¿Qué revelan los atentados en Arabia Saudí?
Yusuf Fernandez | |||
Los ataques fueron dirigidos a poner en cuestión los pilares en los que se basa al régimen saudí. Uno de ellos fue dirigido contra la Mezquita del Profeta en Medina, uno de los lugares clave de la Peregrinación o Hayy. Este atentado contribuye así a arrojar dudas sobre la seguridad de la Peregrinación pocas semanas antes de que ésta comience y un año después de que la avalancha de Mina dejara un saldo de más de 1.000 muertos. El segundo atentado tuvo lugar cerca del Consulado de EEUU, el principal protector del régimen saudí, en Yeddah y los otros dos en la región de Qatif, mayoritariamente habitada por shiíes, que han estado protestando en favor de reformas democráticas y el fin de la discriminación que sufren en el reino desde 2011. Las fuerzas de seguridad saudíes, pese a estar dotadas de equipos y armas avanzadas, dieron una muestra de total ineficacia e impotencia, siendo incapaces de desbaratar ninguno de los atentados. Por otro lado, el reino wahabí tiende a buscar soluciones puramente de seguridad dejando de lado los aspectos religioso y político del problema, un planteamiento que, en el contexto saudí actual, es profundamente inefectivo. La única fuente de legitimidad del régimen es un discurso religioso extremista que es difundido por una red de clérigos que son fieles funcionarios del Estado. Este discurso radical, que se exporta al extranjero a través de la financiación saudí de mezquitas y madrasas en diversas partes del mundo, justifica y patrocina el terrorismo y el sectarismo en países como Siria, Iraq y otros como medio de lograr los objetivos políticos saudíes. Aunque el régimen busca reprimir la salida de yihadistas al extranjero, por miedo a que regresen y continúen su lucha en casa, lo cierto es que miles de saudíes han ido a luchar a Siria o Iraq como consecuencia de las enseñanzas recibidas en los propios centros educativos y religiosos saudíes. La preeminencia del wahabismo como doctrina oficial saudí favorece al mismo tiempo el desarrollo de grupos terroristas wahabíes como el EI y Al Qaida dentro de la propia Arabia Saudí. No cabe duda de que muchos jóvenes saudíes están seducidos por el discurso de estos grupos y es imposible determinar el número de ellos que estarían dispuestos a unirse a ellos o seguir sus instrucciones. De este modo, el peligro para el país no está en el extranjero ni procede de Irán, Siria u otros países o fuerzas que los medios saudíes citan a menudo. El peligro está en el propio sistema político y religioso del país y en el creciente descontento de su población ante la falta de reformas democráticas, la extensión de la corrupción, el empeoramiento de la economía y el predominio de una ideología radical que ha sido elevada a la categoría de doctrina oficial desde hace más de dos siglos. El general Ibrahim Treki, portavoz del Ministerio del Interior saudí, reveló una real ignorancia acerca del peligro que acecha a su país cuando se apresuró a exonerar a ciudadanos saudíes de estar detrás de estos atentados y acusó directamente a extranjeros de ser los autores, viniendo a negar así que existan saudíes dispuestos a llevar a cabo acciones terroristas. Todo ello muestra que la política saudí sigue siendo una muestra de arrogancia, estupidez e ignorancia que pone en peligro a su propio país, a la región y al mundo. Esto debería llevar también a los protectores del régimen saudí -EEUU, Reino Unido y Francia- a reflexionar, más allá de cualquier consideración moral, sobre si podrán continuar controlando a Arabia Saudí y a su pueblo a través de su apoyo a la monarquía absolutista gobernante. |
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