La economía mundial funciona mal
Luego de casi una década, se vuelve a admitir que la economía mundial no está saneada. El derrumbe generalizado en las cotizaciones que afectó a los centros financieros de Europa ha sido una muestra mas de que la economía capitalista global no progresa adecuadamente. En esta ocasión, no se puede echar toda la culpa a China, ni a los emergente, ni tampoco a Grecia ni al sur europeo. La gran banca de la Unión Europea muestra nuevamente síntomas de flaqueza. Deutsche Bank registró una caída del 6% en su cotización; en Francia, Crédit Agricole lo hizo en 6,6% y Société Générale en 12,57%; en Italia, Ubi Banca se cayó en 12,11%; en España, los descensos fueron de BBVA (7,14), Santander (6,87) y CaixaBank (6,74). En clave global, en menos de un año, las bolsas mundiales han visto reducida su capitalización en un valor equivalente al PIB de la eurozona.
“Hay cierto punto de exageración en los mercados”. Así suena la nueva música para explicar lo que está pasando. El mismísimo ministro de finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, expone este argumento para dar alguna razón de lo que pasa también en su propia casa. No hay quien entienda a estos guardianes mundiales de la economía. Lo que ayer era una cosa, hoy es la contraria. Lo que antes era una respuesta de los mercados frente a aquello que no les gusta (véase China, Grecia, España); hoy en día, se torna una exagerada advertencia de los mercados por el futuro de la economía mundial.
Los vasos comunicantes entre las finanzas y la economía real son muy compactos. Desde el inicio de la época neoliberal, la financiarización impuso una relación ultra dependiente entre un ámbito y otro. Lo que pasa en las finanzas tiene gran repercusión en la economía real. Es imposible desligar lo uno de lo otro. La economía no crecerá sostenidamente si no se transforma el andamiaje financiero que la sustenta, y que la subordina. Los inversores buscan la máxima rentabilidad en el menor corto tiempo posible. Las tasas de productividad de la economía real, ni siquiera en el sector tecnológico, no son suficientemente altas para saciar a los nuevos flujos de capitales.
Así que el capital financiero va y viene sin asentarse en ningún lugar. El mundo actual globalizado le facilita maximizar su condición de nómada. Eso condiciona severamente las posibilidades de estabilidad en el crecimiento real de la economía. El capital se ha mal acostumbrado tanto que se le han quitado las ganas de invertir para producir. Prefiere vivir de especular sobre valores futuros y derivados. Y le sigue dando la espalda a la economía real.
Se impone por el momento la hipótesis de Larry Summers (ex secretario del Tesoro de los Estados Unidos, ex Economista Jefe del Banco Mundial): estamos instalados en un estancamiento secular (secular stagnation). ¿Qué significa esto? Algo muy simple: se ha llegado a un punto de la economía mundial capitalista, en el que el potencial de crecimiento es demasiado bajo, y solo se podría salir adelante mediante burbujas especulativas (puntocom, inmobiliaria, bancaria).
Luego del año 2007-08, después del pinchazo de la última gran burbuja, las diversas salidas han resultado fallidas, o insuficientes para hacer crecer a la economía mundial en forma sostenida. Ninguno de los intentos ha resultado fructífero como tractor económico. Ni la política expansiva monetaria en Estados Unidos (mucho menos la política dubitativa del Banco Central Europea) ha logrado crear condiciones para una tasa de crecimiento estable. Buena parte del dinero emitido ha sido más utilizado para recomprar vieja deuda, y no para inyectar inversiones reales en la economía. Sigue imponiéndose la lógica especulativa.
Por ejemplo, en estos últimos años, se observa nuevamente una cantidad considerable de deuda problemática por préstamos concedidos a empresas energéticas, muy golpeadas por la caída del precio del petróleo. El precio del crudo es el soporte del valor de muchos bonos y créditos corporativos. Y comienza a sentirse el azote de su caída en todas las esferas económicas.
Por otra parte, los tipos de cambio se han convertido en una mercancía más, transada en el mercado cambiario de Londres (véase el mercado Swift). La guerra de divisas es un negocio en sí mismo que impide buscar soluciones cambiarias para reactivar los intercambios comerciales a nivel mundial. Además, el endeudamiento global, sobre todo el privado, es excesivo, y no tiene base material que lo sustente.
Así es imposible pensar en un crecimiento económico estable.
En definitiva, las expectativas económicas son malas para este año. Todo índica que estamos en otro capítulo de la Gran Recesión. Los mercados ya no confían ni en ellos mismos. El capital no sabe como salir de su propio laberinto para estabilizar la economía global a su antojo. El nuevo orden geopolítico multipolar no se corresponde por el momento con la creciente concentración del capital mundial. Este pulso es indudablemente más determinante de lo que la economía tradicional arguye. Veremos.
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