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Françoise Héritier, el combate contra las jerarquías
Por Iñaki Urdanibia
Ha fallecido una mujer comprometida, destacada antropóloga y luchadora por la igualdad de derechos
Por Iñaki Urdanibia
Por Iñaki Urdanibia
« La relación entre los sexos es el problema político mayor »
En
la noche del 14 al 15 de este mes falleció, en el hospital de
Pitié-Salpêtrière, quien había nacido un 15 de noviembre de 1933. La
semana pasada el jurado del premio Fémina le había otorgado el premio
por toda su obra, obra extensa y poliédrica la de esta etnóloga y
antropóloga que fue la primera mujer, tras la helenista Jacqueline de
Romilly, que ocupó cátedra en el prestigioso Collège de France, sucediendo a su admirado Claude Lévi-Strauss.
El eje sobre el que pivotó su quehacer es la colocación del cuerpo
humano en el centro de su disciplina que, como puede verse en sus libros
enlaza diferentes ramas del saber en su propósito de estudiar la
diferencia de sexos y su inequívoco combate contra las jerarquías que
entre ellos se establece desde la noche de los tiempos; ahí están sus
dos volúmenes de Masculin / Féminin : el primero dedicado a La pensée de la différence ( Éditions Odile Jacob, 1996) y el segundo centrado en Dissoudre la hiérarchie ( 2002), o en otros textos ocasionales – que bien sirven para conocer su firme lucha contra la dominación masculina- como La différence de sexes ( Bayard, 2010) o La plus belle histoire des femmes
( Seuil, 2011), el primero recoge una conferencia pronunciada ante un
auditorio compuesto de jóvenes y el segundo una entrevista que le
realizase Nicole Bacharan en este libro colectivo, y me refiero
únicamente a aquellos que tengo a mano, pues su obra es mucho más
amplia.
Sus ensayos
–desbordando su inicial formación en geografía e historia- se despliegan
por distintos campos del saber ( historia, antropología, etnología,
filosofía…) combinados con un trabajo de campo que hace que sus
afirmaciones e hipótesis vayan avaladas con sus comprobaciones
prácticas; tal modo de actuar le vino inspirado por su asistencia a un
seminario de Claude Lévi-Strauss, en la Ecole pratique des hautes étides
. En 1957 partió en misión en África comenzando allí sus
investigaciones, en Alto Volta, labor que más tarde ampliaría a otras
tribus como los mossis, los bobos, los dogons y los samos. A principios
de los ochenta fue nombrada directora de estudios en la EHESC ( École des hautes études en sciences sociales), momento en que publica su primera libro y dos años más tarde ocupa la plaza de profesora en el Collège de France.
Si en sus inicios era fiel seguidora del estructuralismo de
Lévi-Strauss, más tarde se fue desprendiendo de tal filiación y sus
presupuestos de parentesco ( matrimonio, incesto…) para elaborar su
propia antropología que se alejaba de la primacía de la importancia de
lo simbólico para desembocar en las explicaciones biológicas y
fisiológicas, que hallaban base en el cuerpo. Esto no quita para que la
cuestión sea matizada con la distinción entre sexo y género, lo que hace
que los estereotipos femeninos / masculinos no sean tomados como una
foto fija, esquemas mentales que han regido en la historia de la
humanidad desde el paleolítico, haciendo que se establezca una relación
binaria entre positivo / negativo, caliente / frío, seco / húmedo, razón
/ pasión o emoción, etc., etc., etc., correspondiendo lo primero a los
hombres y lo segundo a las féminas; estas ubicaciones inflexibles hace
que se justifique la agresividad masculina, en el terreno del sexo por
ejemplo, de modo y manera que parece que los hombres se asemejasen a «
los ciervos que se ponen a bramar en las épocas de la berrea». Esas
valoraciones las destaca la intelectual en su concreción, trayendo a
colación ejemplos palmarios como el de Aristóteles que consagró la
visión de que era el hombre el responsable de los nacimientos en la
medida que él era el que colocaba la vida en el seno de la madre, en la marmita como
se dice en algunas tribus americanas; y es que este misterio del
nacimiento no podía soportarse: que la mujer diese lugar a un ser de su
mismo sexo, sea, pero que también lo hiciese con las del sexo masculino,
no podía ser…exigía una explicación. El privilegio de dar a luz se
convirtió en una sujeción que supuso que la mujer fuera asociada a lo
natural y a las consiguientes dedicaciones : maternidad, cuidado del
hogar, y su mantenimiento en la ignorancia, alejadas del mundo de la
cultura y el saber, espacio reservado a los hombres
El concepto que Françoise Héritier puso en circulación es el de “ valor
diferencial de los sexos”, como universal que habría de valor
diferencial añadirse al tabú del incesto destacado por su maestro Claude
Lévi-Strauss , y su empeño por detectarlo en diferentes geografías,
culturas, teorías…no cesó hasta su último suspiro; « la valencia
diferencial de los sexos funciona como una ligadura que une entre ellos
los elementos indispensables en la construcción social: el contrato
entre linajes, el casamiento entre individuos, y la repartición de
tareas. Todo esto funciona según la valencia diferencial de los sexos » .
La sobrevaloración de los masculino ha supuesto a lo largo de la
historia, y sigue suponiendo, una desvalorización absoluta de lo
femenino, lo que se ha traducido en los roles asignados a cada uno de
los sexos. Toda su obra consiste precisamente en la lucha contra estas
jerarquías arbitrariamente erigidas en moneda al uso, desvelando cómo «
no hay naturaleza biológica que transmita aptitudes y comportamientos, y
que justifiquen la dominación de un sexo sobre otro », el acento se ha
de poner en la cultura recibida como herencia, y ciertamente puede haber
diferentes ópticas según distintos lugares y épocas, pero siempre se
impone una constante , universal, que es la valoración de los masculino
en detrimento de lo femenino. Afirmación fuerte que le hace estudiarla
en diferentes terrenos del quehacer y las costumbres de los seres
humanos. Así en la violencia sexual empleada como arma de guerra, y
desde tiempo antiguos la penetración como violencia y humillación para
el ser penetrado ( cosa que sea dicha al pasar pervive en el lenguaje
cotidiano de nuestros días); ya con anterioridad se había utilizado a
las mujeres como sistema de intercambio entre diferentes familias y
tribus, y como objeto de competición entre los hombres.
En abierta lucha por la igualdad de derechos mas sin caer en la ilusa
candidez de un horizonte plenamente armonioso…« pues nos hace falta
creer en la eficacia de los gestos, de los actos y de los símbolos en lo
más profundo de los espíritus, incluso si este cambio para ser
universal deberá esperar varios miles de años ».
Una vida de compromiso con diferentes causas ( contra el sida, a favor
de los sin-papeles, matrimonio homosexual, contra la gestación
subrogada…), una vida que fue un tenaz y permanente combate contra las
jerarquías, tratando de desentrañar el lado oscuro de las relaciones
humanas, sacando a la superficie la realidad frente a las versiones
consagradas por el uso y el abuso; siempre practicando un materialismo tranquilo que dice quien fuese su segundo marido, el sociólogo Marc Augé.
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