lunes, 23 de junio de 2014

Calumnia, Difamación y Desinformación: los pecados de los medios de comunicación



Calumnia, Difamación y Desinformación: los pecados de los medios de comunicación




2014-06-23




Autor: Claudia Jaquelina González Trujillo

SS Francisco se ha pronunciado frente a los medios de comunicación enfatizando cómo a veces los medios tratan ciertos temas “sin el debido respeto por las personas y los valores”

El Papa explicó que la “calumnia es pecado mortal, pero se puede llegar a conocer la verdad”, al igual que con la difamación, se puede finalmente decir que fue “una injusticia” y “pedir perdón por ello”. Pero aseguró que el peor de todos estos pecados es la desinformación, “el decir las cosas a medias”, lo que no permite a las personas “hacerse un juicio de valor porque no tienen elementos, nadie se los ha dado”.

Llama a los medios a buscar temáticas importantes para las personas, la familia y la sociedad, tratándolas con la debida seriedad y respetando a las personas y los valores, siempre buscando el bien común y la verdad, cuidando no caer en la calumnia, la difamación y la desinformación.

La calumnia es mentir sobre el carácter de una persona. Quien ha calumniado debe retractarse y hacer reparación del daño hecho, en cuanto sea posible.

El difamador es aquel que da testimonio; pone en vergüenza a otro con los demás; grita y señala los errores, exagerándolos a fin de opacar todo lo bueno que Cristo ha hecho a través del otro. La difamación tiende siempre a arruinar la reputación del prójimo. Puede ser provocada por algún motivo, como también puede ser gratuita. Pero, en el primer caso, sería necesario tener siempre sobre el corazón, el bien de aquel que ha cometido la falta y hacer la reparación del daño, reconociendo y desistiéndose públicamente.

La Biblia nos manda como hijos de Dios que nos sometamos y que no difamemos a nadie, sino que seamos amables, benignos, no contenciosos, sino amoroso y bondadosos.

“Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra. Que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres.” Tito 3:1-2

Cuando un hermano o hermana haya cometido una falta, debemos hablarle con un espíritu de gracia cara a cara. No debemos exagerar la falta cometida, ni andar por detrás tramando acciones en su contra. Como hijos de Dios no debemos difamar a nadie, y no atacar al propio cuerpo de Cristo, la Iglesia, entendiendo por Iglesia a todos los que formamos el cuerpo de Cristo, pues Dios mismo saldrá en defensa de los suyos.

Muchas veces, utilizamos las palabras dichas o escritas, haciendo mal uso de las virtudes que Dios nos concedió, no hablando con amor ni para el bien, sino para satis¬facción de nuestra conveniencia, nuestra vanidad, o manipulados por propósitos perversos.

La difamación o maledicencia es un medio poderoso que utiliza el enemigo para quebrantar el corazón, dividiendo a los hijos de Dios.

En el Catecismo de la Iglesia Católica establece “La maledicencia y la calumnia destruyen la reputación y el honor del prójimo. Ahora bien, el honor es el testimonio social dado a la dignidad humana y cada uno posee un derecho natural al honor de su nombre, a su reputación y a su respeto. Así, la maledicencia y la calumnia lesionan las virtudes de la justicia y de la caridad (2479)”.

En cuanto a la desinformación, si personas de las fuentes mediáticas dominantes publican noticias deshonestas, sin fundamento sólido, sin dar el testimonio de expertos, seleccionando a su gusto lo publicado, dando sobre información de alguna noticia para desviar la atención de los problemas actuales de relevancia, o introducir una mentira en la consciencia colectiva para manipular intencionalmente la información, las personas al no tener toda la información de fuentes válidas y expertas, no pueden hacer un juicio de valor, ya que no cuentan con todos los elementos.

“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” (Mt 7:15).

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