Donald Trump se ha topado con un enemigo inasible. No tiene tanques,
carece de bases y muchos de sus integrantes han muerto o son demasiado
mayores para empuñar un arma. Pero no importa. La decisión de prohibir la entrada en Estados Unidos por “motivos de seguridad nacional” a los abuelos iraníes
con nietos en el país ha desatado una insólita y viral batalla. Cientos
de ciudadanos americano-iraníes se han lanzado en las redes a poner
cara al peligro y bajo el hashtag #GrandparentsNotTerrorist (abuelosNoterroristas) y en la cuenta de Instagram bannedgranmas
(abuelasprohibidas) han plantado las fotografías de los padres y madres
de sus progenitores. En un tiempo mínimo se ha formado un pequeño
ejército multicolor que mueve a la reflexión más que cualquier
exhibición de misiles.
La emotividad forma la osamenta de este muro. Los hay pletóricos con
sus nietos, amorosos en pareja o simplemente pasándolo bien en sus años
dorados. No faltan, desde luego, las ancianas de profundo pañuelo rural o
las que andan preparando pasteles ni tampoco las fumadoras y
desafiantes. En color, en sepia, bien y mal encuadradas, en el sofá de
su casa o ante un monumento, las imágenes forman un fresco destinado a
mostrar la inhumanidad del veto migratorio.
“La prohibición es ridícula. Por eso la gente responde de forma tan espontánea. Expresan una idea: mi abuela no es, no puede ser y no será terrorista. Y la mejor forma de explicarlo es poniendo una fotografía de ellos, a sus 70, 80, o 90 años. Pero si es que algunos ni pueden andar…”, afirma la comentarista política Negar Mortazavi.
La iniciativa surgió después de que a finales de junio el Tribunal Supremo autorizase provisionalmente la orden que impide entrar a Estados Unidos a ciudadanos de seis países de mayoría musulmana “proclives al terror” (Irán, Siria, Sudán, Yemen, Somalia y Libia). La corte consideró que mantener su paralización cautelar, decretada por los jueces federales debido a su sesgo islamófobo, podía afectar a la seguridad nacional. Por ello permitió a la Administración activar la medida, pero con una condición: que se concediese visado a quien demostrase un vínculo fiable con personas o entidades de EEUU. La Casa Blanca no dudó e inmediatamente excluyó de esa relación a abuelos, tíos, primos, sobrinos y cuñados de ciudadanos estadounidenses.
La purga fue sentida como una ofensa por miles de americano-iraníes.
Entre ellos, se encontraba la impulsora del movimiento, la analista
Holly Dagres. Nacida en Los Ángeles y de madre iraní, Dagres respondió
lanzando a las redes una cariñosa foto de su abuela, Mahin Rahmanian,
muerta en 2013, y abriendo con un amigo la cuenta de instagram. El
resultado fue espectacular.
“No es extraño, la comunidad americano-iraní está profundamente decepcionada. Sienten que es injusto; ningún ciudadano de las seis naciones vetadas ha cometido un acto terrorista en suelo estadounidense desde 1980; ninguno de los atacantes del 11-S procedía de esos países. Y en el caso de la diáspora iraní duele aún más porque es la que con más éxito se ha adaptado a la vida en EEUU y ahora siente que le dan la espalda”, comenta Dagres.
La reacción al veto ha atraído incluso a ciudadanos no iraníes. Entre las imágenes se encuentran abuelas polacas que llegaron huyendo del horror nazi. Y no ha faltado un último apoyo judicial. El magistrado federal Derrick Watson, el mismo que frenó con anterioridad el veto migratorio, ha rechazado la interpretación del Gobierno de Trump que impide a los abuelos, tíos y demás parentela de segundo grado entrar en el país. Para Watson es de “sentido común” considerarles como familiares cercanos y por tanto, concederles visado. El fiscal general ya ha recurrido la orden judicial y los expertos consideran que, con la mayoría conservadora del Supremo, volverá a ganar.
“Eso es lo que pensamos que ocurrirá. Y volveremos donde estábamos.
Es una norma cruel y no sólo con nuestros abuelos; no olvidemos que
también prohíbe la entrada de todos los refugiados, incluidos los niños.
Es un veto a quienes huyen de la guerra y la destrucción, a aquellos
que no tienen una familia aquí en EEUU que publique sus fotos y cree
hashtags por ellos. A esos nadie los recuerda”, insiste Mortazavi. En el
muro, esta iraní ha colocado una foto de su abuela de 93 años, posando
ante el Taj Mahal. Tiene 93 años, el pelo muy rubio y se ríe a
carcajadas. Todo un enemigo para América.
“La prohibición es ridícula. Por eso la gente responde de forma tan espontánea. Expresan una idea: mi abuela no es, no puede ser y no será terrorista. Y la mejor forma de explicarlo es poniendo una fotografía de ellos, a sus 70, 80, o 90 años. Pero si es que algunos ni pueden andar…”, afirma la comentarista política Negar Mortazavi.
La iniciativa surgió después de que a finales de junio el Tribunal Supremo autorizase provisionalmente la orden que impide entrar a Estados Unidos a ciudadanos de seis países de mayoría musulmana “proclives al terror” (Irán, Siria, Sudán, Yemen, Somalia y Libia). La corte consideró que mantener su paralización cautelar, decretada por los jueces federales debido a su sesgo islamófobo, podía afectar a la seguridad nacional. Por ello permitió a la Administración activar la medida, pero con una condición: que se concediese visado a quien demostrase un vínculo fiable con personas o entidades de EEUU. La Casa Blanca no dudó e inmediatamente excluyó de esa relación a abuelos, tíos, primos, sobrinos y cuñados de ciudadanos estadounidenses.
“No es extraño, la comunidad americano-iraní está profundamente decepcionada. Sienten que es injusto; ningún ciudadano de las seis naciones vetadas ha cometido un acto terrorista en suelo estadounidense desde 1980; ninguno de los atacantes del 11-S procedía de esos países. Y en el caso de la diáspora iraní duele aún más porque es la que con más éxito se ha adaptado a la vida en EEUU y ahora siente que le dan la espalda”, comenta Dagres.
La reacción al veto ha atraído incluso a ciudadanos no iraníes. Entre las imágenes se encuentran abuelas polacas que llegaron huyendo del horror nazi. Y no ha faltado un último apoyo judicial. El magistrado federal Derrick Watson, el mismo que frenó con anterioridad el veto migratorio, ha rechazado la interpretación del Gobierno de Trump que impide a los abuelos, tíos y demás parentela de segundo grado entrar en el país. Para Watson es de “sentido común” considerarles como familiares cercanos y por tanto, concederles visado. El fiscal general ya ha recurrido la orden judicial y los expertos consideran que, con la mayoría conservadora del Supremo, volverá a ganar.
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