Europa y Oriente. La doble estrategia del imperio para doblegar a Moscú
Rusia, Europa y Oriente. La doble estrategia del imperio para doblegar a Moscú
por Youssef Hindi –
Rusia no es sólo una gran potencia militar, una vieja nación que tiende, desde la llegada de Vladimir Putin al poder, a equilibrar los equilibrios de fuerzas geopolíticas y económicas. También es un puente natural, en diversos grados, entre Europa y Asia, Occidente y Oriente.
Este puente, algunos quieren destruirlo desde hace más de un siglo, en particular por medio de esas armas que son las ideologías de la modernidad: el bolchevismo, una enfermedad mortal que atacó el corazón de Rusia, a su alma, el cristianismo; y el ultra-liberalismo de los años noventa del s. XX, para rematar a Rusia.
A esto se le añadieron los independentismos de las regiones de la Federación Rusa, estimulados o alentados por los Estados Unidos para abatir definitivamente al oso ruso.
Si Rusia se ha recuperado, debemos entender las causas profundas y percibir el papel y el destino de Rusia.
Antropología, religión y geopolítica
El regreso “milagroso” del cristianismo en Rusia no es el resultado de un accidente de la historia, sino más bien la manifestación de leyes antropológicas fundamentales que deben atraer la atención de los europeos.
Toda sociedad se organiza alrededor de una creencia colectiva mayoritaria; las más duraderas de entre ellas son, por supuesto, las grandes religiones que, desde la era industrial en particular, han sido sustituidas progresivamente por creencias profanas, materialistas y efímeras, como las utopías comunistas y liberales (surgidas del mesianismo judío) prometiendo un paraíso terrestre, o los ídolos del dinero, del sexo y de la violencia, que ocupan un lugar importante en las sociedades neoliberales.
Las ideologías antirreligiosas, al igual que el comunismo y el laicismo, sólo existen, por definición, en oposición a las religiones trascendentales, parapetadas en contra de la creencia en un Dios trascendente.
Pero la historia y la antropología nos enseñan que el ateísmo (creencia negativa), cuando se convierte en mayoritario, conduce a un colapso inexorable de la sociedad – al no tener ésta que depender más de la religión sobre la que se apoya, ni de una moral estable – que se traduce en la atomización de la sociedad y la aparición de individuos [1] desprovistos de toda horizontalidad (comunidad, familia, ekklesia), ya que están privados de verticalidad; siendo ambos aspectos complementaros desde nuestro punto de vista.
La secuencia histórica que ha atravesado Rusia nos mostró cómo el brutal colapso del comunismo – la ideología dominante no puede perdurar sólo por el mantenimiento de la estructura que la sustenta – dio paso al regreso de la religión tradicional en Rusia (la naturaleza tiene, según Lavoisier, un santo horror al vacío), es decir, el cristianismo.
Esto nos permite anticipar desde ahora la manifestación del mismo fenómeno en Occidente y en Europa en particular.
En efecto, el sistema liberal y su ideología están visiblemente en vías de hundimiento (o más precisamente en curso de mutación, pero no vamos a desarrollar esta idea aquí) – desde la crisis financiera de 2007/2008 – como el comunismo ayer; en este contexto, podemos anticipar un retorno inminente a la religión en Europa.
Hay no obstante que temer que este retorno no controlado (por parte de los responsables: la jerarquía eclesial) a la creencia en Dios o en lo que quiera sea similar, entrañe derivas peligrosas como la multiplicación de gurús e impostores de todo tipo. Rusia logró su retorno a la ortodoxia gracias a una iglesia sólida, hecha una con el pueblo y el Estado.
Lo anterior nos lleva a deducir que Rusia – más allá de su complementariedad económica con Europa Occidental – podría ser un elemento estabilizador en una Europa que deberá conocer graves trastornos sociales, políticos y de identidad…
A esto hay que añadir el papel eminentemente importante que Rusia juega en el Medio Oriente.
Es un verdadero puente entre Europa y el Oriente, el cristianismo y el Islam – como ha analizado muy bien Imran N. Hosein – en tanto que gran nación multiétnica y multiconfesional; ella es, por su solo ejemplo, un remedio potencial a la estrategia del choque de civilizaciones, estrategia de la que ella misma es uno de los primeros objetivos.
La estrategia anti-rusa
Esta Rusia cristiana, esta Rusia potencia continental, telurocrática, extiende una influencia natural sobre una amplia zona geográfica habitada por poblaciones diversas, que sin embargo tienen la mayoría de ellas, paradójicamente, una estructura familiar de tipo ruso, comunitaria-igualitaria [2]; es esta relativa homogeneidad antropológica la que, a largo plazo, ha permitido a Rusia convertirse en este “imperio natural”, al contrario que su enemigo, la potencia estadounidense talasocrática, heredera del Imperio Británico y portadora de una ideología diferencialista, impregnada de darwinismo social bajo la fachada de un democratismo fundador.
Rusia se enfrenta a una doble estrategia: una estrategia imperial estadounidense, cuyo principal cerebro es Zbigniew Brzezinski, y por otra parte, lo que sólo se puede llamar de forma precisa la estrategia “sionista”.
Si la estrategia de contención y de desmantelamiento de la Federación de Rusia elaborada por Brzezinski en su libro El Gran Tablero de Ajedrez (1997/2002), se ha vuelto evidente para todos los observadores, la estrategia sionista es mucho menos clara.
La estrategia geopolítica de Brzezinski es un éxito a medias: en términos de la dominación del corazón de Europa por la sumisión total de Francia y Alemania, eso es cosa hecha, pero en cuanto a la ruptura de Rusia en provincias, permitiendo a los estadounidenses controlar toda Eurasia y controlar los recursos naturales, y principalmente los combustibles fósiles, esto sigue estando en el orden de la fantasía.
Los sueños de dominación de Brzezinski se estrellaron contra el muro ruso, contra el soberanista Putin. Pero la crisis en Ucrania – país al cual Brzezinski concedió una atención particular y al que quería absolutamente separado de Rusia; y así escribió: “La independencia de Ucrania modifica la naturaleza misma del Estado ruso.
De este único hecho, esta importante nueva casilla en el tablero de ajedrez euroasiático, deviene un pivote geopolítico. Sin Ucrania, Rusia deja de ser un imperio en Eurasia”. [3] – muestra que los estadounidenses en absoluto han abandonado su proyecto.
Hasta el momento, la Rusia de Putin mantuvo en jaque a los estadounidenses tanto en Siria (en septiembre de 2013, la Casa Blanca renunció in extremis a sus operaciones de bombardeo), como por el espectacular regreso de Crimea a la Casa rusa (marzo 2014) en plena crisis ucraniana.
La estrategia sionista para Rusia se combina con la estrategia estadounidense, pero en ningún caso opone abiertamente o directamente a Israel con Rusia, muy el contrario. Israel mantiene buenas relaciones diplomáticas con Rusia mientras se opone a sus aliados en el Levante (Siria).
Israel, a través del lobby pro-israelí [4], utiliza, en particular desde el giro del 11 de septiembre de 2001, a los Estados Unidos y a la OTAN como una herramienta de destrucción de los aliados históricos de Rusia en el Medio Oriente, oponiendo todavía más a rusos y estadounidenses.
En paralelo, los líderes sionistas están tratando, a través de intermediarios, de negociar con Rusia a fin de que abandone a sus aliados sirios e iraníes.
En julio de 2013, el príncipe Bandar, en calidad de representante de Arabia Saudita (aliado de Israel), se reunió con Vladimir Putin durante la crisis siria.
En el encuentro, Bandar le habría propuesto a Vladimir Putin un acuerdo económico, petrólero y gasístico, a cambio del cual éste debía cortar los lazos con Irán, abandonar al presidente sirio, y entregar Siria a los terroristas [5].
Esta estrategia sionista indirecta o “perimetral” se transparenta cuando Henry Kissinger declara, el 11 de Mayo de 2014, que no hay que aislar a Rusia, sino que “es de interés para todos que permanezca en el sistema internacional”.
En 2008 fue más específico acerca de sus intenciones, al tender la mano a Rusia en detrimento de Irán, al que designó como “un peligro para el mundo circundante”.
Y por mundo circundante se debe entender, por supuesto, Israel [6].
Kissinger se reunió con Putin en 2009 y en enero de 2012, dos meses antes de su reelección como Presidente de Rusia [7].
La mano que los sionistas tienden a Rusia es una mano “traidora”, ya que, desde el momento en que Rusia rechazó todo compromiso y se situó como escudo delante de Siria, el fuego se encendió en Ucrania.
El mensaje enviado a Rusia era claro: o abandona a sus aliados orientales para entregarlos al desmantelamiento geográfico, político, étnico y confesional al que les destina la gran estrategia del imperio norteamericano (en beneficio inmediato de Israel); o se verá atacada en sus fronteras.
Pero esta elección que se le propone es también una trampa, porque si Rusia abandona a Siria, perdería su único puerto y punto de apoyo estratégico en el Mediterráneo (Tartous), lo que no impediría a los estadounidenses mantener su política de contención de Rusia, muy al contrario.
De hecho, esta concesión costaría caro a Rusia frente a un enemigo que tiene en muy poca consideración sus propios compromisos.
En resumen, Rusia tiene todas las razones para no hacer ninguna concesión y para adelantar un peón cada vez que se siente atacada o amenazada.
No obstante, sin duda la actual partida de ajedrez se acerca a su “término”, Israel comienza a revelar sus intenciones con respecto a Rusia; mientras Putin autoriza la entrega de misiles defensivos S-300 a Irán (abril de 2015), Israel se prepara para enviar armas a Ucrania con el fin de alimentar el fuego [8], latente después de los acuerdos de alto el fuego de Minsk II (12 de febrero de 2015).
Sólo después de haber entendido el acoplamiento estratégico sionista y estadounidense vis-à-vis frente a Rusia, podemos esperar interpretar mejor la posición de algunos geopolitólogos que, siguiendo a Kissinger, preconizan tender una mano a Rusia sin dejar de ser hostiles con sus aliados… y avivan secretamente el fuego de la guerra en el Donbass.
Rusia hasta ahora no cayó en esta trampa y no se debilitó frente a la evidente e insidiosa agresión de Estados Unidos, manteniéndose en su línea.
En este sentido, podemos estar seguros de que va a jugar un papel cada vez más determinante en el Medio Oriente y en Europa, en detrimento de las políticas expansionistas y desestabilizadoras de las élites sionistas y de sus homólogos atlantistas.
El destino de Rusia está así bien trazado; en cuanto al de Europa occidental, si parece cerrado, sin embargo, bien podría abrirse en caso de una crisis mayor, sobre un trastorno real político y social. Rusia debe y deberá tener cuidado.
Notas
[1] Véase la obra del antropólogo e historiador Emmanuel Todd en su libro Après la démocratie, Gallimard, 2008.
[2] Emmanuel Todd, Après l’empire, Folio Actuel, 2002.
[3] Zbigniew Brzezinski, Le grand échiquier, Bayard Editions, 1997, p. 74.
[4] John J. Mearsheimer y Stephen M. Walt, Le lobby pro-israélien et la politique étrangère américaine, La Découverte, 2007.
[5] Al Manar, «Ce qui n’a pas été révélé de la rencontre orageuse Bandar-Poutine» [“Lo que no se reveló del tormentoso encuentro Bandar-Putin”], 21 de agosto de 2013.
[6] Sputnik, Henry Kissinger considère que les Etats-Unis doivent rechercher l’entente avec la Russie [Sputnik, Henry Kissinger cree que losEE.UU. deben buscar un acuerdo con Rusia], 7 de mayo, 2008.
[7] Fuente: http://fr.rian.ru/world/20120120/193093922.html
[8] Sputnik, Poutine met Israël en garde contre les livraisons d’armes à Kiev, [Putin advierte a Israel contra las entregas de armas a Kiev], 18 de Abril, de 2015.
04/09/2015
(Traducción Página Transversal)
Fuente: Geopolintel.
Extraído de: Égalité & Réconciliation
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lunes, 14 de septiembre de 2015
Europa y Oriente. La doble estrategia del imperio para doblegar a Moscú
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