablar en el contexto del año pasado, así como este año, es la diferencia entre una huelga en el puesto de trabajo y una huelga política.
Me parece que la huelga de mujeres es una contribución muy importante a la tradición de la huelga política, porque en el contexto del declive neoliberal del grado de sindicación a escala mundial, debido al ataque masivo a los sindicatos desde la década de 1970 por parte de la élite gobernante global, pienso que la gente de clase trabajadora ha perdido en buena medida el arma más potente que tenía para la huelga en el puesto de trabajo, que son los sindicatos. Opino que, en este contexto, una huelga política es muy importante, porque lo que ocurrió el 8 de marzo del año pasado, precisamente en EE UU, lo llamaron huelga. Hicimos lo posible por mantener esta identificación de la palabra, pero lo que ocurrió a resultas de ello fue que hubo una intensa discusión política sobre la relación entre las movilizaciones asociadas al puesto de trabajo y las ajenas al mismo. Creemos firmemente que en una época en que se ha perdido capacidad para actuar en el puesto de trabajo, la huelga política es una manera útil de reanudar aquel debate y tal vez recuperar esa capacidad de movilización en el lugar de trabajo.
-SJ: Hemos asistido al despertar del interés por la idea de una huelga política, especialmente en EE UU desde la elección de Trump. Esto es interesante en un momento en que los sindicatos, particularmente en este país, pero también a escala mundial, están luchando.
CA: De algún modo, esto refleja el hecho de que la clase trabajadora está privada de uno de los medios de lucha y protesta más cruciales, que suele estar reconocido en otras democracias liberales. Ni siquiera hablo de formas de lucha insurreccionales. En una serie de países se producen huelgas políticas. Son legales, están reconocidas, y son un instrumento muy potente cuando parece imposible cuestionar al gobierno o influir de otra manera. Espero que el atractivo que experimenta en este momento la huelga política permita reabrir efectivamente el diálogo político, lanzar una campaña política por la reforma de la legislación laboral y replantear de verdad, mediante una reflexión a fondo, cómo debería ser la legislación laboral en EE UU. Porque este país tiene la legislación laboral más antidemocrática entre las democracias liberales. Es realmente una situación muy excepcional.
TB: En relación con la huelga política, hay dos cosas realmente importantes. Una de las cosas importantes que debemos recordar, ahora que la cuestión del trabajo de las mujeres está en la palestra, es que el motivo por el que la gente hace huelga es porque vive en unas condiciones pésimas. No necesariamente hacen huelga a causa de su empleo, sino porque su empleo es un medio para que puedan vivir su vida, y entonces, cuando estas condiciones se deterioran, la gente se plantea hacer algo al respecto en su puesto de trabajo. Esta relación entre vida y trabajo la olvidan a menudo las burocracias sindicales. A estas les gusta tratar a los sindicatos como otro tipo de pequeño espacio asalariado en que las luchas laborales se negocian como simples contratos. Sin embargo, para la gente trabajadora, lo que interesa no es la negociación contractual, sino su vida y sus condiciones de vida. Una huelga política proporciona un contexto más amplio y más profundo al significado de la lucha y las ventajas que pueden obtenerse de la lucha y la solidaridad. Creo, particularmente en este contexto, que las huelgas políticas desempeñan ese papel crucial de recordar a la gente la conexión que hay entre la condición de los trabajadores y las condiciones de trabajo, cómo están interconectadas y es necesario que lo estén.
-SJ: Esta huelga se produce en pleno apogeo del movimiento #MeToo (Yo también). Habladnos de este contexto, en que hay una renovada discusión sobre el acoso sexual y la violencia sexual y cómo esto contribuye a la huelga de este año y a la labor organizativa.
CA: Creo que también deberíamos ver una conexión entre la oleada de movilizaciones feministas en todo el mundo durante el pasado año y medio y luego la explosión de la campaña #MeToo. El movimiento #MeToo ha sido un momento muy importante en EE UU y también a escala internacional, porque ha sacado a la luz lo que muchas mujeres ya sabían, que el acoso sexual y la violencia sexual forman parte de la vida cotidiana de la mayoría de mujeres, tanto en el lugar de trabajo como en casa y en la calle. Sin duda, la violencia machista requiere una respuesta colectiva.
Así, desde este punto de vista, la huelga de mujeres no es tanto una alternativa a #MeToo, sino más bien una contribución o un intento de dar una respuesta colectiva al aislamiento que produce la victimización. La idea es que el paso a dar después de #MeToo, después de denunciar individualmente todo el acoso y la violencia que hemos sufrido en nuestra vida, tiene que haber, también, el momento de organizarnos y de responder colectivamente. De lo contrario, no se combaten las condiciones estructurales que permiten que continúe esta violencia machista. Uno de los peligros de la atención que se presta actualmente a las cuestiones de violencia machista es que nos desharemos de unos pocos acosadores odiosos, algunos famosos y otros menos famosos, y todo esto está bien, por supuesto.
Me complace este momento de catarsis, en cierto modo. Pero esto no resolverá ningún problema. El problema real no es que haya individuos ruines. El problema real es la existencia de unas condiciones estructurales que permiten la violencia machista y la violencia sexual y su impunidad. Nos hemos enterado estos últimos meses de hasta qué punto se acosa a las mujeres y se abusa de ellas como tales en el lugar de trabajo, pero esto tiene que ver sin duda alguna con la naturaleza jerárquica de las relaciones laborales dentro del lugar de trabajo, con la falta de poder que tienen los trabajadores. Asimismo, desde este punto de vista, la falta de sindicación, la ausencia de derechos laborales en EE UU, crean evidentemente nuevas condiciones para la violencia machista, porque las mujeres tendrán siempre miedo a denunciar a un compañero o a un patrono, justamente porque se dan cuenta que no tienen ningún tipo de protección. Se dan cuenta de que carecen de cualquier organización, de cualquier infraestructura colectiva que permita defender realmente sus intereses.
TB: Voy a añadir tres cuestiones muy concretas sobre el movimiento #MeToo que me parece que interesan a las impulsoras de la huelga del 8 de marzo. Son cuestiones que subyacen a la decisión de por qué nos hemos dirigido a #MeToo de cara a organizar la huelga. La primera es: ¿Cuándo recuerdas haber visto por última vez algún comentario sobre las condiciones de trabajo en el New York Times? Esto es lo que ha conseguido #MeToo. Nunca habíamos visto tantos artículos en los grandes medios sobre las condiciones de trabajo de las mujeres. Sí, en su mayor parte se ha hablado de violencia sexual, pero al mismo tiempo se ha mostrado lo dictatorial y brutal que es el lugar de trabajo para la mayoría de mujeres, así como para la mayoría de personas en general. Yo nunca había visto tantos comentarios sobre las condiciones de trabajo.
Es un fenómeno digno de aplauso que por primera vez en muchos años veamos que se plantean cuestiones sobre lo que significa ser trabajadora en este país. La segunda es la conciencia, que antes se circunscribía a socialistas y radicales en este país, pero que ahora se ha generalizado, el que desde comienzos del siglo xx ha habido un aumento notable de los derechos de las mujeres y de la participación de las mujeres en la esfera pública y en el mundo laboral. Mediante la lucha hemos conseguido mejorar nuestras vidas como mujeres. Pero al mismo tiempo creo que lo que ha ocurrido es que los derechos de la clase trabajadora se han visto reducidos, en particular desde las décadas de 1970 y 1980 con el ascenso del neoliberalismo.
Ahora tenemos una situación contradictoria en que nuestros derechos como mujeres han mejorado a lo largo de los años, pero los derechos de la gente trabajadora han declinado. Lo que significa que en el lugar de trabajo, en particular, las mujeres son vulnerables. La solución que nos ha ofrecido el capitalismo es que “puesto que puedes mejorar como mujer, cada una debe velar por sí misma”. La solución ofrecida a las malas condiciones de vida y de trabajo de las mujeres ha sido, por supuesto, lean in: que puedes mejorar y llegar a directora general. Este es el segundo fenómeno.
El tercero, que creo que es muy significativo para nuestros fines, es: ¿Cómo respondemos? Todas sabemos que existe la violencia doméstica hasta niveles horrorosos tanto en EE UU como en todo el mundo, pero la ventaja de una discusión en el lugar de trabajo, en estas condiciones, es que hay testigos y hay personas que han experimentado lo mismo, porque son tus compañeras de trabajo y tienen el mismo asqueroso jefe violador. Hay confianza colectiva porque una ha pasado por esta experiencia colectiva y esto explica, me parece, por qué la voz de la campaña #MeToo se ve amplificada, pues viene de un lugar de resistencia colectiva.
-SJ: Habladnos de la organización de la huelga de este año. ¿Qué se ha planeado dónde hasta este momento, y también de la labor de solidaridad internacional?
TB: En el plano internacional, he mantenido algunas conversaciones telefónicas con organizadoras de otros países y de hecho la cosa avanza muy bien en diversas partes del mundo, en particular en Italia, España, Polonia, Argentina y algunos otros países latinoamericanos. En el Reino Unido, donde estuve el mes pasado, el principal centro organizador se denomina The Women’s Strike Assembly y están haciendo un trabajo fabuloso relacionando el 8 de marzo con los debates en curso y la organización de una huelga universitaria que se está preparando.
Están manteniendo contactos con miembros de las facultades de todo el Reino Unido para coordinar acciones de cara a la huelga y las organizadoras británicas no paran y acuden a las reuniones preparatorias, etc. En EE UU, el plan es que el 8 de marzo dejaremos de trabajar como mujeres durante una hora en todo el país para mostrar a los patronos y a quienes les apoyan en la Casa Blanca que porque producimos riqueza en la sociedad, también podemos dejar de producir esa riqueza y hacer que la sociedad deje de funcionar. Es un recordatorio simbólico de nuestro poder como mujeres y trabajadoras. Estamos colaborando con varios sindicatos para que esto ocurra.
CA: Hemos reactivado una especie de comité nacional de planificación que es básicamente una red de diversas activistas de todo el país que dedican voluntariamente su tiempo y su trabajo a esta huelga. En Nueva York hemos realizado un acto de lanzamiento público de la huelga con un panel de oradoras maravilloso, algunas de ellas increíblemente buenas. En cierto modo, por ejemplo, este acto mostró el tipo de energía, pero también la clase de mujeres que la huelga pretende organizar, especialmente mujeres trabajadoras, mujeres de minorías que, aunque no participen en la huelga, protagonizan muchas luchas en el lugar de trabajo, contra el servicio de inmigración, etc., y a veces consiguen algo y demuestran de este modo que la acción colectiva en ocasiones tiene éxito.
Creemos que habrá manifestaciones y marchas y salidas colectivas en la mayoría de grandes ciudades de EE UU. Ya hay organizadoras preparando la huelga en Los Ángeles, en el Área de la Bahía de San Francisco, en Portland, en Filadelfia. También recibimos montones de contactos, correos electrónicos, mensajes de gente interesada, que ha leído, por ejemplo, el artículo que hemos publicado en The Guardian llamando a la huelga en EE UU este año, y que está interesada en colaborar. Se trata de un esfuerzo totalmente voluntario y basado en organizaciones de base.
Se autofinancia. La gente dedica su tiempo y su trabajo voluntariamente y –esto es también lo hermoso– en torno a la organización de la huelga estamos consolidando un área de feminismo anticapitalista que propone una alternativa a la clase de feminismo empresarial e individualista que ha dominado en los últimos años. Creo que existe espacio político y voluntad, al menos a juzgar por la respuesta que numerosas activistas feministas de todo el país están dando a la idea de organizarse para la huelga y el entusiasmo con que están trabajando en el proyecto.
Desde luego, quienes deseen colaborar pueden ponerse en contacto con nosotras a través de la página web o la cuenta de Facebook y organizar la huelga en su ciudad.
Nota de Viento Sur:
(1) http://vientosur.info/spip.php?article11772
Fuente: http://www.vientosur.info/spip.php?article13512
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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