El Estilo Paranoico en la Política Estadounidense (y III)
Por Richard Hofstadter
Traducción
del famoso artículo “El estilo paranoico en la política estadounidense”
del historiador estadounidense Richard Hofstadter publicado en la
revista Harper en noviembre de 1964.
Imitando al Enemigo
El portavoz paranoide concibe la conspiración en
términos apocalípticos, trafica con el nacimiento y la muerte de mundos
enteros, órdenes políticos completos, la totalidad de los sistemas de
valores humanos. Vive constantemente en la brecha. Vive constantemente
en un momento decisivo. Como los milenaristas religiosos que expresaban
la angustia de los que viven los últimos días, a veces está dispuesto a
fijar una fecha para el Apocalipsis. (“El tiempo se acaba”, decía Welch en 1951. “Se
suman las evidencias, en muchas partes y provenientes de diversas
fuentes, que en octubre de 1952 será el mes más mortal, el momento en el
que Stalin ataque”).
Como miembro de la vanguardia, es capaz de percibir
la conspiración mucho antes de que sea algo obvio para un público aún
inconsciente; el paranoico es un líder militante. No ve los conflictos
sociales como algo objeto de meditación o compromiso, a la manera de los
políticos en ejercicio. Dado que lo que está en juego es siempre un
conflicto entre el bien y el mal absolutos, lo que es necesario no está
en peligro, sino que tiene la voluntad de combatir el mal hasta el
final. Dado que considera al enemigo como totalmente perverso e
implacable, debe ser totalmente eliminado – si no del mundo, al menos de
teatro de operaciones al que los paranoicos dirigen su atención. Esta
exigencia de triunfo total conduce irremediablemente a la formulación de
metas poco realistas, y puesto que estos objetivos no son ni
remotamente posibles, el fracaso aumenta constantemente la frustración y
la paranoia. Incluso un éxito parcial le deja la misma sensación de
impotencia con la que comenzó, lo que hace que se fortalezca su
conciencia del inmenso y aterrador poder del enemigo al que se opone.
El enemigo está claramente delimitado: es un modelo
perfecto de perversidad, una especie se Superman amoral y siniestro,
ubicuo y poderoso, cruel, sensual y amante del lujo. A diferencia del
resto de nosotros, el enemigo no está atrapado en las redes del gran
mecanismo de la historia, víctima de su pasado, de sus deseos y
limitaciones. Fabrica los mecanismos de la historia, o trata de desviar
el curso normal de la historia de malas maneras. Cree que es el
responsable de las crisis, que desata el pánico en los bancos, provoca
depresiones, fabrica desastres, y luego disfruta de las ganancias con la
miseria que ha producido. La interpretación paranoica de la historia es
totalmente personal: acontecimientos decisivos no los considera como
parte del discurrir de la historia, sino como debidos a la voluntad de
alguien. Muy a menudo, el enemigo dispone de una fuente especialmente
eficaz de poder: controla la prensa; tiene fondos ilimitados; tiene un
secreto que influye en la mente ( lavado de cerebro); o tiene una
técnica especial de seducción ( el confesionario católico).
El difícil resistirse a la tentación de decir que
este enemigo es en muchos aspectos la proyección del yo; tanto los
ideales como los aspectos inaceptables de uno mismo se atribuyen a él.
El enemigo puede ser un intelectual cosmopolita, pero el paranoico le
superará en títulos, y hasta en pedantería. Organizaciones secretas
establecidas para combatir a otras organizaciones secretas conducen
hacia los mismos halagos. El Ku Klux Klan imitó al catolicismo
hasta el punto de ponerse los ornamentos sacerdotales, en el desarrollo
de un elaborado ritual y en unas jerarquías igualmente elaboradas. La Sociedad John Birch emula a las células comunistas y opera de forma cuasi secreta a través de grupos en primera línea,
y predica una persecución despiadada y de guerra ideológica muy
similares a las que percibe en el enemigo comunista [2]. Los portavoces
de las diferentes cruzadas antifundamentalistas comunistas expresan
abiertamente su admiración por la dedicación y la disciplina que provoca
la causa comunista.
[2] En su reciente libro Cómo ganar unas
elecciones, Stephen C. Shadegg cita una declaración atribuida a Mao
Tse-tung: “Dame sólo dos o tres hombres de un pueblo y conquistaré todo
el pueblo” Shadegg comentó: “En las campañas de Goldwater de 1952 y
1958, y en el resto de campañas en las que he participado como
consultor, he seguido los consejos de Mao Tse-tung”. El senador
Goldwater escribió en Why Not Victoria?: “analizamos y copiamos la
estrategia del enemigo; la suya ha funcionado, la nuestra no.
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Por otro lado, se atribuye muy a menudo libertad
sexual al enemigo, su falta de inhibición moral, la posesión de técnicas
especialmente eficaces para el cumplimiento de sus deseos, lo cual es
un exponente del estilo paranoico, proyectando y expresando aspectos
desconocidos de sus propias preocupaciones psicológicas. Católicos y
mormones – después, los negros y los judíos – han expresado su
preocupación por el sexo ilícito. Muy a menudo, las fantasías de los
creyentes revelan fuertes connotaciones sadomasoquistas, claramente
expresadas, por ejemplo, en el deleite de los antimasones por la
crueldad de los castigos masónicos.
Renegados y pedantes
La adhesión del renegado a la causa del enemigo tiene
una significado especial. El movimiento antimasónico pudo a veces haber
sido fundado por exmasones; sus revelaciones fueron recibidas con el
mayor interés, y cada palabra que decían se creía a pies juntillas. El
anticatolicismo se valió de las monjas fugitivas y de los sacerdotes
apóstatas; el papel de los excomunistas en los movimientos
anticomunistas de vanguardia de nuestro tiempo es bien conocido. La
especial autoridad concedida al renegado se deriva de la obsesión por el
secreto, algo característico de este tipo de movimientos: el renegado
es el hombre o mujer que conoce los secretos del Arcano, y trae consigo
la verificación final de las sospechas, que de otro modo podrían ponerse
en duda por un mundo escéptico. Pero creo que hay un significado
escatológico más profundo que se conecta con la personalidad del
renegado: es el combate espiritual entre el bien y el mal, que es el
modelo arquetípico del mundo paranoico, siendo el renegado prueba
viviente de que no todas las conversiones han seguido por el camino
equivocado. El renegado trae consigo la promesa de redención y victoria.
Una última característica del estilo paranoico está
relacionada con la índole de su pedantería. Una de las cosas más
impresionantes sobre la literatura paranoide es el contraste entre sus
fantásticas conclusiones y los escrúpulos que invariablemente muestra
por la objetividad. Realiza heroicos esfuerzos para probar que lo más
increíble es en lo único en que se puede creer. Por supuesto, hay
paranoicos de altos vueltos, otros con poco cultura, como probablemente
los haya en cualquier tendencia política. Pero la literatura paranoica
respetable no sólo posee ciertos compromisos morales, que de hecho
pueden estar justificados, sino que también pone sumo cuidado, de manera
casi obsesiva, en acumular evidencias. La diferencia entre estas
evidencias y las que generalmente emplean los demás es que quizás sea
menos un medio para entrar en una controversia política, que un medio
para protegerse de la intrusión profana del mundo político secular. El
paranoico parece tener pocas expectativas de convencer a un mundo
hostil, pero sigue acumulando pruebas con la finalidad de proteger sus
preciadas convicciones.
La escritura paranoica comienza con juicios que
pueden ser perfectamente defendibles. Aquí hay algo que decir acerca de
los antimasones: después de todo, una sociedad secreta compuesta por
hombres influyentes ligados por obligaciones especiales podría plantear
algún tipo de amenaza de quedar excluidos del orden civil. También hay
algo que decir acerca de los principios protestantes de la
individualidad y de la libertad, así como del deseo nativista de
desarrollar en América del Norte una civilización homogénea. Una vez
más, la actual laxitud en materia de seguridad permitió que algunos
comunistas ocupasen puestos en los círculos gubernamentales, e
innumerables decisiones de la Segunda Guerra Mundial y de la Guerra fría
pueden ser criticadas.
La erudición paranoide de altos vuelos no sería nada
de no ser coherente, de hecho la mente paranoica es mucho más coherente
que el mundo real. No sería nada de no mostrar una técnica académica.
Las 96 páginas del folleto de McCarthy, El Macartismo,
contiene no menos de 313 referencias, y el increíble asalto del señor
Welch a Einsenhower, tiene un centenar de páginas de bibliografía y
notas. El movimiento de derechas de nuestro tiempo es un desfile de
expertos, grupos de estudio, de monografías, notas al pie y extensa
bibliografía. A veces, la búsqueda de la profundidad académica y una
visión inclusiva del mundo por parte del ala derecha tiene consecuencias
alarmantes: el Sr. Welch, por ejemplo, denunció que la popularidad de
la obra de Arnold Toynbee era consecuencia de un complot por parte de la
Sociedad de los Fabianos, “líderes del Partido Laborista inglés”,
y varios miembros del establishment angloamericano liberal, con la
finalidad de eclipsar el trabajo mucho más esclarecedor y veraz de
Oswald Spengler.
Doblemente mártir
El estilo paranoico no se limita a nuestro país y a
nuestro tiempo: es un fenómeno internacional. El estudio de las sectas
milenaristas en Europa desde el siglo XI hasta el XVI de Norman Cohn,
cree haber encontrado un complejo psíquico persistente que se
correspondería en líneas generales con mi propia reflexión – un estilo
constituido por ciertas preocupaciones y fantasías: “la visión
megalómana de uno mismo en tanto que Elegido, habituado a hacer el bien,
desgraciadamente perseguido; sin embargo, obtendrá el triunfo final; la
atribución de enormes y demoníacos poderes al adversario; la negativa a
aceptar las limitaciones e imperfecciones ineludibles de la existencia
humana, como la fugacidad, la disensión, el conflicto, la falibilidad
sea intelectual o moral; la obsesión por las profecías infalibles…
erróneas interpretaciones sistemáticas, siempre burdas y a menudo
grotescas”.
Esta visión a largo del tiempo, me anima a conjeturar
– no se trata más que de eso – que una mentalidad dispuesta a ver el
mundo de esta manera puede ser un fenómeno psíquico persistente, que más
o menos afecta de forma constante a una modesta minoría de la
población. Pero ciertas tradiciones religiosas, determinadas estructuras
sociales y herencias nacionales, ciertas catástrofes históricas o
frustraciones, pueden conducir a la liberación de dichas energías
psíquicas, y pueden darse situaciones en las cuales pueden incorporarse a
los movimientos de masas o a los partidos políticos. La experiencia
estadounidense del conflicto étnico y religioso ha sido claramente un
importante foco para las mentes y espíritus con tendencias de este tipo,
pero los conflictos de clase también pueden movilizar tales energías.
Tal vez la situación más propicia para la difusión de las tendencias
paranoides, sea una confrontación de intereses opuestos que son ( o se
siente como tal) totalmente irreconciliables, y que por naturaleza no
son susceptibles de pasar por los procesos políticos normales de
negociación y compromiso. La situación empeora cuando los representantes
de un determinado interés social, tal vez debido a la naturaleza poco
realista e irrealizable de sus demandas, son excluidos del proceso
político. Al no tener acceso a la negociación política o a la toma de
decisiones, conciben un mundo regido por un poder siniestro y maligno,
algo que queda plenamente confirmado. Sólo ven las consecuencias del
poder a través de unas lentes de distorsión y no tienen la oportunidad
de observar la maquinaria real. Un distinguido historiador ha dicho que
una de las cosas más valiosas de la historia es que nos enseña cómo no
suceden las cosas. Es precisamente este tipo de conciencia la que no
desarrolla el paranoico. Tiene una especial resistencia para el
desarrollo de esta conciencia, pero las circunstancias a menudo le
privan de conocer eventos que le podrían iluminar en cualquier caso,
pero se resiste a tal conocimiento.
Todos somos víctimas de la historia, pero los
paranoicos son doblemente víctimas, ya que no solamente están afectados
por el mundo real, como el resto de nosotros, sino también por sus
fantasías.
Richard Hofstadter ha sido profesor de historia
americana en la Universidad de Columbia. Su libro “El
antiintelectualismo en la vida estadounidense” ha recibido el premio
Pulitzer por una obra general de no ficción, en 1964. Este artículo es
una adaptación de una conferencia dentro de los ciclos dedicados a
Herbert Spencer, pronunciada en la Universidad del Mississippi, en
Oxford, en noviembre de 1963.
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