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reporteindigo.comPerú, el ejemplo
Antonio Navalón
Si el presidente electo Andrés Manuel López Obrador quiere
asomarse a ver un anticipo de su cruzada contra la corrupción, que
dirija su mirada a Perú. Van algunos kilómetros adelante de nosotros.
Desde hace unos días, los herederos del imperio Inca vienen dando un ejemplo internacional al enfrentar un purga de poderosos intereses, que abrió sin cortapisas la Caja de Pandora de la corrupción oficial y la privada.
Pero para entender el fenómeno, recordemos que ya Perú puso el ejemplo en su manejo escrupuloso del espinoso Caso Odebrecht.
Tanto que el ex presidente Ollanta Humala y su esposa Nadine fueron enviados a prisión, al comprobarse que recibieron dineros oscuros de la poderosa constructora brasileña.
El también ex presidente Alejandro Toledo, hoy prófugo, fue hallado culpable de corrupción dentro del mismo expediente Odebrecht. Tan pronto la Interpol lo ubique, irá a prisión.
Y el recién electo mandatario, Pedro Pablo Kuckzinsky, fue obligado a renunciar en medio del mismo Caso Odebrecht, dando paso a que el vicepresidente Martín Vizcarra asumiera la presidencia. Hasta aquí la súper crisis peruana en el Poder Ejecutivo.
Pero esta semana se destapó otra mega purga, ahora en el Poder Judicial, al darse a conocer grabaciones en las que prominentes magistrados y jueces traficaban con influencias, pedían favores y “coimas”, como llaman en Perú a lo que aquí llamamos “moches”.
Las denuncias incluían la protección a personajes políticos y empresarios presuntamente ligados al tráfico de drogas y lavado de dinero, provocaron tal crisis, que a petición del presidente Vizcarra el Congreso removió a todos los miembros del Consejo Nacional de la Magistratura.
La desaparición del aparato de justicia peruano decretó una emergencia de 90 días, tiempo en que el presidente y el Congreso definirían la mejor forma de restaurar el sistema judicial.
Pero en medio de las protestas de miles de peruanos que exigen en las calles el fin de la corrupción, el presidente Vizcarra confrontó al Congreso y ahora va por una reforma mas integral: la del sistema político.
El mandatario peruano, que solo tiene cuatro meses en el poder, anunció el pasado sábado que la reforma judicial irá acompañada de reformas al poder legislativo y al sistema político en lo general.
Para ello convocó a un referéndum nacional en el que someterá a la ciudadana la legitimidad, no solo de la reforma judicial, sino de una reforma política que incluye el fin de la reelección de legisladores, así como el financiamiento a los partidos políticos.
Es cierto que Perú vive una enorme purga política en los niveles ejecutivo, legislativo y judicial. Pero esa crisis está obligando a replantear todo el modelo. Y la corrupción y la impunidad son el epicentro.
Y hablamos de una nación en la que la creación de una auténtica fiscalía independiente, al primer mandatario que envió a la cárcel fue a su creador, el ex presidente Alberto Fujimori.
Ya quisiéramos que en México se hubiese aplicado la mitad de esa purga. Pero en el mismo Caso Odebrecht, ya pasó un año, ya renunció un Procurador que concluyó la investigación. Y hoy nadie sabe nada.
Existen las confesionales no solo de Odebrecht, sino de la Estafa Maestra, el Socavón del Paso Exprés de Cuernavaca o los contratos de gas en CFE, entre otros.Pero nada se persigue, menos se castiga.
Por eso insistimos en que antes de asumir la presidencia y abra nuestra Caja de Pandora, López Obrador analice con su gabinete el Caso Perú. Le podría ahorrar tiempo y dolores de cabeza
Desde hace unos días, los herederos del imperio Inca vienen dando un ejemplo internacional al enfrentar un purga de poderosos intereses, que abrió sin cortapisas la Caja de Pandora de la corrupción oficial y la privada.
Pero para entender el fenómeno, recordemos que ya Perú puso el ejemplo en su manejo escrupuloso del espinoso Caso Odebrecht.
Tanto que el ex presidente Ollanta Humala y su esposa Nadine fueron enviados a prisión, al comprobarse que recibieron dineros oscuros de la poderosa constructora brasileña.
El también ex presidente Alejandro Toledo, hoy prófugo, fue hallado culpable de corrupción dentro del mismo expediente Odebrecht. Tan pronto la Interpol lo ubique, irá a prisión.
Y el recién electo mandatario, Pedro Pablo Kuckzinsky, fue obligado a renunciar en medio del mismo Caso Odebrecht, dando paso a que el vicepresidente Martín Vizcarra asumiera la presidencia. Hasta aquí la súper crisis peruana en el Poder Ejecutivo.
Pero esta semana se destapó otra mega purga, ahora en el Poder Judicial, al darse a conocer grabaciones en las que prominentes magistrados y jueces traficaban con influencias, pedían favores y “coimas”, como llaman en Perú a lo que aquí llamamos “moches”.
Las denuncias incluían la protección a personajes políticos y empresarios presuntamente ligados al tráfico de drogas y lavado de dinero, provocaron tal crisis, que a petición del presidente Vizcarra el Congreso removió a todos los miembros del Consejo Nacional de la Magistratura.
La desaparición del aparato de justicia peruano decretó una emergencia de 90 días, tiempo en que el presidente y el Congreso definirían la mejor forma de restaurar el sistema judicial.
Pero en medio de las protestas de miles de peruanos que exigen en las calles el fin de la corrupción, el presidente Vizcarra confrontó al Congreso y ahora va por una reforma mas integral: la del sistema político.
El mandatario peruano, que solo tiene cuatro meses en el poder, anunció el pasado sábado que la reforma judicial irá acompañada de reformas al poder legislativo y al sistema político en lo general.
Para ello convocó a un referéndum nacional en el que someterá a la ciudadana la legitimidad, no solo de la reforma judicial, sino de una reforma política que incluye el fin de la reelección de legisladores, así como el financiamiento a los partidos políticos.
Es cierto que Perú vive una enorme purga política en los niveles ejecutivo, legislativo y judicial. Pero esa crisis está obligando a replantear todo el modelo. Y la corrupción y la impunidad son el epicentro.
Y hablamos de una nación en la que la creación de una auténtica fiscalía independiente, al primer mandatario que envió a la cárcel fue a su creador, el ex presidente Alberto Fujimori.
Ya quisiéramos que en México se hubiese aplicado la mitad de esa purga. Pero en el mismo Caso Odebrecht, ya pasó un año, ya renunció un Procurador que concluyó la investigación. Y hoy nadie sabe nada.
Existen las confesionales no solo de Odebrecht, sino de la Estafa Maestra, el Socavón del Paso Exprés de Cuernavaca o los contratos de gas en CFE, entre otros.Pero nada se persigue, menos se castiga.
Por eso insistimos en que antes de asumir la presidencia y abra nuestra Caja de Pandora, López Obrador analice con su gabinete el Caso Perú. Le podría ahorrar tiempo y dolores de cabeza
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