México. Del agrónomo surgido de la Revolución al papel actual de Chapingo
Por OLEP
“Enseñar la explotación de la tierra, no la del hombre”
NOTA: Este artículo fue publicado como parte de la sección EDUCACIÓN del No. 9 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), en circulación desde el 3 de agosto de 2015.
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Desde los orígenes de la Universidad Autónoma Chapingo (UACh), antes Escuela Nacional de Agricultura (ENA),
en 1854, se ha venido discutiendo y reformando el carácter de la misma
en torno a la función que debe cumplir para con la sociedad. Sin duda
alguna este proceso se ve influenciado por los acontecimientos que han
conmovido al país desde aquellos años.
La revolución de 1910-1917 fue uno de los más importantes, pues al
ser cerrada la escuela en 1914, debido al el ascenso del movimiento
revolucionario, muchos jóvenes se sumaron a las filas de los ejércitos
de Zapata y Villa; unos tomando el fusil y otros en la comisiones
agrarias haciendo deslindes para restituir o dotar de tierras a las comunidades.
La experiencia adquirida a través del
acercamiento directo con la población rural, sumida en la miseria y
pobreza, y la problemática agraria que se manifestaba en el país, fueron
fundamentales para que, después del periodo revolucionario, se
reformaran los métodos de enseñanza, las finalidades y aspiraciones de
la ENA forjando así el carácter social de la profesión del agrónomo.
Así quedó plasmado en el Acta de
Inauguración de la ENA al trasladarse a la ex hacienda de Chapingo un 20
de noviembre de 1923: “Esta escuela preconiza un ideal humano de
sencilla comprensión y de rebuscado compañerismo entre los hombres que
laboran la tierra, sin que trate de empujarlos hacia la pendiente de la
grande explotación agrícola que necesita para florecer y prosperar del
padecimiento de enormes multitudes de asalariados sin esperanza […]
preconizamos una filosofía de devoción al esfuerzo sin egoísmo, sin
esclavitud y sin privilegios; creemos que la forma suprema de ser libre
se encuentra en lograr que las organizaciones agrícolas se dediquen a
producir para el bien común y no para halagar las concupiscencias de los
amos…”
Décadas más tarde, después del
movimiento del 68, en el que los estudiantes de la ENA participaron y
jugaron un papel muy importante, se desarrolló al interior de la misma
el movimiento estudiantil. Entre 1974-1978, se desencadenó el proceso que dio origen a la transformación de la ENA en UACh,
incorporando así la autonomía, los principios democráticos en la forma
de gobierno (plasmados en el Estatuto Universitario) y reafirmando una
vez más el carácter popular de la educación a favor de los oprimidos y
explotados.
De aquellos años hacia acá mucho camino
se ha recorrido y cada año cientos de jóvenes egresan de esta noble
universidad, sin embargo, poco a poco se han ido perdiendo los
principios y el carácter de ésta. Así como hemos visto que los
objetivos de la revolución fueron corrompidos por las estructuras
gubernamentales al servicio de la clase burguesa, en el ámbito educativo
y, mucho más particularmente, en la UACh ha sucedido lo mismo.
De la época de la educación socialista
impulsada por Lázaro Cárdenas al auge del neoliberalismo en México, el
Estado ha dejado de cumplir con sus obligaciones para depositarlas en
manos del capital privado. Ahora, las grandes trasnacionales
dictan las políticas a seguir por los gobiernos, incrementando así la
riqueza de los burgueses a costa del abandono planificado del campo y la
explotación de millones de trabajadores.
En Chapingo, a lo largo de su historia, ha habido siempre dos
proyectos de universidad en pugna: por un lado está el de la
universidad al servicio del pueblo y por otro la universidad al servicio
de las empresas, siendo esta última la que ha imperado en los años recientes, auspiciada por las administraciones en turno.
En los salones de clases muchos
profesores incluso cuestionan la participación de los estudiantes en
actividades y protestas sociales como las marchas “para que se meten en política, eso no deja nada, mejor pónganse a estudiar”, les dicen unos y “ustedes lo que deben aprender es saber cobrar por su conocimiento y no andar regalando su trabajo”, vociferan los otros. Esos son los argumentos absurdos que se llegan a escuchar en las aulas cotidianamente, por ello, muchos
compañeros a pesar de provenir de zonas rurales y marginadas de
diversos estados del país, desconocen o se hacen de la vista gorda ante
la problemática de despojo, explotación, saqueo y mercantilización de
los recursos naturales, la expulsión del campesinado de sus comunidades
y, en general, los grandes problemas que enfrenta el pueblo pobre del
campo y la ciudad.
¿Qué pasó entonces con el agrónomo que
surgió de la revolución con firmes principios ideológicos y cuál es
ahora su papel? Consideramos que es urgente y necesario seguir
impulsando este debate desde los salones de clases, exigir que las
autoridades asuman también esta responsabilidad pero, sobre todo,
organizarnos como estudiantes para analizar las problemáticas no sólo
técnicas y productivas a las que se enfrenta nuestro pueblo. Debemos demostrar desde nuestra práctica concreta, que aun siendo estudiantes podemos contribuir a la lucha por “Enseñar la explotación de la tierra, no la del hombre” como reza el lema de la Universidad.
Como militantes de la OLEP
estamos convencidos de que la producción agrícola en armonía con la
naturaleza y la conquista de una vida digna con justicia social
solamente serán posibles en un sistema social que no se fundamente en la
explotación del hombre por el hombre, es decir, en el socialismo.
NOTA: Este artículo fue publicado como parte de la sección EDUCACIÓN del No. 9 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), en circulación desde el 3 de agosto de 2015.
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