Bajo rendimiento y escándalos carcomen a los bancos globales
El manejo de instituciones que tienen presencia en decenas de países ha resultado en un caos que está a punto de alcanzar a diversas instituciones de varios continentes, señaladas por permitir prácticas como la evasión fiscal
POR:
The Economist
Última actualización 09 / Marzo / 2015
La presión es intensa. El mes pasado, JPMorgan Chase se sintió obligado a decir a los inversionistas por qué no debería desintegrarse. Citigroup espera los resultados de su examen anual por parte de la Reserva Federal: Si reprueba, como lo hizo el año pasado, sus administradores estarán en problemas. Deutsche Bank está reconsiderando su estrategia, después de años de desempeño débil y de ir a la deriva. HSBC, “el banco local del mundo”, se ha visto golpeado por un escándalo fiscal en su operación suiza y debido a sus malas utilidades.
En teoría, los bancos mundiales tienen sentido. Ofrecen los sistemas que permiten a las multinacionales trasladar efectivos, gestionar el riesgo y financiar el comercio en todo el mundo. Desde que empezó la era moderna de la globalización a mediados de los años 90, muchos bancos han encontrado profundamente atractiva la idea de abarcar el mundo.
¿Muy grandes para quebrar?
En la práctica, sin embargo, ha sido una pesadilla dirigirlos. Su extensión sigue siendo enorme. Citi está en 101 países, emplea a 241 mil personas y tiene más de 10 mil propiedades. Hablar de la mejor práctica global es vano, dados los delitos menores de que se acusa a los bancos facilitar, incluidos cargos mexicanos de lavado de dinero por Citigroup y HSBC y las acusaciones estadunidenses de violación de sanciones para BNP Paribas y Standard Chartered.Ningún director ejecutivo, excepto Jamie Dimon de JPMorgan Chase, ofrece una impresión convincente de tener un control total, e incluso él sufrió une pérdida operativa de 6,000 millones de dólares en 2012. Algunos, como Royal Bank of Scotland, tras decidir que han sufrido lo suficiente, han iniciado una retirada a gran escala y prometido concentrarse en sus mercados locales. Otros, como Citi y HSBC, están adelgazándose y reduciendo su presencia mundial.
Se debe culpar en parte a la ola de regulación desde la crisis financiera. Los reguladores decidieron correctamente no desintegrar a los bancos globales después de la crisis de 2007-2008, aun cuando Citi y RBS necesitaron rescates a gran escala. Las desintegraciones habrían multiplicado en gran medida el número de bancos demasiado grandes para fracasar que habría que estar vigilando.
En vez de ello, por tanto, los supervisores los regularon más estrictamente: Juntos, JPMorgan Chase, Citi, Deutsche y HSBC tienen reservado 92 por ciento más capital que en 2007. Los bancos globales probablemente terminarán teniendo que reservar un tercio más de capital que sus similares solo locales porque, si quiebran, las consecuencias serían demasiado grandes. Los reguladores nacionales quieren que las operaciones locales de los bancos sean apartadas, lo que impide las ganancias de eficiencia.
El costo de apegarse a todas las nuevas reglas es enorme. HSBC gastó 2,400 millones de dólares en cumplimiento en 2014, un aumento de 50 por ciento comparado con un año antes. Una discusión de los requerimientos de capital en la más reciente declaración regulatoria de Citi ocupa 17 páginas fascinantes.
Accionistas descontentos
En parte como resultado, los bancos globales ahora están reprobando una prueba diferente: la del valor para los accionistas. La mayoría de estos titanes pasan apuros para tener rendimientos sobre capital mejores que las empresas de electricidad, que son mucho más seguras.El año pasado, el de Citi fue de un deprimente 3.4 por ciento. JPMorgan Chase estima que su escala añade entre 6,000 y 7,000 millones de dólares al año a sus utilidades, pero los costos del capital adicional que debe reservar, y de las reglas extras y la complejidad que ser mundial conlleva, compensan una buena parte de eso.
Ninguna otra firma hace estimaciones tan explícitas, presumiblemente porque las cifras no serían halagüeñas. Hasta la mitad del capital invertido en los grandes bancos globales no generó un rendimiento sobre el capital de 10 por ciento o más el año pasado.
Los inversionistas están preguntándose si los costos de su extensión global superan a los beneficios. Si aquellos bancos como Citi y HSBC no se recuperan pronto, serán desintegrados; no por los reguladores, sino por sus accionistas.
Los bancos globales insisten en que tienen una ventaja competitiva. Nadie más puede hacer lo que ellos hacen. Una red de alianzas entre cientos de bancos locales sería endeble y difícil de vigilar. Silicon Valley aún no ha inventado un banco internacional virtual, y contendientes de mercados emergentes como el Bank of China están a una década de tener huellas globales.
Sin embargo, las actividades genuinamente globales, como las operaciones cambiarias y ofrecer servicios de banca transfronteriza a las multinacionales, representan típicamente sólo una cuarta parte de los ingresos de los grandes bancos.
Es difícil evitar la conclusión de que los bancos globales son, para los estándares de las firmas normales, conglomerados disfuncionales que luchan por asignar bien sus recursos. Sus jefes deben ahora de tratar de forjar firmas más racionalizadas que faciliten el comercio mundial a bajo costo y bajo riesgo.
Si los clientes encuentras valiosos a estos servicios, los bancos podrán cobrar lo suficiente para compensar sus enormes gastos generales y generar un rendimiento decente para sus accionistas. Si los clientes no lo hacen, el banco global merece convertirse en una más de las ideas fallidas de las finanzas
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