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¿Multilateralismo o Derecho Internacional?, por Thierry Meyssan
- ¿Qué decir sobre el “Foro de París sobre la Paz”? Como siempre, el espectáculo estuvo muy bien montado, al igual que la actuación del presidente Emmanuel Macron. Pero, ¿al servicio de qué contenido?
¿De verdad? ¿Es ese el problema?
Los hechos hacen pensar, por el contrario, que las potencias occidentales, entre ellas Francia, están realizando, desde el derrumbe de la URSS, una acción de fondo contra el Derecho Internacional y las Naciones Unidas y que este Foro de París sobre la Paz sólo fue para ellas una ocasión para salvar el poder que ejercen sobre el resto del mundo desde hace 4 siglos.
Para entender qué está pasando, volvamos atrás en el tiempo:
El presidente Bill Clinton y su secretaria de Estado, Madeleine Albright, reescribieron pacientemente, uno por uno, todo tipo de tratados de la ONU, sustituyendo en ellos el lenguaje del Derecho Internacional por las fórmulas del derecho anglosajón. Esta «modernización» no era una simple traducción. En realidad es la aplicación de la «doctrina Korbel», tendiente a modificar toda la jurisprudencia en beneficio de los anglosajones. El presidente George Bush hijo y su secretaria de Estado Condoleezza Rice, hija adoptiva del profesor Josef Korbel, padre biológico de Madeleine Albraight, la predecesora de Rice en el Departamento de Estado [2], dieron continuación a aquel proceso.
El propio Bill Clinton aceptó un compromiso favorable a Israel y forzó su validación en el Consejo de Seguridad de la ONU. Debido a ello, ya no se habla de un solo Estado en Palestina, en base al principio de «un hombre, un voto» sino de dos Estados separados, según el modelo de los bantustanes del apartheid sudafricano.
También bajo la influencia del presidente estadounidense Bill Clinton y del primer ministro británico Tony Blair, la OTAN se autoproclamó «defensora de los perseguidos», condenó a la “malvada” Serbia y desató contra ese país una «guerra humanitaria» (sic). En vez de invocar el Derecho, se invocó la moral… para que la OTAN violara el Derecho.
El mismo razonamiento ha sido utilizado después contra Afganistán, contra Irak, contra Libia y contra Siria. La esposa del presidente George Bush hijo, Laura Bush, afirmaba que había que atacar Afganistán porque allí las niñas no podían pintarse las uñas; según Colin Powell, había que derrocar a Saddam Hussein porque estaba implicado en los atentados del 11 de septiembre; el presidente francés Nicolas Sarkozy decía que tenía que derrocar a Muammar el-Kadhafi porque este último iba a masacrar a su propio pueblo; Laurent Fabius llegó a declarar que Bachar al-Assad «no tenía derecho a estar sobre la tierra».
El argumento humanitario o la invocación de los Derechos Humanos no logran disimular el profundo desprecio de Occidente por la Humanidad y los Derechos Humanos. Basta recordar que la Declaración Universal de los Derechos Humanos reconoce un orden de jerarquía entre esos derechos [3]. En ella se estipula que los tres derechos fundamentales son el «derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona» (Artículo 3).
Es por eso que la «Declaración» establece, como primera aplicación concreta de los derechos humanos, la lucha contra la esclavitud al precisar en su Artículo 4 que «Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre, la esclavitud y la trata de esclavos están prohibidas en todas sus formas.». Sin embargo, las potencias occidentales propiciaron el restablecimiento de la esclavitud en Libia y apoyan Estados esclavistas, como Arabia Saudita. Occidente también tiene las peores credenciales en materia de tortura ya que, a principios del actual siglo XXI, 80 000 personas fueron secuestradas y torturadas por Estados Unidos en barcos de la US Navy estacionados en aguas internacionales [4].
La retórica humanitaria, la constante invocación de los «derechos humanos», hacen recordar como el Reino Unido atacó el Imperio Otomano, supuestamente para salvar a los griegos de la opresión, cuando en realidad la Corona británica ambicionaba controlar Grecia. Así que, en 1827, el Reino Unido invitó a Rusia y Francia a reconocer la independencia de Grecia y después, basándose en ese reconocimiento y violando las reglas del Congreso de Viena, organizó contra Constantinopla una guerra previamente convertida en «legítima» para concretar dicha «independencia». O sea, se trata siempre de hacer ver que se respeta el derecho, ¡cuando en realidad se viola!
Desde que la OTAN desató la guerra contra Yugoslavia, la ONU ha venido cediendo su lugar en la escena internacional. A la OTAN ya no le interesa lo que piensen el Consejo de Seguridad y la Asamblea General de la ONU. En pocos años, y en violación de la Carta de la ONU, las «fuerzas de interposición» de la ONU se han convertido en «fuerzas de mantenimiento de la paz». Ya no se trata de supervisar la aplicación de un alto al fuego entre beligerantes sino de imponer una solución a beligerantes que en ocasiones son incluso partidos políticos de un mismo país. Y, hasta ahora, la OTAN es la única alianza militar en ser invitada a «mantener la paz».
La administración misma de la ONU, antes al servicio de los Estados miembros, ha pasado a estar al servicio de la OTAN. Así hemos podido ver al director de Asuntos Políticos de la ONU, el estadounidense Jeffrey Feltman, promoviendo un plan de capitulación incondicional para la República Árabe Siria, cuando debería estar trabajando en la promoción de la paz [5].
Los miembros occidentales del Consejo de Seguridad dicen ser protectores del Derecho Internacional. Pero, en vez predicar con el ejemplo, no tienen ningún reparo en expresar su desdeño por el Derecho Internacional cuando este no les resulta favorable. Por ejemplo, el Reino Unido acaba de afirmar que está ejerciendo su soberanía sobre el archipiélago de Chagos, a pesar del veredicto de la Corte Internacional de Justicia a favor de la población de ese territorio y de la resolución de la Asamblea General de la ONU en la que se estipula que Londres está obligado a restituir el archipiélago a la República de Mauricio [6].
El Derecho Internacional actual se origina en la Conferencia de La Haya de 1899. Convocada por el zar Nicolás II, la Conferencia de La Haya reunió a las potencias de aquella época para plantear la posibilidad de un tratado de desarme. El francés Leon Bourgeois propuso entonces la creación de un mecanismo, una cámara de arbitraje internacional para evitar nuevas guerras, dado el hecho que la única manera de prevenir los conflictos armados es llegando a arreglos que respeten los intereses de las partes, exactamente como debería hacerse entre individuos civilizados. La diferencia entre un tribunal y una cámara de arbitraje es que esta no se impone y sólo es competente si las partes la reconocen previamente como tal.
Aquella cámara de arbitraje se incorporó a la Sociedad de Naciones (SDN) y posteriormente a la ONU. Hoy sigue existiendo y funciona bien, como lo demuestra el actual procedimiento sobre la resolución del conflicto entre Ucrania y Rusia en el Mar de Azov.
Poco a poco se formaron la SDN, primeramente, y después la ONU. A pesar de la creencia generalizada, el fracaso de la Sociedad de Naciones no se debió al régimen imperial japonés, al fascismo italiano y al nazismo alemán sino a que Estados Unidos decidió no formar parte de ella y a que el Reino Unido se negó a reconocer la igualdad entre los pueblos, rechazando la proposición japonesa, respaldada incluso por Leon Bourgeois.
El abandono actual del Derecho Internacional se hizo flagrante con la reforma de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) propuesta por Francia [7]. Supuestamente para incrementar su «eficacia», la OPAQ tomará en lo adelante las decisiones por mayoría simple y podrá designar culpables al final de sus investigaciones técnicas.
El problema es que la OPAQ comenzó siendo una agencia técnica encargada de verificar que los firmantes de la Convención sobre la Prohibición de Armas Químicas realmente respeten ese documento. Por esa razón, la OPAQ está habilitada para investigar –siguiendo procedimientos muy estrictos y aprobados por todos los firmantes– y comprobar hechos que posteriormente somete a la consideración de la asamblea de firmantes. En derecho criminal, ningún país del mundo admite que los policías actúen como jueces y verdugos, sólo investigan, señalan a los posibles culpables y –sólo después de la decisión de los jueces– se recurre nuevamente a la policía para garantizar que los culpables sean castigados. Pero la absurda reforma impulsada por Francia convierte a la OPAQ en policía y juez. Además, como esa misma reforma estipula que las decisiones se toman por mayoría simple de los firmantes, la OPAQ se convierte en instrumento de la política de las potencias occidentales.
Hace años que las potencias occidentales vienen retirando de sus declaraciones y comunicados toda referencia al Derecho Internacional. Sólo predican un «multilateralismo basado en reglas». ¿Qué reglas? Las del más fuerte.
En todo caso, este 2º Foro sobre la Paz –obsérvese que no es un Foro por la Paz– no fue precisamente un éxito. Participaron dos veces menos jefes de Estado y/o de gobierno que en la primera edición [8].
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