Bulgaria y OTAN habrían suministrado armas y drogas a Al Qaeda y Estado Islámico
Autor: Red Voltaire
Thierry Meyssan/Red Voltaire
Damasco, Siria. Supuestamente, todo empezó por casualidad. Hace una treintena de años que la fenetilina era utilizada como sustancia dopante en los medios deportivos de Alemania occidental. Según el entrenador Peter Neururer, más de la mitad de los futbolistas de la Bundesliga la utilizaban corrientemente. Varios traficantes búlgaros vieron en ella un filón. Entre el desmembramiento de la Unión Soviética y la entrada de Bulgaria en la Unión Europea, los traficantes búlgaros comenzaron a producir la fenetilina y a exportarla ilegalmente hacia Alemania bajo la denominación de Captagón.
Dos grupos mafiosos búlgaros comenzaron a competir en ese terreno: Vasil Iliev Security (VIS) y Security Insurance Company (SIC). En este último bando se encontraba el karateka Boiko Borisov. Este deportista de alto nivel, profesor de la Academia de Policía, creó una firma dedicada a la protección de personalidades y fue guardaespaldas tanto del expresidente prosoviético Todor Jivkov como del proestadunidense Simeón II de Saxe-Cobourg-Gotha. Y cuando este último se convirtió en primer ministro, Borisov fue nombrado director central del ministerio del Interior, antes de ser electo alcalde de Sofía, la capital búlgara.
En 2006, el embajador de Estados Unidos en Bulgaria –y futuro embajador en Rusia–, John Beyrle, describió a Boiko Borisov en un cable confidencial dado a conocer por Wikileaks. El embajador de Estados Unidos presentaba a Borisov como un personaje vinculado a dos grandes jefes mafiosos, Mladen Mihalev (alias Madzho) y Rumen Nikolov (alias El Pachá), fundadores ambos de la SIC.
En 2007, basándose en un informe elaborado por una importante empresa suiza, la publicación US Congressional Quarterly aseguró que Borisov había “enterrado” numerosas investigaciones en el Ministerio del Interior y que estaba personalmente implicado en 28 asesinatos de carácter mafioso. También, según esa publicación estadunidense, Borisov se convirtió en socio del director adjunto de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) John E McLaughlin, instaló en Bulgaria una cárcel secreta de esa agencia estadunidense y ayudó a garantizar una base militar en el marco del proyecto de ataque contra Irán.
En 2008, Jurguen Roth, el especialista alemán en redes del crimen organizado, calificó a Boiko Borisov de “Al Capone búlgaro”.
Ya convertido en primer ministro, y siendo ya Bulgaria miembro de la OTAN y de la Unión Europea, la CIA solicitó a Borisov que ayudara en la guerra secreta contra Muammar Gadafi. Y, desde su puesto de jefe del gobierno búlgaro, Boiko Borisov comenzó a abastecer con Captagón –fabricado por la SIC– a los yihadistas de Al Qaeda en Libia. La CIA hizo entonces esa droga sintética mucho más atractiva y eficaz mezclándola con una droga natural –el hachís–, que permite manipular con más facilidad a los combatientes y hacerlos más aterradores, conforme a lo previsto en los trabajos de Bernard Lewis. Posteriormente, Borisov extendió su tráfico a Siria.
Pero lo más importante llegó cuando, valiéndose del hecho que Bulgaria –ya incorporada a la OTAN– había sido anteriormente miembro del desaparecido Pacto de Varsovia, la CIA compró a Borisov armamento de fabricación soviética –por un monto de 500 millones de dólares– y lo transportó a Siria. Se trataba principalmente de 18 mil lanzagranadas antitanque portátiles y de 700 sistemas de misiles antitanque Konkurs.
Cuando el Hezbolá envió a Bulgaria un equipo encargado de recabar información sobre ese tráfico, un autobús lleno de vacacionistas israelíes fue blanco de un atentado en la localidad búlgara de Burgas, con saldo de 32 heridos. Benjamin Netanyahu y el propio Boiko Borisov atribuyeron el atentado a la resistencia libanesa mientras que la prensa atlantista se hacía eco de numerosas imputaciones sobre un supuesto kamikaze del Hezbolá. Finalmente, la doctora Galina Mileva, reconocida médico forense, observó que los restos mortales del kamikaze no correspondían con la descripción proporcionada por los testigos del atentado; un responsable del contraespionaje búlgaro, el coronel Lubomir Dimitrov, comprobó que la persona en cuestión no era un kamikaze sino un simple portador y que la bomba había sido detonada por control remoto, probablemente sin conocimiento de esa persona. Por otro lado, mientras la prensa acusaba a dos árabes que ostentaban las nacionalidades canadiense y australiana, la Sofia News Agency citaba a un cómplice estadunidense conocido bajo el seudónimo de David Jefferson. En todo caso, mientras la Unión Europea utilizaba el atentado para clasificar al Hezbolá como “organización terrorista”, Kristian Vigenin, ministro búlgaro de Exteriores durante el corto periodo en que Borisov se vio excluido del poder ejecutivo, subrayó que nada permitía vincular a la resistencia libanesa con el atentado perpetrado en Burgas.
A finales de 2014, la CIA puso fin a sus pedidos a Bulgaria. Arabia Saudita reemplazó entonces a la agencia estadunidense, y abandonó las compras de armas de tipo soviético para comenzar a adquirir armamento de la OTAN, como los misiles antitanques BGM-71 TOW, de fabricación estadunidense. Riad pronto contó en ese empeño con el respaldo de los Emiratos Árabes Unidos. Estos dos países del Golfo garantizaron directamente la entrega de ese armamento a Al Qaeda y al Emirato Islámico, transportándolo en aviones de las compañías aéreas Saudi Arabian Cargo y Etihad Cargo hasta Tabuk, en la frontera de Arabia Saudita con Jordania, y la base militar de Al-Dhafra, en suelo de los Emiratos Árabes Unidos, base utilizada por las Fuerzas Armadas de ese país, de Francia y de Estados Unidos.
En junio de 2014, la CIA volvió a intervenir, esta vez para hacer que Bulgaria cerrara su territorio al paso del gasoducto ruso South Strean, que habría podido garantizar el abastecimiento de gas a Europa occidental. Esta decisión, que priva a Bulgaria de cuantiosos ingresos, permite simultáneamente frenar el crecimiento de la Unión Europea –conforme al plan Wolfowitz–, aplicar las sanciones europeas contra Rusia, sanciones impuestas usando como pretexto la crisis ucraniana, y desarrollar además el gas de esquisto en Europa oriental, así como mantener el interés por el derrocamiento de la República Árabe Siria –país llamado a convertirse en un gran exportador de gas.
Por lo que se sabe hasta el momento, Bulgaria –país miembro de la OTAN y de la Unión Europea– sigue enviando ilegalmente drogas y armas a Al Qaeda y el Emirato Islámico, violando así la resolución 2253, recientemente adoptada por unanimidad en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Thierry Meyssan/Red Voltaire
Damasco, Siria. Supuestamente, todo empezó por casualidad. Hace una treintena de años que la fenetilina era utilizada como sustancia dopante en los medios deportivos de Alemania occidental. Según el entrenador Peter Neururer, más de la mitad de los futbolistas de la Bundesliga la utilizaban corrientemente. Varios traficantes búlgaros vieron en ella un filón. Entre el desmembramiento de la Unión Soviética y la entrada de Bulgaria en la Unión Europea, los traficantes búlgaros comenzaron a producir la fenetilina y a exportarla ilegalmente hacia Alemania bajo la denominación de Captagón.
Dos grupos mafiosos búlgaros comenzaron a competir en ese terreno: Vasil Iliev Security (VIS) y Security Insurance Company (SIC). En este último bando se encontraba el karateka Boiko Borisov. Este deportista de alto nivel, profesor de la Academia de Policía, creó una firma dedicada a la protección de personalidades y fue guardaespaldas tanto del expresidente prosoviético Todor Jivkov como del proestadunidense Simeón II de Saxe-Cobourg-Gotha. Y cuando este último se convirtió en primer ministro, Borisov fue nombrado director central del ministerio del Interior, antes de ser electo alcalde de Sofía, la capital búlgara.
En 2006, el embajador de Estados Unidos en Bulgaria –y futuro embajador en Rusia–, John Beyrle, describió a Boiko Borisov en un cable confidencial dado a conocer por Wikileaks. El embajador de Estados Unidos presentaba a Borisov como un personaje vinculado a dos grandes jefes mafiosos, Mladen Mihalev (alias Madzho) y Rumen Nikolov (alias El Pachá), fundadores ambos de la SIC.
En 2007, basándose en un informe elaborado por una importante empresa suiza, la publicación US Congressional Quarterly aseguró que Borisov había “enterrado” numerosas investigaciones en el Ministerio del Interior y que estaba personalmente implicado en 28 asesinatos de carácter mafioso. También, según esa publicación estadunidense, Borisov se convirtió en socio del director adjunto de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) John E McLaughlin, instaló en Bulgaria una cárcel secreta de esa agencia estadunidense y ayudó a garantizar una base militar en el marco del proyecto de ataque contra Irán.
En 2008, Jurguen Roth, el especialista alemán en redes del crimen organizado, calificó a Boiko Borisov de “Al Capone búlgaro”.
Ya convertido en primer ministro, y siendo ya Bulgaria miembro de la OTAN y de la Unión Europea, la CIA solicitó a Borisov que ayudara en la guerra secreta contra Muammar Gadafi. Y, desde su puesto de jefe del gobierno búlgaro, Boiko Borisov comenzó a abastecer con Captagón –fabricado por la SIC– a los yihadistas de Al Qaeda en Libia. La CIA hizo entonces esa droga sintética mucho más atractiva y eficaz mezclándola con una droga natural –el hachís–, que permite manipular con más facilidad a los combatientes y hacerlos más aterradores, conforme a lo previsto en los trabajos de Bernard Lewis. Posteriormente, Borisov extendió su tráfico a Siria.
Pero lo más importante llegó cuando, valiéndose del hecho que Bulgaria –ya incorporada a la OTAN– había sido anteriormente miembro del desaparecido Pacto de Varsovia, la CIA compró a Borisov armamento de fabricación soviética –por un monto de 500 millones de dólares– y lo transportó a Siria. Se trataba principalmente de 18 mil lanzagranadas antitanque portátiles y de 700 sistemas de misiles antitanque Konkurs.
Cuando el Hezbolá envió a Bulgaria un equipo encargado de recabar información sobre ese tráfico, un autobús lleno de vacacionistas israelíes fue blanco de un atentado en la localidad búlgara de Burgas, con saldo de 32 heridos. Benjamin Netanyahu y el propio Boiko Borisov atribuyeron el atentado a la resistencia libanesa mientras que la prensa atlantista se hacía eco de numerosas imputaciones sobre un supuesto kamikaze del Hezbolá. Finalmente, la doctora Galina Mileva, reconocida médico forense, observó que los restos mortales del kamikaze no correspondían con la descripción proporcionada por los testigos del atentado; un responsable del contraespionaje búlgaro, el coronel Lubomir Dimitrov, comprobó que la persona en cuestión no era un kamikaze sino un simple portador y que la bomba había sido detonada por control remoto, probablemente sin conocimiento de esa persona. Por otro lado, mientras la prensa acusaba a dos árabes que ostentaban las nacionalidades canadiense y australiana, la Sofia News Agency citaba a un cómplice estadunidense conocido bajo el seudónimo de David Jefferson. En todo caso, mientras la Unión Europea utilizaba el atentado para clasificar al Hezbolá como “organización terrorista”, Kristian Vigenin, ministro búlgaro de Exteriores durante el corto periodo en que Borisov se vio excluido del poder ejecutivo, subrayó que nada permitía vincular a la resistencia libanesa con el atentado perpetrado en Burgas.
A finales de 2014, la CIA puso fin a sus pedidos a Bulgaria. Arabia Saudita reemplazó entonces a la agencia estadunidense, y abandonó las compras de armas de tipo soviético para comenzar a adquirir armamento de la OTAN, como los misiles antitanques BGM-71 TOW, de fabricación estadunidense. Riad pronto contó en ese empeño con el respaldo de los Emiratos Árabes Unidos. Estos dos países del Golfo garantizaron directamente la entrega de ese armamento a Al Qaeda y al Emirato Islámico, transportándolo en aviones de las compañías aéreas Saudi Arabian Cargo y Etihad Cargo hasta Tabuk, en la frontera de Arabia Saudita con Jordania, y la base militar de Al-Dhafra, en suelo de los Emiratos Árabes Unidos, base utilizada por las Fuerzas Armadas de ese país, de Francia y de Estados Unidos.
En junio de 2014, la CIA volvió a intervenir, esta vez para hacer que Bulgaria cerrara su territorio al paso del gasoducto ruso South Strean, que habría podido garantizar el abastecimiento de gas a Europa occidental. Esta decisión, que priva a Bulgaria de cuantiosos ingresos, permite simultáneamente frenar el crecimiento de la Unión Europea –conforme al plan Wolfowitz–, aplicar las sanciones europeas contra Rusia, sanciones impuestas usando como pretexto la crisis ucraniana, y desarrollar además el gas de esquisto en Europa oriental, así como mantener el interés por el derrocamiento de la República Árabe Siria –país llamado a convertirse en un gran exportador de gas.
Por lo que se sabe hasta el momento, Bulgaria –país miembro de la OTAN y de la Unión Europea– sigue enviando ilegalmente drogas y armas a Al Qaeda y el Emirato Islámico, violando así la resolución 2253, recientemente adoptada por unanimidad en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Thierry Meyssan/Red Voltaire
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