Cuba. Celia Sánchez, heroína en la Sierra y el Llano
Mucho
antes del triunfo de la Revolución su nombre había devenido leyenda en
el país. Cuando aún no existía el Ejército Rebelde, en plena tiranía
batistiana, coloca en el busto del Apóstol del parque de Pilón un
letrero con una sentencia martiana: “Solo hacen falta 30 hombres para
levantar un pueblo”. Tiempo después, en los días del desembarco del
Granma, se disfraza de embarazada y ante la amable invitación a tomar
café de unos guardias que no la reconocen, con la mayor sangre fría se
introduce en un cuartel, con el fin de obtener información valiosa para
el Movimiento 26 de Julio.
Pedro Antonio García
Mariátegui
03/03/17
Celia
Esther de los Desamparados Sánchez Manduley, hija del médico Manuel
Sánchez Silveira y la manzanillera Acacia Manduley Alsina, nació en
Media Luna, hoy provincia de Granma, el 9 de mayo de 1920. Creció en un
hogar donde se veneraba a los próceres de la patria; su padre los
llevaba a ella y sus hermanos a sitios históricos como San Lorenzo,
Peralejo y Dos Ríos, los estimulaba a leer La Edad de Oro y los Versos
Sencillos; cada vez que visitaban La Habana, iba con ellos a la Casa
Natal del Apóstol y les convocaba a palpar el pasamanos: “Por ahí pasó
su mano Martí”, les decía.
En
1940, cuando la familia se mudó para Pilón, el doctor Sánchez Silveira,
en sus recorridos por la Sierra, llevaba a su prole a que conocieran de
la miseria de esa otra Cuba y el por qué a esa clientela no solía
cobrarles la consulta. Celia quedó impactada de la pobreza de los
campesinos de la zona. Organizó verbenas, secundadas por gente generosa,
para ayudar a las familias pobres, comprarles juguetes a los niños.
Comprendió que la caridad no bastaba, era necesaria una solución
política y se afilió a la Ortodoxia. Después del golpe de Estado del 10
de marzo de 1952, comprendió que entonces la única opción era la lucha
armada.
A
mediados de 1955, según testimonio escrito de la propia Celia, Manuel
Echevarría, coordinador del Movimiento 26 de Julio en Manzanillo, la
captó para la organización, en donde nunca tuvo cargos, aunque asumió
tareas relevantes. Con su nombre de guerra, Norma, devino figura
legendaria en los días de los preparativos de la expedición del Granma y
del inicio de la lucha guerrillera en la Sierra Maestra. Por su labor
en los constantes envíos de hombres y pertrechos, Raúl la calificó
entonces “madrina oficial” del naciente Ejército Rebelde.
Por
aquellos días resultó detectada y detenida por el aparato represivo del
régimen en una cafetería de Campechuela, en donde iba a contactar con
otro combatiente. “Voy a comprar una caja de chicles”, dijo a sus
captores. Años después ella relataría: “Cuando me levanté y fui a la
vidrierita, prendí una carrera. Había una acera muy alta y allí mismo me
tiré y empecé a correr”. La sorpresa paralizó a los guardias. Al
reaccionar, trataron de atajarla y tiraron al aire pero Celia seguía
corriendo como una gacela en peligro. Se internó en un solar lleno de
maleza y marabú. “Me quedé tranquilita, para que no se moviera la
hierba”. Al rato, cuando ya nadie la perseguía, siguió arrastrándose
hasta la carretera. Con señas detuvo un auto, que resultó ser de un
conocido que la llevó a una casa segura en Manzanillo.
Luego,
pasó a ser integrante de la Columna 1, comandada por Fidel, y participó
en combates, como en El Uvero, M-1 en ristre. Coincido con su biógrafo
principal, Pedro Álvarez Tabío, cuando afirmaba: “tiene el mérito
histórico de haber sido la primera mujer combatiente del Ejército
Rebelde y de haberlo hecho bien”.
Desde
la lucha guerrillera, atesoró toda la documentación del Ejército
Rebelde y su Comandante en Jefe, gracias a ella tenemos lo que muchos
hoy denominan el Archivo de la Revolución, que también conservó diarios
de guerra de combatientes caídos.
Su
trabajo permanente junto a Fidel la convirtió en su colaboradora más
estrecha desde los días de la Sierra. De entonces hasta el instante de
su muerte, el 11 de enero de 1980, devino testigo y participante activo
de los momentos más trascendentales de la Revolución, en todas las
actividades relevantes y las obras más significativas emprendidas
después del triunfo.
Al
decir de su biógrafo, Álvarez Tabío, la vida de Celia, desde los días
del Granma y la Sierra, “está tan imbricada con la historia misma de la
Revolución Cubana y de Fidel, que resulta imposible separar una de
otra”.
(Tomado de Granma)
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