“La Experiencia Mediática: Cuando la voluntad no es suficiente”
|VÍCTOR PUENTE| |ÁNGEL LÓPEZ|
La
experiencia determina nuestras vidas y nuestro comportamiento, valores y
creencias se forjan inexorablemente por ella, pero ¿hasta qué punto los
modelos de vida expuestos por el cine y la televisión configuran
nuestra conducta social, nuestra experiencia mediática?
¿Qué a qué
llamamos experiencia mediática? Podríamos definirla como aquellos
conocimientos acumulados que no parten de una experiencia física y real,
y que por otra parte, pasan a formar parte de nuestro sistema de
creencias de una manera casi indiscriminada a través de la televisión,
el cine o incluso Internet.
Las
representaciones que se hacen sobre el quehacer humano, donde se
intentan reproducir sus modos de vida desde la pantalla de un televisor o
la de un cine, muchas veces se corresponden con la visión estereotipada
e interesada de una industria encaminada no solo a hacer millones, si
no a impulsar valores y modelos de conducta pacientemente
preconstruidos. Este tipo de proposiciones están acompañadas de un
modelo comunicativo feroz, donde, a través de un sistema de parpadeo
controlado, el receptor desactiva su filtro crítico y pasa a absorber y a
adueñarse de toda una serie de condicionamientos de tipo social, lo que
algunos teóricos han pasado a denominar como estado alfa (ver
Alan Watt “La manipulación de la mente humana”). Parece demostrado que
la mayoría de patrones de conducta se transmiten no en los informativos,
sino en las series o en las películas, especialmente las de humor, en
donde el filtrado es mucho menor y el grado de prevención es muy
limitado.
La ventaja
con la que cuentan más allá de la de una aparente inofensividad
revestida de entretenimiento es la de un seguimiento y grado de
exposición nada despreciable. Tanto el cine y la televisión como la
música reproducen un modo de vida muchas veces alejado de la realidad
humana, y que termina por configurar una experiencia mediática paralela a
la experiencia real.
En plena
globalización, el grado de conocimiento humano se ha extendido y abarca
casi todo el globo, pero lo cierto es que también se ha desvirtuado.
Como dice el sabio refranero popular, quien mucho abarca poco aprieta,
y lo cierto es que hemos pasado a tener una experiencia mediática muy
amplia pero muy relativa, sujeta como hemos dicho a estereotipos, pero
también a limitaciones de tipo cultural. La perspectiva europeizada con
que centramos la lupa sobre cualquier punto del planeta termina por
configurar una experiencia casi anecdótica y muy limitada, imbuida de
unos valores viciados y orquestados por una industria interesada, que
promueve unos cursos de acción y configura unos patrones concretos de
actuación social.
La pantalla,
además de entretener, muchas veces educa. Se reproducen sus modelos,
sus gestos y hasta sus gustos. Más allá de propinar un entretenimiento
se exporta un modo de vida; si no, no sería posible ver cómo se
reproducen fenómenos en uno y otro punto de globo y que nada tienen que
ver con su cultura.
Siempre han
existido soportes encaminados a acompasar la actividad humana, a limar
asperezas y pulir imperfecciones. El mayor problema ahora es de grado,
el antiguo equilibrio o flujo de influencia se basaba en una proximidad
de tipo físico, la tecnología que salva todo tipo de barreras ha pasado a
impulsar una polarización de influencias de tipo social, en donde EEUU
sigue comandando este flujo. Puede que nunca llegue a dominar a China o
Rusia militarmente, pero mientras consiga transmitir sus modos de vida y
su influencia a través del cine y la televisión, el control estará en
su mano. Muchas de las batallas del nuevo milenio se están librando
dentro del plano intelectual, sin imposición física ni derramamiento de
sangre.
Muchas veces
solo necesitamos preguntar a la gente que querían ser de pequeños y en
un porcentaje nada despreciable veremos cómo las demandas se concentran
en unas pocas profesiones, algunas demasiado fantasiosas, pero que
reproducen a la perfección el modelo embaucador de la educación humana;
la educación mediatizada.
El mecanismo
es muy potente y han sido muchos los teóricos que ha reparado sobre
esto, McLuhan a la cabeza. Lo cierto es que rara vez lo estados adolecen
la falta de policías o bomberos, ni siquiera en EEUU faltan tropas ni
marines, pese a las atrocidades que les obligan a cometer. El mecanismo
es tal, que el sentimiento se exporta y dentro de las tropas
norteamericanas se ven cada vez más integrantes de diversas
nacionalidades. Si alguien alguna vez pensó que el arrasador bombardeo
de películas bélicas y videojuegos dónde Estados Unidos barre al enemigo
ruso, chino o islámico de la faz de la tierra una y otra vez era algo
puramente azaroso, bueno, parece que se equivocaba. Todo tiene un
propósito, y un videojuego o una película no son fábricas de marines en
potencia, pero sí inestimables mecanismos subconscientes que alimentan
el deseo de matar y “servir al bien”, y por tanto, aspirar a una
ocupación que satisfaga dichos anhelos, como lo es el Ejército
Estadounidense.
Siguiendo
con lo anterior, cabe destacar que cuando más efectiva es la sugestión
mediática es en los momentos de tensión o de shock, cuando se actúa de
un modo inconsciente y nada racional, y en donde la programación tiene
vía libre, similar al estado de exposición denominado “alfa”.
En este tipo
de situaciones uno actúa como se espera que lo haga, normalmente si la
experiencia es nueva tenderá a reproducir y a cubrir este vacío con
algún tipo de experiencia mediática. Lo más probable es que cuando la
situación no sea nueva, la conducta tenderá a reproducir la postura de
una primera experiencia real, la cual seguramente esté condicionada a su
vez por una experiencia mediática previa. Este puede ser el caso de una
situación de tensión que se derive en una reyerta; por mucho que en los
primeros estadios de tu vida te hayan arengado a solucionar los
problemas de una forma racional y sosegada, seguramente de una menara
inconsciente tu conducta sea otra, lo más normal es que muy parecida a
alguna situación de tensión mediática, ya sea la de una película o la de
un videojuego. Y será esta la que finalmente configure tu modo de
conducta por ser mucho más completa y visual que cualquier otra, más aún
si casi con total seguridad esa conducta mediática tenga un refuerzo de
algún tipo, ya sea salir airoso, repleto de estatus o de la mano de la
chica. Hollywood construyó a la perfección el clásico modelo de “chico
malo y violento”, pero puede, al fin y al cabo, que detrás de ese
rebelde de chaqueta de cuero negro, ese tipo que todo lo resuelve con la
violencia, que sucumbe a su lado más emocional, que no piensa y evalúa,
que ignora completamente la perspectiva objetiva y cuyas únicas
preocupaciones son el sexo y las drogas sea en realidad el modelo más
sumiso y adecuado para la sociedad que ellos quieren. Porque
construyen cómo debe ser el tipo bueno, el tipo listo, la mujer sumisa,
la perfecta ama de casa. Pero también predeterminan al rebelde, al
criminal, al delincuente y al psicópata. Condicionan en todo momento
cómo debe ser cada persona, cómo debe comportarse cada estereotipo. Todo
planeado al milímetro, personalidades diseñadas de antemano, sin
sorpresas, totalmente predecibles. Ingeniería social en su máximo
esplendor.
Los sistemas
de condicionamiento, por lo general están sometidos a un tipo de
refuerzo, ya sea fama, dinero o éxito. Para militarizar una conducta, es
decir, para crear una relación de tipo causal, generalmente se
articulan una serie de refuerzos de diverso tipo, encaminados a hacer
mucho más atractiva una conducta.
La soberanía
mental o de pensamiento es quizás la esfera más importante y reservada
del ser humano, el sistema de creencias, la configuración de ideas y
valores, las concepciones más intrínsecas del hombre, aquello que uno
cree en su fuero más interno, está condicionado por un mensaje
encaminado a convencer más que a educar. Los mensajes mediáticos,
diseñados para traspasar cualquier filtro crítico, en la mayoría de las
ocasiones no dan lugar a la reflexión, suelen ser macizos y completos,
casi inquebrantables.
No solo es
necesario configurar el firewall y el antivirus de tu ordenador, también
lo es que configures un sistema de creencias propio e independiente que
ponga en tela juicio tanto el contenido como el origen mismo de la
idea, que compruebe y repruebe, que someta a un detallado análisis y que
revise errores. No hay hoy por hoy otra medicina para el pensamiento.
Así que la
próxima vez que vayas a actuar, párate a pensar un segundo. Porque si tu
primera reacción es un instinto inconsciente, un arrebato que solo
recuerdas haber vivido en una serie de televisión, puede que no seas tú
el que estás actuando, sino la persona que ellos quieren que seas.
Porque igual
que en un país de ciegos el tuerto es poeta, en un mundo de
manipulación y condicionamiento incluso el rebelde es un producto.
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