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¿Amazon y Google deberían pagarte por tus datos?
Por Gillian Tett@ElFinanciero_Mx
Este
mes, la poderosa Reserva Federal de Cleveland ha enviado un flujo
constante de tuits sobre una de sus herramientas educativas, un juego
gratuito en línea llamado Escape from the Barter Islands! (Escape de las islas de trueque).
Está
diseñado para enseñarles a los niños (y a los adultos) cómo funciona la
economía, utilizando islas ficticias con naranjas, bananas, uvas,
cocos, etc.
El mensaje implícito es que las
sociedades primitivas (o islas) se ven obligadas a usar el trueque, ya
que aún no han descubierto los placeres del efectivo, de las notas, de
las tarjetas de crédito, y otras formas de pago; sin embargo, una vez
que estas economías ‘crecen’, recurren al dinero (y a los bancos
centrales), volviéndose más eficientes. En lo que a herramientas de
enseñanza se refiere, ésta es una oferta atractiva, y yo aplaudo a la
Reserva Federal de Cleveland por haberla ideado. Sin embargo, hay un
pequeño problema con el juego: no hemos realmente escapado del trueque.
El trueque sigue siendo parte de
nuestra moderna economía cibernética. Tanto es así, de hecho, que no se
puede esperar tener una conversación inteligente sobre cómo reformar a
los titanes tecnológicos, o “Big Tech”, a menos que se empiece por
reconocer su existencia. Para recapitular: muchas de las transacciones
que se llevan a cabo en línea involucran dinero. Por ejemplo, si se
descarga música de iTunes o se paga la factura de teléfono, habrá dinero
involucrado. Pero si se intercambian mensajes con amigos, se navega por
el Internet, se utiliza un servicio de mapas o se examina un sitio de
compras, no existe un “pago” monetario.
A veces estas transacciones se
describen como “gratuitas”. Pero ése es un nombre inapropiado. Lo que
realmente está sucediendo es un intercambio que ocurre sin efectivo: las
compañías de tecnología nos brindan valiosos servicios, pero también
recopilan nuestros valiosos datos. No siempre lo notamos o lo medimos,
ya que los economistas tienden a centrarse en las transacciones que
involucran dinero o crédito. Pero este intercambio es crucial para la
economía de Amazon, de Google y de Facebook, y cuanto más exijamos
servicios personalizados, más prosperará este trueque.
Esta situación conlleva
implicaciones más amplias y bastante oportunas, dado que los políticos
en Washington esta semana se han abocado de lleno a un debate sobre si
regular las redes sociales; sus contrapartes en Bruselas amenazan con
también controlarlas.
Hoy en día, es popular que los
políticos critiquen la forma en que los titanes tecnológicos han
explotado a los consumidores tomando sus datos “gratuitamente” y luego
abusando de esto. Éstas son preocupaciones válidas. Una encuesta
reciente realizada por el Centro de Investigación Pew indica que el 91
por ciento de los estadounidenses temen haber perdido el control de sus
datos y el 64 por ciento desea que el gobierno introduzca más controles.
Pero si se quieren debatir
soluciones reglamentarias, no sirve para nada hablar de la mitad de esta
ecuación (los datos que obtienen las compañías tecnológicas); una mejor
forma de enmarcar el problema es reconocer que se está produciendo un
trueque, y luego preguntarse si los términos de intercambio son “justos”
y, de no ser así, cómo pudieran mejorarse.
Los consumidores pudieran, y
debieran, obtener una verdadera posibilidad de elegir con quién hacen
trueques. Esto significa que los reguladores deben tomar medidas para
garantizar que las grandes compañías no sean monopolios. Los reguladores
europeos ya están profundamente conscientes de esto: en julio, Google
recibió una multa de 4.3 mil millones de euros por imponer condiciones
anticompetitivas a las empresas que usaban el sistema operativo móvil
Android. La semana pasada, la Comisión Europea (CE) anunció que estaba
investigando a Amazon en relación con la manera en que usa los datos de
sus comerciantes. Hasta ahora, los reguladores estadounidenses se han
mostrado más reacios a intervenir.
Si se quisiera ser realmente
radical, pudiera ser posible idear un sistema en el que los consumidores
pudieran “poseer” sus datos y venderlos por un precio. De hecho,
algunos empresarios en Silicon Valley están tratando de idear
innovaciones que lograrían eso exactamente, creando una nueva forma de
derechos de propiedad digital. Si esto ocurriera, le brindaría más
transparencia al valor de la economía digital. Wibson, un mercado
descentralizado de datos, estima que los datos que Facebook recolecta
cada año valen, en promedio, 240 dólares por cada adulto estadounidense.
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