Visita del Papa, diplomacia espíritual @sladogna
“Francisco usa la diplomacia de la plegaria” por Eduardo Febbro
Los
poderes espirituales son planetarios, pero cuando ese poder se encarna
en un Estado, el Vaticano, y ese Estado hace de ese poder un arma
diplomática, entonces la espiritualidad se vuelve un actor central de
los destinos del mundo. Esa es la demostración rigurosa y magistral que
la ensayista y vaticanista francesa Constance Colonna-Cesari plasma en
un libro que acaba de salir en Francia, Dans les secrets de la diplomatie vaticane (En los secretos de la diplomacia vaticana
–La
diplomacia vaticana es siempre el objeto de fantasmas delirantes, de
especulaciones sin sentido y un terreno fértil para las teorías del
complot. Sin embargo, no es así. ¿Cómo la definiría usted?
–La
diplomacia del Vaticano no tiene nada de un poder mágico. Se trata de
un poder temporal muy particular porque forma parte de las armas de un
Estado cuya naturaleza es en sí misma particular. La diplomacia del
Vaticano integra la especificidad espiritual de la Iglesia Católica. Sus
objetivos son tres: la paz, la justicia y el desarrollo, lo cual
corresponde a la doctrina de la Iglesia Católica, a su palabra en el
mundo, a sus deseo de introducir un poder más justo, un mundo mejor. La
diplomacia del Vaticano no tiene que defender intereses materiales o
económicos, lo que la hace absolutamente única. Sin embargo, la
protección de sus 1200 millones de fieles en el mundo es el corazón de
su acción. Esta diplomacia debe adaptarse al mundo y a sus amenazas y
evoluciona de un papa al otro.
–De
Juan Pablo II al papa Francisco ha habido un cambio rotundo. Benedicto
XVI fue casi invisible en el terreno diplomático, en cambio, Juan Pablo
II y Francisco no. ¿Qué cambia entre ambos?
–Benedicto
XVI no dejó ninguna huella diplomática, no era su prioridad, carecía de
visión y de lectura del mundo. Benedicto XVI cometió errores
diplomáticos importantes, tanto ante el mundo árabe musulmán, ante
Israel como en América latina, cuando, en Aparecida, dijo que los
indígenas de América, aunque no lo sabían, estaban esperando a Cristo
para purificarse. Evidentemente, las metas de los papas no son las
mismas. Toda la política exterior de Juan Pablo II estaba animada por su
obsesión de la lucha contra el comunismo. Ya sabemos que esa política
condujo muy lejos al papa polaco, incluso a pactar con personajes
turbios y a utilizar el banco del Vaticano para lavar dinero destinado a
su lucha contra el bloque comunista y la Teología de la Liberación, la
cual era percibida como una emanación del marxismo que gangrenaba la
misma Iglesia. Esa fue toda la geopolítica de Juan Pablo II. Francisco,
en cambio, se muestra omnipresente en el terreno temporal, ocupa el
escenario con una visión de las relaciones internacionales mucho menos
guerrera, mucho menos inscripta en la visión europea, dominadora.
Francisco logró imponer su papado como un nuevo contrapoder gracias a la
gestión política de la Iglesia, a la reforma de la Curia y del banco
del Vaticano. Francisco entendió instintivamente que hacía falta un
mundo más justo. Por eso, a su manera, encarna al mundo entero. Actúa
con las manos desnudas y ahí reside su fuerza. Hay que reconocer también
que la diplomacia del Vaticano puede parecer mucho más valiente que
todas las demás. Hay hombres de la Iglesia en todos los conflictos.
Francia, por ejemplo, cerró sus representaciones diplomáticas en Siria,
pero el Vaticano sigue presente en Damasco o Alepo con gente que se
juega la vida cada día. Es entonces una diplomacia que no abandona las
situaciones por más difíciles que sean.
–Hoy
resulta más que evidente que Francisco hace todo lo posible para
ignorar a Europa. De alguna manera, manifiesta cierto menosprecio por el
Viejo Continente.
–Sí,
Europa le interesa muy poco. Evita viajar por Europa o por la Unión
Europea. Su visión de Europa es acusadora. Francisco quiere poner a
Europa ante sus responsabilidades y, para él, la primera responsabilidad
es la crisis de los migrantes. Hoy, su discurso de Lampedusa, en julio
de 2013, es casi como una profecía porque se adelantó en dos años a la
explosión del drama de los migrantes. Francisco trató a Europa de
“abuela estéril”. Es un continente que le interesa mucho menos que las
demás periferias del mundo porque él, el papa latinoamericano,
contribuye a poner esas periferias en el centro. Es una diplomacia que
da vuelta completamente la de los papas europeos. Es el cambio más
importante de este pontificado. Francisco puso en el centro a las
iglesias de la periferias, a los episcopados del sur, esos mismos que
los episcopados europeos miraban con desprecio. Es un cambio que incide
en la visión del mundo y la diplomacia del Vaticano se une a ello. La
encíclica Laudato Si cita constantemente a los episcopados del sur con
sus aportes sobre los temas sociales y ecológicos. Este papa quiere
forzar al mundo a escuchar a esas iglesias del sur, quiere integrar las
voces de la periferia. El mundo cambia de centro y la diplomacia
vaticana cambia de corazón: ha dejado de ser europea para encarnarse en
los otros continentes, América latina, Africa, Oceanía. Cuando el Papa
fue a la República Centroafricana, abrió la puerta santa de la catedral
de Bangui ¡y proclamó a Bangui como capital espiritual del mundo! Es un
gesto fuera de lo común que muestra muy bien que el centro ya ha dejado
de ser Roma para desplazarse a todas esas periferias olvidadas por los
papas precedentes.
–En
términos de acción concreta, esa diplomacia de Francisco conoció un
éxito enorme con la mediación que condujo al restablecimiento de las
relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos. Su libro revela
informaciones sorprendentes sobre el papel del Papa y sus emisarios en
la caída del Muro del Caribe.
–El
primer paso real en esta dirección se dio durante la entrevista que
Barack Obama y el papa Francisco mantuvieron en el Vaticano el 27 de
marzo de 2014. Ya había habido antes una serie de diálogos entre La
Habana y Washington en Canadá, pero sin éxito. Fuentes muy cercanas a la
negociación, por ejemplo el arzobispo de La Habana, el cardenal Jaime
Ortega, que es un actor central del acuerdo, revelaron lo que el Papa le
dijo a Obama a solas. Francisco se dirigió al presidente norteamericano
diciéndole que no era el papa quien le hablaba, sino el
latinoamericano, y que, como latinoamericano, era preciso terminar con
el embargo y la ruptura de las relaciones con Cuba, que todo eso
debilitaba la política norteamericana, que se aislaban a si mismos en
vez de aislar a Cuba, que esa política no daba frutos. Obama se mostró
de acuerdo y se empezó a elaborar parte de un plan que se puso en marcha
en ese entonces y donde la Iglesia era la tercera parte que daba
confianza a los cubanos. En abril de 2014, Francisco convocó a Roma al
cardenal Jaime Ortega y le entregó dos cartas, una para Raúl Castro, la
otra para el presidente norteamericano. Ortega fue la mano derecha del
Papa en este acercamiento. El cardenal le entregó a Raúl Castro la carta
del Papa. Cuando la leyó, Castro le dijo al cardenal: “Dile a Obama que
estoy de acuerdo”. La carta contenía los puntos del plan acordado en
marzo entre el Papa y Obama. Entre esos puntos estaba la liberación de
los cinco agentes cubanos condenados en Estados Unidos y la liberación
de Alan Gross, el miembro de la Usaid detenido en Cuba. Después del
acuerdo oral transmitido por Raúl Castro quedaba entonces por entregar
la carta a Barack Obama –en persona, por supuesto–. Para ello, Jaime
Ortega contó con la ayuda de dos cardenales norteamericanos, el
arzobispo de Boston, el cardenal O’Malley, y el arzobispo emérito de
Washington, el cardenal McCarrick. Gracias a un plan totalmente secreto,
el arzobispo de La Habana pudo entregarle la carta a Obama. Los dos
arzobispos norteamericanos organizaron una supuesta conferencia que tuvo
lugar en la Universidad de Georgetown, un lugar muy cercano al poder
político norteamericano. Georgetown es además una universidad jesuita. Y
Fidel y Raúl Castro fueron formados por los jesuitas. Como lo señaló el
ex embajador argentino ante el Vaticano, Eduardo Valdés, esa fibra
jesuita desempeñó un papel en toda esta mediación. En suma, el 18 de
agosto de 2014, el arzobispo de La Habana fue a la Universidad de
Georgetown para dar una conferencia que no figura en ningún lado. Allí
interviene una puesta en escena digna de Hollywood: Ortega fue llevado
en una limusina con vidrios ahumados y en el más absoluto secreto a la
Casa Blanca para encontrarse con Barack Obama y entregarle la carta del
Papa en presencia de todo el staff que participó en las nueve reuniones
de la negociación. Gracias al papa Francisco, gracias a su acción y a su
respaldo, gracias a la confianza que los dos actores depositaron en él,
el 17 de diciembre de 2014 Barack Obama y Raúl Castro anunciaron al
mundo que no había más obstáculos para la reanudación de las relaciones
diplomáticas, y ello a pesar de que el embargo aún no puede ser
levantado. Ambos tuvieron confianza en un papa latinoamericano que no
podía traicionar su palabra.
–Todo
no es rosa sin embargo en esta diplomacia de Dios. Hay límites severos y
contradicciones, empezando por el conflicto o los conflictos en Medio
Oriente. ¿Qué pudo y qué no pudo hacer el papa Francisco en Medio
Oriente?
–Lo
que hizo, y es una evidencia, fue el reconocimiento del Estado
palestino mediante un acuerdo que emergió en junio pasado. Se trata de
un gran respaldo al Estado palestino y a su posición con vistas a la paz
israelo Palestina, paz en la cual el Vaticano es una de las partes con
una posición siempre pro palestina y no pro israelí. Su posición
consistió siempre en respaldar una solución política a través del
diálogo entre los dos Estados, pero pidiéndole a Israel que haga un
esfuerzo de comprensión. En esta diplomacia también se plantea el
cálculo de la religión, o sea, el de la cantidad de cristianos que viven
en Tierra Santa. La diplomacia vaticana tiene esto en su ADN. El
Vaticano juzga muy severamente a Israel por su política, la cual
contribuye a impedir el funcionamiento de las instituciones cristianas,
una suerte de apartheid, según afirman algunas fuertes, que tiene como
consecuencia la aceleración del éxodo de esas comunidades. Para la Santa
Sede, sería un drama que no hayan más cristianos en los lugares santos
de las tierras de Jesús.
–Aquí, sin embargo, Francisco también marcó profundas diferencias.
–Sí,
la acción de Francisco es nueva, inédita. Está por ejemplo ese sueño
romántico que es la diplomacia de la plegaria, esa suerte de utopía con
la que quiere dar el ejemplo y demostrar que se puede pacificar a las
religiones. Francisco quiere probar que el poder religioso, al contrario
de lo que pretenden los islamistas fanáticos del Estado Islámico, es un
ejercicio muy potente desconectado de la noción de poder político. En
esto radica todo el sentido de su diplomacia de la plegaria, del rezo.
En ella se basa la invitación a rezar en los jardines del Vaticano
cursada al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, y al
israelí Shimon Peres. Ambos participaron en junio de 2014, en el
Vaticano, en la plegaria de la paz. Muchos la habrán considerado inútil
porque una semana después comenzaban las espantosas intervenciones
militares en Gaza. Sin embargo, tuvo lugar y esa plegaria con el papa,
Abbas y Peres nunca se había producido antes. Ese gesto crea un ejemplo
espiritual.
–En un terreno más concreto, ¿qué lectura hace Francisco de la problemática de Medio Oriente?
–El
Papa se apoya sobre una lectura de todos los conflictos de Medio
Oriente, sea el israelí-palestino, u hoy en Siria, para decretar que,
por ejemplo en Siria, no se debe intervenir, precipitar una guerra, ni
dejar al país en manos de la comunidad internacional. Francisco reafirmó
esta posición por medio de iniciativas originales. En septiembre 2013
organizó una jornada de plegarias para la paz en Siria y con ello
contribuyó a evitar la intervención militar que Estados Unidos y Francia
estaban a punto de lanzar. La amplitud de esa plegaria, el peso de
Francisco en el escenario internacional, la oposición de las opiniones
públicas, llevaron a Estados Unidos y a los países europeos a
retroceder.
–Sin embargo, el Vaticano habló de “guerra justa” cuando se trató del conflicto iraquí.
–Sí,
pero aquí se trató del Estado Islámico, que es una amenaza aterradora y
tanto más nueva cuanto que no se trata de un Estado. El Vaticano puede
modificar su línea de fondo porque el Estado Islámico no es un Estado
reconocido por la comunidad internacional. El Vaticano dio un giro en el
momento en que el éxodo de los cristianos se intensificaba. Después de
la caída de Mosul, en una sola noche, durante el verano de 2014, hubo un
éxodo de 130.000 cristianos, según reveló el patriarca caldeo de
Babilonia. Pero, en efecto, fue un cambio rotundo de la línea pacífica y
de no intervención que guiaba la diplomacia vaticana en Medio Oriente.
La lectura vaticana va más allá de la línea táctica sobre la presencia
de los cristianos en Medio Oriente. Para la Santa Sede, esas comunidades
cristianas son un puente con las comunidades musulmanas. Si los
cristianos, los caldeos, huyen de Irak la guerra será aún peor y las
comunidades se volverán aún más rehenes de sus agresores. Hay que
agregar además que Francisco está animado por un auténtico ecumenismo,
por una visión real del dialogo interreligioso en Medio Oriente. En el
Vaticano se habla de “tridiálogo” entre el islam, el judaísmo y el
cristianismo. Francisco tiene una visión ecuménica e inter religiosa
sincera.
–Un punto menos elogioso de la diplomacia del Vaticano es Rusia. En este terreno, Francisco pareció sacrificar sus principios.
–Es
paradójico porque se tiene la impresión de que Rusia o Ucrania son el
terreno donde la personalidad de Francisco se pone detrás de las líneas
de la diplomacia vaticana. El sueño de reconquistar esa tercera Roma que
es Moscú no cesó nunca. Pero a diferencia de toda la diplomacia
ofensiva de Francisco en el resto del mundo, con Rusia se aplica la
realpolitik. Se ha sacrificado a la iglesia greco católica de Ucrania,
que es la más cercana al Papa porque es una Iglesia muy particular que
se encuentra a mitad de camino ente los ortodoxos y el catolicismo y,
desde el siglo XVI, obedece a Roma. Esa Iglesia grecocatólica es
proeuropea, defendió la reivindicación de Ucrania de adhesión a la UE y
apoyó la revolución del Maïdan. El papa Francisco pareció sacrificar los
intereses de esa Iglesia en el altar de la realpolitik frente a Rusia.
El Papa le pidió a su clérigo que no se metiera en política o en la
guerra cuando en realidad ya había sido arrastrado a ella. Francisco
quiere ir a Moscú y, también, reparar los errores diplomáticos y
religiosos del pontificado de Juan Pablo II, cuya política, o sea, su
nueva evangelización de Rusia después del hundimiento de la Unión
Soviética, despertó la hostilidad de los ortodoxos. Francisco no condenó
por ejemplo la anexión de Crimea ni se pronunció con fuerza sobre la
agresión rusa en el Este de Ucrania. Francisco deploró la guerra entre
cristianos en el seno de Europa, pero nada más. La guerra en Ucrania
complica las relaciones internas del mundo ortodoxo y pone al papa
Francisco en una posición muy desagradable.
–Estamos
tal vez en el umbral de un hecho fuera de lo común: un encuentro cumbre
e inédito entre el papa Francisco y el patriarca ortodoxo de Moscú,
Cyril, durante el viaje de Francisco a México. Se da casi por hecho, sin
que se sepa si tendrá lugar en México o en Cuba, a donde estará Cyril.
–Puedo
equivocarme, pero estoy convencida de que este acontecimiento tendrá
lugar. No es un azar si sus respectivas agendas se organizaron para que
ambos estén presentes en la región al mismo tiempo. Fue un vaticanista
muy serio, Sandro Magister, quien adelantó la información. Los ortodoxos
rusos desmintieron la información, pero no el Vaticano. Y la Comunidad
de San’t Egidio, que es un brazo no oficial de la diplomacia vaticana,
sigue estando muy activa en Rusia. La idea de un encuentro en terreno
neutro, ni en Roma ni en Moscú, es muy oportuna. Ningún papa se encontró
jamás con un patriarca. Si la cumbre se lleva a cabo, esto prefiguraría
la posibilidad, para Francisco, de ir próximamente a Moscú. Es un hecho
considerable. Los tres ganarían: la Iglesia ortodoxa, el Vaticano, que
podría contar con un éxito grandioso para su diplomacia, y sería también
muy beneficioso para Vladimir Putin, quien dejaría de aparecer como un
agresor para ser un socio normalizado. El Vaticano necesita de él en
Siria y en China. Las alianzas de Moscú son muy útiles para la Santa
Sede.
–Si
se pudieran sintetizar los secretos de la diplomacia vaticana de
Francisco, ¿diría que sintetizó el mundo de hoy o se adelantó a él?
–Francisco
tiene una fibra política innata, dice exactamente lo que el mundo
quiere y necesita oír, por ejemplo contra las injusticias apabullantes
del capitalismo. Francisco se impuso desde su primera frase, cuando
pronunció la palabra “pueblo” en la Plaza San Pedro y se izó como un
papa que representa al pueblo y que habla por el pueblo. Es la voz del
pueblo en el mundo. Su aura sobrepasa los 1200 millones de fieles de que
cuenta su Iglesia. Francisco logró presentarse como un líder mundial
que va más allá de todo lo que, antes de él, representaba un papa.
Francisco tuvo la inteligencia política de imponerse allí donde ninguna
otra palabra política en el mundo se había impuesto.
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