jueves, 16 de agosto de 2018

El honor y la rebeldía


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El honor y la rebeldía

 


El 15 de agosto de 1965 se fundó el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) de Chile. Nació en un “congreso de unidad revolucionaria” que aspiraba a terminar con la dispersión orgánica de ese sector. Entre los convocantes estaba Clotario Blest, ex fundador y presidente de la Central Única de Trabajadores (CUT) y de la Agrupación Nacional de Empleados Fiscales (ANEF). La ideología revolucionaria y la historia del proletariado mundial tuvieron fuerte insidencia en el MIR. Así lo demuestran su declaración de principios y la tesis: “La conquista del poder por la vía insurreccional”, redactada por Miguel Enríquez y sus compañeros de la Vanguardia Marxista Revolucionaria, un desprendimiento de la Federación Juvenil Socialista. El primer secretario general del MIR fue el médico pediatra Enrique Sepúlveda, de ideología trotskista, que falleció exiliado en París.
Después de una lucha interna que forzó la salida del sector trotskista, Miguel Enríquez Espinosa asumió la secretaría general del MIR en 1967. A partir de entonces el MIR pasó de las palabras a los hechos. Su primera tarea fue conseguir recursos económicos. A nadie se le ocurrió pedir dinero a los grandes financistas de la política, como sucede hoy. Los dirigentes del MIR encabezaron audaces expropiaciones de bancos que no causaron víctimas inocentes. Más bien le ganaron gran simpatía popular. Miguel dirigió al MIR hasta el 5 de octubre de 1974, cuando cayó enfrentando a un pelotón de esbirros de la dictadura. Lo reemplazó Andrés Pascal Allende que encabezó la comisión política hasta la autodisolución del MIR –producto de divisiones internas- a fines de los años 80.
Los medios de desinformación han caracterizado al MIR como un “grupo guerrillero”. Esa definición no hace justicia a la verdad y hasta ahora impide conocer una rica experiencia revolucionaria latinoamericana. El trabajo del MIR abarcó un amplio espectro de tareas.
La tesis motora continuó siendo la vía insurreccional de raíz leninista. Esto es la toma del poder por la clase trabajadora organizada y en armas, en alianza con los soldados, guiados por un partido revolucionario. No es un hecho menor que Miguel Enríquez y sus compañeros en la dirección del MIR manejaran con soltura la historia del Partido Bolchevique y las luchas obreras en Chile y América Latina. El MIR atribuía gran importancia a la formación ideológica. En sus escuelas de cuadros participaron destacados intelectuales chilenos, brasileños, argentinos y un alemán (André Gunder Frank). Esto hacía que cuadros miristas destacaran en los debates que entonce tenían lugar en las organizaciones de masas. Muchos militantes dejaron las universidades para dedicarse al trabajo entre pobladores sin casa y campesinos sin tierra. La convicción -sustentada en conocimientos teóricos y prácticos- aceleró la reproducción de militancia en variados sectores sociales. A partir del estudiantado universitario y secundario (Movimiento Universitario de Izquierda (MUI) y Frente de Estudiantes Revolucionarios (FER), se dio un salto al área clave de su estrategia: los pobres del campo y la ciudad. Así surgieron sus frentes de masas: Movimiento de Campesinos Revolucionarios (MCR) y Movimiento de Pobladores Revolucionarios (MPR). El siguiente paso fue la construcción en la clase trabajadora: Frente de Trabajadores Revolucionarios (FTR). A partir de esos enclaves, durante el gobierno del presidente Salvador Allende, surgieron los consejos comunales y cordones industriales con participación de otras fuerzas políticas.
El MIR, asimismo, alcanzó notable presencia orgánica entre intelectuales, periodistas y profesionales de distintas disciplinas. Su participación en sectores religiosos también fue relevante: sacerdotes y monjas -como Rafael Maroto y Blanca Rengifo- participaron en su comité central.
El MIR preparó a su militancia para llevar adelante su estrategia. La insurrección requiere cuadros político-militares y el MIR se dio a la tarea de instruirlos. A la vez reclutó soldados, suboficiales y oficiales de las fuerzas armadas. Esta febril actividad se realizó en poco más de cinco años. En 1973 su militancia superaba los diez mil hombres y mujeres. El golpe de estado de 1973 encontró a una Izquierda desarmada y al MIR a medio camino de su construcción clandestina. Aún así el partido de Miguel Enríquez –de quien la Revolución Cubana afirmó que “despuntaba un jefe de revolución”(1)- cumplió su deber. Luchó en la clandestinidad, organizó redes internacionales de solidaridad y milicias de la Resistencia Popular, creó aparatos de propaganda, golpeó a personeros del régimen, internó armas e incluso fabricó algunas, impulsó organismos de lucha democrática y defensa de los derechos humanos, participó en la lucha revolucionaria en Nicaragua, Perú y El Salvador…
En su último periodo adoptó una estrategia de guerra popular que consultaba acciones armadas rurales y urbanas, sostenidas por redes clandestinas. En su desarrollo se buscaba convocar a la insurrección la mayoría de la población.
El MIR, como otros partidos de Izquierda, fue objeto del propósito de liquidación física que implantó el terrorismo de estado. Centenares de sus militantes fueron asesinados, miles estuvieron presos, torturados, exiliados o arrojados al desempleo y la miseria. El MIR conoció el heroísmo y sacrificio de los hombres y mujeres que militaron en sus filas. Pero sufrió también la traición, esa maleza que ataca a mansalva a los revolucionarios. Ese mal que el cantautor uruguayo Alfredo Zitarrosa denunció: “un solo traidor puede con mil valientes”. (2)
El espíritu de rebeldía que el MIR encarnó en los años 70 no ha desaparecido del todo. Solo está dormido bajo espesas capas de basura ideológica que será necesario remover mediante una revolución cultural. Con nuevas formas orgánicas y mediante nuevas demandas, la rebeldía sigue presente. El conservadurismo hegemónico se está resquebrajando por el peso de la corrupción de las instituciones. Cuando este fenómeno madure, se necesitarán liderazgos enérgicos y audaces como los de Miguel Enríquez y sus camaradas para conduciría al pueblo hacia victorias definitivas.
(1) Armando Hart, miembro del buró político del PCC, en homenaje a Miguel Enríquez, La Habana, 21 de octubre de 1974.
(2) “
Adagio en mi país”.Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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