lunes, 6 de agosto de 2018

La banalización del mensaje (periodismo vacío)


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La banalización del mensaje (periodismo vacío)






No es mi autoría, ya a fines de 2015, el periodista Gustavo Campana, presagiaba (prevenía radialmente) un descenso de la calidad informativa, anticipando en el futuro: un periodismo centrado en lo policial y en lo más zafio (grosero) de la vida cotidiana.
Se acabaron los exquisitos y las plumas brillantes que otrora nos dejaban “boquiabiertos” de admiración. Esas escrituras que, desde la página, hacían una didáctica formadora e ilustraban a los lectores: por caso Tomás Eloy Martínez y tantos esclarecidos de la época del periodismo escuela. Convengamos, que Página 12, sigue manteniendo esa calidad de la pluma, pero la mayoría de la escritura masiva, hoy, redunda en lo superficial.
Sin intención de desmerecer, los soportes de la época juegan muy para atrás. Las nuevas implicancias tecnológicas, tales como youtube-facebook-tuíter-instagram, etc. Debilitan la información reduciéndola de importancia, a las que se agregan esos nefastos operadores “a sueldo”, conocidos como trolls (distorsionadores ad-hoc de la realidad).
Así está el panorama informativo actual (como lo anticipaba G. Campana): saturado de hechos policiales-accidentes viales-algún escándalo del espectáculo-los movimientos del narcotráfico y, todo, todo absolutamente relacionado con la violencia social. En tanto, la población padece, profundamente, de las precariedades cotidianas y satisfacciones insuficientes (aquellas que hacen a la sobrevivencia).
Para muestra, acabo de recibir un watshapp de mi apreciada amiga Blanqui, instándome a rezar una extensa plegaria por la paz y la concordia (sic) del País, para que se tranquilice y las fuerzas angelicales actúen en consecuencia. Por el respeto que me merece y, consciente de no estar ante un ser de militancia política, le respondí: “Querida Blanquita, no siento ninguna culpa, además no lo voté y siempre fui leal a un proyecto nacional e inclusivo. Agradezco tu generosidad de sumarme, pero esta sumisión no la comparto. Abrazo y besos.” De este tono puedo agregar contadísima adhesiones, que no son de mi línea ideológica. La religión sigue jugando el rol de desdibujar la política como algo prescindible, contribuyendo a ese adormilamiento secular.

La banalización del mal

Si pretendemos ahondar en el fenómeno, no se puede eludir el aporte de Hannah Arendt, (1906-1975) autora que reflexionó ampliamente sobre las causas del totalitarismo y el terrible sufrimiento infligido por el nazismo a millones de judíos y otros, reconoció que semejante injusticia nunca podría ser resarcida por ningún derecho humano. Hace alusión al concepto “la banalidad del mal“, afirmando que cualquier persona mentalmente sana puede llevar a cabo los más horrendos crímenes cuando pertenece a un sistema totalitario. Por ejemplo, sólo por el deseo de ascender dentro de la organización y hacer carrera dentro de ella. Personas así actúan dentro de las reglas del sistema al que pertenecen sin reflexionar sobre sus actos. No se preocupan por las consecuencias de lo que hacen, sólo por el cumplimiento de las órdenes.
Los mayores horrores, los más terribles sufrimientos pueden ser causados por personas superficiales y mediocres, en nombre de razones estúpidas, de ideas de quinta fila, o ni siquiera eso, por obediencia, por inercia, por moda, por el qué dirán. A partir del concepto de banalidad del mal, sabemos que cualquier hombre, en determinadas circunstancias, puede involucrarse en violencias y agresiones, y estar dispuesto a todo sin sentirse responsable por sus actos. En la democracia argentina actual constatamos con gran preocupación el rechazo del semejante transformado en enemigo. Muchas personas aplauden los despidos de trabajadores, la represión a manifestantes sociales, la persecución a militantes, etc. No hay nada que justifique la incentivación de la hostilidad en sus distintas manifestaciones. Una cultura reunida por el odio y su poder destructivo de los lazos sociales es una cultura en riesgo.

Las Usinas de humo

En los tiempos actuales, la maldad, se concentra en banalizar la mentira y el cinismo para aceptar una perversión que toca directamente el sufrimiento de muchos y la ingenuidad de otros. Hay extensos sectores sociales que esperan un “milagro”: “hay que darles tiempo…” “Es muy poco…hay que esperar…” Digo, esperar que: la muerte anunciada de los jubilados o la inercia del suicidio, en este pacto diabólico del poder gobernante para la progresiva destrucción de lo simbólico (devastación cultural). Instalaron, aparte de un “discurso distractivo”, un telón, absolutamente, mendaz a la realidad, proyectando (hacia el porvenir) ilusiones colectivas que no llegarán jamás, pero que siguen firmes en sus promesas ilusorias.
En definitiva, este gobierno se apoya en sus fenomenales mentiras implícitas, en tanto, lo explícito es una destrucción paulatina del valor social de la política y la ingenuidad grosera de la credulidad masiva. Es un proceso cruel, desembozado, de anestesia a la tolerancia y candidez del pueblo en general.
A esta altura, la mentira es de píes largos e irresponsable, en que lo que menos les interesa es el futuro de la Patria, que en sus principios empieza y termina en los intereses propios de sus negociados particulares. Quedará el sabor amargo de un País que lo destruyeron a su medida. Al pueblo, sólo le queda la esperanza del 2019 que se hace interminable.
NdR: Salta 21 es un medio tan abierto que en sus propias columnas, aparece la alabanza a Página 12, medio opositor al gobierno. Salta 21 es un medio alternativo, sin fines de lucro, sostenido a pulmón por su directora desde su fundación en el año 2007.

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