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Israel apoya secesión del Kurdistán para desestabilizar a Siria, Irán y Turquía
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El
Kurdistán es una nación, más no país aún, cuyos entre 30 o 40 millones
de habitantes –según quien realice las estadísticas– habitan en cinco
países: Turquía, Siria, Irak, Irán y Armenia, donde comportan
importantes minorías en sus regiones montañosas –ubicados en alrededor
de medio millón de kilómetros cuadrados–, que son susceptibles de
implosionar y hasta de propiciar una serie de balcanizaciones como
efecto dominó.
Tal parece que ese es el objetivo estratégico de Israel, que así pondría en jaque a Irán –potencia chiíta no-árabe– e iniciaría la desestabilización de Turquía –potencia sunnita no-árabe a carta cabal que aún pertenece a la OTAN– cuando el país otomano se aleja cada vez más de Europa y se acerca, pese a todos los avatares recientes, a Rusia, en especial, después del abortado golpe de Estado de la CIA contra el sultán Erdogan.
Israel –estado racista/paria/ Apartheid, cuyo supremacismo sionista se acopla al de Trump: hoy, el mejor aliado del premier Netanyahu–, es la única entidad de los 193 países de la ONU que alienta la secesión del Kurdistán en la parte norte de Irak, donde se ha programado para el 25 de septiembre un referéndum no vinculatorio que puede provocar expansivos sismos trepidatorios en el Medio Oriente.
La historia del Kurdistán, según autores kurdos, se remonta a más de seis mil años. Los kurdos –20 por ciento de Irak, 20 por ciento de Turquía y 10 por ciento de Siria: el mayor cuarto grupo étnico del Medio Oriente– pertenecen a la rama iraní de la etnia indo-europea con la que comparten muchas costumbres, como el Nouruz (fiesta primaveral), y se han caracterizado por tener estupendos guerreros: sus célebres peshmergas (quienes buscan la muerte), como demostraron en las varias derrotas que infligieron a los yihadistas en la región de Mosul (Irak) y en la frontera de Siria con Turquía.
Entre sus legendarios guerreros se encuentra el sultán Saladino, quien, pese a ser kurdo, encabezó a los árabes frente a la Tercera Cruzada y coexistió en forma civilizada con su rival, el inglés Ricardo Corazón de León.
Desde la cartográfica imposición colonial de Gran Bretaña y Francia para repartirse el féretro del imperio otomano después de la Primera Guerra Mundial (mediante el plan Sykes-Picot), el Tratado de Sèvres de 1920 prometió otorgar un país a los kurdos –desechado tres años más tarde en el Tratado de Lausanne por las tratativas bajo la mesa de Gran Bretaña e Irak para dividirse el botín petrolero regional.
Pese a todas las invectivas que le son proferidas a Saddam Hussein, sobre todo después de su ahorcamiento inducido por los ocupantes estadunidenses, fue quien concedió su mayor autonomía a los kurdos en el norte de Irak, cuya capital es Erbil y donde abunda su codiciado petróleo en Kirkuk.
Hoy, el petróleo de Kirkuk desemboca por un oleoducto hasta el puerto turco de Ceyhan, en el mar Mediterráneo, y desde allí es primordialmente exportado a los aliados de Israel.
A mi juicio, si el presidente de la región autónoma kurda en el norte de Irak, Massoud Barzani, promulgase la independencia secesionista del Kurdistán iraquí, seguramente Turquía cerraría el oleoducto Kirkuk-Ceyhan.
Precisamente, la alta vulnerabilidad del Kurdistán iraquí radica en que se encuentra totalmente rodeado de países que pueden ser desestabilizados, lo cual beneficia enormemente a Israel, pero a costa de un elevado precio del pueblo kurdo que puede volver a ser sacrificado en el altar de la geopolítica regional como sucedió con el tratado de Sèvres de 1920.
Por lo pronto, la ONU, Trump –pese a su Santa Alianza con el primer ministro israelí Netanyahu– y las dos principales potencias de la Unión Europea –Alemania y Francia–, han externado su rotunda oposición al referéndum kurdo.
La Suprema Corte de Irak ha exigido también la suspensión del referéndum, mientras el gobierno de Bagdad ha sentenciado en forma categórica que no permitirá la creación de un segundo Israel.
La postura de los kurdos en todo su espectro geográfico tampoco es homogénea. The Daily Star expone sus divisiones internas en los cinco países donde habitan con su miríada de partidos, patrones (sic) y facciones.
El analista israelí Zvi Bar’el comenta que la independencia del Kurdistán podría crear estragos en Medio Oriente, pero que a juicio de la polémica ministra de justicia israelí, Ayelet Shaked, beneficiaría a Israel.
Para Zvi Bar’el, el apoyo del primer ministro Netanyahu a la independencia del Kurdistán es una daga en los ojos del presidente turco Recep Tayyip Erdogan.
Más aún: Zvi Bar’el cita a Yair Gola –anterior jefe de Estado mayor del ejército israelí– quien durante una conferencia en Washington (sic) apoyó la secesión de los kurdos también en Turquía (súper sic).
A juicio de Zvi Bar’el, las declaraciones de Netanyahu, Shaked y Golan fueron ampliamente difundidas en los medios turcos y kurdos, pero es dudoso que tales declaraciones públicas hagan un favor (sic) a los kurdos. Obviamente que Israel, más que la independencia de los kurdos, busca la implosión de los cinco países donde habitan –Irán, Turquía, Irak, Siria y Armenia– que no son nada favorables al Estado sionista y apoyan la independencia negada del pueblo palestino.
Tanto el general James mad dog Mattis, como el secretario de la Liga Árabe, Ahmed Abu al-Rit, han visitado al presidente Masud Barzani de la región autónoma kurda de Irak para persuadirlo de posponer el referéndum en forma infructuosa.
Israel, EU, Gran Bretaña y algunos países de la UE abastecen de armas a los kurdos en los cinco países donde se encuentran esparcidos.
El primer ministro de Irak, Haider al-Abadi, en una entrevista a AP, comentó de que Irak se encontraba preparada para intervenir militarmente en la región donde se celebrará el referéndum, en caso de una explosión violenta.
Muchos analistas no ven como el primer ministro iraquí, que apenas acaba de reconstruir a su ejército después de las heridas que le propinaron los yihadistas, frente a la fuerza quizá superior de los kurdos –al menos que intervengan Irán y Turquía, lo cual, a mi juicio, sería el precio de la trampa israelí.
The Daily Star expone el punto de vista de analistas regionales, según el cual Masud Barzani usa el referéndum como regateo en su disputa con el gobierno central de Bagdad sobre la asignación del presupuesto federal (sic), así como el reparto de las exportaciones del petróleo.
The Daily Star señala que Masud Barzani ha amenazado con violencia en caso de que las tropas de Irak o las milicias chiítas intentan moverse a los territorios en disputa que ahora se encuentran bajo el control de los pershmergas, específicamente en la pletórica ciudad petrolera de Kirkuk.
Hadi Al-Ameri, mandamás de la poderosa organización Badr, apuntalada por Irán en suelo iraquí, advirtió de que el referéndum podría desembocar en la secesión y en una guerra civil: ¡El sueño anhelado de Israel!
Bajo la lupa
Tal parece que ese es el objetivo estratégico de Israel, que así pondría en jaque a Irán –potencia chiíta no-árabe– e iniciaría la desestabilización de Turquía –potencia sunnita no-árabe a carta cabal que aún pertenece a la OTAN– cuando el país otomano se aleja cada vez más de Europa y se acerca, pese a todos los avatares recientes, a Rusia, en especial, después del abortado golpe de Estado de la CIA contra el sultán Erdogan.
Israel –estado racista/paria/ Apartheid, cuyo supremacismo sionista se acopla al de Trump: hoy, el mejor aliado del premier Netanyahu–, es la única entidad de los 193 países de la ONU que alienta la secesión del Kurdistán en la parte norte de Irak, donde se ha programado para el 25 de septiembre un referéndum no vinculatorio que puede provocar expansivos sismos trepidatorios en el Medio Oriente.
La historia del Kurdistán, según autores kurdos, se remonta a más de seis mil años. Los kurdos –20 por ciento de Irak, 20 por ciento de Turquía y 10 por ciento de Siria: el mayor cuarto grupo étnico del Medio Oriente– pertenecen a la rama iraní de la etnia indo-europea con la que comparten muchas costumbres, como el Nouruz (fiesta primaveral), y se han caracterizado por tener estupendos guerreros: sus célebres peshmergas (quienes buscan la muerte), como demostraron en las varias derrotas que infligieron a los yihadistas en la región de Mosul (Irak) y en la frontera de Siria con Turquía.
Entre sus legendarios guerreros se encuentra el sultán Saladino, quien, pese a ser kurdo, encabezó a los árabes frente a la Tercera Cruzada y coexistió en forma civilizada con su rival, el inglés Ricardo Corazón de León.
Desde la cartográfica imposición colonial de Gran Bretaña y Francia para repartirse el féretro del imperio otomano después de la Primera Guerra Mundial (mediante el plan Sykes-Picot), el Tratado de Sèvres de 1920 prometió otorgar un país a los kurdos –desechado tres años más tarde en el Tratado de Lausanne por las tratativas bajo la mesa de Gran Bretaña e Irak para dividirse el botín petrolero regional.
Pese a todas las invectivas que le son proferidas a Saddam Hussein, sobre todo después de su ahorcamiento inducido por los ocupantes estadunidenses, fue quien concedió su mayor autonomía a los kurdos en el norte de Irak, cuya capital es Erbil y donde abunda su codiciado petróleo en Kirkuk.
Hoy, el petróleo de Kirkuk desemboca por un oleoducto hasta el puerto turco de Ceyhan, en el mar Mediterráneo, y desde allí es primordialmente exportado a los aliados de Israel.
A mi juicio, si el presidente de la región autónoma kurda en el norte de Irak, Massoud Barzani, promulgase la independencia secesionista del Kurdistán iraquí, seguramente Turquía cerraría el oleoducto Kirkuk-Ceyhan.
Precisamente, la alta vulnerabilidad del Kurdistán iraquí radica en que se encuentra totalmente rodeado de países que pueden ser desestabilizados, lo cual beneficia enormemente a Israel, pero a costa de un elevado precio del pueblo kurdo que puede volver a ser sacrificado en el altar de la geopolítica regional como sucedió con el tratado de Sèvres de 1920.
Por lo pronto, la ONU, Trump –pese a su Santa Alianza con el primer ministro israelí Netanyahu– y las dos principales potencias de la Unión Europea –Alemania y Francia–, han externado su rotunda oposición al referéndum kurdo.
La Suprema Corte de Irak ha exigido también la suspensión del referéndum, mientras el gobierno de Bagdad ha sentenciado en forma categórica que no permitirá la creación de un segundo Israel.
La postura de los kurdos en todo su espectro geográfico tampoco es homogénea. The Daily Star expone sus divisiones internas en los cinco países donde habitan con su miríada de partidos, patrones (sic) y facciones.
El analista israelí Zvi Bar’el comenta que la independencia del Kurdistán podría crear estragos en Medio Oriente, pero que a juicio de la polémica ministra de justicia israelí, Ayelet Shaked, beneficiaría a Israel.
Para Zvi Bar’el, el apoyo del primer ministro Netanyahu a la independencia del Kurdistán es una daga en los ojos del presidente turco Recep Tayyip Erdogan.
Más aún: Zvi Bar’el cita a Yair Gola –anterior jefe de Estado mayor del ejército israelí– quien durante una conferencia en Washington (sic) apoyó la secesión de los kurdos también en Turquía (súper sic).
A juicio de Zvi Bar’el, las declaraciones de Netanyahu, Shaked y Golan fueron ampliamente difundidas en los medios turcos y kurdos, pero es dudoso que tales declaraciones públicas hagan un favor (sic) a los kurdos. Obviamente que Israel, más que la independencia de los kurdos, busca la implosión de los cinco países donde habitan –Irán, Turquía, Irak, Siria y Armenia– que no son nada favorables al Estado sionista y apoyan la independencia negada del pueblo palestino.
Tanto el general James mad dog Mattis, como el secretario de la Liga Árabe, Ahmed Abu al-Rit, han visitado al presidente Masud Barzani de la región autónoma kurda de Irak para persuadirlo de posponer el referéndum en forma infructuosa.
Israel, EU, Gran Bretaña y algunos países de la UE abastecen de armas a los kurdos en los cinco países donde se encuentran esparcidos.
El primer ministro de Irak, Haider al-Abadi, en una entrevista a AP, comentó de que Irak se encontraba preparada para intervenir militarmente en la región donde se celebrará el referéndum, en caso de una explosión violenta.
Muchos analistas no ven como el primer ministro iraquí, que apenas acaba de reconstruir a su ejército después de las heridas que le propinaron los yihadistas, frente a la fuerza quizá superior de los kurdos –al menos que intervengan Irán y Turquía, lo cual, a mi juicio, sería el precio de la trampa israelí.
The Daily Star expone el punto de vista de analistas regionales, según el cual Masud Barzani usa el referéndum como regateo en su disputa con el gobierno central de Bagdad sobre la asignación del presupuesto federal (sic), así como el reparto de las exportaciones del petróleo.
The Daily Star señala que Masud Barzani ha amenazado con violencia en caso de que las tropas de Irak o las milicias chiítas intentan moverse a los territorios en disputa que ahora se encuentran bajo el control de los pershmergas, específicamente en la pletórica ciudad petrolera de Kirkuk.
Hadi Al-Ameri, mandamás de la poderosa organización Badr, apuntalada por Irán en suelo iraquí, advirtió de que el referéndum podría desembocar en la secesión y en una guerra civil: ¡El sueño anhelado de Israel!
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