lunes, 9 de diciembre de 2019

‎¿Multilateralismo o ‎Derecho Internacional?‎, por Thierry Meyssan


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‎¿Multilateralismo o ‎Derecho Internacional?‎, por Thierry Meyssan


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‎¿Qué decir sobre el “Foro de París sobre la Paz”? Como siempre, el espectáculo estuvo muy ‎bien montado, al igual que la actuación del presidente Emmanuel Macron. Pero, ¿al servicio ‎de qué contenido? ‎
Francia acaba de organizar en París el “2º Foro de París sobre la Paz” [1]. Según el presidente francés Emmanuel Macron, ‎lo que se busca es promover el multilateralismo que el presidente estadounidense Donald Trump ‎supuestamente está destruyendo. ‎
‎¿De verdad? ¿Es ese el problema? ‎
Los hechos hacen pensar, por el contrario, que las potencias occidentales, entre ellas Francia, ‎están realizando, desde el derrumbe de la URSS, una acción de fondo contra el Derecho ‎Internacional y las Naciones Unidas y que este Foro de París sobre la Paz sólo fue para ellas una ‎ocasión para salvar el poder que ejercen sobre el resto del mundo desde hace 4 siglos. ‎
Para entender qué está pasando, volvamos atrás en el tiempo: ‎
El presidente Bill Clinton y su secretaria de Estado, Madeleine Albright, reescribieron ‎pacientemente, uno por uno, todo tipo de tratados de la ONU, sustituyendo en ellos el lenguaje del ‎Derecho Internacional por las fórmulas del derecho anglosajón. Esta «modernización» no era ‎una simple traducción. En realidad es la aplicación de la «doctrina Korbel», tendiente a modificar ‎toda la jurisprudencia en beneficio de los anglosajones. El presidente George Bush hijo y su ‎secretaria de Estado Condoleezza Rice, hija adoptiva del profesor Josef Korbel, padre biológico de ‎Madeleine Albraight, la predecesora de Rice en el Departamento de Estado [2], dieron continuación a aquel proceso. ‎
El propio Bill Clinton aceptó un compromiso favorable a Israel y forzó su validación en el Consejo ‎de Seguridad de la ONU. Debido a ello, ya no se habla de un solo Estado en Palestina, en base ‎al principio de «un hombre, un voto» sino de dos Estados separados, según el modelo de los ‎bantustanes del apartheid sudafricano. ‎
También bajo la influencia del presidente estadounidense Bill Clinton y del primer ministro ‎británico Tony Blair, la OTAN se autoproclamó «defensora de los perseguidos», condenó a la ‎‎“malvada” Serbia y desató contra ese país una «guerra humanitaria» (sic). En vez de invocar ‎el Derecho, se invocó la moral… para que la OTAN violara el Derecho. ‎
El mismo razonamiento ha sido utilizado después contra Afganistán, contra Irak, contra Libia y ‎contra Siria. La esposa del presidente George Bush hijo, Laura Bush, afirmaba que había que ‎atacar Afganistán porque allí las niñas no podían pintarse las uñas; según Colin Powell, había que ‎derrocar a Saddam Hussein porque estaba implicado en los atentados del 11 de septiembre; ‎el presidente francés Nicolas Sarkozy decía que tenía que derrocar a Muammar el-Kadhafi porque ‎este último iba a masacrar a su propio pueblo; Laurent Fabius llegó a declarar que Bachar al-Assad ‎‎«no tenía derecho a estar sobre la tierra». ‎
El argumento humanitario o la invocación de los Derechos Humanos no logran disimular el ‎profundo desprecio de Occidente por la Humanidad y los Derechos Humanos. Basta recordar que ‎la Declaración Universal de los Derechos Humanos reconoce un orden de jerarquía entre esos ‎derechos [3]. En ella se estipula que los tres derechos ‎fundamentales son el «derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona» ‎‎(Artículo 3). ‎
Es por eso que la «Declaración» establece, como primera aplicación concreta de los derechos ‎humanos, la lucha contra la esclavitud al precisar en su Artículo 4 que «Nadie estará sometido a ‎esclavitud ni a servidumbre, la esclavitud y la trata de esclavos están prohibidas en todas sus ‎formas.». Sin embargo, las potencias occidentales propiciaron el restablecimiento de la esclavitud en Libia y apoyan Estados esclavistas, como Arabia Saudita. Occidente también tiene ‎las peores credenciales en materia de tortura ya que, a principios del actual siglo XXI, 80 000 ‎personas fueron secuestradas y torturadas por Estados Unidos en barcos de la US Navy estacionados ‎en aguas internacionales [4].‎
La retórica humanitaria, la constante invocación de los «derechos humanos», hacen recordar ‎como el Reino Unido atacó el Imperio Otomano, supuestamente para salvar a los griegos de la ‎opresión, cuando en realidad la Corona británica ambicionaba controlar Grecia. Así que, ‎en 1827, el Reino Unido invitó a Rusia y Francia a reconocer la independencia de Grecia y ‎después, basándose en ese reconocimiento y violando las reglas del Congreso de Viena, ‎organizó contra Constantinopla una guerra previamente convertida en «legítima» para ‎concretar dicha «independencia». O sea, se trata siempre de hacer ver que se respeta el ‎derecho, ¡cuando en realidad se viola!‎
Desde que la OTAN desató la guerra contra Yugoslavia, la ONU ha venido cediendo su lugar en la ‎escena internacional. A la OTAN ya no le interesa lo que piensen el Consejo de Seguridad y la ‎Asamblea General de la ONU. En pocos años, y en violación de la Carta de la ONU, las «fuerzas ‎de interposición» de la ONU se han convertido en «fuerzas de mantenimiento de la paz». Ya ‎no se trata de supervisar la aplicación de un alto al fuego entre beligerantes sino de imponer una ‎solución a beligerantes que en ocasiones son incluso partidos políticos de un mismo país. Y, ‎hasta ahora, la OTAN es la única alianza militar en ser invitada a «mantener la paz». ‎
La administración misma de la ONU, antes al servicio de los Estados miembros, ha pasado a ‎estar al servicio de la OTAN. Así hemos podido ver al director de Asuntos Políticos de la ONU, el estadounidense Jeffrey Feltman, promoviendo un plan de capitulación incondicional para la ‎República Árabe Siria, cuando debería estar trabajando en la promoción de la paz [5]. ‎
Los miembros occidentales del Consejo de Seguridad dicen ser protectores del Derecho ‎Internacional. Pero, en vez predicar con el ejemplo, no tienen ningún reparo en expresar su ‎desdeño por el Derecho Internacional cuando este no les resulta favorable. Por ejemplo, el ‎Reino Unido acaba de afirmar que está ejerciendo su soberanía sobre el archipiélago de Chagos, ‎a pesar del veredicto de la Corte Internacional de Justicia a favor de la población de ese territorio ‎y de la resolución de la Asamblea General de la ONU en la que se estipula que Londres está obligado a ‎restituir el archipiélago a la República de Mauricio [6]. ‎
El Derecho Internacional actual se origina en la Conferencia de La Haya de 1899. Convocada por ‎el zar Nicolás II, la Conferencia de La Haya reunió a las potencias de aquella época para plantear ‎la posibilidad de un tratado de desarme. El francés Leon Bourgeois propuso entonces la creación ‎de un mecanismo, una cámara de arbitraje internacional para evitar nuevas guerras, dado ‎el hecho que la única manera de prevenir los conflictos armados es llegando a arreglos que ‎respeten los intereses de las partes, exactamente como debería hacerse entre individuos ‎civilizados. La diferencia entre un tribunal y una cámara de arbitraje es que esta no se impone y ‎sólo es competente si las partes la reconocen previamente como tal. ‎
Aquella cámara de arbitraje se incorporó a la Sociedad de Naciones (SDN) y posteriormente a ‎la ONU. Hoy sigue existiendo y funciona bien, como lo demuestra el actual procedimiento sobre ‎la resolución del conflicto entre Ucrania y Rusia en el Mar de Azov. ‎
Poco a poco se formaron la SDN, primeramente, y después la ONU. A pesar de la creencia ‎generalizada, el fracaso de la Sociedad de Naciones no se debió al régimen imperial japonés, al ‎fascismo italiano y al nazismo alemán sino a que Estados Unidos decidió no formar parte de ella ‎y a que el Reino Unido se negó a reconocer la igualdad entre los pueblos, rechazando la ‎proposición japonesa, respaldada incluso por Leon Bourgeois. ‎
El abandono actual del Derecho Internacional se hizo flagrante con la reforma de la Organización ‎para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) propuesta por Francia [7]. ‎Supuestamente para incrementar su «eficacia», la OPAQ tomará en lo adelante las decisiones ‎por mayoría simple y podrá designar culpables al final de sus investigaciones técnicas. ‎
El problema es que la OPAQ comenzó siendo una agencia técnica encargada de verificar que los ‎firmantes de la Convención sobre la Prohibición de Armas Químicas realmente respeten ese ‎documento. Por esa razón, la OPAQ está habilitada para investigar –siguiendo procedimientos muy ‎estrictos y aprobados por todos los firmantes– y comprobar hechos que posteriormente somete a ‎la consideración de la asamblea de firmantes. En derecho criminal, ningún país del mundo admite ‎que los policías actúen como jueces y verdugos, sólo investigan, señalan a los posibles culpables y ‎‎–sólo después de la decisión de los jueces– se recurre nuevamente a la policía para garantizar que ‎los culpables sean castigados. Pero la absurda reforma impulsada por Francia convierte a la OPAQ ‎en policía y juez. Además, como esa misma reforma estipula que las decisiones se toman por ‎mayoría simple de los firmantes, la OPAQ se convierte en instrumento de la política de las ‎potencias occidentales. ‎
Hace años que las potencias occidentales vienen retirando de sus declaraciones y comunicados ‎toda referencia al Derecho Internacional. Sólo predican un «multilateralismo basado en reglas». ‎‎¿Qué reglas? Las del más fuerte. ‎
En todo caso, este 2º Foro sobre la Paz –obsérvese que no es un Foro por la Paz– no fue ‎precisamente un éxito. Participaron dos veces menos jefes de Estado y/o de gobierno que en la ‎primera edición [8].‎

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