jueves, 23 de febrero de 2017

La UE puede romperse y el Brexit sería el detonante

La UE puede romperse y el Brexit sería el detonante







Desde hace bastantes meses, el cielo de Bruselas está cubierto con negros nubarrones, un mal augurio para las serias y tangibles amenazas que se ciernen sobre las instituciones europeas y sobre los miembros de la Unión de corte (hasta el momento) europeísta. Con el paso de los meses, las amenazas potenciales se vuelven ciertas, y sus enemigos exteriores (e interiores) en evidentes.

Una de esas primeras amenazas fue el Brexit, donde empezó todo, y donde puede acabar también todo. Desde que se decidiese por referéndum popular a principios del verano, las declaraciones y mensajes cruzados entre las instituciones británicas y la Unión Europea han ido escalando en tono y forma. No es de extrañar, puesto que el gobierno de Reino Unido ha tenido desde el principio muy claro que ante sí tenía un enorme desafío, reto, y amenaza a un tiempo. En Londres han sido perfectamente conscientes de que de los movimientos estratégicos que hagan en estos meses depende en gran medida la prosperidad socioeconómica futura y casi presente de las islas británicas.
Del Brexit UK-céntrico al Brexit como detonante de la explosión europeo-nuclear



Pero en las últimas semanas el caso es que el Brexit se ha convertido también en una cuestión de supervivencia para el resto de la Unión Europea. Conforme se van desvelando estrategias, se van adelantando encuestas electorales, se van propugnando más claramente consignas anti-europeístas que van calando más hondo entre los ciudadanos... en Bruselas se están dando cuenta de que el Brexit no es sólo un tema de auténtica supervivencia para el Reino Unido, sino que dependiendo de cómo se desarrolle, puede acabar desintegrando Europa tal y como la conocemos hoy en día. La fuerza de sentirse un bloque socioeconómico de proporciones mucho mayores no permitió ver a los dirigentes europeos que el riesgo era para ambos lados, y no ha sido hasta ahora cuando están empezando a pasar a la acción con una perspectiva de supervivencia, aunque tal vez lleguen demasiado tarde.

No se puede pasar por alto que las corrientes ideológicas emergentes que abanderan el resurgimiento del nacionalismo económico cada vez proclaman con más insistencia su abierto anti-europeísmo, y sobre todo su voluntad de abandonar el Euro y la Unión Europea. Propugnan públicamente volver a dibujar fronteras en el mapa Europeo, y levantar aranceles que pongan límites al libre comercio entre los miembros de pleno derecho. Nada de esto supone gran novedad en el ambiente político europeo, si no fuese por la intensidad que el anti-europeísmo va adquiriendo en los discursos de un año plagado de citas electorales en el Viejo Continente. Y hay tener en cuenta especialmente la clara ventaja en intención de voto que varios de estos políticos llevan en las encuestas.



De ganar alguno (o varios) de estos candidatos de corte anti-europeísta, no sólo estaríamos quitando más cartas al tembloroso castillo de naipes en que se está convirtiendo la Unión Europea, sino que además Londres pasaría a tener poderosos aliados dentro del mismo seno de la Unión. De esta manera podría sembrar más fácilmente disputas y enfrentamiento entre los miembros europeos, siendo el actual un momento en el que la desunión y las trifulcas intra-europeas le interesan más que nunca. Lo que menos le interesa a Londres es que Europa haga frente común ante el Brexit, y obviamente van a negociar y ejecutar el Brexit recurriendo a todos los medios al alcance de su mano (y de su puño), puesto que saben que su desenlace es clave para el futuro socioeconómico de las islas.
La preocupación de las instituciones europeas ya se ha vuelto profundo desasosiego



Desde estas líneas ya advertimos en el artículo "¿Cómo le sentaría el Brexit a España?" que el riesgo cierto del (por entonces potencial) Brexit iba a ser la desintegración del proyecto panaeuropeo. El transcurrir de los acontecimientos nos ha acabado por dar lamentablemente la razón a aquel análisis de hace más de seis meses. Pero es ahora cuando las autoridades europeas por fin han tomado plena conciencia de hasta qué punto Europa ya cuenta con pocas casillas sobre el tablero de ajedrez a las que poder mover su rey, y puede acabar viéndose en jaque mate. Pueden leer en esta noticia cómo el mismísimo presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, se lamenta del incierto destino de la Unión ante el Brexit, y de las bazas que indudablemente va a jugar Reino Unido. Tal vez los eurócaratas se han dado cuenta de la gravedad demasiado tarde de cara a unas negociaciones que tenemos ya encima, sobre todo por la presión de un gobierno inglés que sabe que el tiempo juega en su contra.

Los británicos saben que en el adelanto del Brexit está una de sus principales bazas, especialmente cuando ellos en la mesa de negociación son un bloque por naturaleza nacional, y por lo tanto van a tener una única voz. Por eso se dan tanta prisa para abordar cuanto antes unas negociaciones que llevan mejor preparadas que los europeos de la Unión: tratan de coger a los eurócratas sin organizarse ni tiempo para preparar una estrategia común. Los británicos han podido prepararse mejor ya que son conscientes desde hace meses de lo vital de la cuestión: siempre ha sido mucho más evidente en su caso. Los europeos de la Unión, sabiéndose la parte (aparentemente) más fuerte, han caído en la trampa de no acelerar al máximo sus movimientos internos para estar preparados cuanto antes de cara a las negociaciones.
La única salida de Europa para salir más o menos indemne de esta guerra



La única salida de Europa es tener una voz única en la mesa donde se negociará el Brexit, hacer valer su condición de gran bloque socioeconómico único, y vadear la heterogeneidad de esta Europa que puede ver en su diversidad la causa última de su final. Los británicos también cuentan con la ventaja de haber estado dentro de la Unión, y son buenos conocedores de que Europa puede acabar aunando posiciones y formando un frente común, pero para ello hacen falta intensas negociaciones internas, que implican tiempo: un tiempo que los británicos saben que no deben darnos para salir lo más indemnes que les sea posible del Brexit.

Pero como apuntaba Junker en el artículo enlazado anteriormente, aún suponiendo que los europeos unionistas alcanzasen una posición común, la diplomacia y la política británica hará todo lo posible por sembrar la discordia entre las distintas posiciones e intereses que existirán bajo la apariencia de bloque de una Unión Europea diversa por naturaleza. Efectivamente, es más que obvio que van a realizar todos los movimientos posibles para pometer a unos y otros con el fin de que las posiciones se enfrenten, y así conseguir sembrar un caos en Bruselas del cual saldrán más beneficiados.



Los británicos son perfectamente conscientes desde hace meses que deben hacer todo lo posible por romper la unidad que se va a acabar alcanzando en Bruselas a contrarreloj. Nuestra fuerza es nuestro tamaño y nuestra posición como bloque. Nuestra desventaja es la heterogeneidad subyacente y la diversidad. Reino Unido cuenta con la ventaja de tener una voz única (a pesar de Escocia o los euro-unionistas internos, que no son pocos pero que no tienen tanto poder político y repecursión ahora mismo). Su desventaja es que son una economía mucho más pequeña que el conjunto de la Unión, y que además como bloque somos su primer socio comercial. Los británicos saben que no tienen alternativa para salir lo menos derrotados posible del Brexit: sembrar el caos y las disputas en Europa es su gran y única baza, y desmontaría al mismo tiempo nuestra fuerza y su punto débil.
El proceso de de-construcción europeo abordado con prisas sólo puede llevar al caos



La jugada está clara. Ahora la pregunta: ¿Conseguirán los dirigentes europeos estar a la altura del desafío que tenemos encima de la mesa? ¿Sabrán ver que es momento de dejar a un lado intereses locales y aunar fuerzas? No lo digo por abogar por el corte europeísta o anti-europeísta. Tan sólo lo digo porque últimamente hay demasidadas voces que se alzan hablando con gran banalidad de la desintegración europea, como si fuese un proceso que se puede desmontar en unos meses y saliendo, no sólo indemnes, sino reforzados a nivel nacional: al menos eso es lo que aseguran con rotundidad todos los máximos exponentes del nacionalismo económico.

Y es en estas formaciones que abanderan el nacionalismo económico donde Londres tiene su segunda gran baza, son sus aliados naturales en esta batalla, y además tienen la capacidad de dinamitar el bloque de la Unión desde dentro. A Londres nunca le ha interesado más que ahora que se vuelva a una Europa de naciones independientes, pues minimiza el riesgo de sus negociaciones bilaterales, y la actualidad nos va mostrando cómo las fuerzas internas y externas que tratan de configurar esta nueva realidad europea desagregada no hacen mas que tirar de la cuerda cada vez con más fuerza.



No se engañen, desmontar Europa es un proceso potencialmente caótico, especialmente porque se abordará con prisas y proclamas poco concienzudas, que es como tiene toda la pinta de acabar sucediendo si sobreviene finalmente este escenario. Lo más probable es que, ante algo así, en el Viejo Continente se resuciten viejos fantasmas y acabemos como el rosario de la Aurora. Y no olviden que "A río revuelto, ganancia de pescadores", así que vayan identificando a los pescadores para no morder el anzuelo, porque el cebo está puesto. No voy a expresar aquí mi opinión personal al respecto, simplemente me limitaré a decirles que Europa puede construirse o de-construirse, es una soberana decisión que nos corresponde a todos los europeos en cada momento de la Historia, pero ambos procesos deben ser abordados con la misma serenidad y tiempo: agitando con un palo el avispero europeo lo único que los agitadores van a conseguir es que las avispas nos muerdan a todos.

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