Uno
de los elementos centrales de la agenda de las élites hollycapitalistas
es la muerte de la maternidad. Todo parece conducir a este punto desde
hace siglos. Me refiero a la maternidad tal como la entendemos hoy, como
maternidad humana, como relación, en buena medida natural, entre una
madre y un hijo, a menudo acompañada de una paternidad también humana.
Hay que recordar que la maternidad es más antigua y más natural que la
paternidad, que la paternidad es una institución más cultural que
natural, que las primeras culturas humanas desconocían por completo la
noción de paternidad.
Desde hace milenios la tendencia de la cultura humana ha sido la de erradicar esta asimetría constitutiva entre maternidad y paternidad, tratar de dotar a la paternidad de los mismos derechos que tenía la maternidad, a pesar de ser dos fenómenos completamente diferentes. Este movimiento no es posible sino es desvinculando a la cultura de la naturaleza, convirtiendo a los seres humanos en objetos. La transformación cultural de la paternidad en algo más determinante, o incluso simplemente equiparable a la maternidad, es una de las claves para entender esta mecánica de transformación, en particular la que se produce en el contexto de las culturas mercantiles y capitalistas, en la medida en que uno de los mecanismos que el patriarcado utiliza para alzarse sobre el matriarcado es la transformación de las mujeres y los hijos en objetos de posesión. Es una de las claves para entender la dimensión violenta que fundamenta el régimen mercantil y capitalista, en la medida en que esta apropiación de la maternidad no puede hacerse sino es mediante la violencia.
En esto consistió básicamente la transición del matriarcado al patriarcado. Primero, en obligar a la mujer, mediante la violencia, la reclusión, la posesión, a someterse al orden patriarcal, y en paralelo, en hacer de las mujeres objetos de posesión, es decir, mercancías. Esta objetivización de las mujeres y de los hijos por el patriarcado, junto a la objetivización paralela que supone la esclavitud, son los dos movimientos básicos sobre los que se instituyeron las sociedades mercanitiles y capitalistas, en las que todo tiende a convertirse en mercancía y a tener un valor de cambio. Si las personas hoy aparentan tener un valor no mercantil esto no es más que una ilusión, una máscara, y solo es posible en la medida en que previamente han sido transformados en mercancías y que, por así decirlo, en un segundo movimiento, retornan de manera ficticia a la categoría de personas. Esta lógica se da a todos los niveles, tanto al de los individuos como al de las sociedades. Lo mismo podríamos decir de ficciones tales como las del Estado de derecho, la legalidad o la democracia, que sólo son aparentes, en la medida en que al régimen de guerra y explotación permanente capitalista le interesa producir estos mitos en sus áreas centrales para legitimarse, como una más de sus estrategias de propaganda.
En suma, lo importante es entender que el régimen hollycapitalista sigue siendo hoy tan patriarcal como lo ha sido siempre, en la medida en que esta lógica de apropiación de la maternidad por las estructuras patriarcales le es constitutiva. De nuevo, si excepcionalmente, como ocurre en sus áreas centrales, el sistema puede tender a parecer igualitario en lo que respecta a los sexos, esto no es más que una excepción con respecto a su mecánica profunda. Es parte de la producción de mitos como el de la igualdad, la libertad, la individualidad, que en realidad están la servicio de una agenda de transformación social perversa que pretende hacer de los seres humanos ganado cibernético.
El régimen capitalista sigue siendo profundamente patriarcal porque se fundamenta en la permanente destrucción de las relaciones familiares y sociales, y particularmente de las maternales. Y es que, de estas relaciones familares y sociales, la más natural, la más importante, la que más trascendencia tiene para las comunidades humanas, es precisamente la relación entre padres e hijos, pero sobre todo entre madres e hijos. Es verdad que la relación de los padres y de los hijos es importante, pero es secundaria con respecto a la relación de las madres y los hijos. Si la cultura ha tendido a privilegiar la paternidad, es porque esta era solo el paso intermedio para toda una serie de transformaciones de las relaciones humanas, porque el papel preeminente de la paternidad era solo una coartada para someter a los individuos a estructuras religiosas, políticas o económicas de mayor alcance. De ahí que, insistimos, haya que considerar al hollycapitalismo que hoy padecemos como estructuralmente patriarcal, a pesar de que precisamente en los ámbitos que frecuentan sus élites aparente no serlo.
Pues bien, hoy nos encontramos todavía, desde hace milenios, en este proceso de destrucción de la maternidad humana. Particularmente en los últimos dos siglos el régimen capitalista ha ido reduciendo progresivamente el alcance y la importancia de las relaciones familiares. De la misma manera que hoy el imperio socava a grandes potencias rivales mediante todo tipo de métodos de desestabilización, guerra económica, infiltración de elementos insurgentes, revoluciones de colores, etc... el régimen capitalista tiene como uno de sus objetivos centrales la destrucción de la familia, y en particular de la maternidad. Así, ha ido pactando fórmulas intermedias en este proceso de socavamiento, que han podido resistir en la medida en que se aliaban con la tendencia general capitalista a transformarlo todo en mercancía explotable. Así, se ha ido pasando de la familia extendida a la familia nuclear, de esta a la pareja, cada vez menos estable, hasta llegar al individuo. Pero, como decimos, el fenómeno central que se resiste a esta dinámica de transformación es la maternidad. Que de hecho es la fuente de la reproducción social.
En este contexto hay que interpretar la guerra de cuarta y quinta generación que el hollycapital libra hoy contra todos. En particular, en lo que respecta a la transformación de la maternidad humana en producción tecnológica de seres transhumanos. En efecto, podemos decir que el elemento fundamental que distingue a lo humano de lo transhumano es precisamente su forma de generación. En el primer caso, la maternidad humana, y en el segundo, la producción de laboratorio. Como decíamos, todo lo que ocurre tanto a menor escala como a mayor escala, tanto en el ámbito de la ingeniería genética como en el de la geoingeniería, hay que entenderlo como movimientos paralelos, o como distintas escalas de un mismo movimiento. De hecho, son también frentes de vanguardia de esta guerra contra el ser humano, en la medida en que hacen posible cercarlo desde el ámbito de lo micro y el de lo macro. Así hay que entender toda la serie de guerras de cuarta y quinta generación que abarcan de la geoingeniería a la ingeniería genética, y que como decimos no hacen más que acompañar a la guerra de ingenieria social que se libra en la escala intermedia.
Pues bien, centrándonos en la dimensión sociológica y psicológica, este movimiento de transformación gravita en torno a una cuestión central, que es la de la disociación de la sexualidad y la fertilidad. Y que como decimos es milenaria. En esto las religiones han sido las protagonistas. A menudo encontramos el tema del niño sagrado que es arrancado de los brazos de su madre y criado en condiciones excepcionales por animales, ninfas, o que se dice que nace sin la intervención de mujer alguna, que aparece en una cueva, que es traído milagrosamente por las aguas. Evidentemente todas estas producciones mitológicas, que a su vez se corresponden con rituales reales, tienen como objetivo central la separación de las madres y de los hijos, y por lo tanto la transformación de la maternidad natural en otra forma de maternidad cultural. Todo esto se produce en paralelo a la disociación de la sexualidad y la fertilidad, en particular en el contexto de rituales orgiásticos y/o de prostitución sagrada en los que estos niños divinos son concebidos. De nuevo, el movimiento de transformación se produce en dos tiempos, primero como desvinculación de la sexualidad y la fertilidad, y después como recuperación e instrumentalización de esta fertilidad natural por parte del poder religioso y político.
El mito del origen de la Vía Láctea se inscribe en este contexto. En cualquiera de sus versiones, de lo que se trata es de la producción de un bíos sagrado. Como hemos dicho, primero desvinculando la sexualidad de la fertilidad, y después arrebatando al niño de su madre natural y entregándoselo a algún tipo de madre sustitutoria (Robert Graves, Los mitos griegos, Madrid, Alianza, 1985, I-55-56, II-123 y ss). La mecánica de fondo es la misma en estos rituales y en los que hoy se celebran en el hollycapitalismo, en sus rituales satánicos al más alto nivel, en las bases secretas de sus agencias de inteligencia. En este sentido, se puede decir que muchos de los políticos y espías de alto nivel o de los supersoldados producidos en el marco de la programación MkUltra son versiones contemporáneas de los héroes de la Antigüedad, nuevos Hércules destinados a nuevos trabajos heroicos hollycapitalistas. La misma lógica se aplica a los roles femeninos de estos programas de control mental, que son las versiones contemporáneas de las antiguas prostitutas sagradas, ninfas o nodrizas, en función de cuál sea su rol en relación con estos héroes.
En este contexto hay que inscribir muchas de la producciones hollywoodenses que hoy padecemos. Utilizamos este término en su sentido más amplio, como la modalidad específica de producción espectacular en el capitalismo tardío. Que de hecho ocupa un lugar central en el sistema, en la medida en que, en contra de lo que defienden los materialistas, la reproducción social ocupa un lugar preeminente con respecto a la producción mercantil. Esto puede sonar exagerado o extravagante, pero no lo es, si tenemos en cuenta que la importancia que la cultura occidental dominante ha dado a lo material sobre lo espiritual, lo emocional, o simplemente lo inmaterial, no es en última instancia más que una convención moral y religiosa.
Pues bien, todo lo que venimos diciendo nos permite comprender, no solo muchos de los fenómenos sociales tremendamente manipulados que hoy padecemos, sino también las producciones hollywoodenses que les sirven de base. En suma, creemos que la producción hollywoodense es la que impulsa de manera más decidida la reproducción social. Y como decimos, creemos que hay que poner por delante esta reproducción social con respecto a la producción material para enteder cómo la realidad se transforma. De manera que, a fin de cuentas, la producción hollywoodense, en principio eminentemente inmaterial, tiene un papel protagonista en la producción material. De ahí que hablemos de hollycapitalismo. Y de ahí que sea tan importante comprender cómo Hollywood, en el sentido más amplio del término, que hoy abarca a todos los medios de desinformación, da forma a la realidad social. Es lo que se ha llamado ingeniería social. Pero de hecho la mecánica es la misma que la de la geoingeniería y la de la ingeniería genética, que no son más que distintas escalas de una misma lógica de transformación de las relaciones naturales-tradicionales en relaciones capitalistas.
A partir de lo que hemos dicho podemos comprender un poco mejor lo que esta detrás del producto del programa MkUltra llamado Miley Cyrus. Lo que nos interesa subrayar es que estas artistas-esclavas, como los espías o los políticos-esclavos, son ya en sí mismos una forma de producción material, en la medida en que en ellos el grado de objetivización, de transformación en objetos, es mucho más acusado que en el resto de las sujetos. Como se sabe, las víctimas de estos programas son sometidas a abusos sexuales, torturas, trauma, rituales satánicos, sobre todo en sus primeros 5 o 6 años de vida. Esto les produce trastornos de disociación de la personalidad, lo que hace posible que puedan ser controlados a voluntad por handlers, utilizando determinados códigos que activan uno u otro de sus alters, sin que los otros compartimentos de su personalidad sean conscientes de ello. En otras palabras, el control mental hace de estas personas literalmente esclavos, objetos sin conciencia, sometidos a la voluntad de sus controladores. Según el whistleblower Sgt. Daniel Brad MacBolen, Barack Obama es uno de estos esclavos controlado por Zbigniew Brzezinski (https://www.youtube.com/watch?v=oIQ...).
Decíamos que el régimen mercantil se sostiene sobre la lógica de la transformación de las personas en objetos, en mercancías, y que la esclavitud y la prostitución sagradas están en la base de esta transformación. Pues bien, los programas de control mental hollycapitalistas vuelven a operar según esta lógica. Insistimos, el programa MkUltra hace de sus víctimas objetos, marionetas, robots, movidas por los hilos de sus controladores. Y estos robots ocupan cargos muy importantes y que tienen mucha influencia en la sociedad: políticos de alto nivel, estrellas del cine y de la música, agentes de inteligencia, patsies que cometen actos terroristas... El círculo se cierra. La esclavitud, la prostitución, la tortura, el trauma, que están en la base del sistema, en el sentido más estructural del término, son también los fenómenos que dan forma a las élites que imponen los comportamientos al resto de la sociedad. Como una nueva versión de los bíoi sagrados de las religiones tradicionales, con respecto a los bíoi profanos. Por supuesto las verdaderas élites que controlan a estas marionetas permanecen entre bambalinas, y pueden ponerlas o sacarlas de la escena a voluntad, que es precisamente lo más emocionante del espectáculo: sacrificios, hierogamias, nacimientos, dei ex machina...
Decíamos que uno de los frentes de la guerra de las élites religiosas y políticas contra los pueblos, desde hace milenios, ha sido la maternidad. Y para ello la estrategia fundamental ha sido, por un lado, separla de la sexualidad, y por otro, separar a las madres de sus hijos. En este proceso multisecular hay que inscribir las religiones paganas, particularmente aquellas que han alcanzado un alto grado de institucionalización, en el contexto de grandes regímenes de poder. Es el caso de las grandes civilizaciones asiático-mediterráneas anteriores al judaísmo y al cristianismo, como fueron Sumeria, Egipto, Grecia, Roma. En estas civilizaciones este proceso de disociación de la fertilidad y la sexualidad humanas se produjo en buena medida a través de la prostitución sagrada, que se fue progresivamente profanizando hasta convertirse en la prostitución profana que conocemos hoy. Es decir, la mercantilización de la sexualidad se basa en su separación previa de la fertilidad o de la maternidad, y tiene un origen eminentemente sagrado. Después, aunque tiende a profanizarse, nunca pierde del todo esta dimensión sagrada. En este sentido se puede hablar también de hollycapitalismo, en la medida en que esta sexualización infértil es una dimensión fundamental del mercado capitalista y que esta dimensión es esencialmente religiosa.
En efecto, aunque la prostitución en el capitalismo tienda a profanizarse, la prostitución sagrada que la origina nunca desaparece del todo. De hecho podemos considerar a estos programas MkUltra como formas contemporáneas de prostitución sagrada. Pues bien, como decíamos, el papel que desempeñan estas prácticas, que no podemos llamar más que rituales, es precisamente servir de referencia al resto de la sociedad. Las Marilyn Monroe, Madonna, Lady Gaga o Miley Cyrus de turno son una suerte de bíoi sagrados que definen los comportamientos de millones de bíoi profanos. Lo mismo podríamos decir de bíoi masculinos. Las producciones hollywoodenses, de nuevo en el sentido más amplio del término, son una suerte de rituales sagrados que dan forma a las prácticas profanas.
Es verdad que en el hollycapitalismo las relaciones entre lo sagrado y lo profano no están tan marcadas, no son tan opuestas, como en las religiones tradicionales. La lógica de estabilidad espacial y temporal-cíclica que se da en las religiones tradicionales, en el hollycapitalismo se fragmenta, se diluye. Es lo que Michel Foucault ha denominado "heterotopías" y "heterocronías", que atraviesan todo el espectro del sistema. Pero lo que sigue ocurriendo es que lo sagrado, aunque no se pueda distinguir con tanta claridad, aunque no se presente de una manera tan intensa, sigue operando como referencia para lo profano.
De hecho lo que opera como referencia no son los bíoi sagrados en sí, en tanto que individuos, sino sus relaciones con otros bíoi, en particular sus relaciones triádicas. Las relaciones siempre están implícitas, incluso cuando lo que se escenifica es el mito del individuo y de la libertad individual. Porque lo que está en la base de estos rituales religiosos son las relaciones de goce y de violencia entre los bíoi sagrados, que son la base para las relaciones de deseo y de amenaza entre ellos y los bíoi profanos, y que finalmente conforman las relaciones entre los bíoi profanos. A esto es, en pocas palabras, a lo que denominamos la máquina hierogámico-sacrificial, porque en última instancia se basa en hierogamias y en sacrificios. Lo que estamos intentando decir es que todas las escenas de violencia, de tortura, de sufrimiento, de miedo, de erotismo, de sexo, de pornografía, que hoy inundan las pantallas hollycapitalistas, en las películas, en los anuncios, en los videoclips, en los telediarios, en las redes sociales... son formas contemporáneas de rituales hierogámico-sacrificiales, que sirven para dar forma a los comportamientos de la sociedad. No siempre de forma directa, porque las relaciones entre lo sagrado y lo profano son complejas y ambivalentes. Pero en todo caso dando forma de una manera fundamental a las sociedades. De ahí que, una vez más, hablemos de hollycapitalismo, o de imperio de la ficción, porque el verdadero poder hoy está antes en esta mecánica de producción de realidad a partir de ficciones, que en la política tradicional, que no deja de ser parte del espectáculo.
Todo lo que hemos dicho nos permite entender lo que se esconde detrás de Miley Cyrus y similares robots hollycapitalistas. Analicemos uno de sus últimos videoclips, el titulado BB Talk (http://www.vevo.com/watch/miley-cyr...). Está interpretado por ella misma, una joven atractiva de 23 años, pero en el personaje de una bebé todavía lactante. Nos habla de complejas relaciones sentimentales, de tríos, de deseo, de sumisión, de violencia, de abuso sexual, de masturbación, de felaciones, de bulimia. A pesar de que se trata de una bebé que todavía está en la cuna, que juega con su patito en la bañera, que chupa el biberón... Todo ello con alusiones sexuales muy explícitas, sentándose con las piernas abiertas, colocándose el biberón gigante entre las piernas, chupándolo como si se tratara de un pene. No es una casualidad que la mayoría de estas esclavas MkUltra hayan sufrido abusos sexuales en la infancia, a menudo en familias ya vinculadas a estos programas, pertenecientes al ámbito de la inteligencia, del ejército, de la alta política, de Hollywood. No es una casualidad que estos programas no hagan más que sistematizar este tipo de abusos y traumas infantiles con métodos científicos y psicológicos más sofisticados.
En BB Talk, por lo tanto, lo que vemos es una fusión muy perversa de la infancia y la sexualidad, en particular de la femenina. La ambigüedad es total entre estas dos figuras, la bebé y la joven en edad sexual. Recordemos que las culturas tradicionales menos pervertidas que la nuestra establecían rituales de paso para diferenciar la infancia de la edad adulta. Los niños morían simbólicamente para renacer como adultos. En el video de la esclava Cyrus infancia y edad adulta se funden de una manera muy evidente, sugiriendo el incesto, la pederastia, el abuso de menores.
Rafael Palacios nos ha hablado en La historia secreta de Hollywood, con una gran cultura y lucidez, de cómo las producciones hollywoodenses incentivan determinadas tendencias sociales. Sin duda este tipo de videoclips fomentan las transgresiones sexuales, el incesto, la pederastia, el abuso de menores. Pero si los analizamos, como estamos intentando hacer aquí, como formas rituales hollycapitalistas, entonces hay que reconocer que los mecanismos de influencia son complejos. La relación entre lo sagrado y lo profano es siempre compleja, ambivalente, variable, en función de las circunstancias. Tradicionalmente lo sagrado era el ámbito en el que tenía lugar la transgresión, y esta transgresión era lo que sancionaba la prohibición que regía en el ámbito de lo profano. Pero la dialéctica hollycapitalista es mucho más ambigüa y compleja, en la medida en que las relaciones entre lo sagrado y lo profano no son tan marcadas, en la medida en que ambas categorías tienden a confundirse, o al menos a no distinguirse con tanta claridad. De manera que podemos decir que, si no con carácter general, al menos con caracter excepcional, este tipo de rituales transgresores, incestuosos, pederásticos, de violencia sexual, fomentan los correspondientes comportamientos en la sociedad. Es interesante observar cómo el sistema dice, de manera hipócrita, combatir ciertos fenómenos, que en realidad alimentan de manera perversa desde su aparato de producción hollywoodense. Es el caso de campañas de fomento de la violencia sexual, como la Ley de Violencia de Género española, que sirven de caldo de cultivo para extender las prácticas pervertidas en la sociedad, de las que se pueden nutrir estos programas de control mental, y que en general son una programación traumática para la sociedad en su conjunto.
La ambigüedad entre el papel de la bebé y el de la mujer, tal como se muestra en el videoclip de Miley Cyrus, persigue de manera evidente neutralizar la dimensión maternal femenina, al mismo tiempo que esta sirve como mecanismo de captura. Es decir, la estrategia psicológica del videoclip es apelar al instinto maternal y paternal, sobre todo al maternal. Pero se trata solo de una coartada, porque en seguida esta tendencia es neutralizada y sustituida por la del erotismo y la sexualidad. Este doble movimiento nos interesa en la medida en que remite a la disociación entre la sexualidad y la maternidad, de la que venimos hablando. En el video se sugiere el tema de la maternidad, pero en seguida este tema es negado, en la medida en que lo que se muestra no es un bebé real, ni una madre, y mucho menos aún a ambos juntos en una actitud maternal. En otras palabras, la esclava MkUltra disfrazada de bebé, pero en actitudes sexuales claramente obscenas, es lo opuesto de la Virgen cristiana. La joven impúdica abrazada a un biberón gigante es la imagen opuesta de la de la Virgen María arropando o dando de mamar al Niño Jesús. Parece evidente contra quién y contra qué se libra esta guerra psicológica hollycapitalista.
El biberón de hecho juega un papel central, en la medida en que es la sustitución, hoy podríamos decir mercantil-capitalista, de la lactancia materna. Pero la sustitución aquí es más perversa y sutil, porque lo que se sustituye es la relación amorosa de la madre y el/la hijo/a por la relación sexual de la joven con el biberón, que por el tamaño y los gestos podemos asociar a una figura masculina o a un pene o dildo. Una de las esclavas MkUltra y whistleblowers más conocidas, Cathy O’Brien, decía que en su infancia el pene de su padre sustituía a menudo al biberón (https://www.youtube.com/watch?v=FvE...). El video de Cyrus, a pesar de su aparente naïveté, llevá implícita toda esta perversa simbología, lo que lo convierte en un arma tremendamente peligrosa para las sociedades.
En suma, las producciones hollywodenses hoy son armas de destrucción masiva tremendamente sofisticadas. Destrucción y perversión de los valores humanos, del amor, de la ternura, de los sentimientos de paternidad, pero sobre todo de la maternidad. Hay que verlas como parte de esta guerra de cuarta y quinta generación que el hollycapital libra hoy contra los pueblos y contra los valores tradicionales que nos hacen seres humanos. Lo que está en el trasfondo de muchas producciones hollycapitalistas es la aniquilación de la maternidad tal como la entendemos hoy. Este proceso de destrucción del amor en las familias y entre padres e hijos se está implementando en muchos planos, en el de los movimientos sexuales no naturales, en el del fomento de la violencia de género, en el de la medicalización y la mercantilización de la sexualidad, de la concepción, de la gestación, del parto, de la lactancia, de la adopción, etc... Todo esto nos conduce directamente a una sociedad de individuos desnaturalizados, sin empatía, sin los elementos fundamentales que nos hacen ser humanos, sin amor, sin ternura, sin humanidad. Todo esto nos conduce a la distopía llamada Nuevo Orden Mundial, que Hollywood nos viene mosrtando desde hace décadas, en el que los seres humanos seremos un vestigio del pasado, transformados en ganado cibernético.
* Pedro Bustamante es investigador independiente, arquitecto y artista. Su obra El imperio de la ficción: Capitalismo y sacrificios hollywoodenses ha sido publicada recientemente en Ediciones Libertarias. http://deliriousheterotopias.blogsp...
Desde hace milenios la tendencia de la cultura humana ha sido la de erradicar esta asimetría constitutiva entre maternidad y paternidad, tratar de dotar a la paternidad de los mismos derechos que tenía la maternidad, a pesar de ser dos fenómenos completamente diferentes. Este movimiento no es posible sino es desvinculando a la cultura de la naturaleza, convirtiendo a los seres humanos en objetos. La transformación cultural de la paternidad en algo más determinante, o incluso simplemente equiparable a la maternidad, es una de las claves para entender esta mecánica de transformación, en particular la que se produce en el contexto de las culturas mercantiles y capitalistas, en la medida en que uno de los mecanismos que el patriarcado utiliza para alzarse sobre el matriarcado es la transformación de las mujeres y los hijos en objetos de posesión. Es una de las claves para entender la dimensión violenta que fundamenta el régimen mercantil y capitalista, en la medida en que esta apropiación de la maternidad no puede hacerse sino es mediante la violencia.
En esto consistió básicamente la transición del matriarcado al patriarcado. Primero, en obligar a la mujer, mediante la violencia, la reclusión, la posesión, a someterse al orden patriarcal, y en paralelo, en hacer de las mujeres objetos de posesión, es decir, mercancías. Esta objetivización de las mujeres y de los hijos por el patriarcado, junto a la objetivización paralela que supone la esclavitud, son los dos movimientos básicos sobre los que se instituyeron las sociedades mercanitiles y capitalistas, en las que todo tiende a convertirse en mercancía y a tener un valor de cambio. Si las personas hoy aparentan tener un valor no mercantil esto no es más que una ilusión, una máscara, y solo es posible en la medida en que previamente han sido transformados en mercancías y que, por así decirlo, en un segundo movimiento, retornan de manera ficticia a la categoría de personas. Esta lógica se da a todos los niveles, tanto al de los individuos como al de las sociedades. Lo mismo podríamos decir de ficciones tales como las del Estado de derecho, la legalidad o la democracia, que sólo son aparentes, en la medida en que al régimen de guerra y explotación permanente capitalista le interesa producir estos mitos en sus áreas centrales para legitimarse, como una más de sus estrategias de propaganda.
En suma, lo importante es entender que el régimen hollycapitalista sigue siendo hoy tan patriarcal como lo ha sido siempre, en la medida en que esta lógica de apropiación de la maternidad por las estructuras patriarcales le es constitutiva. De nuevo, si excepcionalmente, como ocurre en sus áreas centrales, el sistema puede tender a parecer igualitario en lo que respecta a los sexos, esto no es más que una excepción con respecto a su mecánica profunda. Es parte de la producción de mitos como el de la igualdad, la libertad, la individualidad, que en realidad están la servicio de una agenda de transformación social perversa que pretende hacer de los seres humanos ganado cibernético.
El régimen capitalista sigue siendo profundamente patriarcal porque se fundamenta en la permanente destrucción de las relaciones familiares y sociales, y particularmente de las maternales. Y es que, de estas relaciones familares y sociales, la más natural, la más importante, la que más trascendencia tiene para las comunidades humanas, es precisamente la relación entre padres e hijos, pero sobre todo entre madres e hijos. Es verdad que la relación de los padres y de los hijos es importante, pero es secundaria con respecto a la relación de las madres y los hijos. Si la cultura ha tendido a privilegiar la paternidad, es porque esta era solo el paso intermedio para toda una serie de transformaciones de las relaciones humanas, porque el papel preeminente de la paternidad era solo una coartada para someter a los individuos a estructuras religiosas, políticas o económicas de mayor alcance. De ahí que, insistimos, haya que considerar al hollycapitalismo que hoy padecemos como estructuralmente patriarcal, a pesar de que precisamente en los ámbitos que frecuentan sus élites aparente no serlo.
Pues bien, hoy nos encontramos todavía, desde hace milenios, en este proceso de destrucción de la maternidad humana. Particularmente en los últimos dos siglos el régimen capitalista ha ido reduciendo progresivamente el alcance y la importancia de las relaciones familiares. De la misma manera que hoy el imperio socava a grandes potencias rivales mediante todo tipo de métodos de desestabilización, guerra económica, infiltración de elementos insurgentes, revoluciones de colores, etc... el régimen capitalista tiene como uno de sus objetivos centrales la destrucción de la familia, y en particular de la maternidad. Así, ha ido pactando fórmulas intermedias en este proceso de socavamiento, que han podido resistir en la medida en que se aliaban con la tendencia general capitalista a transformarlo todo en mercancía explotable. Así, se ha ido pasando de la familia extendida a la familia nuclear, de esta a la pareja, cada vez menos estable, hasta llegar al individuo. Pero, como decimos, el fenómeno central que se resiste a esta dinámica de transformación es la maternidad. Que de hecho es la fuente de la reproducción social.
En este contexto hay que interpretar la guerra de cuarta y quinta generación que el hollycapital libra hoy contra todos. En particular, en lo que respecta a la transformación de la maternidad humana en producción tecnológica de seres transhumanos. En efecto, podemos decir que el elemento fundamental que distingue a lo humano de lo transhumano es precisamente su forma de generación. En el primer caso, la maternidad humana, y en el segundo, la producción de laboratorio. Como decíamos, todo lo que ocurre tanto a menor escala como a mayor escala, tanto en el ámbito de la ingeniería genética como en el de la geoingeniería, hay que entenderlo como movimientos paralelos, o como distintas escalas de un mismo movimiento. De hecho, son también frentes de vanguardia de esta guerra contra el ser humano, en la medida en que hacen posible cercarlo desde el ámbito de lo micro y el de lo macro. Así hay que entender toda la serie de guerras de cuarta y quinta generación que abarcan de la geoingeniería a la ingeniería genética, y que como decimos no hacen más que acompañar a la guerra de ingenieria social que se libra en la escala intermedia.
Pues bien, centrándonos en la dimensión sociológica y psicológica, este movimiento de transformación gravita en torno a una cuestión central, que es la de la disociación de la sexualidad y la fertilidad. Y que como decimos es milenaria. En esto las religiones han sido las protagonistas. A menudo encontramos el tema del niño sagrado que es arrancado de los brazos de su madre y criado en condiciones excepcionales por animales, ninfas, o que se dice que nace sin la intervención de mujer alguna, que aparece en una cueva, que es traído milagrosamente por las aguas. Evidentemente todas estas producciones mitológicas, que a su vez se corresponden con rituales reales, tienen como objetivo central la separación de las madres y de los hijos, y por lo tanto la transformación de la maternidad natural en otra forma de maternidad cultural. Todo esto se produce en paralelo a la disociación de la sexualidad y la fertilidad, en particular en el contexto de rituales orgiásticos y/o de prostitución sagrada en los que estos niños divinos son concebidos. De nuevo, el movimiento de transformación se produce en dos tiempos, primero como desvinculación de la sexualidad y la fertilidad, y después como recuperación e instrumentalización de esta fertilidad natural por parte del poder religioso y político.
El mito del origen de la Vía Láctea se inscribe en este contexto. En cualquiera de sus versiones, de lo que se trata es de la producción de un bíos sagrado. Como hemos dicho, primero desvinculando la sexualidad de la fertilidad, y después arrebatando al niño de su madre natural y entregándoselo a algún tipo de madre sustitutoria (Robert Graves, Los mitos griegos, Madrid, Alianza, 1985, I-55-56, II-123 y ss). La mecánica de fondo es la misma en estos rituales y en los que hoy se celebran en el hollycapitalismo, en sus rituales satánicos al más alto nivel, en las bases secretas de sus agencias de inteligencia. En este sentido, se puede decir que muchos de los políticos y espías de alto nivel o de los supersoldados producidos en el marco de la programación MkUltra son versiones contemporáneas de los héroes de la Antigüedad, nuevos Hércules destinados a nuevos trabajos heroicos hollycapitalistas. La misma lógica se aplica a los roles femeninos de estos programas de control mental, que son las versiones contemporáneas de las antiguas prostitutas sagradas, ninfas o nodrizas, en función de cuál sea su rol en relación con estos héroes.
En este contexto hay que inscribir muchas de la producciones hollywoodenses que hoy padecemos. Utilizamos este término en su sentido más amplio, como la modalidad específica de producción espectacular en el capitalismo tardío. Que de hecho ocupa un lugar central en el sistema, en la medida en que, en contra de lo que defienden los materialistas, la reproducción social ocupa un lugar preeminente con respecto a la producción mercantil. Esto puede sonar exagerado o extravagante, pero no lo es, si tenemos en cuenta que la importancia que la cultura occidental dominante ha dado a lo material sobre lo espiritual, lo emocional, o simplemente lo inmaterial, no es en última instancia más que una convención moral y religiosa.
Pues bien, todo lo que venimos diciendo nos permite comprender, no solo muchos de los fenómenos sociales tremendamente manipulados que hoy padecemos, sino también las producciones hollywoodenses que les sirven de base. En suma, creemos que la producción hollywoodense es la que impulsa de manera más decidida la reproducción social. Y como decimos, creemos que hay que poner por delante esta reproducción social con respecto a la producción material para enteder cómo la realidad se transforma. De manera que, a fin de cuentas, la producción hollywoodense, en principio eminentemente inmaterial, tiene un papel protagonista en la producción material. De ahí que hablemos de hollycapitalismo. Y de ahí que sea tan importante comprender cómo Hollywood, en el sentido más amplio del término, que hoy abarca a todos los medios de desinformación, da forma a la realidad social. Es lo que se ha llamado ingeniería social. Pero de hecho la mecánica es la misma que la de la geoingeniería y la de la ingeniería genética, que no son más que distintas escalas de una misma lógica de transformación de las relaciones naturales-tradicionales en relaciones capitalistas.
A partir de lo que hemos dicho podemos comprender un poco mejor lo que esta detrás del producto del programa MkUltra llamado Miley Cyrus. Lo que nos interesa subrayar es que estas artistas-esclavas, como los espías o los políticos-esclavos, son ya en sí mismos una forma de producción material, en la medida en que en ellos el grado de objetivización, de transformación en objetos, es mucho más acusado que en el resto de las sujetos. Como se sabe, las víctimas de estos programas son sometidas a abusos sexuales, torturas, trauma, rituales satánicos, sobre todo en sus primeros 5 o 6 años de vida. Esto les produce trastornos de disociación de la personalidad, lo que hace posible que puedan ser controlados a voluntad por handlers, utilizando determinados códigos que activan uno u otro de sus alters, sin que los otros compartimentos de su personalidad sean conscientes de ello. En otras palabras, el control mental hace de estas personas literalmente esclavos, objetos sin conciencia, sometidos a la voluntad de sus controladores. Según el whistleblower Sgt. Daniel Brad MacBolen, Barack Obama es uno de estos esclavos controlado por Zbigniew Brzezinski (https://www.youtube.com/watch?v=oIQ...).
Decíamos que el régimen mercantil se sostiene sobre la lógica de la transformación de las personas en objetos, en mercancías, y que la esclavitud y la prostitución sagradas están en la base de esta transformación. Pues bien, los programas de control mental hollycapitalistas vuelven a operar según esta lógica. Insistimos, el programa MkUltra hace de sus víctimas objetos, marionetas, robots, movidas por los hilos de sus controladores. Y estos robots ocupan cargos muy importantes y que tienen mucha influencia en la sociedad: políticos de alto nivel, estrellas del cine y de la música, agentes de inteligencia, patsies que cometen actos terroristas... El círculo se cierra. La esclavitud, la prostitución, la tortura, el trauma, que están en la base del sistema, en el sentido más estructural del término, son también los fenómenos que dan forma a las élites que imponen los comportamientos al resto de la sociedad. Como una nueva versión de los bíoi sagrados de las religiones tradicionales, con respecto a los bíoi profanos. Por supuesto las verdaderas élites que controlan a estas marionetas permanecen entre bambalinas, y pueden ponerlas o sacarlas de la escena a voluntad, que es precisamente lo más emocionante del espectáculo: sacrificios, hierogamias, nacimientos, dei ex machina...
Decíamos que uno de los frentes de la guerra de las élites religiosas y políticas contra los pueblos, desde hace milenios, ha sido la maternidad. Y para ello la estrategia fundamental ha sido, por un lado, separla de la sexualidad, y por otro, separar a las madres de sus hijos. En este proceso multisecular hay que inscribir las religiones paganas, particularmente aquellas que han alcanzado un alto grado de institucionalización, en el contexto de grandes regímenes de poder. Es el caso de las grandes civilizaciones asiático-mediterráneas anteriores al judaísmo y al cristianismo, como fueron Sumeria, Egipto, Grecia, Roma. En estas civilizaciones este proceso de disociación de la fertilidad y la sexualidad humanas se produjo en buena medida a través de la prostitución sagrada, que se fue progresivamente profanizando hasta convertirse en la prostitución profana que conocemos hoy. Es decir, la mercantilización de la sexualidad se basa en su separación previa de la fertilidad o de la maternidad, y tiene un origen eminentemente sagrado. Después, aunque tiende a profanizarse, nunca pierde del todo esta dimensión sagrada. En este sentido se puede hablar también de hollycapitalismo, en la medida en que esta sexualización infértil es una dimensión fundamental del mercado capitalista y que esta dimensión es esencialmente religiosa.
En efecto, aunque la prostitución en el capitalismo tienda a profanizarse, la prostitución sagrada que la origina nunca desaparece del todo. De hecho podemos considerar a estos programas MkUltra como formas contemporáneas de prostitución sagrada. Pues bien, como decíamos, el papel que desempeñan estas prácticas, que no podemos llamar más que rituales, es precisamente servir de referencia al resto de la sociedad. Las Marilyn Monroe, Madonna, Lady Gaga o Miley Cyrus de turno son una suerte de bíoi sagrados que definen los comportamientos de millones de bíoi profanos. Lo mismo podríamos decir de bíoi masculinos. Las producciones hollywoodenses, de nuevo en el sentido más amplio del término, son una suerte de rituales sagrados que dan forma a las prácticas profanas.
Es verdad que en el hollycapitalismo las relaciones entre lo sagrado y lo profano no están tan marcadas, no son tan opuestas, como en las religiones tradicionales. La lógica de estabilidad espacial y temporal-cíclica que se da en las religiones tradicionales, en el hollycapitalismo se fragmenta, se diluye. Es lo que Michel Foucault ha denominado "heterotopías" y "heterocronías", que atraviesan todo el espectro del sistema. Pero lo que sigue ocurriendo es que lo sagrado, aunque no se pueda distinguir con tanta claridad, aunque no se presente de una manera tan intensa, sigue operando como referencia para lo profano.
De hecho lo que opera como referencia no son los bíoi sagrados en sí, en tanto que individuos, sino sus relaciones con otros bíoi, en particular sus relaciones triádicas. Las relaciones siempre están implícitas, incluso cuando lo que se escenifica es el mito del individuo y de la libertad individual. Porque lo que está en la base de estos rituales religiosos son las relaciones de goce y de violencia entre los bíoi sagrados, que son la base para las relaciones de deseo y de amenaza entre ellos y los bíoi profanos, y que finalmente conforman las relaciones entre los bíoi profanos. A esto es, en pocas palabras, a lo que denominamos la máquina hierogámico-sacrificial, porque en última instancia se basa en hierogamias y en sacrificios. Lo que estamos intentando decir es que todas las escenas de violencia, de tortura, de sufrimiento, de miedo, de erotismo, de sexo, de pornografía, que hoy inundan las pantallas hollycapitalistas, en las películas, en los anuncios, en los videoclips, en los telediarios, en las redes sociales... son formas contemporáneas de rituales hierogámico-sacrificiales, que sirven para dar forma a los comportamientos de la sociedad. No siempre de forma directa, porque las relaciones entre lo sagrado y lo profano son complejas y ambivalentes. Pero en todo caso dando forma de una manera fundamental a las sociedades. De ahí que, una vez más, hablemos de hollycapitalismo, o de imperio de la ficción, porque el verdadero poder hoy está antes en esta mecánica de producción de realidad a partir de ficciones, que en la política tradicional, que no deja de ser parte del espectáculo.
Todo lo que hemos dicho nos permite entender lo que se esconde detrás de Miley Cyrus y similares robots hollycapitalistas. Analicemos uno de sus últimos videoclips, el titulado BB Talk (http://www.vevo.com/watch/miley-cyr...). Está interpretado por ella misma, una joven atractiva de 23 años, pero en el personaje de una bebé todavía lactante. Nos habla de complejas relaciones sentimentales, de tríos, de deseo, de sumisión, de violencia, de abuso sexual, de masturbación, de felaciones, de bulimia. A pesar de que se trata de una bebé que todavía está en la cuna, que juega con su patito en la bañera, que chupa el biberón... Todo ello con alusiones sexuales muy explícitas, sentándose con las piernas abiertas, colocándose el biberón gigante entre las piernas, chupándolo como si se tratara de un pene. No es una casualidad que la mayoría de estas esclavas MkUltra hayan sufrido abusos sexuales en la infancia, a menudo en familias ya vinculadas a estos programas, pertenecientes al ámbito de la inteligencia, del ejército, de la alta política, de Hollywood. No es una casualidad que estos programas no hagan más que sistematizar este tipo de abusos y traumas infantiles con métodos científicos y psicológicos más sofisticados.
En BB Talk, por lo tanto, lo que vemos es una fusión muy perversa de la infancia y la sexualidad, en particular de la femenina. La ambigüedad es total entre estas dos figuras, la bebé y la joven en edad sexual. Recordemos que las culturas tradicionales menos pervertidas que la nuestra establecían rituales de paso para diferenciar la infancia de la edad adulta. Los niños morían simbólicamente para renacer como adultos. En el video de la esclava Cyrus infancia y edad adulta se funden de una manera muy evidente, sugiriendo el incesto, la pederastia, el abuso de menores.
Rafael Palacios nos ha hablado en La historia secreta de Hollywood, con una gran cultura y lucidez, de cómo las producciones hollywoodenses incentivan determinadas tendencias sociales. Sin duda este tipo de videoclips fomentan las transgresiones sexuales, el incesto, la pederastia, el abuso de menores. Pero si los analizamos, como estamos intentando hacer aquí, como formas rituales hollycapitalistas, entonces hay que reconocer que los mecanismos de influencia son complejos. La relación entre lo sagrado y lo profano es siempre compleja, ambivalente, variable, en función de las circunstancias. Tradicionalmente lo sagrado era el ámbito en el que tenía lugar la transgresión, y esta transgresión era lo que sancionaba la prohibición que regía en el ámbito de lo profano. Pero la dialéctica hollycapitalista es mucho más ambigüa y compleja, en la medida en que las relaciones entre lo sagrado y lo profano no son tan marcadas, en la medida en que ambas categorías tienden a confundirse, o al menos a no distinguirse con tanta claridad. De manera que podemos decir que, si no con carácter general, al menos con caracter excepcional, este tipo de rituales transgresores, incestuosos, pederásticos, de violencia sexual, fomentan los correspondientes comportamientos en la sociedad. Es interesante observar cómo el sistema dice, de manera hipócrita, combatir ciertos fenómenos, que en realidad alimentan de manera perversa desde su aparato de producción hollywoodense. Es el caso de campañas de fomento de la violencia sexual, como la Ley de Violencia de Género española, que sirven de caldo de cultivo para extender las prácticas pervertidas en la sociedad, de las que se pueden nutrir estos programas de control mental, y que en general son una programación traumática para la sociedad en su conjunto.
La ambigüedad entre el papel de la bebé y el de la mujer, tal como se muestra en el videoclip de Miley Cyrus, persigue de manera evidente neutralizar la dimensión maternal femenina, al mismo tiempo que esta sirve como mecanismo de captura. Es decir, la estrategia psicológica del videoclip es apelar al instinto maternal y paternal, sobre todo al maternal. Pero se trata solo de una coartada, porque en seguida esta tendencia es neutralizada y sustituida por la del erotismo y la sexualidad. Este doble movimiento nos interesa en la medida en que remite a la disociación entre la sexualidad y la maternidad, de la que venimos hablando. En el video se sugiere el tema de la maternidad, pero en seguida este tema es negado, en la medida en que lo que se muestra no es un bebé real, ni una madre, y mucho menos aún a ambos juntos en una actitud maternal. En otras palabras, la esclava MkUltra disfrazada de bebé, pero en actitudes sexuales claramente obscenas, es lo opuesto de la Virgen cristiana. La joven impúdica abrazada a un biberón gigante es la imagen opuesta de la de la Virgen María arropando o dando de mamar al Niño Jesús. Parece evidente contra quién y contra qué se libra esta guerra psicológica hollycapitalista.
El biberón de hecho juega un papel central, en la medida en que es la sustitución, hoy podríamos decir mercantil-capitalista, de la lactancia materna. Pero la sustitución aquí es más perversa y sutil, porque lo que se sustituye es la relación amorosa de la madre y el/la hijo/a por la relación sexual de la joven con el biberón, que por el tamaño y los gestos podemos asociar a una figura masculina o a un pene o dildo. Una de las esclavas MkUltra y whistleblowers más conocidas, Cathy O’Brien, decía que en su infancia el pene de su padre sustituía a menudo al biberón (https://www.youtube.com/watch?v=FvE...). El video de Cyrus, a pesar de su aparente naïveté, llevá implícita toda esta perversa simbología, lo que lo convierte en un arma tremendamente peligrosa para las sociedades.
En suma, las producciones hollywodenses hoy son armas de destrucción masiva tremendamente sofisticadas. Destrucción y perversión de los valores humanos, del amor, de la ternura, de los sentimientos de paternidad, pero sobre todo de la maternidad. Hay que verlas como parte de esta guerra de cuarta y quinta generación que el hollycapital libra hoy contra los pueblos y contra los valores tradicionales que nos hacen seres humanos. Lo que está en el trasfondo de muchas producciones hollycapitalistas es la aniquilación de la maternidad tal como la entendemos hoy. Este proceso de destrucción del amor en las familias y entre padres e hijos se está implementando en muchos planos, en el de los movimientos sexuales no naturales, en el del fomento de la violencia de género, en el de la medicalización y la mercantilización de la sexualidad, de la concepción, de la gestación, del parto, de la lactancia, de la adopción, etc... Todo esto nos conduce directamente a una sociedad de individuos desnaturalizados, sin empatía, sin los elementos fundamentales que nos hacen ser humanos, sin amor, sin ternura, sin humanidad. Todo esto nos conduce a la distopía llamada Nuevo Orden Mundial, que Hollywood nos viene mosrtando desde hace décadas, en el que los seres humanos seremos un vestigio del pasado, transformados en ganado cibernético.
* Pedro Bustamante es investigador independiente, arquitecto y artista. Su obra El imperio de la ficción: Capitalismo y sacrificios hollywoodenses ha sido publicada recientemente en Ediciones Libertarias. http://deliriousheterotopias.blogsp...
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