Hace un mes Cyril Ramaphosa, presidente de Sudáfrica desde el pasado mes de febrero y del Congreso Nacional Africano
(CNA) desde hace un año, confirmó que su partido promoverá la reforma
de la Constitución para confiscar tierras de cultivo a la minoría blanca,
que constituye aproximadamente un 9% de la población del país, algo más
de cinco millones de personas. Digo confiscar y no expropiar porque la
expropiación implica compensación. Lo que pretende el CNA es arrebatar
las tierras sin pagar nada a cambio, quieren, en definitiva, legalizar
la incautación por motivos de raza.
Publicidad
La Constitución sudafricana es muy reciente, data de 1996 aunque entró en vigor al año siguiente. Fue fruto del consenso tras los años del apartheid. Se lo tomaron con calma para que saliese una cosa bien hecha que incluyese a todos. Aprobaron primero una Constitución temporal en 1994 tras las elecciones de aquel año y luego se pusieron a negociar la definitiva.
La Constitución en sí no tiene nada de especial. En lo esencial es intercambiable con la de cualquier país democrático. Contempla naturalmente la expropiación en el caso de que el Estado lo precise por interés general. En el capítulo 2, el llamado ‘Bill of Rights’, el artículo 25 está dedicado a la propiedad. Dice textualmente: “la propiedad privada puede ser expropiada conforme a la Ley siempre que sea por interés público y esté sujeta a la compensación que fije un tribunal de Justicia”
Este artículo es el que va a cambiar Ramaphosa. Quiere que el Estado esté facultado para expropiar sin compensación si el propietario es de raza blanca. A los hispanos, pueblo mestizo por antonomasia, esto de compartimentar una sociedad en razas nos llama un poco la atención. ¿Qué pasa con los mulatos?, ¿o con los que son 1/4 blancos, 2/4 negros y 1/4 indios?, ¿o con uno que sea 1/4 indio, 1/4 chino, 1/4 filipino y 1/4 blanco?
En Sudáfrica las razas están muy pautadas. El país se divide en cuatro grupos raciales: negros, blancos, de color y asiáticos. Todos tiene que entrar en esos cajones, por lo que es relativamente sencillo crear leyes dirigidas a un grupo u otro. Este error de concepción, consecuencia de la visión biológica de las razas, propio de la mentalidad anglo-germánica, es el que va a hacer posible la reforma constitucional. En España o Argentina hacer algo así sería imposible porque la raza de los ciudadanos es intrascendente, tanto que no se consigna en documento alguno.
Esto de recortar derechos de una minoría por el color de la piel es una idea infame que siempre termina de manera catastrófica para la sociedad que la adopta y, especialmente, para la minoría objeto del recorte. Pero, sin embargo y a pesar de su turbulento pasado, muchos sudafricanos defienden que a los blancos les quiten las tierras… por ser blancos.
La razón que arguyen es que los blancos llegaron hace poco tiempo y se apropiaron de la tierra arrebatándosela a sus legítimos propietarios. Lo cual es cierto, pero sólo a medias. Los primeros europeos en llegar al extremo sur de África fueron los portugueses en el siglo XV, pero no se establecieron allí. Los primeros en asentarse, ya en el siglo XVII, fueron los holandeses. La colonia del Cabo fue fundada en 1652. Un siglo más tarde llegaron los británicos, que incorporaron por las malas la antigua colonia holandesa a su imperio. Los colonos holandeses, llamados boers (campesinos en neerlandés) abandonaron la costa y se internaron en el continente durante los siglos XVIII y XIX.
En el Gran Trek de 1840 alcanzaron lo que hoy es el Transvaal, la región más poblada de la actual Sudáfrica. El líder de los boers, Andries Pretorius, le dio el nombre a Pretoria, la capital del país. En esa misma época crearon el Estado Libre de Orange, que llegó a ser un Estado independiente durante medio siglo. Fueron fundando ciudades y asentándose como granjeros. La tierra se la apropiaron porque en aquel entonces Sudáfrica estaba muy poco poblada. Se enfrentaron con algunas tribus como los xhosa o los zulúes, con otras negociaron, pero el país es tan inmenso que había tierra para todos. Esos granjeros blancos prosperaron, se reprodujeron y formaron una comunidad muy próspera.
El hecho, y es donde quiero llegar, es que un blanco en Sudáfrica es tan africano como un negro. El blanco sudafricano no es un europeo que llegó hace dos generaciones, sometió a los locales y se quedó con su tierra para explotarla con esclavos como hicieron, por ejemplo, los belgas en el Congo, los franceses en Guinea o los británicos en Ghana. Sudáfrica no era una colonia europea. Era, en todo caso, una nueva Europa como Australia, Canadá, Uruguay o Argentina.
Cuando los españoles llegaron a América se encontraron con pueblos a los que hoy se denomina originarios, pero eso no significa que estuviesen ahí desde siempre. Algunos habían llegado sólo unos años antes que los propios españoles. Algo similar sucede en Sudáfrica. Los boers llegaron desde Holanda, pero los zulúes también habían venido de fuera en una de las incontables migraciones internas del continente africano.
Esto Ramaphosa ni se lo plantea. Básicamente porque no quiere planteárselo. Es mejor el prejuicio y, además, se ha demostrado muy rentable en votos. Él y su partido se comportan y hablan como consumados racistas. Invocan de una manera un tanto insensata a los viejos fantasmas del país. El CNA denomina “asesinos” a todos los blancos y en más de una ocasión ha dicho que con los blancos hay que actuar como con las ranas en una sartén, es decir, ir calentando poco a poco el agua hasta que mueran.
No es la primera vez que vemos esto. Hace veinte años, un poco más al norte, en Zimbabue, Robert Mugabe arrancó con el mismo discurso. Las consecuencias son bien conocidas. Tras varios brotes de violencia que incluyeron el asesinato de algunos granjeros blancos, sus vecinos salieron huyendo del país, la producción agrícola se derrumbó y el país se precipitó en una crisis económica muy profunda. En Zimbabue se llegó a pasar hambre. Algo inaudito en un país tan fértil y bendecido por la naturaleza que se le conocía como el granero de África.
El Gobierno reaccionó emitiendo moneda y desató una hiperinflación letal que acabó con el dólar zimbabuense. La miseria se apoderó del país y muchos emigraron, la mayor parte a Sudáfrica. Se calcula que hoy viven en Sudáfrica unos tres millones de zimbabuenses, casi todos de forma irregular.
Si reforman la Constitución podrán requisar esas fincas. A partir de ahí es previsible que decaiga la producción. La agricultura en Sudáfrica es extensiva. Precisa de poca mano de obra y está muy mecanizada. Los granjeros sudafricanos son tan productivos como los europeos. Tienen conocimientos de agronomía y saben como gestionar adecuadamente una explotación agraria que, a efectos prácticos, es como una empresa.
Algunas fincas ya han sido expropiadas y entregadas a jornaleros negros. La productividad de las mismas ha caído en picado porque para llevar una explotación moderna no basta con saber arar, sembrar y cosechar. Hace falta mucho más. Se requieren conocimientos técnicos, contables y financieros de los que esos jornaleros carecen. Esto es lo que sucedió en Zimbabue, pero de nada sirve recordarlo porque las motivaciones de Ramaphosa son esencialmente políticas.
La gestión del CNA es muy deficiente. El país no va bien, la inflación es alta, el desempleo roza el 30% y la corrupción se extiende por todas las capas de la administración. Ese descontento entre la población negra lo está captando un partido populista llamado Economic Freedom Fighters (luchadores por la libertad económica) que lidera Julius Malema, ex militante del ala radical del CNA.
Ramaphosa teme a Malema, un hombre más joven y que apela directamente a los desposeídos. Sabe que excitar la envidia es popular así que, incapaz como es de mejorar la situación económica, se ha abonado al populismo. Parece dispuesto a cualquier cosa con tal de ganar las elecciones del año próximo. Su situación es delicada. Ramaphosa no fue elegido en 2014. El que ganó las elecciones fue Jacob Zuma, que dimitió en febrero salpicado por varios escándalos de corrupción. Quiere ganarse el cargo y cree que esto de arruinar al país atropellando los derechos de una parte de la población es el mejor camino.
Foto Sebastián León Prado
_
Publicidad
La Constitución sudafricana es muy reciente, data de 1996 aunque entró en vigor al año siguiente. Fue fruto del consenso tras los años del apartheid. Se lo tomaron con calma para que saliese una cosa bien hecha que incluyese a todos. Aprobaron primero una Constitución temporal en 1994 tras las elecciones de aquel año y luego se pusieron a negociar la definitiva.
Querían que todos los sudafricanos tuviesen cabida en el país sin importar su etnia o condición social, un empeño admirable que se sustanció en la Constitución del 96Querían que todos los sudafricanos tuviesen cabida en el país sin importar su etnia o condición social, un empeño admirable que se sustanció en la Constitución del 96, un documento muy consensuado que, a tenor de lo que se decía entonces, sentaría las bases de la Sudáfrica del siglo XXI, la nación arcoíris que renacía tras los oscuros años de la segregación racial.
La Constitución en sí no tiene nada de especial. En lo esencial es intercambiable con la de cualquier país democrático. Contempla naturalmente la expropiación en el caso de que el Estado lo precise por interés general. En el capítulo 2, el llamado ‘Bill of Rights’, el artículo 25 está dedicado a la propiedad. Dice textualmente: “la propiedad privada puede ser expropiada conforme a la Ley siempre que sea por interés público y esté sujeta a la compensación que fije un tribunal de Justicia”
Este artículo es el que va a cambiar Ramaphosa. Quiere que el Estado esté facultado para expropiar sin compensación si el propietario es de raza blanca. A los hispanos, pueblo mestizo por antonomasia, esto de compartimentar una sociedad en razas nos llama un poco la atención. ¿Qué pasa con los mulatos?, ¿o con los que son 1/4 blancos, 2/4 negros y 1/4 indios?, ¿o con uno que sea 1/4 indio, 1/4 chino, 1/4 filipino y 1/4 blanco?
En Sudáfrica las razas están muy pautadas. El país se divide en cuatro grupos raciales: negros, blancos, de color y asiáticos. Todos tiene que entrar en esos cajones, por lo que es relativamente sencillo crear leyes dirigidas a un grupo u otro. Este error de concepción, consecuencia de la visión biológica de las razas, propio de la mentalidad anglo-germánica, es el que va a hacer posible la reforma constitucional. En España o Argentina hacer algo así sería imposible porque la raza de los ciudadanos es intrascendente, tanto que no se consigna en documento alguno.
Si el CNA saca adelante la modificación del artículo 25 se podrá afirmar que en Sudáfrica los derechos de propiedad dependen de la pigmentación de la epidermisSi el CNA saca adelante la modificación del artículo 25 se podrá afirmar que en Sudáfrica los derechos de propiedad dependen de la pigmentación de la epidermis, porque no en otra cosa se diferencian los blancos de los negros, tan sólo en el tono de piel y en algunos rasgos fenotípicos menores. A pesar de la abundante literatura que el asunto ha suscitado desde antiguo, la diversidad racial de nuestra especie es minúscula.
Esto de recortar derechos de una minoría por el color de la piel es una idea infame que siempre termina de manera catastrófica para la sociedad que la adopta y, especialmente, para la minoría objeto del recorte. Pero, sin embargo y a pesar de su turbulento pasado, muchos sudafricanos defienden que a los blancos les quiten las tierras… por ser blancos.
La razón que arguyen es que los blancos llegaron hace poco tiempo y se apropiaron de la tierra arrebatándosela a sus legítimos propietarios. Lo cual es cierto, pero sólo a medias. Los primeros europeos en llegar al extremo sur de África fueron los portugueses en el siglo XV, pero no se establecieron allí. Los primeros en asentarse, ya en el siglo XVII, fueron los holandeses. La colonia del Cabo fue fundada en 1652. Un siglo más tarde llegaron los británicos, que incorporaron por las malas la antigua colonia holandesa a su imperio. Los colonos holandeses, llamados boers (campesinos en neerlandés) abandonaron la costa y se internaron en el continente durante los siglos XVIII y XIX.
En el Gran Trek de 1840 alcanzaron lo que hoy es el Transvaal, la región más poblada de la actual Sudáfrica. El líder de los boers, Andries Pretorius, le dio el nombre a Pretoria, la capital del país. En esa misma época crearon el Estado Libre de Orange, que llegó a ser un Estado independiente durante medio siglo. Fueron fundando ciudades y asentándose como granjeros. La tierra se la apropiaron porque en aquel entonces Sudáfrica estaba muy poco poblada. Se enfrentaron con algunas tribus como los xhosa o los zulúes, con otras negociaron, pero el país es tan inmenso que había tierra para todos. Esos granjeros blancos prosperaron, se reprodujeron y formaron una comunidad muy próspera.
El hecho, y es donde quiero llegar, es que un blanco en Sudáfrica es tan africano como un negro. El blanco sudafricano no es un europeo que llegó hace dos generaciones, sometió a los locales y se quedó con su tierra para explotarla con esclavos como hicieron, por ejemplo, los belgas en el Congo, los franceses en Guinea o los británicos en Ghana. Sudáfrica no era una colonia europea. Era, en todo caso, una nueva Europa como Australia, Canadá, Uruguay o Argentina.
Los americanos de origen europeo son tan americanos como los mam de Chiapas, los aymara de los Andes o los quiché del altiplano guatemalteco mal que le pese a Rigoberta MenchúPor las mismas podríamos decir que López Obrador tiene que marcharse de México porque no es indígena. Los americanos de origen europeo son tan americanos como los mam de Chiapas, los aymara de los Andes o los quiché del altiplano guatemalteco mal que le pese a Rigoberta Menchú.
Cuando los españoles llegaron a América se encontraron con pueblos a los que hoy se denomina originarios, pero eso no significa que estuviesen ahí desde siempre. Algunos habían llegado sólo unos años antes que los propios españoles. Algo similar sucede en Sudáfrica. Los boers llegaron desde Holanda, pero los zulúes también habían venido de fuera en una de las incontables migraciones internas del continente africano.
Esto Ramaphosa ni se lo plantea. Básicamente porque no quiere planteárselo. Es mejor el prejuicio y, además, se ha demostrado muy rentable en votos. Él y su partido se comportan y hablan como consumados racistas. Invocan de una manera un tanto insensata a los viejos fantasmas del país. El CNA denomina “asesinos” a todos los blancos y en más de una ocasión ha dicho que con los blancos hay que actuar como con las ranas en una sartén, es decir, ir calentando poco a poco el agua hasta que mueran.
No es la primera vez que vemos esto. Hace veinte años, un poco más al norte, en Zimbabue, Robert Mugabe arrancó con el mismo discurso. Las consecuencias son bien conocidas. Tras varios brotes de violencia que incluyeron el asesinato de algunos granjeros blancos, sus vecinos salieron huyendo del país, la producción agrícola se derrumbó y el país se precipitó en una crisis económica muy profunda. En Zimbabue se llegó a pasar hambre. Algo inaudito en un país tan fértil y bendecido por la naturaleza que se le conocía como el granero de África.
El Gobierno reaccionó emitiendo moneda y desató una hiperinflación letal que acabó con el dólar zimbabuense. La miseria se apoderó del país y muchos emigraron, la mayor parte a Sudáfrica. Se calcula que hoy viven en Sudáfrica unos tres millones de zimbabuenses, casi todos de forma irregular.
Los ataques violentos contra los granjeros blancos son ya habituales. Sólo este año se contabilizan más de 200 y han asesinado ya a 20 propietarios de fincasParece que no se ha aprendido la lección de Zimbabue. En Sudáfrica están quemado las primeras etapas. Los ataques violentos contra los granjeros blancos son ya habituales. Sólo este año se contabilizan más de 200 y han asesinado ya a 20 propietarios de fincas.
Si reforman la Constitución podrán requisar esas fincas. A partir de ahí es previsible que decaiga la producción. La agricultura en Sudáfrica es extensiva. Precisa de poca mano de obra y está muy mecanizada. Los granjeros sudafricanos son tan productivos como los europeos. Tienen conocimientos de agronomía y saben como gestionar adecuadamente una explotación agraria que, a efectos prácticos, es como una empresa.
Algunas fincas ya han sido expropiadas y entregadas a jornaleros negros. La productividad de las mismas ha caído en picado porque para llevar una explotación moderna no basta con saber arar, sembrar y cosechar. Hace falta mucho más. Se requieren conocimientos técnicos, contables y financieros de los que esos jornaleros carecen. Esto es lo que sucedió en Zimbabue, pero de nada sirve recordarlo porque las motivaciones de Ramaphosa son esencialmente políticas.
La gestión del CNA es muy deficiente. El país no va bien, la inflación es alta, el desempleo roza el 30% y la corrupción se extiende por todas las capas de la administración. Ese descontento entre la población negra lo está captando un partido populista llamado Economic Freedom Fighters (luchadores por la libertad económica) que lidera Julius Malema, ex militante del ala radical del CNA.
Malema es un apóstol de la indignación. En un mitin hace un par de años dijo que no estaba pidiendo que se masacrase a los blancos… por ahoraEn las elecciones de 2014 consiguieron 25 escaños en la Asamblea Nacional y más de un millón de votos. En las municipales de 2016 multiplicaron por tres esos resultados. El tal Malema es un apóstol de la indignación. En un mitin hace un par de años dijo que no estaba pidiendo que se masacrase a los blancos… por ahora. Su prédica, dirigida a los desempleados y los sectores más humildes, es agresiva, racista e intolerante. En Europa o Estados Unidos se la consideraría discurso de odio.
Ramaphosa teme a Malema, un hombre más joven y que apela directamente a los desposeídos. Sabe que excitar la envidia es popular así que, incapaz como es de mejorar la situación económica, se ha abonado al populismo. Parece dispuesto a cualquier cosa con tal de ganar las elecciones del año próximo. Su situación es delicada. Ramaphosa no fue elegido en 2014. El que ganó las elecciones fue Jacob Zuma, que dimitió en febrero salpicado por varios escándalos de corrupción. Quiere ganarse el cargo y cree que esto de arruinar al país atropellando los derechos de una parte de la población es el mejor camino.
Foto Sebastián León Prado
_
No hay comentarios.:
Publicar un comentario