El Tren Maya: el dominio del capital financiero del territorio
del sureste de México
Agustín Ávila Romero
Una de las promesas de campaña más importantes que realizo AMLO fue la idea
de separar el poder político del económico durante su gobierno. Ante el desastre
neoliberal que el país sufrió durante más de 30 años que incremento la pobreza, la
informalidad, el estancamiento económico y el aumento de la delincuencia dicha
propuesta apuntaba a hacer frente a la corrupción de grupos empresariales y
miembros de la clase política. Y esa es la esperanza de millones de mexicanos
que sufren un proceso de despojo impresionante que se ha traducido en bajos
salarios, desempleo, emigración e inseguridad.
En la cuestión agraria campesinos e indígenas enfrentaron en los gobiernos
neoliberales el despojo de tierras principalmente por parte de compañías mineras
y empresas turísticas. Diversos conflictos socioambientales se presentaron en
muchos del estados del país y ocasionaron movilizaciones contra la minería a
cielo abierto, el fracking y los enclaves turísticos de gran escala.
Respecto a la minería el grupo parlamentario de MORENA ya presento una
iniciativa para exigir a dichas compañías que consulten obligatoriamente a las
comunidades indígenas para la realización de sus proyectos. La duda es ¿Por
qué no se presenta la misma propuesta para las empresas turísticas que
desarrollan diversos proyectos inmobiliarios por el país?
La modernización conservadora del área maya
De raíces ancestrales los pueblos mayas del sureste de México construyeron
desde épocas remotas un proyecto civilizatorio unido a la naturaleza. Es parte de
su cosmovisión y de sus conocimientos y prácticas productivas, ambientales y
económicas. Con la conquista europea, el proceso de colonización comenzó el
despojo agrario y territorial que durante los últimos treinta años ha adquirido una
fuerza inusitada: Deforestación, monocultivos, instalación de plantas de
producción de energía eólica, ganaderización, Zonas Económicas Especiales
como la de Dos Bocas y Progreso y enclaves turísticos se desarrollan por el
sureste de México impactando la vida campesina e indígena y produciendo
profundas transformaciones territoriales, sociales, económicas y culturales.
Uno esperaría que frente a esa dinámica capitalista que genera grandes
desigualdades y profundos flujos migratorios que generan la lacerante pobreza
urbana que se produce en Cancún o Playas del Carmen, se pudiera hacer frente a
la misma con una estrategia social y económica que fuera capaz de mirar las
potencialidades históricas y bioculturales de las comunidades indígenas a través
de iniciativas descentralizadoras y de economía solidaria que construyeran el buen
vivir de la región. Desafortunadamente esto no es así y se presenta la misma
estrategia neoliberal de control territorial bajo el megaproyecto denominado Tren
Maya.
El Megaproyecto Tren Maya
Presentado como un proyecto turístico que facilitaría el traslado de turistas desde
Cancún hasta Palenque. En realidad el Tren Maya es un proyecto logístico que
busca generar ganancias extraordinarias al capital financiero en alianzas con el
sector inmobiliario, comercial y turístico.
De más de 1500 kilómetros de longitud y con una inversión estimada de 8 mil
millones de dólares de capitales públicos y privado, el mega proyecto del Tren
Maya no es solamente un proyecto de construcción de una vía férrea, es una
propuesta de reordenamiento territorial de la zona maya que incluye alrededor de
cada una de las estaciones del tren la construcción de centros comerciales,
hoteles o resorts y actividades turísticas diversas. Propone la creación de nuevos
puntos de población –concentración de pueblos mayas- y procesos de
remunicipalización y de ordenamiento territorial. En los hechos el territorio maya
deja de estar organizado en torno a la dinámica histórica propia de las
comunidades indígenas y pasa ser estructurado por nuevos vectores que
centralizarán la vida económica y social.
Con pocos estudios dados a conocer –la página web solo coloca un documento de
8 paginas- el Tren Maya ha sido cuestionado fuertemente por ambientalistas,
académicos, personalidades públicas y artistas ya que se teme que su paso por
Reservas de la Biosfera de la región y comunidades indígenas genere una
devastación biocultural sin precedentes.
Recientemente comunidades mayas de la península presentaron un fuerte
comunicado donde alzan su voz para exigir ser consultados primero antes de
someter a una consulta nacional la realización del proyecto. El lunes pasado
representantes de casi 50 comunidades mayas se movilizaron en la ciudad de
Mérida, Yucatán, para exigir que se cumpla el Convenio 169 de la OIT que obliga
al Estado Mexicano a realizar una consulta previa, libre e informada a pueblos
indígenas sobre cualquier obra de infraestructura. Lo impactante frente a estas
voces es la ausencia de diálogo, de consulta a los pueblos y la formulación de
promesas verbales.
Las alertas ambientales han hecho que organizaciones como Greenpeace o
Friends of Earth demanden la presentación de estudios de impacto ambiental,
social y cultural. Algunas personas han simplificado el debate a la cuestión al
derecho de vía del tren y la tala de árboles, cuando lo más importante es ubicar la
importancia estratégica ecosistemica de las Reservas de la Biosfera y como
proveen oxigeno, agua y favorecen el clima del hemisferio norte. No existe
información que permita conocer plenamente los impactos que este megaproyecto
puede provocar a la fauna, a las especies vegetales, al agua , al suelo, a la
producción agrícola, al curso de arroyos y ríos y como realmente se evitará la
contaminación con el uso de explosivos o sustancias químicas en su proceso de
construcción. No se tiene un estudio que calcule como este megaproyecto
contribuirá a la emisión de gases de efecto invernadero –cambio climático- ni
durante su construcción ni operación. No se tienen estudios para saber los flujos
migratorios que provocará, los impactos en las costumbres, la cultura, la
gastronomía y el uso de la lengua maya. Y no se saben los grupos económicos
beneficiados con los desarrollo inmobiliarios y turísticos. No se tienen estudios
para ubicar si realmente beneficiará a las poblaciones locales o será como la
mayor parte de los emprendimientos turísticos de la zona maya una propuesta de
despojo agrario y descampenización que solo busca proveer mano de obra barata
a las empresas hoteleras y de servicios turísticos. Con esta ausencia de estudios y
consultas entonces la pregunta es: ¿Por qué la prisa para consultar sobre el Tren
Maya el próximo 24 y 25 de noviembre?
La estrategia financiera del Tren Maya
La rapidez de la consulta y el contar con una decisión obedece a los tiempos de la
especulación financiera y a la necesidad de colocar en la Bolsa Mexicana de
Valores los Fideicomisos de Infraestructura y de Bienes Raíces (FIBRAS) que
coadyuvarán a la realización del mega proyecto. En ese sentido llama la atención
que en lugar de prestar atención primero a los dueños de las tierras y habitantes
cercanos de los bienes naturales, los miembros del equipo del Tren Maya
dediquen la mayor parte de su tiempo a explicar este proyecto a inversionistas
nacionales e internacionales.
Rogelio Jiménez Pons -próximo director de FONATUR- ha comunicado fielmente a
empresarios nacionales y extranjeros y mediante la prensa especializada en
Finanzas y Economía los verdaderos sentidos del megaproyecto. En diversas
entrevistas señala que uno de los objetivos principales es abaratar el traslado de
carga a los empresarios hoteleros de Cancún y de zonas aledañas. Señala
también la necesidad de mover combustibles, semovientes y maderas preciosas
de la región. Pero en lo que mas centra su atención es en el proceso de
especulación inmobiliaria que se promueve a través de las FIBRAS.
Las FIBRAS son un instrumento financiero donde dueños de bienes inmuebles
colocan en esos fideicomisos la posibilidad de tener rendimientos o utilidades en
función de la construcción o renta de espacios de centros comerciales, edificios,
parques industriales u hoteles. En este caso se estaría observando la creación de
un Fideicomiso donde se incorporarían las tierras de comunidades mayas, a los
terrenos que poseen hoteleros, comerciantes y otros empresarios, para constituir
un Fideicomiso de acuerdo al valor de sus propiedades y por el cual obtendrían un
certificado de participación de acuerdo al comportamiento accionario de las
FIBRAS dentro del mercado de valores.
El mismo Jimenez Pons ha declarado que a
los campesinos e indígenas no les
van a quitar todas sus tierras, "sino sólo partes" y como buen neoliberal "recibirán
rentas por las superficies aportadas". Lo mismo decía Peña Nieto sobre la reforma
energética y por eso creo la "servidumbre agraria" donde los campesinos reciben
una renta o una utilidad por la explotación de sus recursos. Pero ¿Porque no
explica claramente cómo funcionarán las FIBRAS del Tren Maya a toda la
población? Ni Carlos Salinas –expresidente de México- hizo un esquema así. Y
entonces surgen muchas dudas: ¿Porque hacerlo en la región maya? ¿Cuantas
FIBRAS serán para todo el megaproyecto? ¿Si el valor de las FIBRAS cae en el
mercado de valores que sucederá con la propiedad agraria de campesinos e
indígenas?¿Vivirán las comunidades mayas un despojo agrario neoporfirista por el
capital financiero? ¿porque se cede al capital financiero la base productiva y
civilizatoria maya?
Lo importante para el capital financiero es tener la certeza de que existen
propiedades ejidales o comunales que están asociadas a capitales turísticos,
inmobiliarios o comerciales dentro de este megaproyecto del Tren Maya. Con esos
papeles ellos recurren a la inversión especulativa para que inversionistas de todo
el mundo esperen buenos rendimientos por la construcción de esta obra de
infraestructura. El dinero publico que se destinará a la obra de cerca de 3 mil 500
millones de dólares es la garant
ía que permitirá la especulación financiera y la
generación de ganancias extraordinarias y por tanto de concentración de riqueza
del 1% de la población: los mismos que han ganado siempre con el neoliberalismo
en las últimas décadas.
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