Vladimir Putin y la revolución conservadora
29/2/2016 2:00:13 a.m.
por Alexander Dugin – El siguiente es un extracto del libro Putin vs Putin: Vladimir Putin Viewed from the Right [Putin vs Putin: Vladimir Putin visto desde la derecha], que fue publicado por Arktos Media.
Durante
su primer mandato, el presidente Putin trató de insinuar desesperada y
persistentemente el orden del día que iba a proponer a la nación. Muchos
querían que hablara con más claridad y que fuera más concreto, pero el
estilo de Putin tiende a ser más general: nos da una idea y deja mucho
espacio para la interpretación. Pero poco a poco todo pareció juntarse.
El enigmático Putin, en silencio, con el ceño fruncido y sonriendo al
mismo tiempo, finalmente nos hizo saber que su programa presidencial se
define por una simple palabra: el conservadurismo.
Así,
durante sus dos mandatos Putin gobernó en la línea de un “programa
conservador” y claramente tiene la intención de continuar esta política
en su tercer mandato. Pero, ¿qué significa ‘conservadurismo’ en la Rusia
moderna?
La esencia del conservadurismo
El
conservadurismo en su sentido más general significa una actitud
positiva hacia la tradición histórica. Defiende la historia política y
social de un estado como un modelo a seguir, tratando de mantener la
continuidad de las raíces nacionales y culturales del pueblo. El pasado
es visto por todas las denominaciones de conservadurismo como un
fenómeno positivo. No todo en el pasado se percibe como positivo, pero
un conservador coherente nunca empañará deliberadamente ningún período
de la historia de su pueblo y de su estado.
Por
otra parte, el conservadurismo se basa en la premisa de que el pueblo y
el estado tienen una cierta misión histórica, que puede variar del
mesianismo religioso universalista a la humilde conciencia de la
importancia de su identidad nacional. A los ojos de un conservador, el
presente, el pasado y el futuro están atados juntos en un solo proyecto
integral que se esfuerza por lograr un objetivo nacional claro. En la
toma de cualquier decisión política o económica, un conservador siempre
recurre al pasado y reflexiona sobre el futuro. Un conservador piensa en
términos de hitos y épocas, desatendiendo el beneficio rápido. Su
horizonte temporal, geográfico y axiológico es siempre amplio.
Un
conservador es un dedicado portador de la cultura nacional y busca
cumplir con sus normas. Un conservador siempre se sobre exige a sí
mismo: de la oración obligatoria a las duchas frías por la mañana. Un
conservador sitúa coherentemente el deber, el honor, el beneficio
público, la lealtad a la tradición y su buena reputación por encima del
confort, el beneficio, el lucro o la popularidad.
• Un conservador es reservado y prefiere hablar con prudencia y cuidadosamente.
• Un conservador es civilizado y siempre tiene un par adicional de lentes, incluso si tiene una vista perfecta.
• Un conservador está preocupado por la realidad objetiva y selecciona cuidadosamente los libros de lectura.
• Un conservador nunca se considera a sí mismo como tal.
• Un conservador sonríe levantando las comisuras de la boca, y nunca se expresa con las manos.
• Un conservador es civilizado y siempre tiene un par adicional de lentes, incluso si tiene una vista perfecta.
• Un conservador está preocupado por la realidad objetiva y selecciona cuidadosamente los libros de lectura.
• Un conservador nunca se considera a sí mismo como tal.
• Un conservador sonríe levantando las comisuras de la boca, y nunca se expresa con las manos.
Cualquier persona que no cumpla con estos requisitos no es un conservador como es debido, es sólo…
El conservadurismo fundamental
El
conservadurismo tiene una filosofía subyacente. Ser un conservador
significa decir “no” a lo que tenemos ahora y expresar el desacuerdo de
uno con el estado actual de las cosas.
Hay un conservadurismo fundamental, que es llamado tradicionalismo.
El
tradicionalismo es una forma de conservadurismo que sostiene que todo
es malo en su totalidad en el mundo de hoy, no sólo en ciertos aspectos.
‘La idea de progreso, el desarrollo técnico, el dualismo cartesiano
sujeto-objeto, el argumento del relojero de Newton, la ciencia
positivista contemporánea y la educación basada en ella, la pedagogía, y
lo que llamamos modernismo y posmodernismo, todo ello es malo’. A un
tradicionalista le gusta tan sólo lo que existía antes de la modernidad.
En el siglo XX, cuando parecía no haber ninguna plataforma social para
tal conservadurismo, una constelación de pensadores y filósofos apareció
de la nada y empezó a defender, radical y coherentemente, la posición
tradicionalista: René Guénon, Julius Evola, Titus Burckhardt, Leopold
Ziegler, y todos los conocidos como tradicionalistas. Propusieron un
programa de conservadurismo fundamental, describiendo la sociedad
tradicional como un ideal eterno, y el mundo contemporáneo (el
modernismo) y sus principios básicos, como un producto de la decadencia,
la degradación, la mezcla de castas, la desintegración de la jerarquía,
representando un desplazamiento del enfoque de lo espiritual a lo
material, del cielo a la tierra y de lo eterno a lo transitorio. En la
actualidad hay conservadores fundamentales tanto en ambientes ortodoxos
como católicos. Rechazan por completo el modernismo y creen que las
leyes religiosas son absolutamente relevantes, y que el mundo
contemporáneo y sus valores son una encarnación del Anticristo, que
desde un principio no puede ofrecer nada bueno. Estas tendencias son
comunes entre los Viejos Creyentes rusos. Todavía hay una Unión del
Paráclito en los Urales en la que no usan la iluminación eléctrica, ya
que es “la luz de Lucifer”, y utilizan sólo astillas de pino y velas;
también hay sectas que prohíben estrictamente el café. Cuando un grupo
de jóvenes en la Rusia del siglo XVIII comenzó a llevar pantalones a
cuadros, de acuerdo con las modas del momento, la Fedosevans convocó una
asamblea en la ciudad de Kimry, a veces llamada “asamblea de los
pantalones”, y discutió si los que llevaban pantalones a cuadros debían
ser excomulgados. Parte de la asamblea insistió en que fueran separados
de la comunidad y la otra parte votó en contra.
Los
EEUU tienen su propia tradición conservadora que se basa, naturalmente,
en las prioridades de los intereses nacionales de Estados Unidos.
Marcada por un grado significativo de mesianismo (“la civilización
americana es la cumbre de la historia humana”), el conservadurismo
estadounidense respeta el pasado y se esfuerza por preservar y
fortalecer las posiciones de su gran país en el futuro. Los
conservadores estadounidenses profesan lealtad a los valores patrios,
así como a las normas religiosas, políticas, sociales y culturales
establecidas a lo largo de su desarrollo histórico. Esto es natural y,
como consecuencia, el conservadurismo estadounidense es floreciente: los
EEUU han alcanzado un poder increíble a nivel internacional, lo que
hace que sus ciudadanos estén orgullosos y convencidos de la rectitud de
su camino. En Estados Unidos, el conservadurismo fundamental es
profesado por una parte significativa del electorado republicano, y los
programas de televisión que cuentan con fundamentalistas protestantes
que critican todo lo moderno y postmoderno, despedazándolo, son vistos
por millones de personas…
Pero la
emulación directa del conservadurismo estadounidense ‘republicano’ por
parte de Rusia produce resultados absurdos: resulta que lo que debe ser
“conservado” son valores que no son solamente extraños a la Rusia
histórica y tradicional, sino que están básicamente ausentes en la
sociedad rusa contemporánea.
Rusia es
un antiguo imperio terrestre con un fuerte espíritu colectivista, con
normas administrativas tradicionalmente duras y un mesianismo muy
específico. Los EEUU son una entidad marítima relativamente nueva,
diseñada intencionadamente como un experimento de laboratorio para la
introducción de los principios democráticos “progresistas” burgueses que
maduraron entre las sectas ultra-protestantes. Lo que se valora en la
civilización americana es un pecado y una vergüenza para los rusos. Lo
que ellos respetan es repugnante para nosotros, y viceversa.
Rusia
se desplazaba hacia Oriente y los EEUU se desplazaban hacia Occidente.
Sí, ellos han ganado y nosotros hemos perdido. Demostraron ser más
fuertes. Pero, de acuerdo con nuestra lógica, Dios no es el poder, Dios
Es la Verdad. Esto es lo que dice un conservadurismo ruso correcto y
coherente. Obviamente, el conservadurismo estadounidense dice
exactamente lo contrario.
En los
propios EEUU la globalización puede ser tanto reconocida como atacada
(este es su proyecto de dominación mundial, y algunos estadounidenses
están de acuerdo con él y otros no). En Rusia, la globalización nos fue
impuesta desde el exterior. Podemos soportarlo y reconocer nuestra
derrota, y unirnos al sistema de valores de los Estados Unidos. Esta
posición es posible, como lo es el colaboracionismo. Sin embargo, eso
sería lo contrario del conservadurismo.
Todos
los pueblos tienen su propio conservadurismo, ya que cada nación
desarrolla su propio sistema de valores, y esto constituye su identidad
nacional. El resultado cultural de la historia de los Estados Unidos no
tiene nada en común con el resultado cultural de la historia de Rusia.
Un conservador es siempre fiel a sus tradiciones, su pueblo y sus
ideales – no sólo en sus mejores tiempos, sino también cuando son
profanados y despreciados por todos.
La elección conservadora
El
conservadurismo ruso contemporáneo debe ser al mismo tiempo no
comunista (el dogma comunista siempre ha negado el hecho de que el
régimen soviético fuera una continuación del zarismo y trató las
recientes reformas democráticas de una forma extremadamente negativa),
no liberal (el liberalismo es demasiado revolucionario e insiste en una
ruptura radical tanto con el pasado soviético como con el legado
zarista), y no monárquico (el monarquismo quiere excluir de la historia
nacional tanto la Unión Soviética como los últimos períodos democráticos
liberales).
La peculiaridad de la
vida política rusa en el siglo XXI es que sus principales etapas han
estado en directa y grave oposición conceptual entre sí, y se han
sucedido la una a la otra, no a través de una continuidad natural, sino a
través de revoluciones e interrupciones radicales. Esto desafía
seriamente la fórmula del conservadurismo ruso contemporáneo: la
continuidad y la identidad de Rusia y del pueblo ruso no son claramente
visibles en la superficie de la sociedad; con el fin de establecer
puntos de vista conservadores consistentes, hay que hacer un esfuerzo
que nos eleve al nivel de una nueva consolidación histórica, política,
civilizacional y nacional. El conservadurismo ruso contemporáneo no es
algo dado, sino una tarea a realizar.
Un
conservadurismo ruso consecuente debe combinar los estratos históricos y
geográficos de nuestra existencia nacional. Me gustaría recordar que,
durante los primeros años de gobierno soviético, los eurasianistas
insistieron en la continuidad civilizacional de la URSS en relación con
el Imperio ruso.
Considerar el
conservadurismo ruso contemporáneo es, básicamente, considerar el
eurasianismo, que es una síntesis de la historia política de Rusia sobre
la base de una única metodología geopolítica y civilizacional. Rusia,
vista como Eurasia, revela su esencia permanente y su identidad
histórica – desde el mosaico de tribus eslavas, túrquicas y úgricas, a
través de la Rus de Kiev y Moscovia hasta el gran imperio continental,
en primer lugar “blanco” y luego “rojo”, y la Rusia democrática actual,
que es un poco indecisa, pero que ahora está tirando de ella misma en
conjunto para un nuevo salto histórico.
Estoy
convencido de que la historia política muy pronto nos forzará a
clarificar nuestras posiciones y a pulir nuestra retórica para hacerla
más precisa. No tenemos otra opción sino el conservadurismo: vamos a ser
empujados hacia ella desde el exterior, así como desde dentro. Pero,
¿qué vamos a hacer con el espíritu revolucionario, la voluntad, la llama
ardiente de la rebelión que languidece en secreto en el corazón ruso y
perturba nuestro sueño, invitándonos a seguirla hasta tierras lejanas?
Creo que deberíamos invertir nuestra fuerza continental en un nuevo
proyecto conservador. Y que sea la nueva edición de nuestra revolución,
la revolución conservadora, la Revolución Nacional en nombre de un gran
sueño…
Putin y el conservadurismo
El
paradigma básico de Putin y sus partidarios es, creo, un
conservadurismo universal, que lo incluye todo, desde las formas
ilustradas liberales hasta las formas de conservadurismo social y
fundamental. Las alternativas son el liberalismo y el atlantismo, que
han sido celebrados durante épocas anteriores por una parte del personal
de la administración presidencial y sus expertos y asesores. Putin es
personalmente un partidario de la idea de la movilización económica y
social en aras de fortalecer la soberanía nacional de Rusia.
Puede
ser denominado como un “conservadurismo activo”, un “conservadurismo
radical”, e incluso como una llamada para una revolución conservadora.
Putin quiere dar al conservadurismo cierta coherencia y resiliencia
política. Este movimiento es perceptiblemente ralentizado debido a la
falta de voluntad y a la actitud pasiva de los funcionarios del Estado,
los partidos centristas y, posiblemente, incluso de las masas; la
política es frenada por un séquito que embota su vector. No hay un foco
intelectualmente concentrado, no hay instituciones adecuadas, y no hay
instrumentos políticos capaces de llevarlo a cabo. Esta es la razón por
la que muchos de los discursos de Putin son pasivamente conservadores,
sugiriendo solamente satisfacer y preservar el statu quo. Esta
es la contradicción principal de Putin y su gobierno: subjetivamente
Putin comprende y reconoce la necesidad de medidas conservadoras activas
para sacar al país del estancamiento, pero no puede aplicar
correctamente dichas medidas. Hay un sabotaje pasivo permanente de las
iniciativas de Putin por parte de miembros del entorno presidencial más
cercano.
La segunda fuente de
resistencia son los oligarcas. Ellos no ven la necesidad de fortalecer
la administración nacional y están bastante satisfechos con el statu quo.
Sólo están interesados, ya sea en someter al conservadurismo,
despojándolo de ideología y deconstruyéndolo (Pyotr Aven y el
Alfa-Bank), o en una transición gradual hacia el liberalismo.
La
tercera fuente son los liberales intransigentes. Son pocos y su paladín
es Anatoly Chubais, cuyo objetivo principal es la economía y la
administración más que la ideología. Dicho esto, Chubais no está, de
hecho, en desacuerdo con el rumbo oficial; simplemente hace caso omiso
de una manera amigable, permaneciendo fiel a las autoridades.
Pero
no se puede descartar la posibilidad de una repetición de la
privatización de importantes participaciones, como la que se llevó a
cabo en la década de 1990. Este fenómeno de reprivatización es
practicado por muchos países capitalistas, donde el papel del Estado y
de las instituciones administrativas en la adquisición de la propiedad
es muy significativo. La burocracia rota y aparecen nuevos funcionarios
codiciosos, que una vez corrompidos piden más, y los propietarios
piensan que ya han pagado completamente. Las condiciones para una
re-privatización en Rusia están madurando. Legalmente se puede arreglar
de cualquier modo que sea necesario, y políticamente puede hacerse como
una etapa intermedia del proceso de re-nacionalización o disfrazándolo
de patriotismo.
De nuevo: ¿Quién es usted, Sr.Putin?
Esta
pregunta, planteada al principio de la carrera de Putin, fue formulada
durante la transmutación del lenguaje político de la Rusia contemporánea
del modernismo al postmodernismo. El modernismo clásico de la
Ilustración ve a Putin más como un ser humano, una personalidad con
características particulares, y menos como un político. En el
posmodernismo, una personalidad es un espacio vacío, fragmentos de un
discurso en un contexto lingüístico. La imagen de Vladimir Putin no se
deriva del conocimiento acerca de él o de un análisis de sus acciones,
sino a partir de juegos de lenguaje.
Cuando
personas que conocen bien a nuestro Presidente escuchan lo que se dice
de Putin en Occidente, se caen de sus sillas. Esto sucede porque el
Putin que Occidente ha imaginado no existe. Hay informaciones y juegos
de lenguaje sobre Putin creándose tanto en Rusia como en Europa, y la
fea imagen que Occidente está dando de él no tiene nada que ver con
nuestro Presidente. Los occidentales ven a Putin como un “enano
político” sin ninguna ideología, un protegido de los círculos más
reaccionarios y de los servicios secretos más terribles; una persona sin
ningún futuro político y sin ningún respeto por la democracia.
Nosotros, por el contrario, tratamos con otro Putin. Él es un producto
de nuestro estilo más oficioso, ceremonial.
Putin
no existe simplemente como una persona. […] [L]a la construcción del
imperio euroasiático [se realizará] con Putin como un instrumento de su
creación. Si Putin fue o no elegido en los pasillos secretos de los
servicios secretos rusos para poner en práctica esta hazaña de la
construcción del imperio, es algo que sigue siendo un misterio. Esto no
puede ser refutado o confirmado. El proyecto “Vladimir Putin y el
Imperio euroasiáico” es no sólo el pasado, el presente y el futuro. Un
visionario actúa en un espacio donde el pasado y el futuro coexisten.
Lo
que Putin y su entorno piensen sobre esta sorprendente y atractiva
imagen de un personaje histórico es menos importante que la forma en que
entendemos la esencia y los contextos del proyecto imperial dentro del
cual son posibles tales transformaciones. Como dijo una vez el romántico
alemán Novalis, aprendemos más acerca de la esencia de la antigüedad de
los cuentos de hadas que de las crónicas históricas detalladas. Sólo
personas totalmente ineptas y mentalmente deficientes, como el temprano
Ludwig Wittgenstein o los positivistas, pueden argumentar que un
investigador necesita hechos atómicos. No hay tales hechos: han sido
buscados por personas más dedicadas que estos filisteos contemporáneos
rusos, de hecho, por mentes más penetrantes y agudas. Putin como una
persona real, simplemente no existe, y la versión propuesta por Jean
Parvulesco merece contemplarse seriamente, porque intelectual,
estilística y visualmente gira en torno a la metafísica misma de nuestro
Gran Espacio y de nuestro gran pueblo. Por eso es por lo que “Putin
como el constructor del gran imperio euroasiático” es la comprensión más
correcta y realista de su misión, mientras que toda la basura
diseminada tanto en su contra como a su favor, pronto se pudrirá. Putin
como el constructor de imperios sobrevivirá, incluso si él mismo rechaza
esta imagen. Constituirá todavía el retrato de nuestra época, no sólo
de Putin en sí mismo, sino de Rusia. El Imperio euroasiático se integra
inevitablemente en el dogmático curso de las cosas. Esto es entendido
por Robert Gates y Geoffrey Hosking, así como por toda la élite
occidental que domina el mundo contemporáneo. El imperio euroasiático
fue, es y siempre será, y Putin está obviamente relacionado con eso.
(Traducción de Página Transversal).
Fuente: Katehon en español
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