Se inicia en Montreal, Canadá la sexta ronda de renegociación del TLCAN, las cuales culminarán un día antes del primer informe del Presidente Trump al congreso de su país. Debido a que el ejecutivo norteamericano ha dicho de manera reiterada que este acuerdo comercial es el “peor” que ha negociado su país y que debe ser modificado para corregirlo o que se retiraría del mismo, algunos piensan que podría aprovechar este discurso ante el poder legislativo para anunciar que cancela su participación en este tratado comercial con México y Canadá.
Este criterio parte de un error original al considerar que el déficit comercial con México resulta de una mala negociación inicial, misma que se debe corregir. Esto es tan absurdo como pensar que yo, como persona, tengo un “déficit comercial erróneo” con el supermercado, con el bolero que me lustra los zapatos o el jardinero que arregla mis plantas, ya que yo les doy dinero por sus bienes y servicios, pero ellos no me compran nada. Pretender renegociar con ellos para que nuestra “balanza comercial esté equilibrada” no tendría sentido.
Las cláusulas del tratado estipulan que si un país decide retirarse del mismo deberá de dar un aviso con seis meses de anticipación y confirmarlo al final de este periodo. La posición correcta del gobierno mexicano ha sido que se retiraría de las negociaciones en el caso de que Estados Unidos avise su intención de retirarse del mismo. En el caso de que esto ocurriera los tres países tendrían costos, pero el más afectado sería el nuestro, ya que nuestro comercio exterior tiene una mayor importancia dentro de la economía que en los otros países.
Hay que enfatizar que este acuerdo se compone de dos grandes bloques, que son el referente al comercial, donde están la eliminación de aranceles (que es el más mencionado) y el bloque de disposiciones legales, que da certidumbre a las inversiones y al acceso al mayor mercado del mundo.
En el caso de que Estados Unidos decida retirarse del acuerdo, nuestras exportaciones a ese país quedarían reguladas por las disposiciones de la Organización Mundial de Comercio, lo que significaría que el arancel promedio se podría elevar en menos de dos por ciento. Ciertamente algunos productos tendrían incrementos mayores.
Sin embargo, más preocupante sería el aspecto legal, como son las garantías de que no se impondrán restricciones no arancelarías a nuestras exportaciones, las referentes a la inversión extranjera y cambios al esquema de resolución de controversias entre nuestros países, como es la constitución de paneles con un pequeño grupo de expertos para tratar temas específicos.
Sería muy grave para la inversión el hecho de que no exista certidumbre de que los productos fabricados en nuestro país puedan ser exportados sin problemas. Las restricciones y aranceles impuestos ayer a la exportación de lavadoras y paneles solares chinas es un ejemplo de lo que podría suceder sin el tratado.
En el caso de que nuestro vecino país del norte decida retirarse del TLCAN y eleve los aranceles a nuestros productos y que México también eleve los suyos como represalia es el peor escenario para nuestro país. Esto haría que perdiéramos competitividad al elevar nuestros costos de producción por los mayores aranceles, reduciría los salarios reales al aumentar los precios de los productos importados y, consecuentemente, la inflación, además de que subirían las tasas de interés perjudicando a los deudores y el déficit público.
En un escenario así sería más efectivo emprender una reforma fiscal y judicial para dar mayor certidumbre legal a la producción y reducir nuestros costos de producción.
* El autor es economista.
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