Nuevas elecciones: 20 español@s y un funeral
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El
pesimismo, la agria reacción contra los viejos y nuevos partidos y un
odio contenido contra los políticos se palpan en las reacciones contra
la más que previsible repetición electoral el 26 de junio. Veinte
español@s han razonado sobre las consecuencias de este desastre, que
además provoca el gasto de 160 millones de euros en subvenciones que se
reparten entre los partidos políticos y sus dirigentes y que está
suscitando tal oleada de rechazo y desprecio que hace sus consecuencias
imprevisibles. Estas son las opiniones seleccionadas por “Espía en el
Congreso” entre destacados miembros de la sociedad civil española:
Risto Mejide: “Si
nos vuelven a enviar a unas elecciones, será un fracaso de la clase
política y lo peor: con el mensaje de que los ciudadanos nos equivocamos
el 20-D votando lo que votamos. Es kafkiano. Ellos deberían volver a
replanteárselo todo, no nosotros volver a las urnas. Porque, en estos
cien días, ¿tú has aprendido algo? Yo creo que los ciudadanos estamos
hartos y necesitamos que se pongan a trabajar. Quiero pensar que sí, que
habrá un relevo generacional pero lo primero es formar un gobierno. Si
no somos un país in-gobernado. Un país en funciones”.
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Ignacio Varela:
“Durante estas semanas, todo el esfuerzo que los partidos dediquen a
endilgar la culpa a los otros no solo será inútil, sino que puntuará en
su contra. Ya hay veredicto social: lo que se oye en la calle es que
estos inútiles no han sabido hacer su trabajo, sin distinción. Así que
más les vale no hurgar más en un fracaso del que ninguno va a salir
exculpado y dedicarse a buscar razones buenas y positivas para votarlos
de nuevo -que no está ni medio fácil-. Por mucho que se empeñen algunos,
el voto del 26-J no será un reparto de premios y castigos por la
negociación. El partido que comprenda que las elecciones son sobre el
futuro y no sobre el pasado y hable más de “ellos” (los votantes) que de
“nosotros” (los pretendientes) será el que más posibilidades tenga de
ser indultado por este desastre colectivo y de llevarse la parte menor
del bofetón electoral que se está incubando”.
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José Sacristán: “Lo
que me duele es que la izquierda haya hecho tan mal las cosas. Y hablo
de la izquierda exclusivamente porque a la derecha no le doy ningún
crédito ni moral ni de ningún tipo. Lo que se ha hecho pésimamente es la
malversación de un depósito moral que le correspondía a la izquierda.
Lo ha malversado, lo ha lapidado y lo ha mandado a tomar por culo. Ahora
la reelección del nuevo secretario de UGT es un episodio corporativo
como si hubieran cambiado al de El Corte Inglés. Ellos solitos, los
propios sindicalistas han mandado a la mierda todo. Por eso han
aparecido estos muchachos. Pero míralos. Ellos mismos vuelven a
reproducir los vicios de los anteriores. De un plumazo, este muchacho ha
echado a todos los que le molestaban. ¡Eso es lo asambleario!… ¿Y dónde
está el partido comunista? ¿Y lo del PSOE? ¿Y la cultura del pelotazo
de los 80? ¿Y lo de Bankia? ¿Y los ERES en Andalucía?”.
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Luis Arroyo:
“Una primera incógnita, imposible de descifrar ahora, es en qué medida
habrá una abstención histórica o no. Por otro lado, un cambio ligerísimo
en el porcentaje de votos –de dos o tres puntos– supone una alteración
muy importante en la asignación de escaños. Y por supuesto, hay algo
fundamental que no puede escapar al análisis. Como mínimo tres de los
cuatro partidos (quizá excluyendo a Ciudadanos), tienen en mayor o menor
medida tensiones internas. Con independencia de las mayorías que
aritméticamente puedan formarse cuando se constituya el nuevo Congreso,
lo cierto es que cualquier resultado que no sea bueno puede provocar en
los partidos una fractura o un cuestionamiento interno. De manera que
podemos estar seguros de que vamos a tener unas elecciones muy parecidas
a las de la pasada Navidad, con los mismos candidatos y los mismos
programas, pero no creo que vayamos a tener un panorama post-electoral
como el que hemos atravesado durante este año”.
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Antonio García-Trevijano:
“¿Cuál es la característica fundamental del régimen fascista de
Mussolini? Que no hay separación de poderes, quien legisla es el Estado,
las masas se integran en el Estado. ¿Cuál es el fundamento de que
exista separación de poderes? Separar la nación del Estado. La nación es
la que legisla. La unidad política fundamental es la mónada, un
distrito electoral que, en el caso de España, sería de unos 100.000
habitantes y que elige su representante y un suplente. Todos los
representantes de las mónadas en un parlamento, sin depender de los
partidos, ni del Estado, representan a la nación y entonces, pueden
legislar. Pues bien, ¿qué tenemos hoy? El BOE. Es decir, legisla el
Estado. Una auténtica aberración. Si la nación es quien tiene que
legislar, ¿dónde están ahora los nacionales? No hay, hoy sólo hay
partidos estatales. Entonces, tenemos la tarea de reconquistar España
como nación. Los independentistas muestran muy bien el problema
descrito: ni siquiera citan a España, hablan del Estado español o de
este país. España es innombrable. Hay conciencia nacional española.
Hemos de emprender una revolución política que reivindique el poder
legislativo para los diputados nacionales. Vamos a organizar en el mes
de mayo una marcha de la libertad política colectiva, para la
reconquista de la conciencia de España. La soberanía no reside en el
pueblo ni en el cuerpo electoral, ni siquiera en las bases militantes de
los partidos. Con el sistema electoral impuesto a los españoles, lo
verdaderamente soberano es el directorio del partido, y ante él los
ciudadanos, e incluso sus militantes y diputados, están mucho más
indefensos que ante el Estado, y más aún que los consumidores ante las
grandes empresas. Ante el Estado los individuos tienen la posibilidad de
utilizar los recursos legales, y algunas veces la de ganarlos. Ante las
grandes empresas existe, al menos, la presión de las asociaciones de
consumidores. Pero ante la soberanía de los directorios de los grandes
partidos no hay nada. Están todavía por nacer las asociaciones de
ciudadanos que la limiten o controlen, ya que la pretensión de que esta
función la desempeñen las bases del partido se ha mostrado irrealizable
en los países donde se ha intentado. A consecuencia de que la soberanía
está en el directorio de los partidos, en el que se ingresa por
cooptación, los políticos sólo tienen que especializarse en una doble
competencia: desempeñar el papel que les asigna el directorio y vender
la imagen del partido. Es natural que las democracias con mejores
performances prefieran para los primeros papeles del escenario político a
verdaderos profesionales de la imagen y de la representación: artistas y
reyes”.
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Joan Subirats:
“La exigencia de cambios profundos atraviesa todo tipo de países,
aunque la dirección de ese cambio no esté clara. Las situaciones que
generan transformaciones sociales significativas no acostumbran a poder
predecirse. La coincidencia de una fuerte movilización o conflicto con
otras circunstancias quizás ajenas, abre la oportunidad de cambiar cosas
que un día antes parecían totalmente inamovibles. Es difícil imaginar
que situaciones de este tipo surjan de técnicos y expertos que
acostumbran a buscar salidas practicables en el clima político de cada
momento. Son los movimientos sociales los que muchas veces pueden
cambiar ese clima presionando y luchando por lo que muchos consideran
propuestas impracticables e ilusorias. Las barreras son inmensas pues
sus propuestas alteran las zonas de confort de muchos actores e
intereses. Lo normal es considerar que este tipo de movilizaciones son
arriesgadas y contraproducentes. Es lo que Hirschman denominó como
“retórica intransigente””, que apela a tres temas fundamentales: el
riesgo, la futilidad y los efectos perversos. El riesgo supone exponer
que cada vez que intentamos cambiar algo se corre el riesgo de perder lo
que ya se tiene, y que por tanto, la inactividad es la postura más
prudente. La futilidad expresa que no existen oportunidades de cambio, y
desde esta óptica cualquier tipo de acción no es sino una pérdida de
tiempo y recursos. Y los efectos perversos están relacionados con la
idea de que cualquier tipo de actuación pensada para el cambio no hará
sino empeorar las cosas. Lo que hemos visto en estos últimos años, con
ejemplos distintos como la PAH o la ANC, es que frente esta “retórica
intransigente” es posible levantar una “retórica de la movilización” que
convierta en más realizable lo que poco antes parecía imposible. La
dialéctica instituciones y movimientos sociales debe seguir manteniendo
dinámicas de colaboración y conflicto, de practicabilidad de lo que se
propone, pero también de exigencia de lo que muchos consideran necesario
y justo. Lo peor sería caer en lo que ya advirtió Debs cuando algunos
dudaban de votar a alguien como él con pocas posibilidades de victoria:
“mejor votar por lo que quieres y no obtenerlo que votar por lo que no
quieres y conseguirlo”.
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Gabriela Bustelo:
“En las tres décadas largas de democracia española se ha repetido el
mismo esquema político de un modo casi matemático. Los gobiernos de
izquierdas desembocan en una corrupción tan colosal que el electorado
les castiga votando a la derecha para que restaure el país y así poder
repetir el mismo proceso de nuevo. La corrupción institucional no solo
estaba blindada estructuralmente, sino también aceptada por la
ciudadanía como algo inherente a la política. Cuando le tocaba al PSOE
en el poder se hacían cambios sociales que se vendían como “la gran
modernización de España” y se cobraban mediante tramas fraudulentas que
han estado en marcha durante décadas. Luego llegaba el PP y procuraba
arreglar el desaguisado económico, trincando lo suyo con menos avaricia
para la ingeniería del fraude. La observación del patético peliculón de
estos tres meses permite detectar otro grave defecto que afecta –salvo
honrosas excepciones– a toda la cúpula política española: la creencia de
que un político debe engañar al electorado para exprimirle los
codiciados votos. En estos tiempos de crisis marcados por una revolución
informática sin precedentes en la historia de la humanidad, la
preeminencia de las viejas élites mejor informadas está en entredicho.
Nunca tantas personas han tenido acceso a tal cantidad de conocimientos
en un entorno tan libre y tecnificado. En España esto está produciendo
la paradójica circunstancia de que la población reclame a sus líderes
políticos un reajuste para el que parecen metafísicamente incapacitados.
Daniel Goleman (Inteligencia emocional), José Antonio Marina y el
clásico de Piaget “La psicología de la inteligencia”, cuya sencilla
premisa es ésta: los niños no piensan del mismo modo que los adultos.
Quienes estamos pendientes de la actualidad política comprobamos a
diario, con una mezcla de estupor y vergüenza ajena, hasta qué punto un
individuo con un cociente intelectual normal puede comportarse como un
necio. Un niño no piensa como un adulto porque emplea la inteligencia en
bruto, con todo su potencial. Nos podrá parecer que la conducta de los
políticos españoles durante estos tres meses es pueril, pero cuatro
niños –desprovistos de prejuicios, vanidades y odios incontrolables–
habrían llegado a una solución al día siguiente de las elecciones”.
Miguel Ángel Bastenier:
“Hace unos días este periodista hacía en Twitter una observación
atinada, que sirve para comprender la disfuncionalidad de la política
española: “Un enemigo puede ser rival, pero un rival no tiene por qué
ser enemigo”. En un escenario político saneado, considerar enemigo a un
adversario o rival es impensable. El modo de tratar a los adversarios
está relacionado con la noción de la propia valía. Si un líder político
plantea la interacción con el adversario como un fair-play respetuoso
entre oponentes equiparables, la competición será una experiencia
enriquecedora de la que se beneficiarán ambos (y todo el entorno por
ósmosis). Por el contrario, si un líder enfoca la política como una
batalla campal contra un enemigo al que hay que aniquilar, estaremos
ante un autócrata. Por increíble que pueda parecer, buena parte de la
clase política española tiene esta mentalidad antidemocrática”.
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Fernando Onega:
“Dan ganas de elogiar a Rajoy. Por lo menos, no dio el espectáculo.
Rajoy practicó su táctica de siempre, el quietismo, tan ensayada en
Cataluña. No sabemos si en Cataluña le saldrá bien, pero esta vez le
funcionó: ha sido el hombre que esperó a ver pasar el cadáver de su
enemigo. Su partido no está mucho mejor que hace 120 días, las encuestas
le dan un levísimo crecimiento sin asomarse a la mayoría, pero puede
mantener intacto su discurso y en los mítines podrá ser despiadado con
quienes dieron una imagen de desacuerdo y jugaron a una investidura
fracasada. Hoy, más que nunca y más fuerte que nunca, puede recuperar el
mensaje de “o yo o el caos”.
Lucía Méndez:
“Pablo Iglesias y Albert Rivera no han engañado a nadie sobre sus
intenciones, su voluntad y su proyecto político. Se han declarado
incompatibles. Los dos. Por tanto, la idea de que compartieran Moncloa
con Pedro Sánchez estaba abocada al fracaso desde la primera hora del
primer día. La única razón por la que se ha mantenido con vida
artificial tanto tiempo es porque el PSOE la ha alimentado. Sánchez
cerró la puerta a ser presidente con los votos de Podemos al pactar con
Albert Rivera. Hizo su apuesta. Y el líder de Ciudadanos aprovechó el
acuerdo con Sánchez para sacar pecho de sus 40 diputados, que eran
irrelevantes porque no completaban mayoría con nadie. El líder
socialista creyó que podía presionar a Podemos para que le hiciera
presidente con el fin de aplicar el proyecto pactado con Rivera porque
Pablo Iglesias iba a tener miedo a unas nuevas elecciones. Una de dos. O
cometió una clamorosa equivocación, o sólo alimentó la ficción para
sobrevivir como líder del PSOE. El fin del sueño ha indignado al PSOE.
El tono y el rostro de su portavoz parlamentario indica que aún pensaban
estirar la ficción. “Todo ha sido una artimaña”, dice Antonio Hernando.
Puede tener razón. Lo que no está claro es que la artimaña haya sido
sólo de Podemos”.
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Teodoro León Gross: “La
teoría de los juegos aplicada a la negociación, importada por los
cabezas de huevo de los gabinetes políticos, proporciona el modelo
Hawk-Dove: halcones son los negociadores agresivos que no van a ceder, y
palomas aquellos capaces de modular su posición para engrasar un
acuerdo. El problema está, claro, cuando coinciden sólo halcones y nadie
cede, como cabía prever de Podemos y Ciudadanos. Las consecuencias son
obvias. Es lo que retrata la chickie run de la película “Rebelde sin
causa”: los coches corren hacia el acantilado en Pacific Palisades
retándose a ver quién es el último en saltar. Usan chicken (gallina)
porque se mide quién tendrá menos valor para resistir. Se trata de
apurar hasta el límite; y eso, claro, puede fallar. Aquí no se ha
negociado un pacto de Gobierno; se competía por ver quién abandonaba
antes cargando con la culpa de la ruptura y quién ganaba el laurel de
haber resistido. La escenificación ha prolongado un espejismo en el que
nadie cree. Ciudadanos: «No podemos aceptar que el acuerdo
PSOE-Ciudadanos esté en vía muerta…». Falso. Podemos: «es posible un
Gobierno progresista». Falso. Hernando: «el pacto es difícil pero no
imposible». Falso. La política es el arte de lo posible y 199 nunca lo
ha sido. Los negociadores sólo medían los tiempos. El final de la
chickie run es el calendario electoral del 26-J, con el precipicio
amenazante según se ven las encuestas. ¿Y si ya es demasiado tarde para
salvarse por el hastío ante el paripé? ¿Puede ganar el ausente con su
dontancredismo prudente?”.
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Soledad Gallego-Díaz: “Compromís,
el grupo de Mónica Oltra, asociado a Podemos, es consciente de que
necesita un nuevo Gobierno que afloje una cuerda que no les permite
cumplir prácticamente ninguna de sus promesas electorales. Lo mismo
sucede en Cataluña, donde el presidente Puigdemont, que ha imprimido un
ritmo más lento a la “desconexión”, sabe que el 95% de su gasto depende
en estos momentos de la Hacienda española. Todos son conscientes de que
será el mismo Gobierno Rajoy el que presentará en Bruselas en abril su
programa de estabilidad. Y el que, si no sucede nada, acudirá en junio
(todavía en funciones o de pleno derecho) a una nueva ronda de
negociaciones sobre esos topes de déficit. Salvo que exista un acuerdo
antes y haya nuevo Gobierno. En esas estamos”.
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Esteban Hernández: “La
trampa que el PP situó bajo los pies de sus rivales está dando sus
réditos. Sus escándalos de corrupción, sus problemas con aquello que
decían que estaban haciendo bien, como el cumplimiento del déficit, la
falta de liderazgo de Rajoy, las tensiones internas y tantas otras cosas
han sido menos visibles que las dificultades de sus rivales para llegar
a acuerdos. Los populares han vivido un tiempo relativamente cómodo,
con su líder en perfil bajo, a la espera del fracaso ajeno, y los demás
no han salido especialmente bien parados. Ciudadanos ha sido quien mejor
imagen ha obtenido, pero es competidor más amable, tanto porque será su
aliado para gobernar como porque, si se producen elecciones, será fácil
quitarle votos aludiendo al voto del miedo y a la necesidad de
estabilidad. Y Pedro Sánchez no ha ganado mucho con esto, pero algo
tenía que intentar si quería conservar su despacho en Ferraz. Tampoco
Podemos, que entre el acoso mediático y los problemas internos ha
perdido algo de apoyo. En fin, que la estrategia de Rajoy de jugar a lo
Mourinho, presionando a los rivales dentro y fuera del campo,
defendiendo al límite, y replegándose en terreno propio para salir al
contragolpe, le va a salir bien. Lo que es más extraño es que los demás,
conociendo cuál es su sistema, hayan caído en su propuesta”.
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Enric Juliana:
“Sólo existe margen para una combinación: la abstención de Podemos para
que gobierne el Gran Centro (PSOE y Ciudadanos) durante un cierto
periodo de tiempo, a cambio de algunas concesiones programáticas, una
cierta presencia del partido de Pablo Iglesias en el sottogoverno y el
cese de hostilidades de los medios de comunicación públicos respecto al
joven partido del círculo morado, al que sólo falta acusar del asesinato
de Kennedy. Dos años de Gran Centro con el Partido Popular en la
oposición y Podemos fluctuando entre el apoyo crítico y la oposición de
izquierdas. Sería un pacto carrillista, y la sola mención de esa palabra
provoca escalofríos en el grupo dirigente podemista. Muy influidos por
Julio Anguita y Manuel Monereo, el más sólido intelectual de Izquierda
Unida (ahora vinculado a Podemos), Pablo Iglesias y su círculo de
confianza han convertido el discurso crítico sobre la transición en uno
de sus pilares. Las moderaciones de Santiago Carrillo a finales de los
setenta son para ellos un inaceptable ejemplo de “derechización”. Juan
Carlos Monedero, recuperando influencia en estos momentos, saltó a la
palestra con un libro demoledor titulado “La transición contada a
nuestros padres” (2011). Con estos mimbres es difícil que Podemos
sorprenda a todos con una finta eurocomunista de última hora. Es
difícil, pero no imposible. Decidirán las bases, según el acuerdo
adoptado ayer. Dentro de unas semanas, la política española podría estar
pendiente de las votaciones de los afiliados de Podemos. Caben varias
fórmulas intermedias. Por ejemplo, un Gobierno con ministros
independientes sugeridos por Podemos. Cabe la fórmula italiana de las
“paralelas convergentes”, por decirlo a la manera de Aldo Moro: Podemos
fuera del Consejo de Ministros, con presencia en el ‘sottogoverno’
(áreas de influencia intermedia, RTVE, organismos sociales…) a cambio de
su abstención en la investidura y un cierto apoyo parlamentario.
Sánchez necesita aproximarse ahora a Podemos, ni que sea para poder
culparle de la ruptura final el día 2 de mayo. Otro tanto le ocurre a
Pablo Iglesias, que durante estos cien días habrá aprendido que las
tallas grandes, además de confluir, pueden encoger”.
Carlos Jiménez Villarejo:
“El PSOE ha llegado a un acuerdo con Ciudadanos. Insisto en que yo
prefiero un acuerdo entre PSOE y Podemos pero si eso es inviable hay que
dar salida a un gobierno de PSOE y Ciudadanos con la abstención o el
apoyo de Podemos para garantizar un gobierno minoritario pero
mayoritario desde el punto de vista parlamentario que permita dirigir
España de otra manera a como se ha hecho hasta ahora. Los
enfrentamientos entre Iglesias y Rivera que se produjeron en el Congreso
en torno a la financiación de Podemos acreditan, una vez más, una
preocupante inmadurez política al situar ese problema, en todo caso
secundario en este momento, por delante del vacío político que arrastra
España desde el 20-D y que no son capaces de resolver. Es una forma más
de favorecer la continuidad del PP en el Gobierno. Y esto sí que merece
un duro reproche, porque ambos políticos plantean temas partidistas por
delante de la efectiva defensa de los derechos humanos de los
ciudadanos. Dada la situación económica y política de España, que se
perfilen unas elecciones a final de junio, con la dificultad para hacer
una campaña electoral en un periodo prácticamente veraniego, con el
abstencionismo que se puede derivar de ello y la crítica del electorado a
los partidos por su incapacidad de constituir un gobierno durante
muchos meses, el coste electoral que puede significar para Podemos puede
ser muy alto. También puede pasarles factura a los restantes partidos.
Sería el colmo de la insatisfacción que el PP fuera el ganador de este
proceso y sacara más diputados de los que ahora tiene. Sería un fracaso
rotundo de la izquierda. El problema político que tiene hoy España es
cómo expulsar al Partido Popular del Gobierno. Ese es el objetivo
básico. No hay ninguno que se le pueda comparar. El Gobierno del PP
durante estos cuatro años ha sido especialmente nefasto tanto en el
ámbito de los derechos civiles, económicos y sociales. Ha sacrificado el
valor ‘justicia’. Ha reducido el margen del ejercicio de los derechos
civiles de los ciudadanos. Ahí está la Ley de Seguridad Ciudadana, que
se ha convertido en una ley de represión de los ciudadanos y del
ejercicio de sus derechos de reunión, manifestación, expresión… Tras
cuatro años de gobierno del PP, que dijo que resolvería el problema del
paro y la precariedad, sigue habiendo más de cuatro millones de parados
en España. Eso destroza muchísimas familias, que están sumidas en una
situación de precariedad, falta de recursos, medios, pobreza, pobreza
energética… Se han adoptado medidas que han favorecido mediante
amnistías fiscales que las grandes fortunas legalizasen los impuestos
evadidos y la impunidad por sus delitos. El secretario general del
Partido Comunista Italiano Enrico Berlinguer lo dijo en un acto en la
plaza Monumental de Barcelona, al que tuve la fortuna de asistir en
plena transición política española, en el año 1978. En aquel famoso
acto, que fue tumultuoso, en presencia de líderes como Santiago
Carrillo, Antoni Gutiérrez Díaz o George Marchais, explicó que el PCI,
que tenía casi un 30% de los votos, estaba formando parte no del
Gobierno pero sí de una mayoría parlamentaria con la Democracia
Cristiana, el Partido Socialista y el Partido Republicano. Es decir,
formaba parte de una mayoría junto a partidos que estaban en las
antípodas de sus tesis. Estamos ante una situación muy similar a la que
se vivió en la transición italiana de los años setenta. Además, tenemos
delante a un Partido Popular que, además de todo lo que he dicho, está
inundado hasta las cejas de corrupción, abusos de corrupción y falta de
ética pública. ¿Estamos en condiciones de permitir que siga gobernando
ese partido autoritario, al servicio de la oligarquía financiera e
inundado por la corrupción? Sería una equivocación histórica de la que
tendrían que pagar el coste correspondiente.
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Manuel Jabois:
“Las bases, no digamos las bases de Podemos, el partido horizontal en
el que Pablo Iglesias es más horizontal que nadie, tienen la última
palabra en la negociación de un Gobierno alternativo a la derecha del
PP. Las bases, o sea los niños que no pueden saber que Maradona se droga
o que los animales no hablan, tienen la última palabra: la palabra que
emana del pueblo más puro, el que está aún sin elegir, el que no tiene
mancha de cargo. Se le ha preguntado qué quiere hacer: si apoyar a la
oligarquía neoliberal recortadora de derechos o la voluntad política que
va a devolver la dignidad al pueblo. Yo así preguntado diría que
oligarquía por joder, sólo por ver la cara de la pija. Pero aquí los
papeles están cambiados, tanto que se considera que los dirigentes, tras
llamar al pueblo a votar libremente, han sugerido que si no se vota lo
convenido se van para casa. No aprendieron la última lección soviética:
la democracia siempre es más segura cuando no se vota”.
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Carlos Elordi:
“Más allá de que no haya que dar por sentado que el panorama electoral
que surgirá de los nuevos comicios se parecerá mucho al que se conoció
la noche del 20-D, tal y como dicen los sondeos que se conocen, cabe
pensar que la dinámica política que generará la repetición de las
elecciones creará una situación nueva y muy distinta de la que se ha
vivido en los tres últimos meses. En el contexto general y en el
interior de los distintos partidos. Es altamente probable que Rajoy
dimita después del 26 de junio. Las argumentaciones serán distintas en
el caso de que el PP crezca en votos respecto del 20-D que en el de que
sufra un nuevo revés. Veremos en qué consisten pero en estos momentos la
prioridad del presidente del gobierno en funciones es la de ser el
mejor líder electoral posible de su partido. Después carecerá de terreno
político que pisar y su salida de escena podría ser considerada muy
digna por sus seguidores y recibida con gran alivio por el establishment
que tiene desde hace tiempo claro que esa es la solución. Y sin Rajoy,
la ‘gran coalición’ llegará por sí sola”.
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Jorge Bezares: “Aunque
ya solo caben unas nuevas elecciones, no estaría mal que, ayudados por
un manual básico sobre historia de los partidos políticos (y su
consolidación) en las democracias occidentales, reflexionaran sobre sus
respectivas posiciones, aparcaran los postureos, la ‘carguitis’ y los
ejercicios tácticos de salón y pactaran esas reformas que urgen para que
España no se vaya al carajo definitivamente. Si no lo hacen, aunque la
rima sea chunga, Podemos y Ciudadanos tendrán que acostumbrarse a formar
parte de ese dicho propio de protestas y ‘manifas’ que ubica al PSOE y
al PP en la misma mierda. En fin, cuando pudieron, estas criaturitas se
dedicaron a mirarse el ombligo. Y tanto ombliguismo, claro, se paga en
las urnas. Tras las elecciones municipales, el PSOE tuvo dudas de si
apoyaba al candidato de Podemos, José María González “Kichi”, o dejaba
que la candidata del PP, Teófila Martínez, siguiera cuatro años más en
el sillón de San Juan de Dios. Durante esos días, pese a las dudas que
suscitaba Podemos en su versión de Izquierda Anticapitalista, la inmensa
mayoría de los votantes socialistas de la ciudad se indignó ante la
segunda posibilidad. Al final, gracias al dejar hacer, dejar pasar (con
todo el dolor de su corazón, dicho sea de paso) del PSOE de Susana Díaz,
pero sobre todo por una llamada de Pedro Sánchez al secretario local de
los socialistas gaditanos, Fran González, pidiéndole que votara a
Kichi, Podemos gobierna la ciudad de Cádiz. Los resultados de las
elecciones municipales y autonómicas propiciaron acuerdos no escritos en
la izquierda y fruto de ellos el PSOE y Podemos gobiernan donde
gobiernan. Sin embargo, las elecciones generales han arrojado unos
resultados que truncan los acuerdos en la izquierda –y en la derecha-.
Los nacionalistas catalanes y vascos tienen la sartén por el mango, y
eso es lo que hay. Por tanto, hacen falta acuerdos transversales que
recorran el arco parlamentario para formar gobierno y evitar unas nuevas
elecciones. Autodescartados los nacionalistas por la deriva
independentista y el PP por el tancredismo de Rajoy, una corrupción que
apunta a septicemia y una incapacidad manifiesta para el diálogo en
tiempos de acuerdos y consensos, el PSOE de Pedro Sánchez es
objetivamente la única fuerza política que puede intentar esa operación
transversal que necesita España como el comer. Y, por pura lógica, sus
potenciales socios de gobierno o de legislatura son Podemos y
Ciudadanos, dos formaciones políticas que irrumpieron con manos limpias,
formas muy democráticas y sin prejuicios.
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La Vanguardia:
“Quedan poco más de 15 días para comunicar al Rey si hay candidato a la
investidura. En estas condiciones, lo más aconsejable es dejar los
tacticismos que no llevan a ninguna parte. No es recomendable que ocurra
como en Catalunya, donde se llegó a un acuerdo in extremis. Si hay
margen para el pacto, no mareen más la perdiz. Si no lo hay, asuman su
fracaso con claridad y anuncien cuanto antes que se repetirán las
elecciones”.
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El País:
“Sería irresponsable que el partido más votado continuase estando al
margen de todos los intentos de formar un Gobierno. Tanto Ciudadanos
como el PSOE invitaron al PP a hablar de programas, al igual que a las
demás fuerzas políticas, en una carta que les enviaron formalmente hace
un mes. Desde entonces, Rajoy ha dejado pasar las semanas sin dar
respuesta al envite, en una actitud tan desconcertante como resultó su
renuncia al encargo del Rey, al término de la primera ronda de
conversaciones de los partidos políticos con el jefe del Estado. Quien
primero estaba obligado a intentarlo, el partido que logró más votos el
20-D, es el que menos protagonismo ha tenido desde aquella fecha y el
que menos ha trabajado para aclarar su proyecto político para España.
Unos y otros abocan al país a un momento delicado. Ante la perspectiva
de relegar por mucho más tiempo el abordaje de problemas urgentes, la
responsabilidad obliga al Partido Popular a no contribuir a la
continuidad del bloqueo y a explorar el método del diálogo. No les toca a
los demás darle hecha la combinación parlamentaria que exigió en su
momento, sino que le corresponde implicarse para abrir paso a un
proyecto político que haga innecesaria la repetición de las elecciones,
en vez de mantenerse en una actitud de aislamiento. Es el momento de
abandonar la ambigüedad, mostrar una actitud abierta y generar
confianza. Necesitamos saber lo que está dispuesta a hacer la fuerza
política que más respaldo recibió el 20-D, más allá de velar
estrictamente por sus intereses partidistas”.
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Epicteto: “Reconstruir
la trabazón entre los votantes y los máximos representantes de los
partidos es un requisito imprescindible para el correcto desarrollo de
una democracia. En una democracia representativa, la elección de los
líderes resulta crucial para el buen éxito del empeño. Éstos tienen que
tomar muchas y muy difíciles decisiones que no pueden estar en manos de
populismos y demagogias, pero, al mismo tiempo, es preciso que los
líderes olviden sus ambiciones personales y respeten y orienten de
verdad la voluntad mayoritaria de quienes les votan hacia soluciones
guiadas por el interés común. En estos momentos, la gran mayoría de los
españoles quieren mejorar lo más rápidamente posible, quieren estar
unidos, encontrar trabajo y acabar en la medida de lo posible con las
diferencias, dando a todos las mismas oportunidades y cubriendo las
deficiencias de aquéllos que, por diferentes circunstancias, no pueden
estar al nivel de los demás. En definitiva, una España cada vez mejor y
unos españoles cada vez más satisfechos. ¿Lo acabarán entendiendo?”.
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J. L. González Quirós: “La
democracia del 78 representa un caso extremo de inflación
administrativa galopante, como cabía esperar dada la decisión de ampliar
las instancias de poder político mediante la creación de diecisiete
mini-estados, con sus parlamentos, sus leyes, sus Gobiernos y sus
policías, unos estadillos que no pararán hasta poder disponer de sus
jueces, para que nadie pueda interferir en sus designios soberanos.
Ahora, siempre un poco tarde, Montoro ha descubierto que el sistema
autonómico ha sido un fracaso, son palabras de alguien que se sabe fuera
de cuadro, pero no nos invita a pensar en cuál es la razón de ese
fiasco, más allá de la mera constatación. En nuestro caso, los llamados
partidos nacionales, debieran haber sabido parar los pies a los nuevos
líderes territoriales, pero una manera mafiosa de entender el poder
político ha impedido que ese fuera el camino para lograr una cierta
racionalidad y, como es lógico, el disparate ha alcanzado su grado
máximo: cada vez más gobernantes, cada vez más momios a disposición de
los suyos, y cada vez más déficit y más deuda, sin que nadie advierta de
que tal vez, además de que no será justo, llegue un momento en que
resulte absolutamente imposible asumir los costes de una deuda tan
brutal como insolidaria y nos veamos envueltos en un proceso de quiebra
de consecuencias incontrolables. Cuando aprendamos a pedir cuentas en
lugar de pedir favores, estaremos en condiciones de poner fin al proceso
de envilecimiento fiscal y a la política que se hace no ya a espaldas
de los ciudadanos sino directamente en contra de sus derechos e
intereses. Falta poco, a la hora de escribir estas líneas, para que
sepamos si hemos de ir a nuevas elecciones o nos hemos de alegrar de que
los políticos hayan encontrado una fórmula, que, naturalmente, será
llamada de cambio, de progreso, social, faltaría más. Ahora, o en unos
meses, tendremos un nuevo gobierno, y será en tecnicolor, porque se
encargará de gastar nuestro dinero en cantar interminablemente las loas a
sus intenciones, prometerá cada vez más milagros y obras de piedad
pública, pero seguirá, mientras no reaccionemos, metiéndonos la mano en
el bolsillo, profundizando en el saqueo y jurando que lo hace por
nuestro bien, tratando de conseguir que no decrezca nunca el número de
los que piensan que todo gobierno es una bendición que nos ayuda a salir
de la pobreza y el bochorno. Cualquier cambio real en la política
española tendría que venir de que aumentase el número de ciudadanos que
se resiste a creer el cuento de la buena pipa que cuentan al alimón la
derecha social y la izquierda progresista, pero, de momento, no está
pasando, aunque no haya que perder la esperanza de que los españoles
acaben por caer en la cuenta de que no necesitamos tantos políticos ni
tantos secuaces y beneficiados como los que padecemos”.
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José Antonio Zarzalejos:
“Si hay nuevas elecciones -dejemos al lado la ‘filfa’ de la consulta a
los inscritos de Podemos-, es de esperar que los ciudadanos no dejen el
país en manos de un mediocre de ideología pánfila (Rajoy) y de un
temerario arrogante y ampuloso (Iglesias) y se cumpla la esperanza que
encapsula otro magnífico pecio de Rafael Sánchez Ferlosio: “Dos
comodines: ya verás como no pasa nada; alguna solución tendrá que
haber”. Que no pase nada supondría que el poder no fuese ostentado por
los más cobardes ni por los más temerarios. Que haya alguna solución
implicaría que, al final, se impusieran en las urnas las fuerzas más
centrales para que la piqueta no sustituya a la paleta, ni el
inmovilismo al reformismo.
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Nuevas elecciones: 20 español@s y un funeral appeared first on
Espía en el Congreso.
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