viernes, 10 de febrero de 2017

La Primavera contrarrevolucionaria de Praga (1968)





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La Primavera contrarrevolucionaria de Praga (1968)





Queda un año para los previsibles fastos que nos recordarán el cincuenta aniversario de la llamada “Primavera de Praga” que supuso la intervención soviética, en el marco del Pacto de Varsovia, en la capital de la que entonces era Checoslovaquia para, dice la historiografía occidental, “acabar con las ansias de libertad” del pueblo checoslovaco y el “socialismo con rostro humano” (por descontado, el comunismo no podía ser humano en ningún caso, de ahí que los dirigentes reformistas checos manejados hábilmente por la CIA implementaran esa frase embaucadora como paso previo a la entrega de su país a Occidente). Intuyo, cómo no, que entrará en escena la siempre “provechosa” propaganda contra el “comunismo” (y contra Rusia, que para eso fue la que “invadió” Praga), rescatando el cadáver marxista-leninista del santo sepulcro de la Plaza Roja de Moscú y aledaños. Y ello a pesar de que el fantasma del socialismo real oficialmente se diluyó en 1989, con ocasión de las “revoluciones aterciopeladas” que fueron impulsadas por la CIA en el Este de Europa.

Mientras que la llamada “invasión” soviética de Checoslovaquia de 1968 ha sido catalogada por la propaganda occidental como una orgía represiva por parte del socialismo soviético (aunque en menor medida, señalan, que la ocurrida en Hungría, en 1956), en la que se hacía visible, una vez más, la “maldad intrínseca” del comunismo, los campeones de las democracias otánicas y sus ejércitos de publicistas (trotskistas, socialdemócratas, neocon-sionistas, ignaros anticomunistas de última hornada adoctrinados en la “modélica” transacción fascista de Victoria Prego), han obviado, minimizado o silenciado otros hechos de singular trascendencia que acontecieron en el mismo año que la tan publicitada “primavera de Praga”. Ya, en 1956, con ocasión del “levantamiento” húngaro anticomunista, nos habían contado una historia completamente deformada que no se correspondía con la realidad, mientras que en la icónica “primavera de Praga”, plumíferos y agentes culturales de la CIA, volvieron otra vez a las andadas escribiendo al compás de la “guerra fría anticomunista” de EEUU contra el país de los soviets.

Es interesante advertir que los grandes voceros que denunciaron, durante los años de la guerra fría (y los posteriores), la intervención soviética en Praga (y antes en Hungría o en la RDA), quienes dicen representar a los capitalismos “democráticos” de la Alianza Atlántica esa organización de delincuentes criminales (que tiene en su haber cimas del horror incomparables, léase Yugoslavia, Libia, Irak o Afganistán), pretenden dar ejemplo de que ellos, sus democracias, son y han sido “respetuosas” con los derechos de los pueblos, y eso de invadir, aplastar rebeliones y exterminar países a golpe de bombas de racimo, napalm, fósforo, plaguicidas mortales, minas anti-persona y tanques, les ha sido ajeno….o, más exactamente, todo ello forma parte de la defensa de la “democracia” por Occidente.


Entonces, habría que preguntarse, qué clase de adejtivo habría que poner a los que han convertido Irak y Siria en un monumento al holocausto, los que están sufragando el terrorismo del Estado Islámico (y el de sus diversas marcas blancas, tal como AlQaeda), los que se divierten en Afganistán matando civiles, los que perpetraron de forma deliberada matanzas de civiles en Yugoslavia y Libia, los que bombardean falsamente por “error” hospitales y escuelas, los que promueven golpes de Estado y derriban (o secuestran y hacen desaparecer) aviones comerciales de pasajeros en Ucrania, Malasia y Egipto, los que orquestan y ejecutan actos criminales de falsa bandera como los de París (Bataclan), Bruselas, Niza o Berlín (por señalar los más recientes) etc, etc. El balance no parece que sea muy favorable para los representantes del “mundo libre”. Más bien sus crímenes parecen conectar con los del III Reich.

Precisamente, hablando de capitalismo y sus resonancias neohitlerianas, Allen Dulles el que fue jefe de la CIA y director de su antecesora (OSS), ya en plena II Guerra Mundial (1942) afirmó que: “Nos hemos equivocado de enemigo” para referirse a los nazis (citado en el libro de Paul L. Williams, Operation Gladio, The Unholy Alliance between CIA, Vatican and Mafia),. Y es que el hecho de que la Alemania de Hitler “creyese en el capitalismo y la propiedad privada”, era un sustrato fundamental para establecer una alianza entre los dos imperios, el alemán y el norteamericano. El nazismo era un potencial y deseable aliado para EEUU, Reino Unido y Francia en su lucha contra el comunismo soviético, pero les salieron mal las cuentas a esos tres países ya que Hitler, un personaje absolutamente enfermizo y psicópata, con ínfulas de imperialista-etnicista, decidió declarar la guerra a EEUU y Gran Bretaña. En sus delirios expansionistas, el “fuhrer” quiso adueñarse de todo el continente europeo y, en un futuro, probablemente, pretendía hacer lo mismo con el otro continente “enemigo”, el americano. Otros militares nazis, con un enfoque más realista y consecuente (aunque no menos criminales en su ideario que Hitler), hubieran deseado una alianza con las potencias capitalistas para derrotar a la URSS.

Por ejemplo, siguiendo con lo anterior, los tan santificados y “heroizados” por Occidente ejecutores del fracasado atentado contra Hitler en 1944 (Stauffenberg y otros) no eran unos idealistas que pretendían acabar con el sueño de los mil años del imperio nazi, como nos han publicitado algunos, sino que en realidad lo que buscaban era el anhelado pacto del régimen nazi con Occidente para abrir un frente antisoviético y destruir juntos (Alemania, EEUU y Reino Unido) a la URSS. El avance de la apisonadora soviética, rumbo a Berlín, no permitió al humillado ejército nazi margen de maniobra alguno. Tampoco a EEUU y su aliado de Londres que ya se estaban dedicando a recoger lo que quedaba (y mucho) de los criminales de guerra nazis por toda Europa para usarlos como escuadrones de la muerte de cara a la incipiente “guerra fría” contra el comunismo, una vez que finalizase la “caliente”. Y ello a pesar de que el premier británico, Winston Churchill, en un último y desesperado intento, trató de reeditar (al modo hitleriano), al final de la guerra, una segunda operación Barbarroja contra la Rusia soviética, la cual no gozó del apoyo del presidente norteamericano, el ya debilitado Roosvelt, una garantía para Stalin de que la honestidad de EEUU para con la URSS podía estar a salvo, al menos en aquel puntual momento. La sucia maniobra del anticomunista militante Churchill bien pudo haberse llevado a cabo de haber estado en la presidencia norteamericana el republicano y fascista Harry Truman.

Pero hay que volver a la Primavera de Praga. Y, con todo, conviene no perder vista lo que ocurrió en aquel año de 1968 en otras partes del mundo, que la olvidadiza propaganda occidental ha intentado hurtar, de alguna manera, para centrarse en su fervor antisoviético de Praga, ya que se produjeron una serie de acontecimientos internacionales en los que las potencias occidentales estuvieron implicadas. En EEUU, por ejemplo, se produjo el asesinato del pacifista Martin Luther King, provocando una oleada de protestas anti-racistas en las calles que motivaron que las autoridades sacasen el ejército (la Guardia Nacional) para aplastar brutalmente y a tiro limpio a la población negra que clamaba, además de por la muerte del líder pacifista, por los continuos crímenes raciales y el acoso represivo de que era objeto por parte de la policía. Dichas protestas ocasionaron varios muertos y centenares de detenidos.

Pero en EEUU no había “disidentes”, de esos que fabricaba Occidente a conveniencia en la “guerra fría” mirando hacia el Este socialista, y aquéllas manifestaciones antirracistas de la comunidad negra se disfrazaron como “disturbios raciales” con el fin de edulcorar la brutalidad criminal de los represores imperiales. También, en el año de referencia de la “primavera checa”, EEUU perpetraba una matanza sin precedentes en Vietnam contra civiles (hombres, mujeres, niños y bebés) ocasionando más de cien muertos (la masacre de My Lai). Un crimen políticamente correcto, que no admitía comparación, por supuesto, con las “hordas soviéticas” entrando en Praga, a instancias de los comunistas checos.

Otro hecho histórico-histérico ocurrido en aquel año, aunque con otro tipo de connotaciones (supuestamente “izquierdistas”), publicitado “ad nauseaum” por los grandes medios (lagarto, lagarto) y la progredumbre de ayer, de hoy y de siempre, fue el Mayo francés, una algarada de estudiantes caricatos pseudoburgueses, similar al 15-m (pero con más bronca y menos flores, perroflautas o esperpentos “new-age” que en el tinglado madrileño) cuyo montaje principal fue realizado a cargo de la sección de agitación terrorista callejera del Gladio de la OTAN, para que la estrategia de tensión empezase a coger forma en Europa Occidental (al año siguiente Gladio empezó su festival del horror, recordemos, con la matanza en la Piazza Fontana, de Milan). Se sabe que en las manifestaciones que se produjeron en las calles parisinas, en aquel año de 1968, se habían detectado innumerables miembros de la SPC (la conocida como “guardia pretoriana” de De Gaulle). Como señala Daniele Ganser, en su libro Los Ejércitos Secretos de la OTAN, el mayo del 68 fue una operación Gladio de manual.

Pero hablábamos de Praga..por fín. De la ayuda militar solicitada por el gobierno checoslovaco a la URSS (no hubo, pues, tal “invasión”) para “poner orden” en el país y asearlo de alborotadores pronorteamericanos, dicen que tuvo pleno conocimiento la CIA porque allí tenía a su hombre: el llamado “reformista”, Alexander Dubcek, secretario general del PCCh, un pelele del estilo de Mihail Gorbachov (el último presidente de la URSS hizo una analogía entre su “perestroika” y el “socialismo de rostro humano” de Dubcek) para dinamitar el equilibrio geoestratégico en Europa, después de los fiascos de la CIA y la OTAN en Berlín Oriental (1953) y Budapest (1956). La CIA puso sobreaviso a Dubcek de que la URSS iba a invadir su país pero, señalan las fuentes otánicas, aquél no hizo mucho caso de sus amigos del espionaje americano. Más bien, creo yo, esto fue una obra teatral realizada para engrandecer el mito Dubcek, puesto que el líder pro-capitalista checo poco o nada podría haber hecho ante el avance del Ejército Rojo hacia Praga. Dubcek, dicen, pretendía implantar un “socialismo con rostro humano”, con el que iba a volar, de forma controlada, las bases ideológicas del Partido Comunista y proceder, por etapas, a trasladar a su país al bando occidental y a la OTAN, algo que, es cierto, logró despertar simpatía entre un amplio sector de los checos, que era nacionalista-derechista y, en algunos casos, de tendencias pro-nazis.

La engañifa “social capitalista” de Dubcek realmente no consistía en reformar el comunismo, “democratizarlo”, higienizarlo, darle “rostro humano”, abrazar el pluralismo burgués (a pesar de que supuestamente el KSC o Partido Comunista checoslovaco mantendría el poder) y todas esas grandes fantasías “hollywoodienses” que siempre nos ha contado la propaganda del Oeste, sino poner a Checoslovaquia (a medio o corto plazo) a los pies de EEUU y dejar el país en manos del “capitalismo de rostro inhumano”, bajo una apariencia de reformas socialdemócratas (del estilo de Pablemos y el griego Tsipras, vamos) y, en el futuro, fuertemente neoliberal-conservadoras (entrar a saco con las privatizaciones), que iban a ser del gusto total de Washington, el FMI y la Europa de los mercaderes.

Los experimentos bienintencionados con gaseosa “a la americana”, supuestamente democráticos, del tipo Dubcek, terminaron, años más tarde, en liquidacionismos ideológicos y sociales como la “Perestroika” o las mal llamadas “revoluciones de terciopelo” (1989), donde todos los países ex socialistas, y la práctica totalidad de sus dirigentes, acabaron militando en Wall Street, se abonaron al saqueo social, se entregaron a la OTAN, a la xenofobia, al reaccionarismo, al populismo, a la corrupción y pusieron su país a las órdenes de Washington y las cárceles secretas de la CIA. Que es tanto como decir que terminaron siendo controlados por EEUU y la mafia financiera mundial. El discurso de los Dubcek o Gorbachov no era nada más que acrobacias ideológicas, auspiciadas desde Washington, para engañar a los pueblos del Este y del Oeste.

El papel del espionaje norteamericano no pudo ser nunca el de mero comparsa, ni mucho menos, al otro lado del llamado propagandísticamente “telón de acero”. Más bien al contrario, fue hiperactivo. Desde que en 1953 la CIA dio el primer golpe de Estado en Irán para echar a un progresista del poder, Mossadegh, quien iba a negar los recursos del país a las multinacionales del capitalismo estadounidense y europeo, la cadena de actos y sabotajes terroristas de Washington no cesaron y se extendieron hasta el Este socialista, su principal enemigo ideológico. En el caso de Praga, como en Hungría, Polonia o en la RDA, los estrategas militares y de inteligencia de EEUU y la OTAN utilizaron, además de su banda terrorista Gladio (usando las redes nazis de la Organización Gehlen) instrumentos tan poderosos de manipulación como lo eran, en aquel entonces, las emisoras de radio. En concreto, se ocupó de ello la Radio Free Liberty, estación creada por la CIA que incitaba continua y agresivamente a la rebelión ciudadana en los países del Pacto de Varsovia, lanzando campañas incendiarias que tan buen resultado obtuvieron en el intento de golpe de Estado en Hungría, en 1956.






AMETRALLADORAS, FUSILES Y GRANADAS CONSTITUÍA EL ARSENAL DE LOS GRUPOS FASCISTAS CHECOS QUE FUERON INCAUTADAS POR EL EJÉRCITO ROJO SOVIÉTICO (capturas en pantalla del documental de la cadena rusa Rossiya1, The Warsaw Pact: Declassfied Paper). LA “PACÍFICA” RESISTENCIA A LOS “INVASORES”


El viraje de Checoslovaquia al espacio capitalista pro-estadounidense fue frustrado por la URSS a petición de las autoridades comunistas checas. En las calles los grupos afines al liquidador Dubcek se manifestaron. Y no tan pacíficamente como nos han querido contar desde el Oeste, ya que fueron avivados desde el exterior, donde se incitaba al uso continuo de la violencia y a la sublevación. La prueba de esto último fue la participación, activa e involucionista, de la Alemania neohitleriana a través de su servicio de espionaje, el nazi BND, quien envió numerosos contactos e informantes a Praga en verano de 1968 para activar definitivamente la contrarrevolución en el país. La orden era informar de todos los detalles de los movimientos militares del ejército y policía checoslovacos, tanto en medios de transporte (ferrocarriles), como en las calles, utilizando la palabra clave “Nepomuk.”, tomado del patrón de Bohemia, San Juan Nepomuceno . Los agentes del BND también incitaban a la población checa a unirse a los políticos “reformistas”, en particular, a los del círculo más cercano a Alexander Dubcek. Una “primavera espontánea” como pocas, oye..


Un documental de mayo de 2015, titulado “The Warsaw Pact: Declassified Paper” (El Pacto de Varsovia, documentos desclasificados), emitido por la cadena rusa Rossiya 1 fue más lejos, pero en otro sentido totalmente opuesto a la propaganda anticomunista occidental. En dicho documental se afirmaba que “países del Pacto de Varsovia como Polonia, Hungría y Bulgaria enviaron fuerzas militares a Checoslovaquia para evitar un golpe de estado de la OTAN en el país”.. Esta visión de los hechos de Praga, sin duda más acordes con la realidad, escoció a base de bien a las otánicas Chequia y Eslovaquia (hoy lacayos de EEUU y países donde la CIA posee cárceles secretas) y, cómo no, esta “otra” realidad checa del 68 también molestó grandemente a los que nunca invaden países ni matan inocentes por petróleo, además de, intuyo, a esos sectores eurocomunistas y troskistas que siempre han “lapidado” a la URSS por este asunto. La creación del Pacto de Varsovia, conviene remarcarlo, se hizo para contener la creciente ofensiva militar de EEUU y Europa Occidental contra el bloque socialista.

En el documental, que como era de prever pasó de puntillas por la prensa hegemónica, se señalaba, como cuestión previa que, en 2005, la neofascista Polonia de Kaczyñski había emitido una declaración en la que anunciaba su intención de desclasificar documentos del Pacto de Varsovia. La prensa europea y mundial se llenaron de alborozo y de titulares llamativos (al contrario que con este documental), volviendo a la clásica estrategia demonizadora anticomunista de la guerra fría y proclamando una inminente evidencia de los que habrían sido planes insidiosos y agresivos de los líderes del antiguo bloque soviético para Europa Occidental. Sin embargo, el resultado fue…un atronador silencio. No hubo nada de nada, ninguna acusación ni prueba en contra del Pacto de Varsovia. Los “documentos desclasificados” resultaron ser un completo bluff, un bulo propagandístico ya que lo que allí había, realmente, no era otra cosa que información comprometedora pero…vaya por dios, para la OTAN y los planes de desestabilización que tenía diseñados la Alianza Atlántica para la Europa socialista del Este.

Así pues, de los documentos desclasificados que señala el documental sobre el Pacto de Varsovia la única conclusión veraz es que la Primavera de Praga” fue un “golpe de Estado armado y un sabotaje”. Y del pacifismo de los manifestantes checos (que los habría, sin duda) no es que quedara en muy buen lugar, precisamente, cuando se afirma que las tropas soviéticas fueron atacadas con ametralladoras desde las calles y tejados de los edificios, además de las simpatías que muchos manifestantes profesaban por los nazis. Se remarca el hecho, de singular importancia, por parte del historiador Vladimir Bruz, de que el Pacto de Varsovia no controlaba las políticas internas de sus Estados miembros como sí lo hacía (y hace) la OTAN. Por otra parte, Roland Dumas, Ministro de Relaciones Exteriores de Francia entre 1989-1991, también menciona en el documental que, una vez disuelto el Pacto de Varsovia, aunque la OTAN se comprometió a no expandir sus fronteras a los antiguos Estados miembros del Pacto de Varsovia, no cumplió (como era lógico) su palabra sino que, además, la Alianza Atlántica siguió avanzando en su estrategia del Gladio-B con sus “revoluciones de colores-golpes de Estado”, su “escudo anti-misiles” o el apoyo a los grupos terroristas del Oriente Medio y el Cáucaso para desestabilizar a Rusia.

La historia contada por el oficialismo del Oeste y sus palmeros sobre el denominado “levantamiento checo” de 1968 en realidad tenía otros reversos que ponían a cada uno en su sitio. La “Primavera de Praga” no fue otra cosa que un intento de golpe de Estado impulsado por la CIA y la OTAN, es decir, uno de tantos objetivos desestabilizadores geopolíticos que se venían ejecutando en el mundo de la mano de EEUU y sus aliados occidentales. Ayer como hoy, ni más ni menos.

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