Las provocaciones del imperialismo británico en el Mar Negro
La Marina británica de Guerra ha enviado al destructor HMS Diamond,
cargado de misiles Sea Viper, a la costa de Ucrania en el Mar Negro. A
bordo viajan 60 comandos de opersaciones especiales que, según el
Ministerio británico de Defensa, tienen la misión de “defender la democracia” realizando maniobras militares.
El asedio contra Rusia empieza, pues, en el Báltico y acaba en el Mar Negro. Ni por tierra ni por mar tiene ni un metro en su frontera occidental libre de tanques, aviones, misiles o soldados. Salvo Bielorrusia, tampoco tiene vecinos amigables. La OTAN ha trabado un verdadera tenaza.
Durante el regreso de Siria del portaviones Almirante Kuznetsov, buques de la Marina británica persiguieron a la unidad naval rusa en aguas internacionales, otro desafío sin precedentes, un auténtico alarde de chulería bastante peligroso, por lo demás.
En Siria los imperialistas tienen una disculpa, en el Donbas otra y no tardarán en crear cuantas sean necesarias, o escalar las ya existentes. Unos avivan el fuego y otros recurren a los extintores. Uno lo utilizaron en Minsk y otro en Astana, pero ambos no son suficientes porque la guerra va viento en popa.
Animado por la cercanía de la Marina británica, en el Donbas el gobierno ucraniano lleva varios días multiplicando los bombardeos de artillería para convertir los acuerdos de Minsk en papel mojado, si es que alguna vez fueron otra cosa que eso: letra muerta. El gobierno fascista de Kiev quiere acabar con la revuelta del Donbas y los británicos quieren impedir que Rusia acuda en su apoyo.
El formidable despliegue de la OTAN en el Báltico, Rumanía y Polonia forma parte de esa misma amenaza. Rusia ha teniendo que desplegar los sistemas de defensa S-400 en Kaliningrado para contrarrestar los vuelos de aviones espía de Estados Unidos.
Si es cierto que Trump quiere mejorar sus relaciones con Rusia, hay que preguntar quién está tensando la cuerda en las fronteras, si es el Pentágono, si la OTAN empieza a actuar por su cuenta o si son los países de la Unión Europea, que quieren presionar al Presidente electo. Lo único seguro es que quien no actúa por su cuenta es el gobierno de Kiev, que ha necesitado de que alguien le de luz verde para reanudar el fuego de artillería en el Donbas contra la población civil.
Lo que parece evidente es que el objetivo es provocar una intervención directa de Rusia en el Donbas, similar a la de Siria. La diferencia es que el Donbas no es Oriente Medio, por lo que sus consecuencias serían insospechadas.
El asedio contra Rusia empieza, pues, en el Báltico y acaba en el Mar Negro. Ni por tierra ni por mar tiene ni un metro en su frontera occidental libre de tanques, aviones, misiles o soldados. Salvo Bielorrusia, tampoco tiene vecinos amigables. La OTAN ha trabado un verdadera tenaza.
Durante el regreso de Siria del portaviones Almirante Kuznetsov, buques de la Marina británica persiguieron a la unidad naval rusa en aguas internacionales, otro desafío sin precedentes, un auténtico alarde de chulería bastante peligroso, por lo demás.
En Siria los imperialistas tienen una disculpa, en el Donbas otra y no tardarán en crear cuantas sean necesarias, o escalar las ya existentes. Unos avivan el fuego y otros recurren a los extintores. Uno lo utilizaron en Minsk y otro en Astana, pero ambos no son suficientes porque la guerra va viento en popa.
Animado por la cercanía de la Marina británica, en el Donbas el gobierno ucraniano lleva varios días multiplicando los bombardeos de artillería para convertir los acuerdos de Minsk en papel mojado, si es que alguna vez fueron otra cosa que eso: letra muerta. El gobierno fascista de Kiev quiere acabar con la revuelta del Donbas y los británicos quieren impedir que Rusia acuda en su apoyo.
El formidable despliegue de la OTAN en el Báltico, Rumanía y Polonia forma parte de esa misma amenaza. Rusia ha teniendo que desplegar los sistemas de defensa S-400 en Kaliningrado para contrarrestar los vuelos de aviones espía de Estados Unidos.
Si es cierto que Trump quiere mejorar sus relaciones con Rusia, hay que preguntar quién está tensando la cuerda en las fronteras, si es el Pentágono, si la OTAN empieza a actuar por su cuenta o si son los países de la Unión Europea, que quieren presionar al Presidente electo. Lo único seguro es que quien no actúa por su cuenta es el gobierno de Kiev, que ha necesitado de que alguien le de luz verde para reanudar el fuego de artillería en el Donbas contra la población civil.
Lo que parece evidente es que el objetivo es provocar una intervención directa de Rusia en el Donbas, similar a la de Siria. La diferencia es que el Donbas no es Oriente Medio, por lo que sus consecuencias serían insospechadas.
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