Descubren que los cinturones de radiación de la Tierra no son tan intensos como se pensaba
Hace
más de cinco décadas el físico estadounidense James Van Allen descubrió
que nuestro planeta está rodeado por dos regiones en forma de rosquilla
de partículas cargadas, la mayoría de los cuales se originaron en forma
de viento solar y quedaron atrapados en nuestro campo magnético. Estos
campos recibieron el nombre de Cinturones de Van Allen en honor a su
descubridor y hay dos: uno interior, a una distancia de entre 1.000 y
5.000 km de la superficie terrestre, y otro exterior, a entre 15 y
20.0000 km de nosotros.
Desde hace
tiempo se supone que estas regiones hirvientes de radiación son
demasiado peligrosas para las naves espaciales que deseen explorar
durante largos períodos de tiempo el espacio profundo, pero la NASA
acaba de hacer un descubrimiento inesperado – esas partículas cargadas y
moviéndose a alta velocidad, planteadas como altamente peligrosas para
las misiones espaciales, por lo general ni siquiera existen.
Los
Cinturones de Van Allen son el resultado de la colisión de las
partículas cargadas de ciento solar con el campo magnético terrestre. La
magnetosfera atrapa esas partículas de radiación y las hace moverse por
su superficie. El problema es que algunas de esas partículas cargadas y
moviéndose a alta velocidad son peligrosas tanto para los seres humanos
como para el equipamiento de las naves espaciales.
Durante
años hemos estado construyendo vehículos fuertemente blindados para
proteger a los astronautas de esta radiación, pero un nuevo estudio de
la NASA acaba de descubrir que el cinturón interior de Van Allen es
mucho menos peligroso de lo que se creía.
El
descubrimiento ha sido posible gracias a dos sondas que la NASA puso en
órbita en 2012 y que llevan desde entonces analizando la composición de
los Cinturones de Van Allen con un nivel de detalle que no era posible
desde tierra. Los espectrómetros a bordo de estas sondas son capaces de
diferenciar entre partículas como electrones y protones de alta energía.
Básicamente,
lo que han descubierto es que el cinturón interior es mucho menos
energético de lo que se pensaba. Las partículas que daban más
quebraderos de cabeza a los científicos, los electrones de alta energía o
electrones ultrarelativistas, son prácticamente inexistentes en el
cinturón interior salvo si la actividad solar es especialmente intensa.
En esos casos, las partículas suelen circular en un tercer cinturón
intermedio que aparece y desaparece. En esos casos si pueden colarse
partículas peligrosas al cinturón interior, pero la «tormenta» se calma
por si sola con el tiempo.
Ahora que
sabemos que el interior de los cinturones de Van Allen son por lo
general mucho más débiles de lo que suponíamos – excepto en casos
extremadamente raros , como las tormentas solares 2015 – los científicos
tendrán la oportunidad de explorar nuestro patio trasero cósmico
inmediato de maneras que ni siquiera habíamos considerado.
«Esto abre la posibilidad de hacer ciencia que antes no era posible», dice Sri Kanekal, un científico de NASA’s Goddard Space Flight Centre, que no participó en el estudio.
La investigación se ha publicado en el Journal of Geophysical Research.
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