La autonomía en la asociación’ de Mijaíl Bakunin
Enviado por anonerror (no verificado) en Dom, 07/05/2015 - 16:51
Al morir el grande hombre Miguel Bakounine en 1876, dejó muchas cuartillas inéditas, entre las cuales se encontraban las que publicamos a continuación, escritas cuatro años antes y que no se sabe por qué motivo el autor no las había remitido al periódico para el cual fueron escritas.Nosotros las reproducimos de Le Revolté, periódico que Kropotkine y Reclús publicaban en Ginebra por los años 1878.Como verá el lector, son muy de actualidad.
7 Enero 1872. Locarno.
Compañeros
redactores: Viviendo en apartada región de todos los centros de
publicidad, hasta ayer no ha llegado mi conocimiento un suelto aparecido
en el Volksstaat, órgano del partido de la democracia alemana,
que recibe sus inspiraciones de Londres, suelto que únicamente estaré
en lo justo calificándolo de infame.
Empiezo por declarar que estimo sinceramente y mucho al Volksstaatdesde
el punto de vista de sus tendencias proletarias y por los servicios
reales que ha prestado y presta a la causa del proletariado en Alemania.
Sus teorías socialistas y políticas son, es verdad, opuestas a las que
vuestro periódico representa, y con las cuales me hallo identificado.
El Volksstaat
es órgano de esa escuela alemana de comunistas autoritarios, de la cual
es jefe reconocido un gran escritor socialista, el ilustre Marx, que
sueña con la emancipación del proletariado por medio del Estado.
Vosotros, por el contrario, creéis que un nuevo Estado por popular que
fuese, sólo podría proporcionar al proletariado nuevas cadenas; que el
Estado significa dominación, y que donde existe la dominación hay
dominados que, en virtud de una ley sociológica, se convierten en
explotados; por consecuencia el Estado implica explotación y esclavitud.
Vosotros no las queréis y por esto habéis adoptado francamente el programa que nos ha legado nuestra granCommune
de París: la abolición del Estado y la reorganización de la sociedad de
abajo arriba por medio de la libre federación de las asociaciones
obreras y las comunas, sobre la triple base de la igualdad, del trabajo y
de todo lo que constituye el gran capital comunitario de la producción
agrícola, artista, comercial y científica; no dejando a la propiedad
individual mas que aquellos objetos que sirven realmente para uso
personal.
Como enemigos
jurados del principio teológico, metafísico, político y jurídico de la
autoridad, no reconocéis más que las necesidades sociales de un lado y
la más amplia libertad humana de otro; ni otro consejero que la ciencia
experimental y positiva, libremente aceptada. Para el establecimiento de
una perfecta armonía entre esas diversas tendencias de los grupos
nacionales, regionales y locales y una unidad real en la sociedad, os
referís absolutamente a una ley natural de la humanidad, de que la
historia no es, por así decirlo, sino la manifestación y la realización
cada vez más completa; y estáis convencidos ciertamente de que todos los
esfuerzos que se han hecho hasta aquí por hombres ingeniosos y
potentes, pero mal inspirados, para imponer la armonía a la sociedad de
arriba abajo, por la vía de la autoridad, ya sea divina, ya humana, no
han conseguido más que retardar su triunfo.
Eso os pone, naturalmente, en oposición a con los teóricos del comunismo autoritarios y con su órgano el Volksstaat
y yo encuentro lógico que esa diferencia de apreciación se reproduzca
en la manera diferente con que los dos opuestos partidos consideran la
organización actual de la Internacional.
Los unos, no
comprendiendo que la unidad pueda existir sin la autoridad, ni que haya
una organización real de fuerzas sociales sin gobierno director,
quisieran convertir la Internacional en una especie de Estado
monstruosamente inmenso, que obedeciere a un pensamiento oficial,
representado por un poder central solidariamente establecido.
Los otros,
nosotros, los antiautoritarios creemos, al contrario, que la
introducción de semejante disciplina en la Internacional, lejos de
aumentar su fuerza, la debilitaría, la aplastaría y mataría
infaliblemente, sofocando en su origen el pensamiento libre y espontáneo
del proletariado, y haciendo imposible el desarrollo ulterior de esta
gran Asociación que debe emancipar el mundo.
Creemos que la
unidad, la fuerza real, el pensamiento de la Internacional, no residen
arriba, sino abajo; no en el Consejo general transformado en gobierno,
sino en la autonomía de todas las secciones y en su federación libre;
que tienen su única base en la identidad real de la situación económica y
política de los instintos y aspiraciones actuales del proletariado de
todos los países civilizados, y que todos los pensamientos socialistas
que surjan en el seno de la Internacional no son verdaderos y fecundos
mas que siendo su fiel y libre expresión.
Por consecuencia,
rechazamos las resoluciones de una conferencia que, arbitrariamente
convocada y arbitrariamente compuesta, ha intentado transformar al
Consejo general en una especie de papa celestial, cuyas palabras,
pronunciadas ex cathedra, tomarían el carácter de dogmas de ley.
Dos tendencias tan
diametralmente opuestas debían chocar necesariamente. Así, después del
Congreso de Basilea, donde por primera vez se encontraron, estalló
necesariamente la lucha. ¿Fue un mal este hecho? De ningún modo. La vida
es un combate incesante; únicamente los muertos no luchan.
Notad, compañeros redactores, que los que predican la paz a toda costa, la inmolación de una unión aparente y que lanzan sus maldiciones sobre lo que llaman “la guerra civil”, son siempre los moderados, los hombres a quienes faltan energía, convicción y fe.
Esos son,
precisamente, los que pierden todas las causas. ¿No han sido ellos los
que, predicando al proletariado de Francia la unión con la burguesía
ante el enemigo común, los prusianos, han permitido que los burgueses
entregasen a Francia a esos mismos prusianos? Una buena guerra civil
franca, abierta, vale más, mil veces más, que una paz podrida. Por otra
parte, esta paz sólo puede ser aparente; bajo su engañosa égida, la
guerra continua e impedida de desplegarse libremente, toma el carácter
de la intriga.
La guerra franca es
signo de fuerza y vida, y cuando la sociedad es joven y vigorosa, como
incontestablemente lo es nuestra bella asociación Internacional, aumenta
su fuerza y su vida, en tanto que la guerra sorda, intestina, la
corroe, y por poco que dure concluye por arruinarla. Así, pues, una
lucha franca como antes digo, sólo puede tener efectos bienhechores para
la Internacional, puesto que necesariamente contribuye al desarrollo de
su pensamiento sin causar el menor perjuicio a esa solidez real, puesto
que esta solidaridad no es teórica, sino práctica y no se trata aquí de
una lucha de intereses, sino de ideas.
Esperar que pueda
establecerse hoy una perfecta solidaridad teórica entre todas las
secciones de la Internacional, sería hacerse una singular ilusión. ¿Ha
existido, acaso, esta solidaridad jamás en el mundo? ¿Se ha podido
realizar ni aun en el seno de la misma Iglesia católica que se alaba
tanto de su unidad? ¿Cómo queréis que millones de obreros nacidos en tan
diferentes climas y países sometidos a condiciones políticas y
económicas tan diversas, se unifiquen hoy, a menos que esta mentada
unión no les sea impuesta autoritariamente desde arriba, lo que nos
conduciría a la mentira católica?
En el provenir no
dejará de producirse una unificación más grande y más completa bajo la
doble influencia de la ciencia progresiva por un lado y de la
unificación de interés y de posiciones sociales de otros; pero esto
tendrá que ser obra del tiempo y habría que esperar mucho tiempo si se
quisiera fundar la emancipación del proletariado sobre esta perfecta
solidaridad teórica.
Es la gloria eterna
de la Internacional, y nosotros reconocemos que el compañero Carlos
Marx en particular, ha comprendido eso y ha buscado y hallado, no en un
sistema filosófico o económico cualquiera, sino en la conciencia
universal del proletariado de nuestros días, ideas prácticas,
resultantes de sus propias tradiciones históricas y de su experiencia
diaria, que encontraréis en el sentimiento, en el instinto, ya que no en
el pensamiento reflexivo de los obreros de todos los países del mundo
civilizado, y que constituyen el verdadero lema del proletariado
moderno.
Estas diferentes
ideas, magníficamente resumidas en los considerandos de nuestros
Estatutos generales, forman el verdadero, el solo principio constitutivo
fundamental, obligatorio de nuestra Asociación; porque para pertenecer a
la Internacional, secciones e individuos deben aceptar este principio.
Todo lo demás se deja al libre desarrollo del pensamiento individual y
colectivo de las secciones, puesto que las mismas deliberaciones y
resoluciones de los Congresos generales, no se han considerado jamás en
la Internacional, sino como recomendaciones oficiosas, nunca como
verdades absolutas oficialmente impuestas a las secciones.
En la Internacional no existe más que una ley soberana, garantía potente de su unidad: la solidaridad práctica
del proletariado de todos los países en su lucha contra la opresión y
contra la explotación burguesa. Cualquiera que sea la disidencia de las
opiniones, teórica o práctica, entre los obreros de un mismo país o de
países diferentes, se deben apoyo, concurso mutuo, en esta lucha. El
obrero que faltara a esta obligación suprema, ya por rivalidades de
nación o intereses de partido, sería considerado como traidor por la
Asociación entera. Para el obrero, todo el que acepte esta ley de la
Internacional, sea del país que quiera, es un hermano, y por la misma
razón, el burgués explotador indígena y todos los partidarios de su
política, aunque vivan en la misma localidad, son enemigos y
extranjeros.
Ya he dicho que esta solidaridad práctica
del mundo obrero que forma parte de la Internacional, y que se extiende
aún a esa porción considerable del proletariado no adherido todavía, se
establece desde luego independientemente de las ideas políticas que
puedan prevalecer en los diferentes grupos obreros; y los enemigos,
sacan la consecuencia absurda de que, prosperando la Internacional bajo
cualquier forma de gobierno, puede vivir con todos los regímenes
posibles.
Precisa estar cegado por los ideales divinos y celestes, para no ver que en esta solidaridad internacional y prácticaque
constituye la base real de nuestra asociación y en los considerandos de
nuestros Estatutos generales que son su fiel expresión, hay gérmenes de
una política nueva; los de la política internacional del proletariado; y
que esta política, al revés del radicalismo burgués, que solo sueña en
reconstituir nuevos Estados, es decir, nuevas prisiones y nuevos
establecimientos de corrección y de trabajo forzado para el pueblo,
tiende a la abolición de las fronteras, de las patrias políticas, de los
Estados, de las diferencias de clases, de todos los privilegios
jurídicos, económicos y sociales, a fin de que los seres humanos desde
su nacimiento, encuentren, en cuanto sea posible, iguales medios de
alimentación, de higiene, de instrucción y de educación, y puedan llegar
a ser, en la medida de sus fuerzas, trabajadores a la vez manuales e
intelectuales, libremente asociados para la producción colectiva, la
única fecunda, como se sabe, y hombres libres en la colectividad libre.
M. BAKOUNIN.
Introducción de La Revista Blanca (Año I, N° 2, Segunda época. 15 de junio de 1923). Transcripción de @rebeldealegre (rebeldealegre.blogspot.com).
Enlaces relacionados / Fuente:
http://es.theanarchistlibrary.org/library/mijail-bakunin-la-autonomia-en-la-asociacion
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