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10 años después de la crisis financiera: nuestros «dirigentes» nos han fallado, el futuro depende de nosotros
Han
pasado diez años desde la caída de Lehman Brothers y el comienzo de la
crisis financiera; la mayor crisis europea desde la segunda guerra
mundial. Políticos de todas partes, pero especialmente del centro y
centro-izquierda de la política europea, han escrito muchos textos
serios y han pronunciado muchas palabras preocupadas sobre el tema. Se
nos prometió que los mercados financieros ya no podrían gobernar
nuestras sociedades.
Y sin embargo, 10 años después, todo podría volver a suceder mañana.
Las finanzas siguen siendo un riesgo importante para nuestra economía. Todavía hoy, sólo una pequeña fracción de nuestros recursos sirven a la economía «real» que nos alimenta, nos viste y nos aloja. Todavía hoy, las finanzas no reformadas conservan su riqueza y poder a través de la superexplotación de nuestro medio ambiente y nuestro trabajo. Todavía hoy, la única respuesta a la devastadora crisis causada por el exceso de poder financiero es la austeridad: los pobres pagan por los crímenes de los ricos.
Durante cuatro décadas, el poder del sector financiero ha ganado influencia porque, en pocas palabras, este tipo de economía ha sido una forma muy eficaz para que los superricos se lleven una parte cada vez mayor del pastel económico a expensas del resto de nosotros, la inmensa mayoría.
En 1933, tras la Gran Depresión, el presidente Roosevelt prometió expulsar a los mercaderes del templo. El Congreso de los Estados Unidos adoptó un reglamento financiero llamado Glass-Steagall Act que separó la banca de inversión de alto riesgo de la banca minorista que utiliza y necesita el resto de la economía. Lo veían como la única manera de evitar una grave catástrofe social.
En 1999 se derogó Glass-Steagall, los horrores de la Gran Depresión olvidados mucho tiempo después bajo la administración de Bill Clinton. Sin duda, esta derogación contribuyó a la crisis financiera de 2008. Sin embargo, en ese momento, pocos se dieron cuenta, y muchos menos protestaron. Las finanzas volvían a ser el rey, y parecía que había poco más que nadie fuera capaz de hacer.
Frente a una economía tan desigual, nuestra democracia ha sido silenciada, y nos hemos visto reducidos (si pudiéramos encontrar el tiempo y superar el aburrimiento) a observar pasivamente los procedimientos parlamentarios burocráticos y las operaciones cotidianas de las instituciones liberales. La concentración del poder financiero ha transformado nuestra democracia en una imagen sosa e impotente de sí misma.
Hoy en día, cada vez más personas se dan cuenta de que las numerosas crisis que afronta nuestro mundo están ligadas al continuo poder de las finanzas y que nuestra sociedad no puede seguir soportando el coste de los excesos financieros. La mayoría de la gente ve claramente que el crecimiento económico no es ilimitado, que la cuestión del cambio climático es una amenaza para nuestro futuro, que los atroces niveles de desigualdad a los que nos enfrentamos son incompatibles con una sociedad pacífica y armoniosa.
Tienen razón. Pero por sí solo, este conocimiento no crea cambios. En combinación con un sistema político inmune al cambio, alimenta más bien el fatalismo o el nihilismo. A menos que la gente pueda creer una vez más que el cambio es posible, la caída de Europa en el desastre es inevitable.
Los dirigentes europeos han tenido la oportunidad de cambiar todo esto. Ahora es obvio que una forma real y más profunda de democracia no vendrá de ellos. Tenemos que crear eso por nosotros mismos, juntos, desde “abajo”. Por supuesto, los ciudadanos de toda Europa se han estado movilizando desde Occupy, 15M, hasta las campañas contra los tratados de Comercio e inversión, la evasión fiscal, pasando por los campañas colectivas de investigación ciudadana que denuncian el fraude y la corrupción en nuestras instituciones.
No han temido los roces con la ley, reconociendo con razón que la rebeldía ciudadana es un recurso legítimo en estos tiempos tan peligrosos, para empezar a reconstruir un poder basado en la ciudadanía. Han utilizado la creatividad, reconociendo lo absurdo de una situación en la que las mayores multinacionales del mundo pagan menos impuestos que sus trabajadores o sus clientes, a pesar de que saquean los preciosos recursos del planeta y crean productos construidos para desgastarse en un tiempo récord.
¿Qué es más apropiado que la rebeldía en una sociedad en la que las leyes no son el resultado de una deliberación consciente entre la ciudadanía, sino de las demandas de aquellos que son, de todos modos, demasiado poderosos para estar obligados por ellas?
El 15 de septiembre se cumplirán 10 años desde que la quiebra de Lehman Brothers abrió una caja de Pandora. Nuestros movimientos, reunidos bajo la bandera de #10YearsOn and Change Finance, conmemorarán con acciones de rebeldía en toda Europa el relanzamiento de nuestra lucha por reconstruir la democracia, lo que sólo puede lograrse mediante el control de las finanzas. Para cualquiera que se asuste por el ascenso de la extrema derecha, de la intolerancia o del odio, esta es la mejor oportunidad que tenemos. Debemos utilizar la próxima década para poner las finanzas bajo el control popular.
Susan George, Attac Francia
Nick Dearden, Global Justice Now (Attac UK)
Roberto Spini y Stefano Risso, Attac Italia
Petter Slaatrem, Attac Noruega
Alfred Eibl, Attac Alemania
Eric Goeman y Eric Nemes, Attac Bélgica
Cuca Hernández, Attac España
Lisa Mittendrein, Attac Austria
Tony Phillips, Attac Irlanda
Y sin embargo, 10 años después, todo podría volver a suceder mañana.
Las finanzas siguen siendo un riesgo importante para nuestra economía. Todavía hoy, sólo una pequeña fracción de nuestros recursos sirven a la economía «real» que nos alimenta, nos viste y nos aloja. Todavía hoy, las finanzas no reformadas conservan su riqueza y poder a través de la superexplotación de nuestro medio ambiente y nuestro trabajo. Todavía hoy, la única respuesta a la devastadora crisis causada por el exceso de poder financiero es la austeridad: los pobres pagan por los crímenes de los ricos.
Durante cuatro décadas, el poder del sector financiero ha ganado influencia porque, en pocas palabras, este tipo de economía ha sido una forma muy eficaz para que los superricos se lleven una parte cada vez mayor del pastel económico a expensas del resto de nosotros, la inmensa mayoría.
En 1933, tras la Gran Depresión, el presidente Roosevelt prometió expulsar a los mercaderes del templo. El Congreso de los Estados Unidos adoptó un reglamento financiero llamado Glass-Steagall Act que separó la banca de inversión de alto riesgo de la banca minorista que utiliza y necesita el resto de la economía. Lo veían como la única manera de evitar una grave catástrofe social.
En 1999 se derogó Glass-Steagall, los horrores de la Gran Depresión olvidados mucho tiempo después bajo la administración de Bill Clinton. Sin duda, esta derogación contribuyó a la crisis financiera de 2008. Sin embargo, en ese momento, pocos se dieron cuenta, y muchos menos protestaron. Las finanzas volvían a ser el rey, y parecía que había poco más que nadie fuera capaz de hacer.
Frente a una economía tan desigual, nuestra democracia ha sido silenciada, y nos hemos visto reducidos (si pudiéramos encontrar el tiempo y superar el aburrimiento) a observar pasivamente los procedimientos parlamentarios burocráticos y las operaciones cotidianas de las instituciones liberales. La concentración del poder financiero ha transformado nuestra democracia en una imagen sosa e impotente de sí misma.
Hoy en día, cada vez más personas se dan cuenta de que las numerosas crisis que afronta nuestro mundo están ligadas al continuo poder de las finanzas y que nuestra sociedad no puede seguir soportando el coste de los excesos financieros. La mayoría de la gente ve claramente que el crecimiento económico no es ilimitado, que la cuestión del cambio climático es una amenaza para nuestro futuro, que los atroces niveles de desigualdad a los que nos enfrentamos son incompatibles con una sociedad pacífica y armoniosa.
Tienen razón. Pero por sí solo, este conocimiento no crea cambios. En combinación con un sistema político inmune al cambio, alimenta más bien el fatalismo o el nihilismo. A menos que la gente pueda creer una vez más que el cambio es posible, la caída de Europa en el desastre es inevitable.
Los dirigentes europeos han tenido la oportunidad de cambiar todo esto. Ahora es obvio que una forma real y más profunda de democracia no vendrá de ellos. Tenemos que crear eso por nosotros mismos, juntos, desde “abajo”. Por supuesto, los ciudadanos de toda Europa se han estado movilizando desde Occupy, 15M, hasta las campañas contra los tratados de Comercio e inversión, la evasión fiscal, pasando por los campañas colectivas de investigación ciudadana que denuncian el fraude y la corrupción en nuestras instituciones.
No han temido los roces con la ley, reconociendo con razón que la rebeldía ciudadana es un recurso legítimo en estos tiempos tan peligrosos, para empezar a reconstruir un poder basado en la ciudadanía. Han utilizado la creatividad, reconociendo lo absurdo de una situación en la que las mayores multinacionales del mundo pagan menos impuestos que sus trabajadores o sus clientes, a pesar de que saquean los preciosos recursos del planeta y crean productos construidos para desgastarse en un tiempo récord.
¿Qué es más apropiado que la rebeldía en una sociedad en la que las leyes no son el resultado de una deliberación consciente entre la ciudadanía, sino de las demandas de aquellos que son, de todos modos, demasiado poderosos para estar obligados por ellas?
El 15 de septiembre se cumplirán 10 años desde que la quiebra de Lehman Brothers abrió una caja de Pandora. Nuestros movimientos, reunidos bajo la bandera de #10YearsOn and Change Finance, conmemorarán con acciones de rebeldía en toda Europa el relanzamiento de nuestra lucha por reconstruir la democracia, lo que sólo puede lograrse mediante el control de las finanzas. Para cualquiera que se asuste por el ascenso de la extrema derecha, de la intolerancia o del odio, esta es la mejor oportunidad que tenemos. Debemos utilizar la próxima década para poner las finanzas bajo el control popular.
Susan George, Attac Francia
Nick Dearden, Global Justice Now (Attac UK)
Roberto Spini y Stefano Risso, Attac Italia
Petter Slaatrem, Attac Noruega
Alfred Eibl, Attac Alemania
Eric Goeman y Eric Nemes, Attac Bélgica
Cuca Hernández, Attac España
Lisa Mittendrein, Attac Austria
Tony Phillips, Attac Irlanda
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