¿Banderas americanas en un desfile de identidad nacional?
Por. Angel Sandoval.
He compartido con anterioridad, un vídeo de Paco Taibo II,
donde toca el tema de la Batalla de Puebla de una manera muy a la Taibo. La
manera de presentarlo tan a meno, que invita a seguir la narración del principio a
fin.
No cabe duda que los
hechos que sucedieron en esos ayeres, y los hombres que participaron, fueron
figuras muchas veces contradictorias. Ignacio Zaragoza como uno de los protagonistas
de la batalla que enmarca un día glorioso para los mexicanos, y en medio de un mecanismo
financiero quebrantado, enseña el verdadero amor a la nación.
Escribo esto por razón
de que después de aproximadamente dieciséis años de no presenciar un desfile
conmemorativo en la ciudad de Puebla, me presenté a buena hora para presenciar
la parada militar. Al comenzar el desfile me llego a la memoria mis días de
juventud, cuando tuve el honor de ser parte de esta conmemoración.
De la misma manera, viendo pasar los carros alegóricos,
recordaba aquellos escritores narrando esos días de turbulencia. Muchas
familias burguesas esperaban con ansia el día del ataque Francés a la ciudad de
Puebla, demostrando su felicidad con banderas que ondulaban en los barandales
de sus casas. ¡Traidores! En la iglesia se escondían tipejos entregando
información a los Franceses. ¡Traidores! ¡Traidores! El obispo recolectaba
información de sus orejas. ¡Traidores! ¡Traidores! ¡Traidores!
El hombre de la nieve me hizo olvidar el pasado al ofrecerme
nieves de limón de a cinco pesos.
Nuestras fuerzas armadas marchaban con soberbia y altanería.
Que honor es servir a la nación me repetí varias veces para mis adentros, al
tiempo que me cuestionaba. ¿Quién de ellos sería capaz de voltear su arma
contra el pueblo?
En ese momento me
propuse a fundirme con el arte de los carros alegóricos, los uniformes tan bien
elaborados me hacían gozar con agrado la perfección del cuerpo humano femenino.
Esto último con delicada malicia para no levantar sospechas de mi acompañante.
Seguramente ella lo hacía también con los varones.
Por un momento olvide las grandes tribulaciones de mi país.
Alcance por varios minutos una relajación tal, que olvidé que a tan solo unos
metros se encontraba un títere hijo del
demonio.
Cada ser que desfilaba con ligereza, me relajaba más y más.
Me di cuenta que estaba gozando realmente la celebración. A la distancia creí
observar una bandera americana y hasta una confederada, guardé silencio y traté
de concentrarme a la lejanía. Espere tan solo un momento para ver que lo que
primero me había parecido una ilusión, era real. El desfile que da a un pueblo
la identidad nacional era manchado con banderas americanas que parecían ondular
al son de una carcajada burlona. ¿Quién hijos de puta hizo esto? ¡Traidores! ¡Traidores!
¡Traidores!
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