La memoria histórica alcanza a los símbolos racistas del Sur en Estados Unidos
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Más de 1.500 símbolos que conmemoran a los perdedores de esa guerra
se conservan en espacios públicos de EEUU –la inmensa mayoría en el
Sur–, de los que 718 son monumentos o estatuas. Veintitrés ciudades han
ordenado ya la retirada de estatuas, memoriales y placas que recuerdan a
los dirigentes del Sur racista y otras veinte tienen planeado hacerlo o
han visto de momento suspendidos los traslados a causa de demandas
judiciales. El
debate no atiende a los argumentos tan socorridos en España sobre la
supuesta necesidad de no "abrir heridas". Políticos republicanos que en
el pasado se negaron a considerar la retirada de esos símbolos han
aceptado que la respuesta ahora debe ser diferente. Alcaldes demócratas
que no creían que fuera una prioridad han cambiado de opinión. La
estatua de Robert Lee en Charlottesville, Virginia, cubierta por una
lona de plástico por orden del Ayuntamiento. MICHAEL REYNOLDS / EFE En
2015, ya se produjo un cambio profundo. La matanza de la iglesia de
Charleston por un racista que se había fotografiado en muchas ocasiones
con la bandera confederada hizo que la gobernadora de Carolina del Sur,
la republicana Nikki Haley, promoviera la retirada de la enseña de un
memorial situado junto al Capitolio del Estado.
"Retiren la bandera confederada del Capitolio de Carolina del Sur. Para muchos, es un símbolo de odio racial.
Retírenla en honor de las víctimas de Charleston", escribió el entonces
candidato republicano a la presidencia, Mitt Romney. Las dos cámaras
del Estado cumplieron ese deseo por amplias mayorías.
Hasta
entonces, muchos blancos conservadores del Sur creían firmemente que la
bandera representaba un símbolo de identidad cultural, más que al bando
derrotado en la guerra de 1861-1865. Tras lo ocurrido en Charleston, no
podían negar que también era un símbolo racista, como siempre había
sostenido la comunidad negra.
Este año, grupos neonazis y
ultranacionalistas organizaron una manifestación en agosto en
Charlottesville, Virginia, en un parque que alberga una estatua del
general Robert Lee, el máximo jefe militar de las tropas de la
Confederación, para oponerse a su traslado. La noche anterior, un grupo
de neonazis organizó una marcha con antorchas en el mismo lugar, una
imagen escalofriante que recordaba tanto a las concentraciones nocturnas
nazis como a las del Ku Klux Klan. En los disturbios del día siguiente,
un hombre asesinó a una activista antifascista lanzando su coche contra
un numeroso grupo de manifestantes.
El alcalde de
Charlottesville, que antes había votado en contra de la retirada de la
estatua de Lee, decidió que el debate era ya diferente. "Podemos y
debemos responder negando a los nazis, al KKK y a la llamada derecha alternativa el símbolo deforme que buscan".
Antes
un juez había ordenado paralizar la orden municipal para llevarse la
estatua de Lee del parque a la espera de su decisión definitiva tras un
recurso. El Ayuntamiento respondió cubriendo el monumento con plástico negro. La siguiente vista del caso está prevista para febrero de 2018. Un coche conducido por un ultraderechista atropella a los manifestantes antifascistas en Charlottesville.
Lo que muchos norteamericanos no supieron hasta la crisis posterior a
los sucesos de Charlottesville es que el Capitolio, sede del Congreso de
EEUU, cuenta con hasta diez estatuas de figuras históricas de la Confederación o con un pasado claramente racista.
Cada uno de los 50 estados eligió en su momento a dos de sus ilustres
antepasados, lo que llevó a nueve estados del antiguo Sur que combatió
contra Lincoln y el norte a situar a personalidades de esa época. De ahí
que estén homenajeados en el legislativo nacional Jefferson Davis y
Alexander Hamilton Stephens, presidente y vicepresidente de la
Confederación rebelde, el primero gracias a Mississippi y el segundo por
Georgia.
También está Charles Aycock
, que fue gobernador de Carolina del Norte desde 1901 y que es autor de
la frase: "Cuando decimos que el negro no está dotado para gobernar, lo
llevamos un paso más allá para sostener la idea correcta de que no está
dotado para votar".
La remoción de estos monumentos agrupados
en la misma sala dependería de cada uno de esos estados en un proceso
iniciado en algunos casos, pero que nunca se ha llegado a culminar. El mito del general Lee De
entre todas las figuras de la Confederación, incluido su presidente,
Jefferson Davis, también con muchas estatuas en el Sur, ninguna es tan
importante como Lee. El mito fundacional del Sur posterior a la Guerra
Civil lo considera el prototipo del caballero sureño cuyas convicciones
religiosas le impedían aprobar la esclavitud, brillante militar que
combatió por sus ideas, peleó en inferioridad de condiciones y, cuando
ya no era posible continuar, se rindió y promovió la reconciliación
entre los dos bandos.
El Sur reinventó al general Lee para
reinventarse a sí mismo con la intención de que nada cambiara. Ya no
habría esclavos, pero sí múltiples mecanismos legales y sociales para
imponer la segregación de razas. Como se dice ahora, se creó un nuevo
relato con la intención de mantener los privilegios anteriores. Estatua de Robert Lee en Dallas en 2007.
El supuesto rechazo de Lee a la esclavitud es un elemento clave de esa
visión revisionista de la historia. La clave ha consistido hasta
nuestros días en propagar la idea de que la esclavitud no fue la clave
del desencadenamiento de la Guerra Civil. Por el contrario, lo que animó
a Lee y los suyos fue la defensa de la autonomía de los estados frente
al poder de Washington y el Estado federal, de un estilo de vida propio y
distinto al del Norte industrial y urbano.
Es cierto que Lee se negó a continuar la guerra por otros medios y apostó por la reconciliación, pero la casi romántica descripción de su vida anterior era falsa.
"Los negros están sin lugar a dudas mejor aquí que en África, moral,
social y físicamente. La dolorosa disciplina que soportan es necesaria
para su instrucción como raza, y espero que les prepare y conduzca a una
vida mejor", escribió Lee a su esposa antes de la guerra. ¿Cuándo sería
eso? Cuando lo dictara la "Misericordiosa Providencia", dijo.
Lee pensaba que la esclavitud como institución no era deseable, pero sí
inevitable por la inferioridad racial de los negros, y que perjudicaba
aún más a los blancos, a los dueños de los esclavos. Robert Lee era uno
de ellos, y de los más crueles, porque tenía la costumbre de separar a
las familias de esclavos, un trauma que les perseguiría como una
maldición incluso tras alcanzar la libertad después de la contienda
bélica.
Cuando dos de sus esclavos escaparon, al capturarlos los
sometieron al tormento de los latigazos, como era costumbre. Uno de
ellos, Wesley Norris, contó después que "no satisfecho con lacerarnos
nuestra carne desnuda, el general Lee ordenó al capataz que nos
limpiaran la espalda con agua mezclada con sal, como así hicieron".
El revisionismo sobre las razones de la guerra –que comparte por ejemplo el actual jefe de gabinete de la Casa Blanca, el exgeneral John Kelly–
olvida que todos los estados del Sur que se rebelaron contra la Unión
citaron la esclavitud en sus solemnes proclamaciones. Para que no
quedara ninguna duda, los billetes de dólar emitidos por varios estados
del Sur contenían imágenes de esclavos trabajando en los campos. Billete de cien dólares emitido por el Gobierno de la Confederación con la imagen de esclavos trabajando en el campo. El
blanqueo, y por tanto falsificación, de la figura de Lee y los estados
del Sur no era sólo una cuestión de interpretación histórica. Esa visión
fue la base ideológica del sistema de leyes posteriores a 1877, cuando
acabó el gobierno militar sobre el Sur y las tropas del Norte se
retiraron. Las llamadas leyes Jim Crow
perpetuaron un racismo institucionalizado que se mantuvo de distintas
formas hasta las leyes de derechos civiles aprobadas en los años 60,
casi un siglo después.
Las estatuas que jalonaron el Sur no eran
recuerdos de un pasado histórico que no se podía obviar –un argumento
típico de los defensores de la conservación de los símbolos de las
dictaduras en España e Italia–, sino el intento de las autoridades
locales de homenajear a los padres fundadores del supremacismo blanco en
las décadas posteriores, en algunos casos bien entrado el siglo XX, y
de hacerlo con la intención de continuar defendiendo esas ideas.
"La
mayoría de la gente que intervino para levantar esos monumentos no
estaban simplemente erigiendo un monumento al pasado", explicó Jane
Dailey, profesora de Historia en la Universidad de Chicago. "Lo que
hacían era erigirlos en favor de un futuro supremacista blanco".
La estatua de Lee en Nueva Orleans fue colocada en 1884. La de Richmond, Virginia, en 1890. La de Marianna, Arkansas, en 1910. La de Charlottesville, Virginia –motivo de la manifestación ultraderechista del verano– en 1924. Miembros del Ku Klux Klan a caballo en una escena de 'El nacimiento de una nación". En el cine, un papel similar en esa iconografía revisionista lo tuvo la película El nacimiento de una nación, de D.W. Griffith, una obra maestra de 1915 con un mensaje inconfundiblemente racista.
La
película falseó la historia para ofrecer una posguerra en la que los
negros ya libres, con la complicidad de políticos corruptos del Partido
Republicano, el partido de Lincoln, humillaban a los blancos del Sur y
se servían de su poder para aprovecharse de las mujeres.
"Describe
a los hombres (negros) liberados como interesados por encima de todo en
los matrimonios mixtos, adictos a excesos permitidos por la ley y a una
violencia vengativa que tenía como propósito forzar a las mujeres
blancas a mantener relaciones sexuales", escribió el crítico Richard Brody
en The New Yorker. "Muestra a los blancos del Sur formando el Ku Klux
Klan para defenderse de tales abominaciones y fomentar la causa aria".
Su
gran mensaje era que la coexistencia entre blancos y negros era
imposible. Se dice que fue uno de los factores que contribuyó a la
refundación del Ku Klux Klan, en un acto en 1915 celebrado en Georgia
ante una impresionante formación de roca llamada Stone Mountain.
Años después, se promovió la realización de un gigantesco relieve
tallado en la roca con las figuras de Robert Lee, Jefferson Davies y
Stonewall Jackson.
La obra se inició, pero estuvo paralizada
durante décadas hasta que la propiedad fue comprada en 1958 por el
Estado de Georgia. Con apoyo público, el monumento fue completado en
1972. Las figuras de Davies, Lee y Jackson excavadas en la roca en Stone Mountain, en Georgia. JIM BOWEN CC El nacimiento de una nación fue la primera película proyectada en la Casa Blanca, cuando era presidente Woodrow Wilson, un político que demostró sus ideas racistas
antes de llegar al poder y que después permitió que algunos organismos
del Gobierno en Washington estuvieran segregados por razas.
El Ku
Klux Klan, fundado en 1866, no se convirtió en una reliquia del siglo
XIX. Continuó jugando un papel relevante en la política de esos estados
hasta bien entrado el siglo XX. En 1925 todavía se manifestaba por las
calles de Washington, incluida Pennsylvannia Avenue, donde se encuentra
la Casa Blanca.
Monumentos y estatuas fueron erigidos para
demostrar que quizá las ideas racistas habían perdido la guerra en el
siglo XIX, pero que no habían sido expulsadas del espacio público en el
siglo XX. La estrategia de Memphis Los tribunales han
supuesto en 2017 un obstáculo al deseo de las autoridades locales de
retirar esos monumentos después de que se presentaran demandas de grupos
partidarios de conservarlos. Es lo que ocurrió en Memphis donde
continuaban las estatuas del general sudista Nathan Bedford Forrest y de
Jefferson Davies en sendos parques públicos. En uno de ellos estaban
también las tumbas de Forrest y su esposa.
En diciembre, el Ayuntamiento de Memphis ejecutó una estrategia jurídica original
para pasar por encima de la prohibición de sacar de la ciudad las
estatuas impuesta por las autoridades del Estado de Tennessee. El
alcalde, Jim Strickland, firmó la venta de los dos parques por mil
dólares en cada caso a una organización sin ánimo de lucro creada para
la ocasión.
Acto seguido, esa asociación procedió a llevarse las
estatuas sin ningún obstáculo legal y a trasladar los restos mortales
de Forrest y su esposa al cementerio donde fueron enterrados tras su
muerte.
"Mientras nos acercamos al 50º aniversario del asesinato
del doctor Martin Luther King, es importante que estas reliquias de la
Confederación y de los defensores de la esclavitud no continúen en
lugares prominentes de nuestra ciudad", dijo el congresista demócrata de
Memphis Steve Cohen.
El monumento de Forrest no fue erigido en Memphis en los años inmediatamente posteriores al fin de la Guerra Civil, sino en 1905 para acompañar a las tumbas que se acababan de trasladar al parque. El de Jefferson Davies era muy posterior, de 1964. "No son recuerdos inocentes"
Con ocasión de los sucesos de Charlottesville, Donald Trump utilizó el
argumento habitual de que esos símbolos representan la historia del país
y que por tanto hay que conservarlos. "Es triste ver que la historia y cultura
de nuestro gran país es destrozada con la eliminación de hermosas
estatuas y monumentos. No puedes cambiar la historia, pero puedes
aprender de ella. Robert Lee, Stonewall Jackson, ¿quién será el próximo?
¿Washington, Jefferson? Qué estúpido", escribió en Twitter.
El
alcalde de Nueva Orleans, Mitch Landrieu, que ordenó la retirada de la
estatua de Lee en mayo, había dado la respuesta a ese argumento: "Estas
estatuas no están hechas sólo de piedra y metal. No son recuerdos
inocentes de una historia benigna. Estos monumentos celebran de forma
intencionada a una Confederación ficticia. Ignoran la muerte, ignoran la
esclavitud y el terror que defendían desde entonces. Después de la
Guerra Civil, estas estatuas eran parte de ese terrorismo, tanto como
las cruces en llamas que se colocaban en el jardín de la casa de algunas
personas. Fueron levantadas con la intención de enviar un claro mensaje
a todos los que caminaban bajo su sombra para dejar claro quién estaba
al mando de esta ciudad".
Monumentos y estatuas de ese pasado
terrible en EEUU y en Europa han cumplido siempre la misma función. No
la de enseñar una lección de historia, sino mostrar un recuerdo positivo
o incluso heroico de los líderes racistas del siglo XIX y XX para
continuar influyendo en las ideas del presente. En 2017 en EEUU han
decidido poner fin a ese homenaje continuo.
Fuente: http://www.eldiario.es/internacional/EEUU-memoria-historica_0_723378246.html COMPARTE EL SITIO DE: https://plataformadistritocero.blogspot.mx/
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