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rebelion.orgEl Imperio, hegemonía y nuevos desafíos en América Latina
Estados Unidos representa el 28% de la inversión exterior en la región, donde concentra más de 80 bases militares
Los países de América Latina y el Caribe recibieron una Inversión
Exterior Directa (IED) de 161.673 millones de dólares en 2017, un 3,6%
menos que en 2016 y un 20% inferior si se compara con 2011, según la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) de Naciones
Unidas. La caída de 2017 se concentró en Brasil y Chile. En cuanto a la
fuente de las inversiones exteriores, el país más destacado fue Estados
Unidos -28% del total-, aunque los países europeos en bloque alcanzaron
el 37,3%. La IED estadounidense predomina de manera clara en
Centroamérica y la República Dominicana -29% del total en 2017- y México
(46%).
En 2017 las empresas de Estados Unidos realizaron inversiones en México por valor de 13.939 millones dólares, seguido por las españolas con 3.201 millones de dólares. Además las norteamericanas se posicionaron en segundo lugar en Brasil -22% de la IED en el país- y Colombia (15%), y en primer lugar en Paraguay, Guatemala, Costa Rica, Panamá y Nicaragua. Las corporaciones estadounidenses han protagonizado algunas de las fusiones y adquisiciones corporativas en 2017. Así, Delta Air Lines compró el 32% del grupo Aeroméxico por 614 millones de dólares; American Tower, las infraestructuras de telecomunicaciones urbanas de KIO Networks en México por 500 millones de dólares; y la farmacéutica Merck & CO, la empresa brasileña de productos de salud animal Vallée por 400 millones de dólares.
“El concepto de ‘dominación no compartida’ ha sido siempre el núcleo duro de la proyección de Estados Unidos en la región”, destaca el sociólogo e historiador cubano Juan Valdés Paz (La Habana, 1938) en las jornadas “Geopolítica Sur” del Frente Cívico-Valencia. Valdés ha sido profesor en el Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana, de Sociología del Trabajo en el Instituto Azucarero y, entre 1980 y 1996, investigador del Centro de Estudios sobre América (CEA). “En el hemisferio norteamericano tenemos una superpotencia, Estados Unidos, y todos los demás países –salvo quizá con alguna discusión, Canadá- son dependientes y periféricos”. Aunque, matiza, “con los gobiernos de centro y progresistas –a partir de 1999, con la presidencia de Hugo Chávez en Venezuela- Estados Unidos se enfrentó por primera vez en los últimos 200 años a una correlación de fuerzas adversa; pero estos procesos se han revertido”. Hoy, concluye Juan Valdés, “América Latina está invadida por gobiernos de derecha, por ejemplo en Brasil, Argentina, Chile, Perú y Colombia, de modo que la región transita hacia una recuperación hegemónica estadounidense”.
El libro “Territorios vigilados” (Debate, 2012) de la periodista Telma Luzzani apuntaba la existencia de 28 bases militares operativas de Estados Unidos y la OTAN en América del Sur, y otras 43 en Centroamérica y el Caribe; entre los países con mayor presencia figuran Puerto Rico, Panamá y Colombia. Entrevistada en el programa “Bajo la lupa de Galeb” de Annur TV en mayo de 2017, se refirió a “más de 80” instalaciones; “uno de los países de los que poco se sabe y concentran mayor número es Perú, donde entran 112 marines diarios; no es que tengan siempre el cartel de ‘base militar’, muchas veces se trata de centros científicos, de entrenamiento de cascos azules o misiones humanitarias”, afirmó la investigadora argentina. Así, en mayo de 2018 representantes de la embajada de Estados Unidos en Perú, el Gobierno Regional de Huánuco y el Instituto Nacional de Defensa Civil inauguraron el Centro de Operaciones de Emergencia Regional (COER) en Huánuco, financiado por el Comando Sur de Estados Unidos (SOUTHCOM) para responder a los desastres naturales. Estados Unidos ha construido 14 COER en otras tantas regiones de Perú, informa la embajada estadounidense.
El cinco de abril de 2012 el embajador de Estados Unidos y representantes del ejército chileno inauguraron el Fuerte Aguayo de Concón en la región chilena de Valparaíso; el Comando Sur del ejército estadounidense invirtió cerca de 500.000 dólares en la construcción. Según un comunicado de la Armada chilena, consistía en un centro de entrenamiento para “cascos azules”, dependiente del Centro Conjunto para Operaciones de Paz en Chile (CECOPAC), a su vez bajo el mando del Ministerio de Defensa. El Centro de Entrenamiento de Fuerzas de Paz, según la Armada, se enmarcaba “dentro de estrictos protocolos definidos por Naciones Unidas”. Sin embargo, organizaciones de derechos humanos denunciaron que se trataba de una base militar que violaba la soberanía chilena.
Con más de medio siglo de existencia y sede actual en Florida, el SOUTHCOM abarca 31 países de América del Sur, América Central y el Caribe. Según su página Web, el comando está integrado por 1.200 militares y personal civil. En términos oficiales, es responsable de “proporcionar planificación de contingencia, operaciones y cooperación a la seguridad”, así como de la protección de los “recursos militares” de Estados Unidos. El pasado 25 de junio el Comando Sur realizó maniobras militares aéreas durante tres días en Guatemala; en febrero los entrenamientos –definidos como “programa de cooperación técnica en seguridad”- se desarrollaron en Panamá y, en junio de 2017, el Comando Sur inició en el Mar Caribe (Barbados y Trinidad y Tobago) las maniobras militares “Tradewinds”, en las que participaron una veintena de países.
La periodista Stella Calloni ha informado en el diario argentino Contexto del documento secreto “Plan ‘Masterstroke’ para derrocar la dictadura venezolana”, de febrero de 2018, firmado por el almirante Kurt W. Tidd, jefe del Comando Sur. La primera propuesta del informe de once páginas es “fomentar la desafección popular por el aumento de la escasez y los precios de los alimentos, medicinas y otros bienes esenciales para los habitantes”; además el plan apela a “continuar el fuego continuo en la frontera con Colombia” y a “reclutar paramilitares principalmente de los campos de refugiados en Cúcuta, la Guajira y Norte de Santander”. El 14 de julio, antes de asumir la presidencia de Colombia, Iván Duque visitó la sede del SOUTHCOM en Miami, donde se reunió con Kurt Tidd. La Agencia Efe tituló de este modo el teletipo que informaba del encuentro: “Duque promoverá en diplomacia regional el rechazo a la ‘dictadura’ de Maduro” (Estados Unidos cuenta con al menos siete bases militares en Colombia).
“Todo este despliegue militar es la dimensión dura y menos visible de la dominación geopolítica”, concluye Juan Valdés Paz, coeditor del libro “América Latina y el Caribe. La política social en el nuevo contexto” (Flacso-Unesco, 2011). El politólogo afirma que cualquier intento de ruptura, progresismo o desalineamiento en la región es traducido por Estados Unidos como una cuestión de Seguridad Nacional. Adscrita al organigrama del Comando Sur figura la Cuarta Flota de los Estados Unidos, constituida durante la Segunda Guerra Mundial, disuelta en 1950 y reactivada en abril de 2008. ¿En qué contexto se dio el restablecimiento? El primero de marzo de 2008 se produjo el ataque a un campamento de las FARC-EP en Ecuador, ordenado por el expresidente colombiano Álvaro Uribe; a ello se agregaba la caída de los precios de los bienes primarios en los mercados internacionales (un tercio de los ingresos fiscales de Venezuela, México y Ecuador procedían de la producción petrolera), la victoria electoral de Fernando Lugo en Paraguay, el conflicto entre la presidencia de Evo Morales y las regiones de la llamada “Media Luna” boliviana, las revueltas en Haití y los precedentes de gobiernos de izquierda en Venezuela y Ecuador.
En junio de 2017 la Cuarta Flota participó en las maniobras militares conjuntas “Teamwork South” en las costas de Chile; incluían al destructor USS Chafee (DDG90), que transportaba dos helicópteros MH-60R del escuadrón HSM-37, un submarino de ataque rápido y dos aeronaves P-8A Orion. Los ejercicios incorporaron “escenarios preestablecidos y enfocados en la respuesta a los acontecimientos”, según la embajada de Estados Unidos. Para celebrar el décimo aniversario de la reactivación, mandos de la Armada de Perú, Brasil, Chile, Colombia y Ecuador visitaron en junio el cuartel general de la Cuarta Flota en la ciudad de Jacksonville (Florida). El objetivo, según un comunicado de la Marina de Guerra del Perú, era “continuar con el fortalecimiento de los lazos de camaradería, amistad, cooperación e interoperabilidad”.
Juan Valdés Paz apunta otro concepto clave en la dominación estadounidense, el de la Cuenca del Caribe, donde figuran México, Centroamérica (incluido el Canal de Panamá), el Caribe insular, Colombia y Venezuela; “es la absoluta prioridad geopolítica de los Estados Unidos”, afirma el sociólogo cubano. Además de otras fuentes, documentos desclasificados en octubre de 2017 respecto al asesinato de Kennedy revelan que tres expresidentes de México -Adolfo López Mateos (1958-1964), Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) y Luis Echeverría Álvarez (1970-1976)- trabajaron para la CIA.
Otro país estratégico en la Cuenca del Caribe es Colombia, donde Estados Unidos invirtió 9.635 millones de dólares entre 2000 y 2017 en “asistencia en seguridad” (1.435 millones de dólares en 2007), según la organización WOLA con sede en Washington; esta fuente agrega que de los 107 programas mundiales de “asistencia” promovidos por el Pentágono, 75 “pueden operar” en América Latina y el Caribe. En cuanto a Venezuela, el expresidente Obama firmó un decreto en marzo de 2015 que declaraba a este país “amenaza” para la Seguridad Nacional e imponía sanciones a siete funcionarios de la República Bolivariana. En marzo Trump prorrogó esta orden ejecutiva. “Seguiré ocupándome de Cuba”, afirmó Donald Trump tras la elección del nuevo presidente cubano, Miguel Díaz-Canel; un mes antes aprobó una partida de 20 millones de dólares para “promover la democracia” en la isla durante 2018. En septiembre de 2017 la Embajada de Estados Unidos en La Habana anunció recortes de personal y suspender la emisión de visados por un supuesto “ataque acústico” contra la legación diplomática.
¿Existe algún contrapeso geopolítico en América Latina a la hegemonía de Estados Unidos? “No como tal”, responde Juan Valdés Paz, “aunque hay una importante presencia económica de otros actores”. El documento sobre Inversión Extranjera Directa de la CEPAL destaca que Europa en conjunto representaba en 2017 el 52% de las inversiones en Brasil (un 66% en el periodo 2012-2016), encabezadas por Países Bajos; en Colombia el porcentaje se situó en el 45% y en México, en el 29%. Entre otros ejemplos de la penetración europea en Latinoamérica, en 2017 la multinacional italiana Enel compró por 640 millones de dólares la distribuidora eléctrica brasileña CELG, hasta ese momento bajo el control de la estatal Petrobras (fue la primera privatización bajo la presidencia de Temer); la cervecera holandesa Heineken adquirió por 1.090 millones de dólares la filial brasileña del grupo japonés Kirin Holding; y la suiza Glencore pagó 734 millones de dólares por un incremento de su participación en Volcán Compañía Minera de Perú. Por países, la inversión española lidera la ratio en Argentina y Colombia. Valdés Paz resalta influencia de la banca española. Así, en el primer semestre de 2018 el Banco Santander declaró unos beneficios de 3.752 millones de euros, a los que contribuyó principalmente el mercado brasileño. El BBVA también tiene una presencia sólida en América Latina, con un peso preeminente de México.
Las corporaciones chinas, centradas básicamente en Brasil, participaron en cinco de las 20 mayores operaciones empresariales de 2017 en la región. Por ejemplo, el gigante eléctrico chino State Grid se hizo con el control de CPFL, la mayor distribuidora de electricidad de Brasil. La mayoría de las inversiones chinas se produjeron en los sectores energético y minero (que alcanzan cerca del 80% de las inversiones) y agropecuario, particularmente en el negocio de las semillas. El comercio entre América Latina y el Caribe y China multiplicó su valor por 22 entre 2000 y 2013. Sin embargo, “exportamos sólo cinco productos básicos en 2017 –porotos de soja, mineral de hierro, mineral de cobre, cobre refinado y petróleo, lo que representa el 70% del valor de los envíos”, advirtió en enero la secretaria ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena. Brasil, Perú y Argentina recibieron más del 80% de las inversiones chinas en el periodo 2005-2017.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
En 2017 las empresas de Estados Unidos realizaron inversiones en México por valor de 13.939 millones dólares, seguido por las españolas con 3.201 millones de dólares. Además las norteamericanas se posicionaron en segundo lugar en Brasil -22% de la IED en el país- y Colombia (15%), y en primer lugar en Paraguay, Guatemala, Costa Rica, Panamá y Nicaragua. Las corporaciones estadounidenses han protagonizado algunas de las fusiones y adquisiciones corporativas en 2017. Así, Delta Air Lines compró el 32% del grupo Aeroméxico por 614 millones de dólares; American Tower, las infraestructuras de telecomunicaciones urbanas de KIO Networks en México por 500 millones de dólares; y la farmacéutica Merck & CO, la empresa brasileña de productos de salud animal Vallée por 400 millones de dólares.
“El concepto de ‘dominación no compartida’ ha sido siempre el núcleo duro de la proyección de Estados Unidos en la región”, destaca el sociólogo e historiador cubano Juan Valdés Paz (La Habana, 1938) en las jornadas “Geopolítica Sur” del Frente Cívico-Valencia. Valdés ha sido profesor en el Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana, de Sociología del Trabajo en el Instituto Azucarero y, entre 1980 y 1996, investigador del Centro de Estudios sobre América (CEA). “En el hemisferio norteamericano tenemos una superpotencia, Estados Unidos, y todos los demás países –salvo quizá con alguna discusión, Canadá- son dependientes y periféricos”. Aunque, matiza, “con los gobiernos de centro y progresistas –a partir de 1999, con la presidencia de Hugo Chávez en Venezuela- Estados Unidos se enfrentó por primera vez en los últimos 200 años a una correlación de fuerzas adversa; pero estos procesos se han revertido”. Hoy, concluye Juan Valdés, “América Latina está invadida por gobiernos de derecha, por ejemplo en Brasil, Argentina, Chile, Perú y Colombia, de modo que la región transita hacia una recuperación hegemónica estadounidense”.
El libro “Territorios vigilados” (Debate, 2012) de la periodista Telma Luzzani apuntaba la existencia de 28 bases militares operativas de Estados Unidos y la OTAN en América del Sur, y otras 43 en Centroamérica y el Caribe; entre los países con mayor presencia figuran Puerto Rico, Panamá y Colombia. Entrevistada en el programa “Bajo la lupa de Galeb” de Annur TV en mayo de 2017, se refirió a “más de 80” instalaciones; “uno de los países de los que poco se sabe y concentran mayor número es Perú, donde entran 112 marines diarios; no es que tengan siempre el cartel de ‘base militar’, muchas veces se trata de centros científicos, de entrenamiento de cascos azules o misiones humanitarias”, afirmó la investigadora argentina. Así, en mayo de 2018 representantes de la embajada de Estados Unidos en Perú, el Gobierno Regional de Huánuco y el Instituto Nacional de Defensa Civil inauguraron el Centro de Operaciones de Emergencia Regional (COER) en Huánuco, financiado por el Comando Sur de Estados Unidos (SOUTHCOM) para responder a los desastres naturales. Estados Unidos ha construido 14 COER en otras tantas regiones de Perú, informa la embajada estadounidense.
El cinco de abril de 2012 el embajador de Estados Unidos y representantes del ejército chileno inauguraron el Fuerte Aguayo de Concón en la región chilena de Valparaíso; el Comando Sur del ejército estadounidense invirtió cerca de 500.000 dólares en la construcción. Según un comunicado de la Armada chilena, consistía en un centro de entrenamiento para “cascos azules”, dependiente del Centro Conjunto para Operaciones de Paz en Chile (CECOPAC), a su vez bajo el mando del Ministerio de Defensa. El Centro de Entrenamiento de Fuerzas de Paz, según la Armada, se enmarcaba “dentro de estrictos protocolos definidos por Naciones Unidas”. Sin embargo, organizaciones de derechos humanos denunciaron que se trataba de una base militar que violaba la soberanía chilena.
Con más de medio siglo de existencia y sede actual en Florida, el SOUTHCOM abarca 31 países de América del Sur, América Central y el Caribe. Según su página Web, el comando está integrado por 1.200 militares y personal civil. En términos oficiales, es responsable de “proporcionar planificación de contingencia, operaciones y cooperación a la seguridad”, así como de la protección de los “recursos militares” de Estados Unidos. El pasado 25 de junio el Comando Sur realizó maniobras militares aéreas durante tres días en Guatemala; en febrero los entrenamientos –definidos como “programa de cooperación técnica en seguridad”- se desarrollaron en Panamá y, en junio de 2017, el Comando Sur inició en el Mar Caribe (Barbados y Trinidad y Tobago) las maniobras militares “Tradewinds”, en las que participaron una veintena de países.
La periodista Stella Calloni ha informado en el diario argentino Contexto del documento secreto “Plan ‘Masterstroke’ para derrocar la dictadura venezolana”, de febrero de 2018, firmado por el almirante Kurt W. Tidd, jefe del Comando Sur. La primera propuesta del informe de once páginas es “fomentar la desafección popular por el aumento de la escasez y los precios de los alimentos, medicinas y otros bienes esenciales para los habitantes”; además el plan apela a “continuar el fuego continuo en la frontera con Colombia” y a “reclutar paramilitares principalmente de los campos de refugiados en Cúcuta, la Guajira y Norte de Santander”. El 14 de julio, antes de asumir la presidencia de Colombia, Iván Duque visitó la sede del SOUTHCOM en Miami, donde se reunió con Kurt Tidd. La Agencia Efe tituló de este modo el teletipo que informaba del encuentro: “Duque promoverá en diplomacia regional el rechazo a la ‘dictadura’ de Maduro” (Estados Unidos cuenta con al menos siete bases militares en Colombia).
“Todo este despliegue militar es la dimensión dura y menos visible de la dominación geopolítica”, concluye Juan Valdés Paz, coeditor del libro “América Latina y el Caribe. La política social en el nuevo contexto” (Flacso-Unesco, 2011). El politólogo afirma que cualquier intento de ruptura, progresismo o desalineamiento en la región es traducido por Estados Unidos como una cuestión de Seguridad Nacional. Adscrita al organigrama del Comando Sur figura la Cuarta Flota de los Estados Unidos, constituida durante la Segunda Guerra Mundial, disuelta en 1950 y reactivada en abril de 2008. ¿En qué contexto se dio el restablecimiento? El primero de marzo de 2008 se produjo el ataque a un campamento de las FARC-EP en Ecuador, ordenado por el expresidente colombiano Álvaro Uribe; a ello se agregaba la caída de los precios de los bienes primarios en los mercados internacionales (un tercio de los ingresos fiscales de Venezuela, México y Ecuador procedían de la producción petrolera), la victoria electoral de Fernando Lugo en Paraguay, el conflicto entre la presidencia de Evo Morales y las regiones de la llamada “Media Luna” boliviana, las revueltas en Haití y los precedentes de gobiernos de izquierda en Venezuela y Ecuador.
En junio de 2017 la Cuarta Flota participó en las maniobras militares conjuntas “Teamwork South” en las costas de Chile; incluían al destructor USS Chafee (DDG90), que transportaba dos helicópteros MH-60R del escuadrón HSM-37, un submarino de ataque rápido y dos aeronaves P-8A Orion. Los ejercicios incorporaron “escenarios preestablecidos y enfocados en la respuesta a los acontecimientos”, según la embajada de Estados Unidos. Para celebrar el décimo aniversario de la reactivación, mandos de la Armada de Perú, Brasil, Chile, Colombia y Ecuador visitaron en junio el cuartel general de la Cuarta Flota en la ciudad de Jacksonville (Florida). El objetivo, según un comunicado de la Marina de Guerra del Perú, era “continuar con el fortalecimiento de los lazos de camaradería, amistad, cooperación e interoperabilidad”.
Juan Valdés Paz apunta otro concepto clave en la dominación estadounidense, el de la Cuenca del Caribe, donde figuran México, Centroamérica (incluido el Canal de Panamá), el Caribe insular, Colombia y Venezuela; “es la absoluta prioridad geopolítica de los Estados Unidos”, afirma el sociólogo cubano. Además de otras fuentes, documentos desclasificados en octubre de 2017 respecto al asesinato de Kennedy revelan que tres expresidentes de México -Adolfo López Mateos (1958-1964), Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) y Luis Echeverría Álvarez (1970-1976)- trabajaron para la CIA.
Otro país estratégico en la Cuenca del Caribe es Colombia, donde Estados Unidos invirtió 9.635 millones de dólares entre 2000 y 2017 en “asistencia en seguridad” (1.435 millones de dólares en 2007), según la organización WOLA con sede en Washington; esta fuente agrega que de los 107 programas mundiales de “asistencia” promovidos por el Pentágono, 75 “pueden operar” en América Latina y el Caribe. En cuanto a Venezuela, el expresidente Obama firmó un decreto en marzo de 2015 que declaraba a este país “amenaza” para la Seguridad Nacional e imponía sanciones a siete funcionarios de la República Bolivariana. En marzo Trump prorrogó esta orden ejecutiva. “Seguiré ocupándome de Cuba”, afirmó Donald Trump tras la elección del nuevo presidente cubano, Miguel Díaz-Canel; un mes antes aprobó una partida de 20 millones de dólares para “promover la democracia” en la isla durante 2018. En septiembre de 2017 la Embajada de Estados Unidos en La Habana anunció recortes de personal y suspender la emisión de visados por un supuesto “ataque acústico” contra la legación diplomática.
¿Existe algún contrapeso geopolítico en América Latina a la hegemonía de Estados Unidos? “No como tal”, responde Juan Valdés Paz, “aunque hay una importante presencia económica de otros actores”. El documento sobre Inversión Extranjera Directa de la CEPAL destaca que Europa en conjunto representaba en 2017 el 52% de las inversiones en Brasil (un 66% en el periodo 2012-2016), encabezadas por Países Bajos; en Colombia el porcentaje se situó en el 45% y en México, en el 29%. Entre otros ejemplos de la penetración europea en Latinoamérica, en 2017 la multinacional italiana Enel compró por 640 millones de dólares la distribuidora eléctrica brasileña CELG, hasta ese momento bajo el control de la estatal Petrobras (fue la primera privatización bajo la presidencia de Temer); la cervecera holandesa Heineken adquirió por 1.090 millones de dólares la filial brasileña del grupo japonés Kirin Holding; y la suiza Glencore pagó 734 millones de dólares por un incremento de su participación en Volcán Compañía Minera de Perú. Por países, la inversión española lidera la ratio en Argentina y Colombia. Valdés Paz resalta influencia de la banca española. Así, en el primer semestre de 2018 el Banco Santander declaró unos beneficios de 3.752 millones de euros, a los que contribuyó principalmente el mercado brasileño. El BBVA también tiene una presencia sólida en América Latina, con un peso preeminente de México.
Las corporaciones chinas, centradas básicamente en Brasil, participaron en cinco de las 20 mayores operaciones empresariales de 2017 en la región. Por ejemplo, el gigante eléctrico chino State Grid se hizo con el control de CPFL, la mayor distribuidora de electricidad de Brasil. La mayoría de las inversiones chinas se produjeron en los sectores energético y minero (que alcanzan cerca del 80% de las inversiones) y agropecuario, particularmente en el negocio de las semillas. El comercio entre América Latina y el Caribe y China multiplicó su valor por 22 entre 2000 y 2013. Sin embargo, “exportamos sólo cinco productos básicos en 2017 –porotos de soja, mineral de hierro, mineral de cobre, cobre refinado y petróleo, lo que representa el 70% del valor de los envíos”, advirtió en enero la secretaria ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena. Brasil, Perú y Argentina recibieron más del 80% de las inversiones chinas en el periodo 2005-2017.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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