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¿Son las Revoluciones de Colores un símbolo de la debilidad de EE.UU.?
Vivimos en una época en la que se han producido una gran
evolución en todas las esferas: tecnología, ciencia, política e incluso
la forma de ver la vida. Por supuesto la guerra, una de
las actividades que más ocupa al ser humano, no podía escaparse de
estos "cambios". Y en este contexto tenemos las Revoluciones de Colores.
Evidentemente no son simples movilizaciones, sino que se realizan a través de un conjunto de técnicas, sintetizadas en la famosas obras "Métodos de Acción No violenta" y "De la dictadura a la democracia". Estas técnicas son muy diversas, y se sirven del uso de medios de comunicación, la ocupaciones de plazas públicas, acusaciones falsas, y varios acciones en esta línea.
El modus operandi es muy variado, pero sus principios básicos se fundamentan en lo que se denomina "jiu jitsu político". Resumido, provocar al adversario para usar su propia fuerza contra sí mismo.
El ideólogo de estos procedimientos es Gene Sharp, director de la fundación Albert Einstein, y vinculado de forma muy estrecha al gobierno de EE.UU., quien ha utilizado estas técnicas para desestabilizar países en contra de sus intereses, sin tener que "mancharse las manos".
Esto es lo que en Relaciones Internacionales se denomina "Soft Power" y lo hemos visto aplicado en Ucrania, Georgia, Egipto, Kirguistán y otros países soberanos; con casos de elevado éxito (como Ucrania) pero también con sonoros fracasos (como la revolución Blanca en Bielorrusia).
Dándoles el calificativo de "autoritarios", los países contrarios a Washington son atacados por esta nueva forma de guerra.
El uso de estos procedimientos es lo que demuestra el ocaso de EE.UU. como potencia militar mundial, y también la debilidad del sistema económico que le acompaña: el Capitalismo. Esto se debe a que el ejército y el poder económico de EE.UU. no son suficientes para imponer por la fuerza de los hechos o "Real Politik".
Y lo estamos viendo con la crisis que se vive en la península coreana. Debido a que el gobierno de Corea del Norte, por su hermetismo, es inmune a las técnicas de "Soft Power", EE.UU. se ha visto incapaz de adoptar una solución de fuerza para poder contrarrestar a este adversario.
¿Qué demuestran los hechos? Que EE.UU., cuando tiene un adversario al que no puede seducir con el "poder blando" y tiene una fuerza militar moderada, rehuye el conflicto. Pensemos, ¿contra que potencia importante se ha enfrentado militarmente los EE.UU. desde la II Guerra Mundial? La respuesta es ninguna.
No creo que hagan falta más palabras para decirlo, EE.UU. es un país con miedo y las revoluciones de colores es el arma de un país débil, cuya hegemonía militar e incluso cultural hace tiempo que se perdió.
Reflexionemos y estemos alerta, EE.UU., dando sus últimos coletazos, disparará todo su arsenal de Revoluciones de Colores y "Soft Power", pero si estamos preparados resistiremos y el mundo verá una nueva era.
Para el desconocedor de este fenómeno, las Revoluciones de Colores son
movilizaciones civiles llevadas adelante por activistas para derrocar
regímenes "autoritarios". Intercalo el término entre comillas porque,
como se mostrará más adelante, es algo de vital importancia.
Se les denomina de colores porque adoptan un color o una flor como
símbolo de su alzamiento (revolución naranja en Ucrania, revolución de
las rosas en Georgia etc..).
Evidentemente no son simples movilizaciones, sino que se realizan a través de un conjunto de técnicas, sintetizadas en la famosas obras "Métodos de Acción No violenta" y "De la dictadura a la democracia". Estas técnicas son muy diversas, y se sirven del uso de medios de comunicación, la ocupaciones de plazas públicas, acusaciones falsas, y varios acciones en esta línea.
El modus operandi es muy variado, pero sus principios básicos se fundamentan en lo que se denomina "jiu jitsu político". Resumido, provocar al adversario para usar su propia fuerza contra sí mismo.
El ideólogo de estos procedimientos es Gene Sharp, director de la fundación Albert Einstein, y vinculado de forma muy estrecha al gobierno de EE.UU., quien ha utilizado estas técnicas para desestabilizar países en contra de sus intereses, sin tener que "mancharse las manos".
Esto es lo que en Relaciones Internacionales se denomina "Soft Power" y lo hemos visto aplicado en Ucrania, Georgia, Egipto, Kirguistán y otros países soberanos; con casos de elevado éxito (como Ucrania) pero también con sonoros fracasos (como la revolución Blanca en Bielorrusia).
Dándoles el calificativo de "autoritarios", los países contrarios a Washington son atacados por esta nueva forma de guerra.
El uso de estos procedimientos es lo que demuestra el ocaso de EE.UU. como potencia militar mundial, y también la debilidad del sistema económico que le acompaña: el Capitalismo. Esto se debe a que el ejército y el poder económico de EE.UU. no son suficientes para imponer por la fuerza de los hechos o "Real Politik".
Y lo estamos viendo con la crisis que se vive en la península coreana. Debido a que el gobierno de Corea del Norte, por su hermetismo, es inmune a las técnicas de "Soft Power", EE.UU. se ha visto incapaz de adoptar una solución de fuerza para poder contrarrestar a este adversario.
¿Qué demuestran los hechos? Que EE.UU., cuando tiene un adversario al que no puede seducir con el "poder blando" y tiene una fuerza militar moderada, rehuye el conflicto. Pensemos, ¿contra que potencia importante se ha enfrentado militarmente los EE.UU. desde la II Guerra Mundial? La respuesta es ninguna.
No creo que hagan falta más palabras para decirlo, EE.UU. es un país con miedo y las revoluciones de colores es el arma de un país débil, cuya hegemonía militar e incluso cultural hace tiempo que se perdió.
Reflexionemos y estemos alerta, EE.UU., dando sus últimos coletazos, disparará todo su arsenal de Revoluciones de Colores y "Soft Power", pero si estamos preparados resistiremos y el mundo verá una nueva era.
Comentario:
Bueno, aunque respetamos la hipótesis del autor, nos resulta algo
simplista, y hasta cierto punto ingenua. Aún así, podría ser que el
debilitamiento como potencia hegemónica sea uno de los factores que han
empujado a EE.UU. a procurarse otros medios que no sean la intervención
militar directa para interferir en la gobernabilidad de otras naciones y
torcer sus políticas a favor de sus mezquinos intereses.
Las Revoluciones de Colores usadas como estrategia intervencionista en
este nuevo milenio no son en sí mismas una creación totalmente original y
única de nuestros tiempos, sino más bien una suerte de hijas herederas
de los viejos golpes militares promovidos por la CIA en los años 70 en
Latinoamérica y otras regiones del globo. La realidad parece indicar que
las sociedades van creando ciertos anticuerpos contra algunas formas de
intervención, y por ende se hace necesario una cierta "evolución" de
los métodos para que sigan siendo efectivos a lo largo del tiempo.
Sí es cierto que parecería que EE.UU. tiende a inclinarse cada vez más por estos métodos más "ingeniosos" y subrepticios. Mirando la historia del último siglo en perspectiva, da la sensación de que, aunque eventualmente siguen interviniendo militarmente unilateralmente (Afganistán 2001 o Irak en 2003) o acompañados (Libia en 2011 con las fuerzas de la OTAN o Siria con la Alianza Occidental), esta forma de injerencia se ha hecho cada vez más difícil de promover como genuinamente humanitaria a través de los medios. A esto hay que agregar que, estando inmersos en un sistema económico global basado en deuda que aumenta progresivamente la tensión hasta colapsar cada cierto tiempo (mire la crisis del 2008 por ejemplo), los costos de estas guerras se hacen insostenibles. En consecuencia otras formas de intervención más "sutiles" son necesarias.
Las Revoluciones de Colores encierran un conjunto de técnicas que procuran demonizar al gobierno a derrocar a través de la acción de organismos no gubernamentales (siempre financiados desde el exterior) que exacerban el sentimiento de opresión hasta límites irracionales de los sectores más maleables de la sociedad. Los puntos de acceso más comunes suelen ser los jóvenes en universidades o grupos activistas locales ya existentes, quienes muchas veces sin saberlo se involucran activamente transformándose en la fuerza propagandística de la "revolución". Así la acción directa de estos grupos dan al incipiente movimiento el aspecto de una genuina movilización social local, cuando en realidad las verdaderas fuerzas promotoras son extranjeras.
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