Por: Guillermo Fabela Quiñones /
8 enero, 2015
La “asociación exitosa” que Obama quiere con México
Es obvio que mientras se mantenga la
derecha en el poder, la situación nacional será cada día más dramática.
Sin embargo, para Barack Obama esto no es obstáculo para que juntos,
según él, México y Estados Unidos conformen una asociación exitosa que
coloque a los dos países en una posición más competitiva a nivel
mundial. Tal fue uno de los principales acuerdos que se hicieron
públicos de la reunión bilateral entre ambos mandatarios. Aunque dicha
declaración no será nunca una realidad porque no existen mínimas
condiciones para llevarla a la práctica.
No sólo por la enorme disparidad entre
ambas naciones, sino porque la descomposición social y económica del
sistema político mexicano es irreversible, y aunque ello no parece
interesar al gobierno estadounidense, sí preocupa sobremanera a los
principales miembros de la cúpula empresarial y financiera de la nación
vecina, quienes ven cómo se esfuman las posibilidades de hacer grandes
negocios en México con el pleno apoyo del grupo en el poder, debido a la
corrupción imperante, a la violencia que no cesa y a la incapacidad de
una clase política irresponsable, sin noción de lo que debe ser una
eficaz obra de gobierno.
Obama expresó su interés en crear
condiciones concretas para hacer de la línea fronteriza una zona más
segura. Es claro que así como están las cosas es impensable alcanzar esa
meta. Primero habría que construir una nueva sociedad en México,
fincada en sólidas bases democráticas, lo que a la clase política
estadounidense no le interesa en absoluto. Lo único que siempre le ha
interesado, desde que se formaron las instituciones en la nación vecina,
es expandir su territorio, y si eso no es fácil en una primera
instancia, trabaja para lograrlo en el largo plazo, como así ha sucedido
en los hechos, con México a punto de ser tragado por la voracidad
expansionista de Estados Unidos.
Es incuestionable que muchos de los
graves problemas nacionales se deben a la preminencia de intereses
oligárquicos sobre los del país, pero también lo es el problema en sí
mismo que significa la vecindad con la potencia más depredadora que ha
conocido la humanidad. Somos una nación “soberana” gracias a
circunstancias ajenas a nuestra voluntad, con excepción del periodo
posterior a la Segunda Guerra Mundial, hasta que en Washington
decidieron que México debía dejar de tener sueños de independencia
económica, y rechazaron rotundamente la continuidad del proyecto
cardenista, que antecedió por décadas la lucha liberadora de Salvador
Allende en Chile.
El punto de vista de Obama con respecto a
una frontera segura, se refiere tan sólo a sus intereses nacionales.
Están dadas las condiciones para actuar como les convenga y en el
momento que consideren oportuno hacerlo. Se salieron con la suya de
formar una clase política afín totalmente a su ideología y forma de ver
la vida. Son ya más de tres décadas de trabajo continuo y sistemático
con ese objetivo, que vislumbró con asombrosa visión Richard Lansing,
secretario de Estado en el gobierno de Woodrow Wilson: “México es un
país extraordinariamente fácil de dominar porque basta con controlar a
un solo hombre: el presidente. Tenemos que abandonar la idea de poner en
la presidencia mexicana a un ciudadano americano, ya que eso llevaría
otra vez a la guerra. La solución necesita de más tiempo: debemos
abrirle a los jóvenes mexicanos ambiciosos las puertas de nuestras
universidades y hacer el esfuerzo de educarlos en el modo de vida
americano, en nuestros valores y en el respeto al liderazgo de Estados
Unidos… Sin necesidad de que Estados Unidos gaste un centavo o dispare
un tiro harán lo que queremos. Y lo harán mejor y más radicalmente que
nosotros”.
Vemos que esta cita del libro de Rafael
Ruiz Harrell, El secuestro de William Jenkins, fue un vaticinio que
acabó por cumplirse al paso del tiempo. En el año 2020 se cumplirá una
centuria de que Lansing propuso una estrategia tan exitosa. Tuvieron
mucha paciencia en la Casa Blanca en Washington, pero acabaron por hacer
realidad el sueño de Lansing. Al paso de las décadas se fueron dando
las condiciones objetivas para alcanzarlo, aunque pudo haberse frustrado
si hubiera existido en México una izquierda organizada y con un
proyecto firme de nación progresista. Con la notable excepción de
Vicente Lombardo Toledano, quien tenía visión estratégica y quien por lo
mismo fue tachado de oportunista, nunca hubo una izquierda consecuente.
Ahora estamos pagando las consecuencias.
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