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lunes, 16 de enero de 2017
¿Quién puede fiarse de lo que digan la prensa y el gobierno de EE.UU.?
¿Quién puede fiarse de lo que digan la prensa y el gobierno de EE.UU.?
Dibujo satírico publicado en 1896 en el diario catalán La Campana de Gràcia, criticando la voluntad anexionista de EE. UU. hacia Cuba. Fuente.
Nuestro compañero Manuel García nos brinda un recordatorio didáctico sobre las mentiras empleadas por el imperialismo para justificar sus guerra de rapiña y agresión. Leyendo la entrada, a muchos os vendrá a la cabeza la famosa mentira de las armas de destrucción masiva de Irak, y sin duda muchos otros casos también. O el más reciente conflicto sirio y la propaganda desplegada en los medios occidentales. La Historia nos brinda ejemplos a raudales de la utilización de la mentira como arma de guerra. Manuel García nos recuerda tres ejemplos que son ya clásicos en la historiografía: el caso del acorazado Maine que desencadenó la guerra de EE.UU. contra España en 1898; el ataque a Pearl Harbour convertido en justificación de la entrada en guerra contra Japón, cuyo resultado final fue la expansión de EE.UU. en el Pacífico; y el famoso falso ataque a buques americanos en el Golfo de Tonkin, que desencadenó el infierno estadounidense sobre Vietnam. El autor cierra este recordatorio histórico con una reflexión final en forma de pregunta, cargada de sentido: "Después de estos tres ejemplos. ¿puede creerse que el atentado contra las Torres Gemelas pudo ser un hecho buscado por los servicios especiales estadounidenses?"
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¿Quién puede fiarse de lo que digan la prensa y el gobierno de EE.UU.?
Manuel García
"Antes de cada agresión importante, iniciaron una calculada campaña de prensa para debilitar a sus víctimas y para preparar al pueblo alemán psicológicamente para el ataque con un sistema de propaganda, donde la prensa diaria y la radio eran las armas más importantes" (El fiscal del Tribunal de Núremberg sobre los medios alemanes, en 1946. Citado por John Pilger en "Por dentro del gobierno invisible: guerra, propaganda, Clinton y Trump")
Las intervenciones estadounidenses en todo el mundo han sido tantas que no podríamos abordarlas todas en relación con la justificación que los medios han dado a tales intervenciones; muchas de ellas ya han sido comentadas en este blog. Algunas tuvieron una mayor importancia que otras por sus consecuencias, como la que tuvo lugar en el siglo XIX entre 1846 y 1848, a consecuencia de la cual EE.UU. arrebató a México más de la mitad del territorio.
Voy a recordar algunas de ellas y las causas que las originaron. Imperialismo puro y duro. Como sucedió con todas las intervenciones de EE.UU. en América Latina en los siglos XIX y XX; y las que llevaron a cabo o patrocinaron en Europa, Asia y África después de la II GM. Pero voy a mencionar tan solo tres: una de finales del XIX, y otras dos del siglo XX. Ocurridas en etapas históricas distintas, sus justificaciones tienen mucho en común, como podrá apreciarse.
1. Intervención estadounidense en Cuba, en 1898. Guerra España-EE.UU.
"Es casi imposible resistirse a la convicción de que la anexión de Cuba a nuestra República Federal será indispensable para la continuidad y la integridad de la propia Unión " (Presidente de EE.UU. John Adams, discurso pronunciado en 1823, tomado de "As Cuba and the United States Reengage: The Presence of the Past")
La primera intervención estadounidense que vamos a recordar afecta directamente a España, ya que tuvo lugar en Cuba, en 1898.
Cuba, en el ojo del deseo de los EE.UU.
Desde muy pronto, EE.UU. ansió la anexión de Cuba y ya, en 1823, el Presidente John Adams declaraba que la incorporación de Cuba a la Unión era un asunto "indispensable", como se recoge en la cita que encabeza este epígrafe. En 1849, el futuro presidente James Buchanan imploraba al Secretario de Estado John Clayton: "Debemos tener a Cuba. No podemos prescindir de Cuba". En la misma época, mediado el siglo XIX, el senador James Bayard se mostraba tajante: "Los futuros intereses no sólo de este país, sino de la civilización y del progreso humano, están profundamente relacionados en la adquisición de Cuba por los Estados Unidos". Para el congresista James Clay, la anexión de Cuba era incluso una cuestión que iba más allá de una política exterior pragmática, ya que se trataba del cumplimiento de un propósito divino: "Cuba ha sido colocada Dios en tal posición en la superficie de la tierra, como para hacer de su posesión por los Estados Unidos una necesidad geográfica y política (...) Debemos tener Cuba, es una necesidad que el Hacedor del mundo ha creado".
En la misma línea, el congresista Townsend Scudder enfatizaba que Cuba era un "territorio que Dios y la Naturaleza deseaban que fuese parte de los Estados Unidos". Y el Manifiesto de Ostend (1854) proclamaba categóricamente que Cuba "pertenece naturalmente a esa gran familia de estados del cual la Unión es la guardería providencial".
Todas estas citas están sacadas del artículo "As Cuba and the United States Reengage: The Presence of the Past", de Louis A. Perez. Muestran ese deseo temprano de EE.UU. por anexionar la isla caribeña, como luego haría con Puerto Rico. Sin duda, una de las declaraciones más claras, fue la siguiente del Presidente John Adams:
"No hay territorio extranjero que pueda compararse para los Estados Unidos como la Isla de Cuba. Esas islas de Cuba y Puerto Rico, por su posición local, son apéndices del Continente Americano, y una de ellas, Cuba, casi a la vista de nuestras costas, ha venido a ser de trascendental importancia para los intereses políticos y comerciales de nuestra Unión." (John Adams, citado por Angélica Paredes López en "Las raíces históricas del diferendo Cuba-Estados Unidos").
¿Por qué este interés de EE.UU. en Cuba?
Lo resume bien Mariana Peñaranda:
"(...) las aspiraciones imperialistas de los Estados Unidos en el Caribe: desde mediados del siglo XIX, con el desarrollo industrial que se estaba dando alrededor de la cuenca del Mississippi, la posición geográfica de Cuba significaba para la oligarquía estadounidense la posibilidad de dominar el comercio en el golfo de México, lo cual les daría el control total tanto del mercado caribeño para la exportación de sus productos, como el control del ingreso de materias primas provenientes de Sudamérica a través del mismo Mississippi. Las clases dominantes esperaban que, tarde o temprano, Cuba fuera anexionada a los Estados Unidos. Para la época de la guerra hispano estadounidense, la inversión de capitales estadounidenses en la isla había aumentado considerablemente, expresada particularmente en la presencia de comerciantes medianos y pequeños. Con la primera intervención estadounidense, pactada en los acuerdos de París, los capitalistas yanquis vieron cada vez más cercana la posibilidad de la anexión."
A finales del siglo XIX, la situación dentro de Cuba era muy complicada. Se vivía la parte final de la guerra de independencia de la isla. EE.UU. estaba interesado en dominar Cuba, como acabamos de ver. Por su valor comercial, agrícola y geoestratégico, varios presidentes estadounidenses habían llegado a ofrecer a España la compra de la isla (John Quincy Adams, James Polk, James Buchanan y Ulysses S. Grant). Cuba era la última perla del decadente Imperio colonial español, el cual había rechazado todas las ofertas de compra por parte de EE.UU. En este contexto tuvo lugar el famoso hundimiento del Maine, que desencadenó la guerra contra España.
¿Para qué enviar el Maine a La Habana?
EE.UU. envió a Cuba el acorazado Maine, que afondaba en el puerto de La Habana el 25 de enero de 1898. Contrariamente a lo que resultaba habitual en las relaciones pacíficas y diplomáticas entre países, el Maine llegó a La Habana sin conocimiento ni autorización del gobierno español, toda una provocación y demostración de fuerza militar por parte del gobierno de Washington, que buscaba intimidar a las autoridades españolas de la isla. EE.UU. se justificó apelando a la necesidad de salvaguardar los intereses de EE.UU. en la isla y la seguridad de sus ciudadanos residentes en ella.
La presencia del Maine "constituía una señal evidente de que EE.UU. se disponía a intervenir directamente en la guerra hispano-cubana”, escribe Cantón Navarro (citado en Mariana Peñaranda, "Los Intereses Yanquis en Cuba a principios del siglo XX y su correlato cubano").
Y Jorge Sahores nos dice en "La Guerra entre España y Estados Unidos":
“Cuba, una colonia española, había comenzado un proceso independentista en 1895. La respuesta de España, gobernada por Alfonso XIII, fue brutal, y llevó la simpatía estadounidense a favor de los cubanos (como ocurriría posteriormente con la Revolución Cubana contra Fulgencio Batista). En enero de 1898, el barco de guerra estadounidense Maine arribó a La Habana con una misión doble: proteger los intereses estadounidenses y presentar a los españoles una exhibición de poderío militar. El transfondo, realmente, era generar un conflicto con las fuerzas españolas, tras la negativa de la Corona a la insistente propuesta del país americano de comprar las islas de Cuba y Puerto Rico."
Y el 15 de febrero, el Maine saltaba por los aires... Escribe Jorge Sahores en "La Guerra entre España y Estados Unidos":
"A las 9:40 de la noche del 15 de febrero, una explosión arrancó el casco delantero del buque, enviándolo al fondo del mar y acabando con la vida de 266 de los 345 miembros de la tripulación (los restantes se encontraban de licencia disfrutando de una fiesta celebrada en su honor por las autoridades españolas). Las investigaciones comenzaron inmediatamente. Un Comité Naval de los Estados Unidos atribuyó la tragedia a una explosión externa, una conclusión interpretada por muchos como una mina emplazada frente al buque. El dedo acusador apuntó a una traición española. Por su parte, la investigación de España (que rechazó la investigación conjunta), precisó que se trataba de una explosión interna.
Medios anti-españoles, particularmente los sensacionalistas periódicos Hearst y Pulitzer, enardecieron la opinión pública estadounidense, llevándola a una fiebre de guerra. El Congreso reclamó acciones inmediatas. El Presidente William McKinley cedió a regañadientes ante la presión y pidió al Congreso la declaración de guerra el 21 de abril, la cual fue aprobada el 25 de abril de 1898.”
Sobre William Randolph Hearst, el magnate cuyos periódicos encendieron el ánimo de la sociedad estadounidense contra España, véase apéndice al final.
La guerra de Hearst
Washington buscaba la guerra con España y la prensa la facilitó creando estado de opinión en el público. Leal Cruz, en "La explosión en el Maine en 1898 según la prensa norteamericana de la época", escribe:
"Debemos saber que la prensa norteamericana tuvo tal influjo en el desencadenamiento de la guerra que ésta fue llamada Hearst’s War (La guerra de Hearst). Éste fue director de The Journal y, a mi juicio, el posible causante de la voladura del Maine. Una vez hundido el buque, la prensa ya daba por seguro el advenimiento de una guerra, de la que veía como seguro vencedor a Estados Unidos con frases como: “...our political duty to say to Spain that the day of her rule in the Western hemisphere is over” (...nuestro deber político (es) decir a España que su poderío en el hemisferio occidental ha terminado)."
Acorazado Maine.
Portada del New York Journal, del magnate William Randolph Hearst, en la que se acusa a España del hundimiento del acorazado Maine. .El impactante dibujo recrea de forma imaginaria cómo una supuesta mina española, colocada bajo el casco, habría hundido el barco. El periódico de Hearst vendió ese día más de un millón de ejemplares. "Casualmente" Hearst había lleg ado de manera ilegal a La Habana días antes, en su yate Bucanero, siendo expulsado por las autoridades españolas.
EE.UU. se negó a una comisión conjunta para investigar el suceso, así que hubo dos comisiones: una española y otra americana. La investigación de las autoridades españolas concluyó que resultaba imposible la explicación de que una mina o cualquier otra causa externa, hubiera provocado la explosión. Ésta obedecía a una causa interna, determinó la investigación española. Pero la comisión americana se aferró desde el primer momento a la teoría de la causa externa, lo que le permitía argumentar que había sido una explosión provocada intencionadamente, casus belli. Sobre la investigación de ambas comisiones ver por ejemplo el artículo del canario Leal Cruz y otras fuentes citadas.
A lo largo del tiempo, dos han sido las teorías que explican la voladura del Maine. Ambas están de acuerdo en que fue una causa interna, pero difieren sustancialmente. Por un lado, está la teoría de que el Maine fue volado por los propios americanos para encontrar una causa de guerra; es la teoría más difundida. Por otro lado, basándose en estudios relativamente recientes, aparece la teoría según la cual la explosión pudo haber sido un accidente dentro del polvorín del barco. El caso es que EE.UU., a raíz del hundimiento y de su acusación contra España, dio un ultimátum para que España abandonase Cuba, el cual una vez concluido dio comienzo a la guerra.
La guerra duró muy poco, apenas tres meses (del 25 de abril al 12 de agosto de 1898). EE.UU. en poco tiempo destruyó la Armada española del Atlántico y Pacífico. La derrota española , como todos sabemos, permitió a Cuba acceder a la independencia, aunque quedó bajo la tutela de EE.UU. También Puerto Rico, Filipinas y Guam, pasaron a convertirse en enclaves coloniales de Estados Unidos.
Más allá de cualquier otra lectura que se quiera realizar sobre esta guerra, interesa subrayar el papel desempeñado por la prensa imperialista estadounidense, fabricando o reforzando las justificaciones para intervenir en otros países. En todo el despliegue mediático tuvo un papel estelar el mencionado William Randolph Hearst, el gran magnate de los medios al que haremos mención específica en el apéndice final.
2.- La II Guerra Mundial. Pearl Harbour
Ataque japonés a Pearl Harbour, 7-12-1941. El acorazado USS West Virginia recibió impactos de varios torpedos, uno de ellos probablemente lanzado por un minisubmarino. Fuente imagen: U.S. Navy photograph C-5904. Referencia: commons.wikimedia.org
Se había declarado la II GM en septiembre de 1939 en Europa. En Asia tenía lugar una guerra imperialista de Japón contra China. Entre tanto, EE.UU. se mostraba neutral en el nuevo escenario bélico, pero por poco tiempo.
La gran crisis económica originada en 1929, sirvió para que Franklin D. Roosevelt resultara elegido presidente de EE.UU. en 1933, con su programa político basado en el New Deal (Nuevo Trato). Consistía ni más ni menos que en aplicar las teorías económicas de John Maynard Keynes. Pero a pesar de ello, la economía estadounidense crecía muy despacio. El crecimiento se aceleró un poco desde el comienzo de la guerra al aumentar el comercio.
El gobierno estadounidense vio una oportunidad si lograba que el país entrara en la guerra, considerando que ello haría crecer la economía más deprisa. El problema era que el pueblo estadounidense no quería la guerra y se decantaba por el aislamiento. La aprobación por el Congreso el 8 de marzo de 1941 de la Ley de Préstamo y Arriendo, significó el primer paso en el abandono de la neutralidad, al prestar material bélico a RU y China sin contrapartida en ciertas cosas y cobrando un arriendo bajo en otras. Dicha ley vino a impulsar la fabricación de material bélico.
La administración Roosevelt encargó a Hollywood películas que inflamaran el espíritu bélico y patriótico estadounidense. Así, se rodó “El Sargento York”, entre otras. Pero ni aún así se convencía a la opinión pública. Roosevelt apoyaba a China contra Japón, y a RU contra Alemania, ayudando bajo mano a estos países.
Alemania tenía en mente lo que había ocurrido en la I GM con respecto a provocar a EE.UU., caso del hundimiento del Lusitania. Y Roosevelt sabía que por ahí no le iban a declarar la guerra.
A Japón, su principal cliente comprador de petróleo, le bloqueó el comercio de combustible. La razón era obligar a Japón a que, asfixiado por la falta de combustible, atacara. Esto no lo sabían en Tokio.
Veamos el relato que narra los acontecimientos que acaban conduciendo finalmente a la Guerra con Japón, siguiendo La Segunda Guerra Mundial de Hellmuth Guenther Dahms. El casus belli fue el ataque a Pearl Harbour, pero se trató de un episodio esperado por EE.UU., lo que desmitifica la imagen más extendida entre el público:
“Se ignoraba en Tokio que Roosevelt consideraba desde hacía mucho tiempo como inevitable una guerra contra el Japón y que, desde el 29 de marzo de 1941, George C. Marshall había firmado un acuerdo con sir John Dill, basado en los principios adoptados por los dos Estados Mayores en el Plan de operaciones «ABC-I». Pero el Gabinete Konoye comprobó las consecuencias de esta alianza secreta: los preparativos militares realizados por los angloamericanos en el Lejano Oriente, la multiplicación de las conferencias de Estado Mayor en las que participaban los oficiales holandeses, y las nuevas medidas de bloqueo prescritas por Roosevelt. Matsuoka y Sugiyama quedaron tan confusos y desconcertados que juzgaron necesario romper las negociaciones con Washington. El 2 de julio, un Consejo, presidido por el emperador Hiro Hito, decidió por vez primera una acción de armas. Para poder disponer, en todos los casos, de las preciosas primeras materias de la Malasia y de la Indochina, fue decidido, entre otras cosas, ocupar el sur de la Indochina francesa.
Poco antes de las negociaciones con Vichy y el desembarco en Saigón de las tropas japonesas, el príncipe Konoye formó un nuevo Gobierno para eliminar a Matsuoka. El Ministerio de Asuntos Exteriores fue confiado al almirante Teijiro Toyoda que pertencía al partido militarista, pero que era también hostil a una ruptura de las relaciones diplomáticas. Sin embargo, se llegó a un punto muerto, dado que Roosevelt prohibió las exportaciones de petróleo, reclamó la evacuación de la Indochina, formuló amenazas de guerra muy claras y declaró, durante la conferencia del Atlántico, que había retrasado en treinta días (en tres meses, según otra fuente) la iniciación de la guerra contra el Japón. «Creo», le dijo a Churchill, «que podemos llevarlos todavía por la cuerdecita («to baby along»). Inútilmente le propuso Konoye entrevistarse con él en Honolulú o Alaska dando a entender que su situación sería insostenible si se le negaba toda posibilidad de negociar. Roosevelt permaneció inmutable. Nomura, deprimido, telegrafió a Tokio que era completamente imposible hacer «mover a los Estados Unidos una sola pulgada» y que solamente veía «negros nubarrones sobre el mundo». "
Los servicios secretos estadounidenses seguían con expectación los movimientos políticos de Japón, pues tenían las claves empleadas por el Ministerio nipón de AA.EE. (1). Japón pidió negociar y el negociador y Secretario de Estado estadounidense Cordell Hull presentó dos o tres condiciones aceptables, pero el resto era prácticamente el sometimiento absoluto de Japón:
“El presidente y sus colaboradores más íntimos sabían, por lo tanto, lo que se preparaba al otro lado del Pacífico, conocían incluso la palabra clave que desencadenaría el ataque: una indicación metereológica emitida por la Agencia de Prensa JAP: «Viento del Este. ¡Lluvia!». El 7 de diciembre cuando Roosevelt declaró por radio que el Japón había atacado, sin declarar previamente la guerra, decía la verdad ya que como consecuencia de una organización defectuosa, Nomura entregó la nota con 55 minutos de retraso sobre la hora prevista. Pero el Gobierno americano no fue sorprendido, dado que Roosevelt ya tenía en su poder el texto de la nota japonesa veinticuatro horas antes y declaró, en presencia de un testigo ocular, a Hopkins: «Esto es la guerra».
Los jefes del Servicio de Información contaban igualmente con un ataque desde el 26 de noviembre. Ese día, en efecto, los seis grandes portaaviones japoneses habían desaparecido. A continuación Washington interceptó el mensaje: «Viento del Este» y observó que la Marina nipona cambiaba súbitamente de clave. Dado que no sucedió nada hasta el 5 ó 6 de diciembre, no resultó difícil deducir que los portaaviones se dirigían hacia las Islas Hawai en donde casi la totalidad de la Flota americana del Pacífico se encontraba concentrada en Pearl Harbour. La situación respondía claramente a las posibilidades discutidas por los especialistas. Era evidente que los japoneses pretendían aplicar el mismo principio que el 9 de febrero de 1904, contando con utilizar el factor sorpresa para obtener un éxito decisivo desde el primer día de la guerra.
Cuando el oficial de información expuso estas perspectivas al almirante Harold H. Stark, jefe del Estado Mayor general de la Marina, fueron rebatidas violentamente. El fin de semana fue muy tranquilo en Washington. No se celebró ninguna conferencia. Roosevelt se acostó después de haber leído 13 de los 14 artículos del telegrama enviado por Tokio y comprobó que se trataba de una declaración de guerra. Stark se fue a escuchar una opereta. El día siguiente, domingo, el almirante llamó al jefe del Estado Mayor general del Ejército, pero éste daba un largo paseo a caballo por los bosques de Fort Meyers en la orilla meridional del Potomax. Más tarde, entre los tres medios de comunicación que poseía, el general eligió el más complicado. Su aviso llegó a Pearl Harbour inmediatamente antes del principio del ataque japonés no dejando ya ningún plazo de tiempo para reaccionar al comandante local, almirante Husband E. Kimmel.
La Flota nipona comprendía el portaaviones «Akagi», «Kaga», «Shokaku», «Zuikaku», «Hiryu» y «Soryu», tres cruceros pesados, nueve destructores y tres submarinos. El 26 de noviembre, se había concentrado en la bahía de Hitokappu (Japón septentrional) y había recibido casi inmediatamente la orden de entrar en acción: «Nikata kayama nobore…» (Subir al monte Nikata). El 2 de diciembre una orden del Gran cuartel imperial prevenía a su jefe, el almirante Chuichi-Nagumo, de dar media vuelta si eran descubiertos por los navíos o aviones americanos durante los tres días precedentes al ataque, de operar según su mejor opinión, si eran avistados dos días antes, y, luego, atacar con todas sus fuerzas sin tener en cuenta las propias posiciones. Los submarinos debían apoyar la acción en aguas de Oahu.”
Es decir, que el ataque nipón fue provocado y se sabía cuándo y dónde se iba a producir. Resultaron hundidos 13 buques estadounidenses. Entre ellos de los ocho acorazados estadounidenses, dos fueron hundidos, tres levemente averiados y los otros tres averiados seriamente; también se hundió un buque cisterna, dos cruceros y un minador. Curiosamente los dos portaaviones el Entreprise y el Lexington que estaban allí habitualmente se encontraban más al sur.
La prensa estadounidense habló de un ataque traidor. Desde luego en el gobierno y administración gubernamental se sabía lo que se quería y es muy posible que, al menos en cierta prensa, supieran la verdad.
A nivel mundial supuso un aldabonazo. Daba la impresión que el ataque había destruido el poder militar de EE.UU. La megalomanía de Hitler hizo que el 11 de diciembre de ese año declarara la guerra a los estadounidenses e inmediatamente después lo hizo Mussolini.
Del final de la guerra, EE.UU. salía como superpotencia. Y, desde luego, en el país y durante unos cuantos años, acabó el paro entre la movilización militar y la necesidad de fabricar material de guerra.
3.- El incidente del Golfo de Tonkin.
El falso incidente del Golfo de Tonkin, fue la disculpa empleada por EE.UU. para intervenir masivamente en Vietnam. Sobre la imagen: un bombardero B-52 lanzando sus bombas sobre Vietnam; EE.UU. bombardeó Vietnam de manera más intensa y masiva que todos los bombardeos juntos que habían tenido lugar a lo largo de la IIG M. A la izda., la célebre foto sacada por Huynh Cong Út (Nick Ut) el 8 de junio de 1972, después de un bombardeo americano con bombas de napalm sobre la aldea sudvietnamita de Trang Bang.
Arthur Sylvester, secretario asistente de Relaciones Públicas del Departamento de Defensa, era el hombre encargado de "dar, controlar y manejar las noticias de la guerra en Vietnam". Un día de julio de 1965, Sylvester le dijo a periodistas norteamericanos que tenían el deber patriótico de difundir sólo información que fuera favorable a EE. UU. Cuando uno de los reporteros exclamó: "Con seguridad usted no espera que la prensa norteamericana se convierta en la criada en manos del gobierno", Sylvester replicó: "Eso es exactamente lo que espero", y añadió: "Miren, si ustedes piensan que un funcionario norteamericano les va a decir la verdad, entonces son estúpidos. ¿Me escucharon? Estúpidos"... (W. Blum, en Asesinando la esperanza)
Los japoneses ocuparon la llamada Indochina durante la II Guerra Mundial, expulsando a los franceses. Cuando se produjo la rendición de Japón, el Viet Minh proclamó en Hanoi, el 2 de septiembre de 1945, la independencia de Vietnam y la fundación de un estado socialista: la llamada "República Democrática de Vietnam" (RDV), presidida por Ho Chi Minh.
Sin embargo, aprovechando que los británicos habían desplegado tropas en el sur del país después de la rendición japonesa, Francia intentó recuperar el dominio colonial, enviando tropas al sur, a la zona bajo control británico en ese momento, lo que generó la llamada guerra de Indochina entre Francia y la RDV. Durante la misma, los franceses crearon en el sur, en 1949, un estado asociado a Francia, lo que luego se conocería como Vietnam del Sur en los medios occidentales. Tras la derrota francesa y su retirada, y como parte del acuerdo de la Conferencia de Ginebra de 1954, además de acordarse la independencia de Camboya y Laos, se estableció que el paralelo 17 establecería la demarcación entre la RDV y el estado asociado que Francia había creado, el cual pasaba a ser independiente. A partir del golpe de estado de abril de 1955, patrocinado por la CIA y encabezado por el general Ngo Dinh Diem, dicho estado adoptó la denominación de "República de Vietnam" (2).
En la Conferencia de Ginebra se había acordado también la celebración de elecciones democráticas que conducirían a la unificación de los dos estados. Sin embargo, fueron boicoteadas por EE.UU., consolidándose la partición del país. Ho Chi Minh era un líder muy popular entre los vietnamitas tanto del norte como del sur, lo que contrastaba con la impopularidad que acompañaba al dictador Ngo Dinh Diem, colocado en el poder por la CIA. Dice W. Blum en el capítulo dedicado a Vietnam en su libro Asesinando la esperanza:
"La razón de la intransigencia del presidente sudvietnamita es bien conocida. Él, al igual que Eisenhower y Dulles, sabía que Ho Chi Minh sería con seguridad el vencedor en cualquier elección nacional. Una estimación de Inteligencia Nacional de la ClA en el otoño llegaba a la conclusión de que el régimen de Diem (que el mismo Lansdale calificaba de "fascista") "es casi seguro que no pueda derrotar a los comunistas en elecciones en el país". Más tarde Eisenhower escribiría en sus memorias: "Nunca he hablado o sostenido correspondencia con alguien conocedor de los asuntos en Indochina que no haya estado de acuerdo en que de haberse llevado a cabo las elecciones en el momento de la lucha, posiblemente 80 % de la población hubiera votado por el comunista Ho Chi Minh en lugar de por el jefe de Estado Bao Dai" (este último era el predecesor de Diem)."
El boicot a una salida democrática por parte de Ngo Dinh Diem y el carácter represivo de su régimen, fueron factores que desencadenaron, a partir de 1959, una guerra de guerrillas en el sur.
El ejército de la república del sur era muy ineficaz, y EE. UU. empezó a mandar mucho material y bastantes instructores que, en teoría, entrenaban, pero que en realidad también luchaban contra la guerrilla. En 1964, el 60% de la república del sur estaba en poder de la guerrilla.
Fue entonces cuando tuvo lugar el famoso incidente del Golfo de Tonkin, que fue la justificación de EE.UU. para intervenir masivamente en Vietnam. EE.UU. decidió simular un ataque a los barcos de guerra estadounidenses, echando la culpa al gobierno del norte. Barcos de la flota estadounidense entraron en el Golfo de Tonkin, en aguas que según los tratados internacionales eran vietnamitas. Allí el gobierno estadounidense acusó a Vietnam del Norte de haber atacado a sus barcos. Hubo dos incidentes, el 2 y el 4 de agosto de 1964. Eso fue vendido por el presidente Johnson como “casus belli”.
Esos ataques nunca se pudieron probar que existieran, salvo en el comunicado estadounidense. Documentos recientemente desclasificados proporcionaron todavía más pruebas de que el gobierno de Johnson fingió el incidente del golfo de Tonkin para intensificar la Guerra de Vietnam. Un informe de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) concluye: "esa noche no ocurrió ningún ataque".
Escribe William Blum en "La intervención de la CIA y del ejército de EE.UU. en Vietnam, 1950-1973":
"Quizás la invención más significativa fue la del supuesto ataque en agosto de 1964 a dos destructores estadounidenses en el Golfo de Tonkín, cerca de la costa de Vietnam del Norte. El presidente Johnson utilizó el incidente para inducir una resolución del Congreso cuya finalidad era dar "todos los pasos necesarios, incluido el uso de fuerzas armadas" con el fin de evitar futuras agresiones norvietnamitas. Era un cheque en blanco para llevar a cabo escalada tras escalada. En aquel momento se levantaron serias dudas acerca de la realidad del ataque, pero con el tiempo otras informaciones que han salido a la luz hacen trizas la versión oficial." Con la excusa del inexistente ataque en el Golfo de Tonkin, el Congreso y el Senado votaron a favor de atacar a Vietnam del Norte sin declaración de guerra. Ya había 60.000 “asesores” estadounidenses en el sur. A partir de esos momentos empezaron a llegar muchos miles más, hasta llegar a ser más de medio millón. Además se empezó a bombardear el norte de forma más intensa y masiva que en los peores bombardeos de la II GM.
*** Después de estos tres ejemplos. ¿puede creerse que el atentado contra las Torres Gemelas pudo ser un hecho buscado por los servicios especiales estadounidenses?
Manuel García
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Notas
(1) Sobre la naturaleza del sistema político japonés, dice Guenther Dahms en el libro citado:
"Aunque el Japón era un Estado autoritario no era, sin embargo, gobernado de un modo tan rígido como los Estados Unidos durante el régimen de Rooselvelt. Mientras que éste dictaba por sí solo la orientación de su política, el emperador Hiro Hito debía ceder este papel a cuatro organismos diferentes que discutían libremente los problemas de la política exterior. La decisión la tomaba prácticamente el Consejo secreto, presidido por el barón Yoshimichi Hara, que se pronunciaba de acuerdo con los informes de las comisiones. Existía, además, un Consejo de la Corona, que reunía a los personajes más importantes en presencia del emperador, que nunca hablaba. Este organismo celebraba también conferencias de coordinación sin estar entonces presente el emperador. Comprendía las personalidades más relevantes del Gobierno y del Alto Mando, aunque éstos deliberaban aparte. Por otro lado, también el Estado Mayor general y la Oficina militar del general Akira Muto desempeñaban un cierto papel.” (2) La "República de Vietnam" o "Vietnam del Sur" como también se la llamó, no debe confundirse con la "República de Vietnam del Sur", creada en 1969 en oposición a la anterior, y que estuvo dirigida por un "Gobierno Provisional Revolucionario", a modo de gobierno en el exilio y clandestino. Posteriormente, tras la derrota de EE.UU. y del régimen de Saigón, la República Democrática de Vietnam (Norte) y la República de Vietnam del Sur, se unificaron el 2 de julio de 1976, pasando a denominarse "República Socialista de Vietnam".
Apéndice: William Randolph Hearst.
Fue el gran impulsor de la mentira del ataque de España contra el acorazado Maine en La Habana, en 1898. Posteriormente fue uno de los creadores de la leyenda negra sobre el comunismo y la URSS. El magnate y multimillonario William Randolph Hearst (una de las mayores fortunas mundiales en 1935), está considerado como el padre de la prensa sensacionalista o "amarilla". Su imperio de medios de comunicación le convirtió en uno de los más poderosos personajes de su país, capaz de influir en la política americana e incluso mundial. Ultra-conservador y obsesivo anti-comunista, Hearst acabó por simpatizar con los nazis, entablando amistad con el propio Adolf Hitler, quien lo invitó en 1934 a Alemania. No dudó incluso en publicar artículos de nazis en sus periódicos (por ejemplo los escritos por Goering, mano derecha de Hitler). Orson Welles, se inspiró en Hearts para hacer la película Ciudadano Kane.
William Randolph Hearst aquí ha sido mencionado por el papel que desempeñaron sus periódicos con la mentira sobre el Maine, animando la guerra contra España. Pero su trayectoria posterior resulta incluso más siniestra, destacando que fue uno de los autores de la leyenda negra sobre el comunismo y la URSS, junto con Robert Conquest y Alexander Solzhenitsyn. Reproducimos el epígrafe "William Hearst. El amigo de Hitler" escrito por Mário Sousa en su trabajo "Mentiras sobre la Historia de la URSS":
William Randolph Hearst es el nombre de un multimillonario que ayudó a los nazis en su guerra psicológica contra la Unión Soviética. Hearst era un famoso magnate de la prensa estadounidense, conocido por ser el “padre” de la llamada “prensa amarilla”, esto es, la prensa sensacionalista. William Hearst comenzó su carrera como redactor en 1885, cuando su padre, George Hearst, un millonario de la industria minera, senador y también magnate de la prensa, le puso al frente del San Francisco Daily Examiner.
Éste fue también el inicio del imperio mediático de Hearst, un imperio que influyó enormemente en las vidas y en el pensamiento de los norteamericanos. Tras la muerte de su padre, William Hearst vendió todas las acciones de la industria minera que había heredado y comenzó a invertir su capital en el mundo periodístico. Su primera compra fue el New York Morning Journal, un periódico tradicional que Hearst transformó por completo en una bazofia sensacionalista. Compraba sus historias a cualquier precio y, cuando no había ninguna atrocidad o crimen sobre los que hacer un reportaje, pedía a sus periodistas y fotógrafos que “amañaran” algún caso. Es esto lo que de hecho caracteriza a la prensa amarilla: mentiras y atrocidades “amañadas”, servidas como si fueran ciertas.
Estas mentiras de Hearst le hicieron millonario y le convirtieron en un personaje muy importante dentro del mundo periodístico. En 1935 era uno de los hombres más ricos del mundo, con una fortuna estimada en 200 millones de dólares americanos. Tras la adquisición del Morning Journal, Hearst siguió comprando y creando diarios y semanarios por todos los rincones de los EEUU. En los años 1940, William Hearst poseía 25 diarios, 24 periódicos semanales, 12 emisoras de radio, 2 agencias de prensa internacionales, un negocio de publicidad cinematográfica, la empresa de cine Cosmopolitan, y muchos negocios más. En 1948 compró una de las primeras estaciones de televisión de los EEUU, la BWAL --la TV de Baltimore. Los periódicos de Hearst vendían 13 millones de copias al día y tenían cerca de 40 millones de lectores. Casi un tercio de la población adulta de los EEUU leía los periódicos de Hearst cada día. Además, muchos millones de personas en todo el mundo recibían la información de la prensa de Hearst a través de sus agencias de prensa, sus películas y una serie de periódicos que eran traducidos y publicados en cantidades ingentes en todo el mundo. Las anteriores cifras demuestran cómo el imperio de Hearst fue capaz de influir en la política americana e incluso en la política mundial durante muchos años --sobre cuestiones que incluían la oposición a que los EEUU entraran en la Segunda Guerra Mundial en el bando de la Unión Soviética, y el apoyo a la caza de brujas anti-comunista del senador McCarthy en los años 1950.
La postura de William Hearst era ultra-conservadora, nacionalista y anti-comunista. Su política era la de la extrema derecha. En 1934 viajó a Alemania, donde fue recibido por Hitler como invitado y amigo. Tras este viaje, los periódicos de Hearst se volvieron aún más reaccionarios, siempre con artículos en contra del socialismo, contra la Unión Soviética y sobre todo contra Stalin. Hearst también intentó utilizar sus periódicos para servir abiertamente a los objetivos de la propaganda nazi, publicando una serie de artículos escritos por Goering, el brazo derecho de Hitler. Las protestas de numerosos lectores, sin embargo, le obligaron a dejar de publicar tales artículos y a retirarlos de la circulación.
Tras su visita a Hitler, los periódicos sensacionalistas de Hearst estuvieron llenos de “revelaciones” sobre los terribles acontecimientos de la Unión Soviética --asesinatos, genocidio, esclavitud, lujo para los jefes y hambre para el pueblo, éstas eran las grandes noticias que se publicaban casi a diario. El material le era proporcionado a Hearst por la Gestapo, la policía política de la Alemania nazi. En las primeras páginas de sus periódicos aparecían a menudo caricaturas y fotos falsificadas de la Unión Soviética, con Stalin retratado como un asesino sosteniendo un puñal en la mano. ¡No debemos olvidar que estos artículos eran leídos cada día por 40 millones de personas en los EEUU y por varios millones más en todo el mundo!
William Hearst murió en 1951 en su casa de Beverley Hills, California. Hearst dejó tras de sí un imperio mediático que al día de hoy sigue extendiendo su mensaje reaccionario por todo el mundo. La Corporación Hearst es una de las empresas más grandes del mundo, que incluye a más de 100 empresas y da empleo a 15.000 personas. El imperio de Hearst comprende actualmente periódicos, revistas, libros, cadenas de radio, TV, televisión por cable, agencias de noticias y multimedia.
Autor: Latuff
Publicado por Manuel Garcia
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