domingo, 5 de enero de 2014

La ceguera de las clases dirigentes

La ceguera de las clases dirigentes

Por Apu El autismo y la ceguera en la clase dirigente 
La ceguera de las clases dirigentes.
"Las clases populares se revolvieron contra todo: Gobierno, patrones, instituciones y autoridades en un ataque de violencia ciega e indiscriminada. ¿Cómo pudieron pensar las clases dirigentes que eso no iba a suceder?"
Historia e historias suelen entretejerse en las obras biográficas basadas en reminiscencias familiares. Lo que tenga que contar un hombre sobre su propia vida, si está contado con verdad, es raro que no interese a sus semejantes. Quizá sucede porque, en el fondo, las pasiones y obsesiones esenciales no han cambiado desde la antigüedad. Por tanto, este tipo de relatos terminan resultando en general muy apasionantes y, de un modo u otro, siempre sirven para entender el tiempo propio del espectador.
La ceguera de las clases dirigentes.
Podemos comprobarlo una vez más en el documental catalán de Mireia Ros, "Abans que el temps ho esborri" (Antes que el tiempo lo borre). Se trata de una crónica familiar, narrada en primera persona por su último vástago, del discurrir por el siglo veinte de una familia de la alta burguesía barcelonesa. El documental pasa de puntillas por la Semana Trágica y la Guerra Civil, como si fuera un sarampión que les pasó a otros. Puede parecer error del documental pero es, sin embargo, no defecto sino designio de sus autores. Saben que esa fue la actitud mayoritaria de la burguesía barcelonesa: huir o encerrarse en sí misma antes que admitir que habitaba un mundo que se desmoronaba. Lo marca en el filme una escena que funciona como giro de bisagra en el centro del metraje. En ella, sobre imágenes de la ciudad se escucha el tema Si mires enrere (Si miras atrás), un rap hecho por Gato-el-Qiman que empieza con los primeros versos de la nueva oda a Barcelona, escrita por el poeta Joan Maragall a principios del siglo veinte.
La ceguera de las clases dirigentes.Maragall escribió ese poema durante los hechos de la Semana Trágica de 1909 que pillaron a la burguesía barcelonesa con el paso cambiado por un agudo ataque de miopía social. La guerra en Marruecos había empezado en julio y se había establecido una leva forzosa del pueblo llano. Las condiciones sanitarias y técnicas del ejército eran tan lamentables que iban a una muerte segura. Por ello, las clases populares se revolvieron contra todo: Gobierno, patrones, instituciones y autoridades en un ataque de violencia ciega e indiscriminada. ¿Cómo pudieron pensar las clases dirigentes que eso no iba a suceder? Maragall, que había empezado su oda como puesta al día de la antigua oda de Verdaguer, cambió su tono a mitad de la redacción y la convirtió en algo mucho más agrio. Reprochaba a la ciudad su fariseísmo y sectarismo ("manto de monja y traje de señora") y su conclusión era clara: debe ser la propia burguesía la que se convenza a sí misma de que los ricos también sirven para algo. Si ella no se convence, difícilmente podrá convencer a los demás.
La ceguera de las clases dirigentes.La burguesía de entonces pretendía ignorar plenamente cómo vivían sus conciudadanos, sin darse cuenta de que solo las sociedades desestructuradas necesitan banderas y emociones fuertes para unirse más o menos endeblemente en torno a algo. Ahora que Samuel D. Abrams ha publicado el minucioso estudio titulado Leer a Maragall ahora es un buen momento para seguir mirando cómo vive el conciudadano y comprobar si las palabras del poeta siguen vigentes o si el ejercicio de Gato-el-Qiman es, como su título podría dar a entender, una simple mirada atrás a una lección tristemente aprendida.

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