Por Por Pedro García Hernández Damasco,
4 jul (PL) En medios occidentales causa expectación la reciente cadena
de atentados, fundamentalmente contra civiles, de grupos organizados del
Estado Islámico (EI), pero esas acciones eran predecibles desde Siria
hace cinco años.
A partir del 2011, el EI o Daesh, por su acrónimo en árabe, irrumpió
como principal fuerza de choque terrorista contra Siria, desligándose
casi de inmediato de Al Qaeda, una suerte de mito creado por los medios
de propaganda.
En menos de dos años, ocuparon algo más de un
tercio del territorio sirio, sobre todo zonas desérticas de escasa
población pero símbolos de la milenaria civilización como Palmira, Raqqa
o Deir Ezzor.
De igual forma, aliados con otros como el Frente
al Nusra o el Ejército de la Conquista, atacaron los suburbios de
Damasco, lograron desarticular de alguna manera al movimiento palestino
en zonas como Yarmuk, en la afueras de la capital siria y consolidaron
puntos de abastecimiento de armas y hombres en las fronteras norte con
Turquía y el sur, Jordania.
Hasta mediados del 2014 parecía que
ejecutaban a la perfección los planes destructivos liderados por Estados
Unidos y secundados regionalmente por Turquía, Arabia Saudí y Qatar
destinados a la aniquilación de Siria, "un mal ejemplo de tolerancia y
desarrollo social y económico en el Levante", según sus conceptos
injerencistas.
Pero la realidad cambió esos proyectos. Siria,
aún con imperfecciones o errores, demostró firmeza como Estado y nación,
resistió la embestida como nunca antes en el Medio Oriente y de esa
manera cambió las reglas de un juego brutal y dramático.
Poco a
poco, estabilizando alianzas con Rusia, Irán y el movimiento de
resistencia palestino Hizbolá, el gobierno encabezado por Bashar al
Assad demostró que podía defender la nación.
El Daesh, amparado
en el rimbombante acertijo de Califato musulmán para Iraq y Siria,
comenzó a ser derrotado en el terreno de combate, perdió posiciones e
influencias y sus esgrimidos y falsos conceptos "religiosos" demostraron
su verdadera faz política y extremista.
Todo estaba pensado, y
las pocas improvisaciones en la realidad desde el punto de vista táctico
y estratégico, permitieron activar "las células terroristas dormidas"
del Daesh en Europa, Turquía, Iraq o la propia Arabia Saudí, y en caso
de que en el terreno las cosas cambiaran.
Pocas dudas pueden
existir de que el EI o Daesh, como quiera llamársele, actúa ahora para
presionar a sus "padrinos" a costa, mayoritariamente, de centenares de
muertos y heridos en tierras de musulmanes.
Esa lógica,
lamentablemente brutal y carente de todo principio religioso, demuestra
el doble rasero de Estados Unidos y sus aliados, tanto en Europa como en
la región del Levante.
El terrorismo parece incontrolable, pero
a la luz de los hechos, el EI trata de demostrar lo contrario y ataca
al mundo occidental y a otros, no en el frente militar propiamente
dicho, sino para sembrar el pánico en las sociedades civiles.
Si
la lucha contra el terrorismo estuviera unificada, consolidada y
actuara de manera coordinada, el Daesh no tuviera los mecanismos de
comunicación y divulgación que por miles, funcionan en internet y las
redes sociales a través de hackers y otros piratas informáticos.
Es muy posible que los servicios de inteligencia estadounidenses,
europeos, israelíes, turcos o saudíes, entiendan con claridad lo que
sucede y asuman otras variantes para encaminar al Daesh y mantenerlo,
sin desviaciones propias y de prepotencia, en el camino original:
destruir a Siria como nación.
lam/pgh |
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