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jueves, 9 de octubre de 2014
Los crímenes de Estado seguirán agravándose en el transcurso del sexenio
Los crímenes de Estado seguirán agravándose en el transcurso del sexenio Por Guillermo Fabela Quiñones fecha octubre 8, 2014
(08 de octubre, 2014).- No necesitaba la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), reconocer que nuestro país ocupa el último peldaño en lo referente a seguridad, pues los hechos son contundentes. Aunque lo más preocupante no es en sí el flagelo, sino la falta de voluntad política de la cúpula gobernante para enfrentar las causas profundas de tal situación. No hay un asomo de autocrítica de parte de las más altas autoridades, ni tampoco un real interés en emprender medidas drásticas para poner fin a la impunidad, fenómeno que mucho ha contribuido a que lleguemos al sitio donde nos encontramos.
Tal falta de autocrítica la vemos también en la élite de la oligarquía, la cual sólo se queja de que las cosas hayan llegado a tal punto de inseguridad y violencia, sin darse cuenta de que su voracidad ha contribuido mucho a la descomposición del tejido social, porque aceleró la marcha de la desigualdad que caracteriza a México en la actualidad, problema en el que también ocupamos uno de los últimos sitios entre los 34 países que integran a la OCDE.
En su comentario semanal, el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) reiteró su preocupación por las condiciones de inseguridad prevalecientes, y no duda en señalar que “en algunos sitios las policías se confunden con las fuerzas del crimen organizado, las cuales también han penetrado las estructuras políticas y de gobierno”. Así ha sucedido, como lo dejó en claro (por si hubiera dudas) la masacre contra los estudiantes normalistas en Iguala, Guerrero; pero el máximo organismo empresarial no se toma la molestia de analizar las causas de tan lamentable y vergonzosa situación.
Según el CCE, el sistema policial del país “necesita una cirugía mayor”. ¿No era eso lo que se buscaba con la formación de la Gendarmería? Los hechos patentizan que esa no es la solución. Sería bueno que sus dirigentes señalaran qué entienden por “cirugía mayor”, pero sobre todo qué responsabilidad les compete asumir, porque como principales beneficiarios de un estado de cosas por demás injusto, que los beneficia exclusivamente a ellos, es preciso que también se comprometan en la búsqueda de soluciones.
Se quejan de que la impunidad es una de las causas de la violencia que prevalece en buena parte del país, pero se molestan muchísimo cuando alguno de sus miembros es llamado a cuentas por graves violaciones al Estado de derecho, como sucedió no hace mucho cuando la empresa minera concesionada a Germán Larrea dañó gravemente las aguas de dos ríos sonorenses, afectando a miles de familias. Inmediatamente salieron en su defensa, molestísimos porque el gobierno osaba molestarlo, aunque sólo para dar la apariencia de que se estaba ejerciendo justicia, cosa que ya quedó en el olvido.
Lo que está ocurriendo en México es la consecuencia de la injusticia social prevaleciente desde hace muchas décadas, que se agudizó cuando los tecnócratas asumieron el poder. Esto hay que remarcarlo cuantas veces sea necesario, para que la gente entienda cuál es el origen de nuestras desgracias.
Mientras no haya democracia real en el país, mientras las cúpulas de los sectores público y privado sigan actuando como si México fuera una sociedad anónima de su exclusiva propiedad, mientras los gobernantes consideren como un cheque en blanco su labor, no una responsabilidad social, las cosas en el país irán de mal en peor.
Los crímenes de Estado ocurridos en varias partes del territorio nacional, y de manera por demás dramática en Guerrero y Michoacán, seguirán agravándose en el transcurso del sexenio, porque los gobernantes creen que el poder logrado mañosamente es para medrar, acumular lo más que se pueda riquezas de dudosa procedencia, incluso en asociación con el crimen organizado, como viene sucediendo de manera por demás evidente desde el sexenio de Carlos Salinas de Gortari.
Y quienes menos autoridad moral tienen para hacer críticas, sin comprometerse en soluciones pertinentes, son los grandes magnates. Es incuestionable que la ausencia de democracia y de justicia social en México existe para beneficiarlos de manera por demás inhumana, hasta llegar en la actualidad a un Estado colindante con el fascismo. No se puede llamar de otro modo a la realidad imperante en la República, porque las instituciones están al servicio de una minoría insaciable de poder y de riquezas.
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