Nuevas elecciones: 20 español@s y un funeral
Risto Mejide: “Si nos vuelven a enviar a unas elecciones, será un fracaso de la clase política y lo peor: con el mensaje de que los ciudadanos nos equivocamos el 20-D votando lo que votamos. Es kafkiano. Ellos deberían volver a replanteárselo todo, no nosotros volver a las urnas. Porque, en estos cien días, ¿tú has aprendido algo? Yo creo que los ciudadanos estamos hartos y necesitamos que se pongan a trabajar. Quiero pensar que sí, que habrá un relevo generacional pero lo primero es formar un gobierno. Si no somos un país in-gobernado. Un país en funciones”.
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Ignacio Varela: “Durante estas semanas, todo el esfuerzo que los partidos dediquen a endilgar la culpa a los otros no solo será inútil, sino que puntuará en su contra. Ya hay veredicto social: lo que se oye en la calle es que estos inútiles no han sabido hacer su trabajo, sin distinción. Así que más les vale no hurgar más en un fracaso del que ninguno va a salir exculpado y dedicarse a buscar razones buenas y positivas para votarlos de nuevo -que no está ni medio fácil-. Por mucho que se empeñen algunos, el voto del 26-J no será un reparto de premios y castigos por la negociación. El partido que comprenda que las elecciones son sobre el futuro y no sobre el pasado y hable más de “ellos” (los votantes) que de “nosotros” (los pretendientes) será el que más posibilidades tenga de ser indultado por este desastre colectivo y de llevarse la parte menor del bofetón electoral que se está incubando”.
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José Sacristán: “Lo que me duele es que la izquierda haya hecho tan mal las cosas. Y hablo de la izquierda exclusivamente porque a la derecha no le doy ningún crédito ni moral ni de ningún tipo. Lo que se ha hecho pésimamente es la malversación de un depósito moral que le correspondía a la izquierda. Lo ha malversado, lo ha lapidado y lo ha mandado a tomar por culo. Ahora la reelección del nuevo secretario de UGT es un episodio corporativo como si hubieran cambiado al de El Corte Inglés. Ellos solitos, los propios sindicalistas han mandado a la mierda todo. Por eso han aparecido estos muchachos. Pero míralos. Ellos mismos vuelven a reproducir los vicios de los anteriores. De un plumazo, este muchacho ha echado a todos los que le molestaban. ¡Eso es lo asambleario!… ¿Y dónde está el partido comunista? ¿Y lo del PSOE? ¿Y la cultura del pelotazo de los 80? ¿Y lo de Bankia? ¿Y los ERES en Andalucía?”.
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Luis Arroyo: “Una primera incógnita, imposible de descifrar ahora, es en qué medida habrá una abstención histórica o no. Por otro lado, un cambio ligerísimo en el porcentaje de votos –de dos o tres puntos– supone una alteración muy importante en la asignación de escaños. Y por supuesto, hay algo fundamental que no puede escapar al análisis. Como mínimo tres de los cuatro partidos (quizá excluyendo a Ciudadanos), tienen en mayor o menor medida tensiones internas. Con independencia de las mayorías que aritméticamente puedan formarse cuando se constituya el nuevo Congreso, lo cierto es que cualquier resultado que no sea bueno puede provocar en los partidos una fractura o un cuestionamiento interno. De manera que podemos estar seguros de que vamos a tener unas elecciones muy parecidas a las de la pasada Navidad, con los mismos candidatos y los mismos programas, pero no creo que vayamos a tener un panorama post-electoral como el que hemos atravesado durante este año”.
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Antonio García-Trevijano: “¿Cuál es la característica fundamental del régimen fascista de Mussolini? Que no hay separación de poderes, quien legisla es el Estado, las masas se integran en el Estado. ¿Cuál es el fundamento de que exista separación de poderes? Separar la nación del Estado. La nación es la que legisla. La unidad política fundamental es la mónada, un distrito electoral que, en el caso de España, sería de unos 100.000 habitantes y que elige su representante y un suplente. Todos los representantes de las mónadas en un parlamento, sin depender de los partidos, ni del Estado, representan a la nación y entonces, pueden legislar. Pues bien, ¿qué tenemos hoy? El BOE. Es decir, legisla el Estado. Una auténtica aberración. Si la nación es quien tiene que legislar, ¿dónde están ahora los nacionales? No hay, hoy sólo hay partidos estatales. Entonces, tenemos la tarea de reconquistar España como nación. Los independentistas muestran muy bien el problema descrito: ni siquiera citan a España, hablan del Estado español o de este país. España es innombrable. Hay conciencia nacional española. Hemos de emprender una revolución política que reivindique el poder legislativo para los diputados nacionales. Vamos a organizar en el mes de mayo una marcha de la libertad política colectiva, para la reconquista de la conciencia de España. La soberanía no reside en el pueblo ni en el cuerpo electoral, ni siquiera en las bases militantes de los partidos. Con el sistema electoral impuesto a los españoles, lo verdaderamente soberano es el directorio del partido, y ante él los ciudadanos, e incluso sus militantes y diputados, están mucho más indefensos que ante el Estado, y más aún que los consumidores ante las grandes empresas. Ante el Estado los individuos tienen la posibilidad de utilizar los recursos legales, y algunas veces la de ganarlos. Ante las grandes empresas existe, al menos, la presión de las asociaciones de consumidores. Pero ante la soberanía de los directorios de los grandes partidos no hay nada. Están todavía por nacer las asociaciones de ciudadanos que la limiten o controlen, ya que la pretensión de que esta función la desempeñen las bases del partido se ha mostrado irrealizable en los países donde se ha intentado. A consecuencia de que la soberanía está en el directorio de los partidos, en el que se ingresa por cooptación, los políticos sólo tienen que especializarse en una doble competencia: desempeñar el papel que les asigna el directorio y vender la imagen del partido. Es natural que las democracias con mejores performances prefieran para los primeros papeles del escenario político a verdaderos profesionales de la imagen y de la representación: artistas y reyes”.
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Joan Subirats: “La exigencia de cambios profundos atraviesa todo tipo de países, aunque la dirección de ese cambio no esté clara. Las situaciones que generan transformaciones sociales significativas no acostumbran a poder predecirse. La coincidencia de una fuerte movilización o conflicto con otras circunstancias quizás ajenas, abre la oportunidad de cambiar cosas que un día antes parecían totalmente inamovibles. Es difícil imaginar que situaciones de este tipo surjan de técnicos y expertos que acostumbran a buscar salidas practicables en el clima político de cada momento. Son los movimientos sociales los que muchas veces pueden cambiar ese clima presionando y luchando por lo que muchos consideran propuestas impracticables e ilusorias. Las barreras son inmensas pues sus propuestas alteran las zonas de confort de muchos actores e intereses. Lo normal es considerar que este tipo de movilizaciones son arriesgadas y contraproducentes. Es lo que Hirschman denominó como “retórica intransigente””, que apela a tres temas fundamentales: el riesgo, la futilidad y los efectos perversos. El riesgo supone exponer que cada vez que intentamos cambiar algo se corre el riesgo de perder lo que ya se tiene, y que por tanto, la inactividad es la postura más prudente. La futilidad expresa que no existen oportunidades de cambio, y desde esta óptica cualquier tipo de acción no es sino una pérdida de tiempo y recursos. Y los efectos perversos están relacionados con la idea de que cualquier tipo de actuación pensada para el cambio no hará sino empeorar las cosas. Lo que hemos visto en estos últimos años, con ejemplos distintos como la PAH o la ANC, es que frente esta “retórica intransigente” es posible levantar una “retórica de la movilización” que convierta en más realizable lo que poco antes parecía imposible. La dialéctica instituciones y movimientos sociales debe seguir manteniendo dinámicas de colaboración y conflicto, de practicabilidad de lo que se propone, pero también de exigencia de lo que muchos consideran necesario y justo. Lo peor sería caer en lo que ya advirtió Debs cuando algunos dudaban de votar a alguien como él con pocas posibilidades de victoria: “mejor votar por lo que quieres y no obtenerlo que votar por lo que no quieres y conseguirlo”.
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Gabriela Bustelo: “En las tres décadas largas de democracia española se ha repetido el mismo esquema político de un modo casi matemático. Los gobiernos de izquierdas desembocan en una corrupción tan colosal que el electorado les castiga votando a la derecha para que restaure el país y así poder repetir el mismo proceso de nuevo. La corrupción institucional no solo estaba blindada estructuralmente, sino también aceptada por la ciudadanía como algo inherente a la política. Cuando le tocaba al PSOE en el poder se hacían cambios sociales que se vendían como “la gran modernización de España” y se cobraban mediante tramas fraudulentas que han estado en marcha durante décadas. Luego llegaba el PP y procuraba arreglar el desaguisado económico, trincando lo suyo con menos avaricia para la ingeniería del fraude. La observación del patético peliculón de estos tres meses permite detectar otro grave defecto que afecta –salvo honrosas excepciones– a toda la cúpula política española: la creencia de que un político debe engañar al electorado para exprimirle los codiciados votos. En estos tiempos de crisis marcados por una revolución informática sin precedentes en la historia de la humanidad, la preeminencia de las viejas élites mejor informadas está en entredicho. Nunca tantas personas han tenido acceso a tal cantidad de conocimientos en un entorno tan libre y tecnificado. En España esto está produciendo la paradójica circunstancia de que la población reclame a sus líderes políticos un reajuste para el que parecen metafísicamente incapacitados. Daniel Goleman (Inteligencia emocional), José Antonio Marina y el clásico de Piaget “La psicología de la inteligencia”, cuya sencilla premisa es ésta: los niños no piensan del mismo modo que los adultos. Quienes estamos pendientes de la actualidad política comprobamos a diario, con una mezcla de estupor y vergüenza ajena, hasta qué punto un individuo con un cociente intelectual normal puede comportarse como un necio. Un niño no piensa como un adulto porque emplea la inteligencia en bruto, con todo su potencial. Nos podrá parecer que la conducta de los políticos españoles durante estos tres meses es pueril, pero cuatro niños –desprovistos de prejuicios, vanidades y odios incontrolables– habrían llegado a una solución al día siguiente de las elecciones”.
Miguel Ángel Bastenier: “Hace unos días este periodista hacía en Twitter una observación atinada, que sirve para comprender la disfuncionalidad de la política española: “Un enemigo puede ser rival, pero un rival no tiene por qué ser enemigo”. En un escenario político saneado, considerar enemigo a un adversario o rival es impensable. El modo de tratar a los adversarios está relacionado con la noción de la propia valía. Si un líder político plantea la interacción con el adversario como un fair-play respetuoso entre oponentes equiparables, la competición será una experiencia enriquecedora de la que se beneficiarán ambos (y todo el entorno por ósmosis). Por el contrario, si un líder enfoca la política como una batalla campal contra un enemigo al que hay que aniquilar, estaremos ante un autócrata. Por increíble que pueda parecer, buena parte de la clase política española tiene esta mentalidad antidemocrática”.
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Fernando Onega: “Dan ganas de elogiar a Rajoy. Por lo menos, no dio el espectáculo. Rajoy practicó su táctica de siempre, el quietismo, tan ensayada en Cataluña. No sabemos si en Cataluña le saldrá bien, pero esta vez le funcionó: ha sido el hombre que esperó a ver pasar el cadáver de su enemigo. Su partido no está mucho mejor que hace 120 días, las encuestas le dan un levísimo crecimiento sin asomarse a la mayoría, pero puede mantener intacto su discurso y en los mítines podrá ser despiadado con quienes dieron una imagen de desacuerdo y jugaron a una investidura fracasada. Hoy, más que nunca y más fuerte que nunca, puede recuperar el mensaje de “o yo o el caos”.
Lucía Méndez: “Pablo Iglesias y Albert Rivera no han engañado a nadie sobre sus intenciones, su voluntad y su proyecto político. Se han declarado incompatibles. Los dos. Por tanto, la idea de que compartieran Moncloa con Pedro Sánchez estaba abocada al fracaso desde la primera hora del primer día. La única razón por la que se ha mantenido con vida artificial tanto tiempo es porque el PSOE la ha alimentado. Sánchez cerró la puerta a ser presidente con los votos de Podemos al pactar con Albert Rivera. Hizo su apuesta. Y el líder de Ciudadanos aprovechó el acuerdo con Sánchez para sacar pecho de sus 40 diputados, que eran irrelevantes porque no completaban mayoría con nadie. El líder socialista creyó que podía presionar a Podemos para que le hiciera presidente con el fin de aplicar el proyecto pactado con Rivera porque Pablo Iglesias iba a tener miedo a unas nuevas elecciones. Una de dos. O cometió una clamorosa equivocación, o sólo alimentó la ficción para sobrevivir como líder del PSOE. El fin del sueño ha indignado al PSOE. El tono y el rostro de su portavoz parlamentario indica que aún pensaban estirar la ficción. “Todo ha sido una artimaña”, dice Antonio Hernando. Puede tener razón. Lo que no está claro es que la artimaña haya sido sólo de Podemos”.
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Teodoro León Gross: “La teoría de los juegos aplicada a la negociación, importada por los cabezas de huevo de los gabinetes políticos, proporciona el modelo Hawk-Dove: halcones son los negociadores agresivos que no van a ceder, y palomas aquellos capaces de modular su posición para engrasar un acuerdo. El problema está, claro, cuando coinciden sólo halcones y nadie cede, como cabía prever de Podemos y Ciudadanos. Las consecuencias son obvias. Es lo que retrata la chickie run de la película “Rebelde sin causa”: los coches corren hacia el acantilado en Pacific Palisades retándose a ver quién es el último en saltar. Usan chicken (gallina) porque se mide quién tendrá menos valor para resistir. Se trata de apurar hasta el límite; y eso, claro, puede fallar. Aquí no se ha negociado un pacto de Gobierno; se competía por ver quién abandonaba antes cargando con la culpa de la ruptura y quién ganaba el laurel de haber resistido. La escenificación ha prolongado un espejismo en el que nadie cree. Ciudadanos: «No podemos aceptar que el acuerdo PSOE-Ciudadanos esté en vía muerta…». Falso. Podemos: «es posible un Gobierno progresista». Falso. Hernando: «el pacto es difícil pero no imposible». Falso. La política es el arte de lo posible y 199 nunca lo ha sido. Los negociadores sólo medían los tiempos. El final de la chickie run es el calendario electoral del 26-J, con el precipicio amenazante según se ven las encuestas. ¿Y si ya es demasiado tarde para salvarse por el hastío ante el paripé? ¿Puede ganar el ausente con su dontancredismo prudente?”.
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Soledad Gallego-Díaz: “Compromís, el grupo de Mónica Oltra, asociado a Podemos, es consciente de que necesita un nuevo Gobierno que afloje una cuerda que no les permite cumplir prácticamente ninguna de sus promesas electorales. Lo mismo sucede en Cataluña, donde el presidente Puigdemont, que ha imprimido un ritmo más lento a la “desconexión”, sabe que el 95% de su gasto depende en estos momentos de la Hacienda española. Todos son conscientes de que será el mismo Gobierno Rajoy el que presentará en Bruselas en abril su programa de estabilidad. Y el que, si no sucede nada, acudirá en junio (todavía en funciones o de pleno derecho) a una nueva ronda de negociaciones sobre esos topes de déficit. Salvo que exista un acuerdo antes y haya nuevo Gobierno. En esas estamos”.
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Esteban Hernández: “La trampa que el PP situó bajo los pies de sus rivales está dando sus réditos. Sus escándalos de corrupción, sus problemas con aquello que decían que estaban haciendo bien, como el cumplimiento del déficit, la falta de liderazgo de Rajoy, las tensiones internas y tantas otras cosas han sido menos visibles que las dificultades de sus rivales para llegar a acuerdos. Los populares han vivido un tiempo relativamente cómodo, con su líder en perfil bajo, a la espera del fracaso ajeno, y los demás no han salido especialmente bien parados. Ciudadanos ha sido quien mejor imagen ha obtenido, pero es competidor más amable, tanto porque será su aliado para gobernar como porque, si se producen elecciones, será fácil quitarle votos aludiendo al voto del miedo y a la necesidad de estabilidad. Y Pedro Sánchez no ha ganado mucho con esto, pero algo tenía que intentar si quería conservar su despacho en Ferraz. Tampoco Podemos, que entre el acoso mediático y los problemas internos ha perdido algo de apoyo. En fin, que la estrategia de Rajoy de jugar a lo Mourinho, presionando a los rivales dentro y fuera del campo, defendiendo al límite, y replegándose en terreno propio para salir al contragolpe, le va a salir bien. Lo que es más extraño es que los demás, conociendo cuál es su sistema, hayan caído en su propuesta”.
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Enric Juliana: “Sólo existe margen para una combinación: la abstención de Podemos para que gobierne el Gran Centro (PSOE y Ciudadanos) durante un cierto periodo de tiempo, a cambio de algunas concesiones programáticas, una cierta presencia del partido de Pablo Iglesias en el sottogoverno y el cese de hostilidades de los medios de comunicación públicos respecto al joven partido del círculo morado, al que sólo falta acusar del asesinato de Kennedy. Dos años de Gran Centro con el Partido Popular en la oposición y Podemos fluctuando entre el apoyo crítico y la oposición de izquierdas. Sería un pacto carrillista, y la sola mención de esa palabra provoca escalofríos en el grupo dirigente podemista. Muy influidos por Julio Anguita y Manuel Monereo, el más sólido intelectual de Izquierda Unida (ahora vinculado a Podemos), Pablo Iglesias y su círculo de confianza han convertido el discurso crítico sobre la transición en uno de sus pilares. Las moderaciones de Santiago Carrillo a finales de los setenta son para ellos un inaceptable ejemplo de “derechización”. Juan Carlos Monedero, recuperando influencia en estos momentos, saltó a la palestra con un libro demoledor titulado “La transición contada a nuestros padres” (2011). Con estos mimbres es difícil que Podemos sorprenda a todos con una finta eurocomunista de última hora. Es difícil, pero no imposible. Decidirán las bases, según el acuerdo adoptado ayer. Dentro de unas semanas, la política española podría estar pendiente de las votaciones de los afiliados de Podemos. Caben varias fórmulas intermedias. Por ejemplo, un Gobierno con ministros independientes sugeridos por Podemos. Cabe la fórmula italiana de las “paralelas convergentes”, por decirlo a la manera de Aldo Moro: Podemos fuera del Consejo de Ministros, con presencia en el ‘sottogoverno’ (áreas de influencia intermedia, RTVE, organismos sociales…) a cambio de su abstención en la investidura y un cierto apoyo parlamentario. Sánchez necesita aproximarse ahora a Podemos, ni que sea para poder culparle de la ruptura final el día 2 de mayo. Otro tanto le ocurre a Pablo Iglesias, que durante estos cien días habrá aprendido que las tallas grandes, además de confluir, pueden encoger”.
Carlos Jiménez Villarejo: “El PSOE ha llegado a un acuerdo con Ciudadanos. Insisto en que yo prefiero un acuerdo entre PSOE y Podemos pero si eso es inviable hay que dar salida a un gobierno de PSOE y Ciudadanos con la abstención o el apoyo de Podemos para garantizar un gobierno minoritario pero mayoritario desde el punto de vista parlamentario que permita dirigir España de otra manera a como se ha hecho hasta ahora. Los enfrentamientos entre Iglesias y Rivera que se produjeron en el Congreso en torno a la financiación de Podemos acreditan, una vez más, una preocupante inmadurez política al situar ese problema, en todo caso secundario en este momento, por delante del vacío político que arrastra España desde el 20-D y que no son capaces de resolver. Es una forma más de favorecer la continuidad del PP en el Gobierno. Y esto sí que merece un duro reproche, porque ambos políticos plantean temas partidistas por delante de la efectiva defensa de los derechos humanos de los ciudadanos. Dada la situación económica y política de España, que se perfilen unas elecciones a final de junio, con la dificultad para hacer una campaña electoral en un periodo prácticamente veraniego, con el abstencionismo que se puede derivar de ello y la crítica del electorado a los partidos por su incapacidad de constituir un gobierno durante muchos meses, el coste electoral que puede significar para Podemos puede ser muy alto. También puede pasarles factura a los restantes partidos. Sería el colmo de la insatisfacción que el PP fuera el ganador de este proceso y sacara más diputados de los que ahora tiene. Sería un fracaso rotundo de la izquierda. El problema político que tiene hoy España es cómo expulsar al Partido Popular del Gobierno. Ese es el objetivo básico. No hay ninguno que se le pueda comparar. El Gobierno del PP durante estos cuatro años ha sido especialmente nefasto tanto en el ámbito de los derechos civiles, económicos y sociales. Ha sacrificado el valor ‘justicia’. Ha reducido el margen del ejercicio de los derechos civiles de los ciudadanos. Ahí está la Ley de Seguridad Ciudadana, que se ha convertido en una ley de represión de los ciudadanos y del ejercicio de sus derechos de reunión, manifestación, expresión… Tras cuatro años de gobierno del PP, que dijo que resolvería el problema del paro y la precariedad, sigue habiendo más de cuatro millones de parados en España. Eso destroza muchísimas familias, que están sumidas en una situación de precariedad, falta de recursos, medios, pobreza, pobreza energética… Se han adoptado medidas que han favorecido mediante amnistías fiscales que las grandes fortunas legalizasen los impuestos evadidos y la impunidad por sus delitos. El secretario general del Partido Comunista Italiano Enrico Berlinguer lo dijo en un acto en la plaza Monumental de Barcelona, al que tuve la fortuna de asistir en plena transición política española, en el año 1978. En aquel famoso acto, que fue tumultuoso, en presencia de líderes como Santiago Carrillo, Antoni Gutiérrez Díaz o George Marchais, explicó que el PCI, que tenía casi un 30% de los votos, estaba formando parte no del Gobierno pero sí de una mayoría parlamentaria con la Democracia Cristiana, el Partido Socialista y el Partido Republicano. Es decir, formaba parte de una mayoría junto a partidos que estaban en las antípodas de sus tesis. Estamos ante una situación muy similar a la que se vivió en la transición italiana de los años setenta. Además, tenemos delante a un Partido Popular que, además de todo lo que he dicho, está inundado hasta las cejas de corrupción, abusos de corrupción y falta de ética pública. ¿Estamos en condiciones de permitir que siga gobernando ese partido autoritario, al servicio de la oligarquía financiera e inundado por la corrupción? Sería una equivocación histórica de la que tendrían que pagar el coste correspondiente.
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Manuel Jabois: “Las bases, no digamos las bases de Podemos, el partido horizontal en el que Pablo Iglesias es más horizontal que nadie, tienen la última palabra en la negociación de un Gobierno alternativo a la derecha del PP. Las bases, o sea los niños que no pueden saber que Maradona se droga o que los animales no hablan, tienen la última palabra: la palabra que emana del pueblo más puro, el que está aún sin elegir, el que no tiene mancha de cargo. Se le ha preguntado qué quiere hacer: si apoyar a la oligarquía neoliberal recortadora de derechos o la voluntad política que va a devolver la dignidad al pueblo. Yo así preguntado diría que oligarquía por joder, sólo por ver la cara de la pija. Pero aquí los papeles están cambiados, tanto que se considera que los dirigentes, tras llamar al pueblo a votar libremente, han sugerido que si no se vota lo convenido se van para casa. No aprendieron la última lección soviética: la democracia siempre es más segura cuando no se vota”.
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Carlos Elordi: “Más allá de que no haya que dar por sentado que el panorama electoral que surgirá de los nuevos comicios se parecerá mucho al que se conoció la noche del 20-D, tal y como dicen los sondeos que se conocen, cabe pensar que la dinámica política que generará la repetición de las elecciones creará una situación nueva y muy distinta de la que se ha vivido en los tres últimos meses. En el contexto general y en el interior de los distintos partidos. Es altamente probable que Rajoy dimita después del 26 de junio. Las argumentaciones serán distintas en el caso de que el PP crezca en votos respecto del 20-D que en el de que sufra un nuevo revés. Veremos en qué consisten pero en estos momentos la prioridad del presidente del gobierno en funciones es la de ser el mejor líder electoral posible de su partido. Después carecerá de terreno político que pisar y su salida de escena podría ser considerada muy digna por sus seguidores y recibida con gran alivio por el establishment que tiene desde hace tiempo claro que esa es la solución. Y sin Rajoy, la ‘gran coalición’ llegará por sí sola”.
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Jorge Bezares: “Aunque ya solo caben unas nuevas elecciones, no estaría mal que, ayudados por un manual básico sobre historia de los partidos políticos (y su consolidación) en las democracias occidentales, reflexionaran sobre sus respectivas posiciones, aparcaran los postureos, la ‘carguitis’ y los ejercicios tácticos de salón y pactaran esas reformas que urgen para que España no se vaya al carajo definitivamente. Si no lo hacen, aunque la rima sea chunga, Podemos y Ciudadanos tendrán que acostumbrarse a formar parte de ese dicho propio de protestas y ‘manifas’ que ubica al PSOE y al PP en la misma mierda. En fin, cuando pudieron, estas criaturitas se dedicaron a mirarse el ombligo. Y tanto ombliguismo, claro, se paga en las urnas. Tras las elecciones municipales, el PSOE tuvo dudas de si apoyaba al candidato de Podemos, José María González “Kichi”, o dejaba que la candidata del PP, Teófila Martínez, siguiera cuatro años más en el sillón de San Juan de Dios. Durante esos días, pese a las dudas que suscitaba Podemos en su versión de Izquierda Anticapitalista, la inmensa mayoría de los votantes socialistas de la ciudad se indignó ante la segunda posibilidad. Al final, gracias al dejar hacer, dejar pasar (con todo el dolor de su corazón, dicho sea de paso) del PSOE de Susana Díaz, pero sobre todo por una llamada de Pedro Sánchez al secretario local de los socialistas gaditanos, Fran González, pidiéndole que votara a Kichi, Podemos gobierna la ciudad de Cádiz. Los resultados de las elecciones municipales y autonómicas propiciaron acuerdos no escritos en la izquierda y fruto de ellos el PSOE y Podemos gobiernan donde gobiernan. Sin embargo, las elecciones generales han arrojado unos resultados que truncan los acuerdos en la izquierda –y en la derecha-. Los nacionalistas catalanes y vascos tienen la sartén por el mango, y eso es lo que hay. Por tanto, hacen falta acuerdos transversales que recorran el arco parlamentario para formar gobierno y evitar unas nuevas elecciones. Autodescartados los nacionalistas por la deriva independentista y el PP por el tancredismo de Rajoy, una corrupción que apunta a septicemia y una incapacidad manifiesta para el diálogo en tiempos de acuerdos y consensos, el PSOE de Pedro Sánchez es objetivamente la única fuerza política que puede intentar esa operación transversal que necesita España como el comer. Y, por pura lógica, sus potenciales socios de gobierno o de legislatura son Podemos y Ciudadanos, dos formaciones políticas que irrumpieron con manos limpias, formas muy democráticas y sin prejuicios.
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La Vanguardia: “Quedan poco más de 15 días para comunicar al Rey si hay candidato a la investidura. En estas condiciones, lo más aconsejable es dejar los tacticismos que no llevan a ninguna parte. No es recomendable que ocurra como en Catalunya, donde se llegó a un acuerdo in extremis. Si hay margen para el pacto, no mareen más la perdiz. Si no lo hay, asuman su fracaso con claridad y anuncien cuanto antes que se repetirán las elecciones”.
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El País: “Sería irresponsable que el partido más votado continuase estando al margen de todos los intentos de formar un Gobierno. Tanto Ciudadanos como el PSOE invitaron al PP a hablar de programas, al igual que a las demás fuerzas políticas, en una carta que les enviaron formalmente hace un mes. Desde entonces, Rajoy ha dejado pasar las semanas sin dar respuesta al envite, en una actitud tan desconcertante como resultó su renuncia al encargo del Rey, al término de la primera ronda de conversaciones de los partidos políticos con el jefe del Estado. Quien primero estaba obligado a intentarlo, el partido que logró más votos el 20-D, es el que menos protagonismo ha tenido desde aquella fecha y el que menos ha trabajado para aclarar su proyecto político para España. Unos y otros abocan al país a un momento delicado. Ante la perspectiva de relegar por mucho más tiempo el abordaje de problemas urgentes, la responsabilidad obliga al Partido Popular a no contribuir a la continuidad del bloqueo y a explorar el método del diálogo. No les toca a los demás darle hecha la combinación parlamentaria que exigió en su momento, sino que le corresponde implicarse para abrir paso a un proyecto político que haga innecesaria la repetición de las elecciones, en vez de mantenerse en una actitud de aislamiento. Es el momento de abandonar la ambigüedad, mostrar una actitud abierta y generar confianza. Necesitamos saber lo que está dispuesta a hacer la fuerza política que más respaldo recibió el 20-D, más allá de velar estrictamente por sus intereses partidistas”.
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Epicteto: “Reconstruir la trabazón entre los votantes y los máximos representantes de los partidos es un requisito imprescindible para el correcto desarrollo de una democracia. En una democracia representativa, la elección de los líderes resulta crucial para el buen éxito del empeño. Éstos tienen que tomar muchas y muy difíciles decisiones que no pueden estar en manos de populismos y demagogias, pero, al mismo tiempo, es preciso que los líderes olviden sus ambiciones personales y respeten y orienten de verdad la voluntad mayoritaria de quienes les votan hacia soluciones guiadas por el interés común. En estos momentos, la gran mayoría de los españoles quieren mejorar lo más rápidamente posible, quieren estar unidos, encontrar trabajo y acabar en la medida de lo posible con las diferencias, dando a todos las mismas oportunidades y cubriendo las deficiencias de aquéllos que, por diferentes circunstancias, no pueden estar al nivel de los demás. En definitiva, una España cada vez mejor y unos españoles cada vez más satisfechos. ¿Lo acabarán entendiendo?”.
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J. L. González Quirós: “La democracia del 78 representa un caso extremo de inflación administrativa galopante, como cabía esperar dada la decisión de ampliar las instancias de poder político mediante la creación de diecisiete mini-estados, con sus parlamentos, sus leyes, sus Gobiernos y sus policías, unos estadillos que no pararán hasta poder disponer de sus jueces, para que nadie pueda interferir en sus designios soberanos. Ahora, siempre un poco tarde, Montoro ha descubierto que el sistema autonómico ha sido un fracaso, son palabras de alguien que se sabe fuera de cuadro, pero no nos invita a pensar en cuál es la razón de ese fiasco, más allá de la mera constatación. En nuestro caso, los llamados partidos nacionales, debieran haber sabido parar los pies a los nuevos líderes territoriales, pero una manera mafiosa de entender el poder político ha impedido que ese fuera el camino para lograr una cierta racionalidad y, como es lógico, el disparate ha alcanzado su grado máximo: cada vez más gobernantes, cada vez más momios a disposición de los suyos, y cada vez más déficit y más deuda, sin que nadie advierta de que tal vez, además de que no será justo, llegue un momento en que resulte absolutamente imposible asumir los costes de una deuda tan brutal como insolidaria y nos veamos envueltos en un proceso de quiebra de consecuencias incontrolables. Cuando aprendamos a pedir cuentas en lugar de pedir favores, estaremos en condiciones de poner fin al proceso de envilecimiento fiscal y a la política que se hace no ya a espaldas de los ciudadanos sino directamente en contra de sus derechos e intereses. Falta poco, a la hora de escribir estas líneas, para que sepamos si hemos de ir a nuevas elecciones o nos hemos de alegrar de que los políticos hayan encontrado una fórmula, que, naturalmente, será llamada de cambio, de progreso, social, faltaría más. Ahora, o en unos meses, tendremos un nuevo gobierno, y será en tecnicolor, porque se encargará de gastar nuestro dinero en cantar interminablemente las loas a sus intenciones, prometerá cada vez más milagros y obras de piedad pública, pero seguirá, mientras no reaccionemos, metiéndonos la mano en el bolsillo, profundizando en el saqueo y jurando que lo hace por nuestro bien, tratando de conseguir que no decrezca nunca el número de los que piensan que todo gobierno es una bendición que nos ayuda a salir de la pobreza y el bochorno. Cualquier cambio real en la política española tendría que venir de que aumentase el número de ciudadanos que se resiste a creer el cuento de la buena pipa que cuentan al alimón la derecha social y la izquierda progresista, pero, de momento, no está pasando, aunque no haya que perder la esperanza de que los españoles acaben por caer en la cuenta de que no necesitamos tantos políticos ni tantos secuaces y beneficiados como los que padecemos”.
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José Antonio Zarzalejos: “Si hay nuevas elecciones -dejemos al lado la ‘filfa’ de la consulta a los inscritos de Podemos-, es de esperar que los ciudadanos no dejen el país en manos de un mediocre de ideología pánfila (Rajoy) y de un temerario arrogante y ampuloso (Iglesias) y se cumpla la esperanza que encapsula otro magnífico pecio de Rafael Sánchez Ferlosio: “Dos comodines: ya verás como no pasa nada; alguna solución tendrá que haber”. Que no pase nada supondría que el poder no fuese ostentado por los más cobardes ni por los más temerarios. Que haya alguna solución implicaría que, al final, se impusieran en las urnas las fuerzas más centrales para que la piqueta no sustituya a la paleta, ni el inmovilismo al reformismo.
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