Desde hace décadas, varias personas han debatido acerca de la validez de aquella teoría que sugiere el uso de gorros de aluminio, como medida para evitar que el gobierno, seres de otra dimensión, los aliens
o cualquier enemigo del bien común, lea nuestra mente. De hecho, hasta
hay un capítulo de Los Simpson que habla un poquito de eso, ¿recuerdan?
Si alguno de ustedes también apoyaba esa
idea, lamentamos decirles que un estudio acaba de probar que, no sólo
es errónea, sino que usar uno de esos artefactos facilitaría al gobierno u otras amenazas la tarea de invadir sus cerebros y buscar lo que le plazca.
No es choro. Según lo que encontramos en la investigación publicada por el MIT desde
2005, la falla del casco radica más que nada en su diseño, ya que en un
principio, tratar de usar materiales como el aluminio para proteger
nuestra cabeza de cargas electrostáticas no es una tontería. El fail
más bien se encuentra en que la radiofrecuencia de la radiación
electromagnética, aún puede pasar a través de ese gorrito sin problemas.
Por lo que podemos ver en estas
imágenes, los estudiosos realizaron varias pruebas para determinar la
efectividad de este “protector” por medio de la emisión de varias
radiofrecuencias. Incluso crearon tres cascos con diseños diferentes:
uno clásico (con todo y la puntita); y otros dos llamados Fez y
Centurión.
Después comenzaron a mirar la fuerza de
la señal con la que se realizaban varias transmisiones mediante un
generador, comparando resultados entre personas que tenían cubiertas las
cabezas y quienes no. Al finalizar, determinaron que, mientras los
gorros eran capaces de desviar ciertas ondas de radio, también
amplificaban otras que tenían una frecuencia específica: aquellas con
2.6 Ghz (que se encuentran en dispositivos de comunicación como los
teléfonos y satélites) y las de 1.2 Ghz (pertenecientes a la
radionavegación aeronáutica y también a satélites).
Ahora que sabemos todo esto, sólo tenemos que apegarnos a las conclusiones. Claro que, estos científicos también podrían ser extraterrestres disfrazados que intentan hacer que bajemos la guardia.
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