La elite argentina no tiene ninguna conciencia de cómo funciona el mundo
Este
desconocimiento de las reglas de juego internacional y de la historia
de cómo otras naciones construyeron su poder impide a la dirigencia
argentina actual trazar una política de largo plazo y sacar provecho de
las oportunidades que se abren a veces para los países periféricos,
afirma Marcelo Gullo en esta charla con Infobae.
También explica algunos errores de
aficionados, como llamar "chiflado" al entonces futuro presidente de los
Estados Unidos, cuyo apoyo ahora se busca activamente.
Doctorado en Ciencias Políticas en la
Universidad de El Salvador y con estudios de posgrado en Ginebra y en
Madrid, su último libro, Relaciones Internacionales. Una teoría crítica
desde la periferia sudamericana (Biblos, 2018), es un intento de
elaborar una teoría científica original de las relaciones
internacionales.
Gullo expone de modo práctico y claro el
funcionamiento del sistema mundial. Sobre todo, aporta categorías de
observación que hacen inteligibles los fenómenos internacionales y las
motivaciones de sus actores. Por ejemplo, La llegada de Donald Trump a
la presidencia de los Estados Unidos.
— En su libro usted expone el
funcionamiento del mundo, de las relaciones internacionales. La élite
argentina, nuestra dirigencia, ¿tiene conciencia de ello?
— La élite argentina no tiene ninguna conciencia.
Hace ya muchísimos años, no es un atributo de este gobierno, es del
anterior gobierno, del anterior, y por eso la Argentina desde el año
1976 no para su proceso de degradación. Una degradación moral,
económica, social, una degradación del pensamiento, y eso entre otras
cosas es porque la Argentina no tiene ni idea de cómo funciona el mundo.
El último que comprendió eso fue Juan Domingo Perón, acompañado en ese
momento de otro político que lo había empezado a entender que fue Arturo
Frondizi. Fueron los últimos.
— Esa comprensión es fundamental. Un país
periférico, que no conoce las reglas de funcionamiento del mundo, está
igualmente condicionado por esas reglas pero no les puede sacar ningún
provecho.
— La Argentina además, diría el 90% de los
argentinos, y eso incluye a la clase política o a la élite de
conducción, desconoce cómo se construyó el poder de las naciones.
Nosotros vivimos ya desde hace muchos años en el mito del libre
comercio. Nadie sabe que el poder de las naciones, lo que llevó a su
bienestar económico, al desarrollo, se construyó negando todos los
principios del libre comercio. Hicieron todo lo contrario de lo que
dicen los economistas neoliberales hoy que hay que hacer. Y eso se
desconoce por completo en Argentina. Nadie sabe cómo construyó su poder
Estados Unidos. Cómo lo construyeron Alemania y Japón. Cómo lo construyó
últimamente Corea del Sur. Canadá es otro caso muy interesante, porque
los argentinos siempre quieren ser como Canadá pero nadie se pregunta
cómo lo hizo. Entonces se cae en los lugares comunes, la corrupción,
esto, lo otro, pero nadie se pregunta exactamente cuáles fueron las
medidas políticas y económicas que hicieron del Canadá un país
desarrollado y de la Argentina un país en vías de subdesarrollo.
— Esta ignorancia, esta falta de conciencia de las reglas de funcionamiento del mundo, ¿a qué se debe?
— Hay muchos motivos, pero uno fundamental es el
desconocimiento de la historia. Uno va a la casa de nuestros políticos
actuales y no encuentra una biblioteca. Cuando estudiaron en la
universidad lo máximo que hicieron fue leer para aprobar el examen. Es
gente que no tiene formación histórica y mucho menos filosófica. Es
difícil por ejemplo juntarse con un político argentino y hablar con él
de política más de treinta minutos, ¿por qué? Porque quiere hablar de
lanchas, de tenis o de fútbol y de su club, y de cómo lo administró. Le
molesta concentrarse en el tema histórico político. Es como si la
historia les pesara… ¿de qué me habla? Éste me está hablando de 1810, de
1648 de la Guerra de los 30 Años…Si uno analiza cada uno de los
personajes de nuestra élite política en realidad nadie se preparó para
ser presidente de la Nación. Hay un absurdo fabuloso. Si yo me voy a
operar del corazón, no elijo un amigo, elijo al tipo que operó mil veces
del corazón y no falló nunca. Alguien que se preparó toda la vida para
eso. Y si voy a elegir a un presidente por qué voy a elegir a una
persona que durante cuarenta años de su vida no se preparó para la
política, nunca se interesó por la política. Es un absurdo completo.
Entonces llega a la máxima jefatura del país, de la provincia o de la
municipalidad, una persona que nunca se había interesado en la política,
ni en la historia, la filosofía, las ideologías, en nada. Y, por lo
tanto, en el mejor de los casos estamos en presencia de un táctico, en
el mejor de los casos, de un gran táctico.
— Sin visión de largo plazo.
— Sin pensamiento estratégico. El sistema de
reclutamiento de la élite ¿cómo funciona? De dos maneras: uno empieza
siendo concejal, después intendente, después gobernador, senador,
presidente. ¿Y cuál es el problema de eso? Que siempre es una lucha
táctica. Entonces ¿para qué va a pensar cómo funciona el mundo si él
quiere ser concejal? Entonces en el mejor de los casos llega un táctico a
la Presidencia de la Nación que no sabe cómo funciona el mundo, que
nunca visitó el mundo, que no salió de su provincia. Hablarle de un
proyecto a treinta años es como hablarle de la luna, pero es la única
forma de construir el poder de una nación, a treinta años. Él piensa que
es una cosa de locos treinta años. ¿Quien va a inaugurar esa obra,
Marcelo?, te pregunta. Si la inaugura otro a mí no me sirve. Así no hay
nación que pueda funcionar, tener un proyecto de poder, porque sólo el
poder garantiza después la justicia social, y al no tener esa capacidad
de pensar a treinta, cuarenta años, él solo piensa en el hoy y en las
próximas elecciones.
— ¿Cuál es el otro modo de reclutamiento de la elite?
— Bueno, como la clase política está
desprestigiada, de vez en cuando llaman a un outsider que era corredor
de lanchas, cantante, corredor de Fórmula 1, para que haga política.
Pero ese hombre nunca se preparó para la política, se preparó para otra
cosa y está muy bien, fue excelente en lo suyo, pero no tiene nada que
ver con la política y carece de formación estratégica. Entonces el
destino de la Argentina conduce a la nada, es decir, a la
desintegración, porque debemos ser conscientes del proceso de
degradación continua que vivimos, que implica que cada año haya más
pobres, más violencia, peores escuelas, peores hospitales, porque no se
comprende cómo funciona el mundo. Están los idílicos de izquierda y los
idílicos de derecha, hay progresistas y liberales, pero ninguno
comprende cómo funciona el mundo.
— Mientras leía su libro pensé que el
mayor éxito de las economías dominantes es haber convencido de que el
poder no es la variable de las relaciones internacionales. Pasamos de
los años 70, en que todo se leía en clave de imperialismo y colonias, a
una visión idílica del mundo; hay algunas "guerritas", pero no nos
conciernen. El mayor éxito de la élite mundial es el disimulo.
— En el mundo siempre hay países que tienen más
poder que otros. Y los países que tienen más poder que otros tienden a
mandar. Por lo tanto tiende a haber países subordinados y países
subordinantes. Y esto no tiene que ver con la maldad intrínseca de
nadie, sino con que el que tiene poder tiende a que el otro no lo tenga,
tiende a mandarlo. Esto fue así desde el comienzo de la historia. El
que más poder tiene puede mandar por la vía de la fuerza, que es la
forma más grotesca y que menos les gusta porque es ineficiente en el
largo plazo. O puede mandar con la subordinación económica. Pero tampoco
les gusta porque esa subordinación económica causa siempre una alerta.
Lo que ellos prefieren es la subordinación ideológica cultural. Esa
justamente hace que la gente ignore que hay países subordinantes, países
subordinados. Esto no tiene que ver con el capitalismo, porque el mundo
marxista, cuando existía la Unión Soviética…
— …era lo mismo.
— También había países subordinantes y países
subordinados. La Unión Soviética subordinaba a Hungría, a
Checoslovaquia, a Rumania.
— Basta ver en qué condiciones está Cuba hoy para saber la clase de dominación que padeció a mano de los soviéticos.
— Claro. La cuestión fundamental es que el
ejercicio de la subordinación es principalmente de carácter ideológico y
cultural y eso es lo que maquilla la subordinación y falsifica la
historia. Falsifica la historia de cómo construyeron su poder allá. Un
factor relacionado con esto es la existencia de un poder no estatal, lo
que yo denomino en el libro la oligarquía financiera internacional. La
combinación de las potencias que más poder tienen, aliadas en algunas
ocasiones, en otras no, con la oligarquía financiera internacional es lo
que hace que el mundo se estructure como está hoy, un mundo donde si
uno escarba un poco ve que hay 6.000 empresas; las 6.000 en realidad son
3.000 y las 3.000 son 300, las 300 son 160, que son 160 bancos que
controlan el 60 por ciento de la economía mundial.
— Es el famoso "poder blando" de Joseph
Nye, que hace que la gente siga ciertas modas creyendo ser libre. Por
ejemplo, la moda del nuevo feminismo. ¿Cómo y dónde surgió? Hubo dos o
tres golpes de efecto, un discurso de Oprah Winfrey en Hollywood y todo
el mundo se puso al compás, Me Too, Me Too, creyendo que protagonizan
una rebelión…
— El progresismo es en realidad la nueva cara de
la ideología de subordinación de la oligarquía financiera mundial. Los
franceses dicen "cherchez l'argent", es decir si usted no entiende algo,
busque de dónde viene el dinero y eso explica todo. El dinero de todas
las organizaciones progresistas hoy, de todas las ONG, viene de la elite
financiera mundial, a través de fundaciones, de otras ONG. Hoy la
subordinación ideológica cultural tiene dos caras, por un lado el
neoliberalismo y por otro lado el progresismo. Todo lo que sirva para
deconstruir el poder de un pueblo es funcional a los intereses de la
oligarquía financiera mundial. Y el progresismo crea el relativismo, es
decir la no verdad, la posverdad, deconstruye cualquier forma de
organización política. Porque es absurdo querer hacer política, poner
tiempo de su vida, sacrificarse, si la verdad no existe, si nada vale la
pena, si todo es relativo, si nada es verdad. Y por eso la oligarquía
financiera mundial financia el progresismo. Por eso digo que son las dos
caras de una misma moneda, el neoliberalismo y el progresismo.
— Eso explica la abundancia de fondos que
hay para causas como el ambientalismo, el indigenismo, el feminismo,
manipuladas hacia un fin diferente al enunciado.
— Claro. Ya lo había advertido (el historiador)
Jorge Abelardo Ramos, a quien nadie en su sano juicio podrá acusar de
falangista, junto con José Luis Hernández Arregui, ya lo habían
advertido eso: una campaña indigenista que servía para destruir la idea
de la nación iberoamericana. Esto se había originado en la década del 30
en la Unión Soviética y, curiosamente, decía Ramos, cuando dejó de
venir el dinero de la URSS, a esa misma campaña y a los mismos
personajes los empiezan a financiar ONG de Ámsterdam, Londres o Nueva
York.
— Justamente se acerca el 12 de Octubre y
si hay algo que viene de lejos es la constante desvalorización de la
colonización española, que inició Holanda y continuó Inglaterra, y eso
es un ejemplo histórico de cómo una potencia recupera ciertas
reivindicaciones justas, como defender a los aborígenes de la
explotación, para en realidad promover otros objetivos.
— Eso lo vio muy claro Eva Perón, cuando dijo: "La
leyenda negra solo puede tener lugar en la cabeza de los imbéciles o de
los manipulados por el poder británico". Hernández Arregui dijo: "La
leyenda negra es la obra más maestra de la política exterior británica".
Y Abelardo Ramos: "Señores, les guste o no les guste el 12 de Octubre
nace una nación nueva que tiene de lo antiguo y de lo nuevo". En
realidad lo que se quiere es borrar una de las raíces del pasado. Es
como negar al padre o a la madre. Eso es lo que se busca, para
desconectarnos de la historia.
— ¿Con qué objetivo último? ¿Uniformar a la humanidad, convertir a todos en consumidores de las mismas cosas?
— Bueno, en realidad habría que ir un poquito más
atrás. Los británicos, desde que se habían quedado afuera de la
conquista de América, veían a este continente como un bocatto di
cardinale y entonces se plantean una serie de objetivos. El primero es
que haya libre comercio. Porque eso va a inhibir todo desarrollo
industrial. Segundo, predican el nacionalismo de patria chica. Hacerle
creer a cada una de las repúblicas nacientes que existieron desde
siempre, que existió Argentina, Bolivia, Perú, y crear enemistad entre
ellas. Y el nacionalismo de campanario para evitar cualquier posible
reunificación. Tercero: la prédica del iluminismo. Es decir, desterrar
del corazón de las masas cualquier idea de trascendencia. ¿Por qué
podría esto interesarles a los británicos? Porque ellos saben desde el
fondo de la historia que en el origen del poder de las naciones hay
siempre una fe fundante, y que si uno extirpa la fe fundante destruye
todo el armazón de una nación. Como si le sacaran los cimientos. Ellos
van a predicar el iluminismo para eso, para erradicar la fe fundante de
los pueblos hispánicos.
— Y la leyenda negra…
— Sí, la primera falsificación de la historia es
la de la conquista española de América. La leyenda negra, decía
Hernández Arregui, era la expresión del nacionalismo británico y del
holandés, enfrentados con España. Si no entendemos esto, no entendemos
nada. Porque a partir de estos puntos, libre comercio, no intervención
del Estado en la economía, aceptación de la división internacional del
trabajo, nacionalismo de patria chica, de campanario, iluminismo y
falsificación de la historia, llegamos al día de hoy. Porque el
progresismo es la expresión de estos cuatro pilares establecidos por
Inglaterra. No es otra cosa que la culminación de la obra más brillante
de la política exterior británica, la subordinación.
— ¿Hoy continuada por quién?
— Antes era la alianza entre Inglaterra y la
oligarquía financiera mundial. Después fue la alianza entre los Estados
Unidos y la oligarquía financiera mundial. Y hoy posiblemente vayamos en
camino, no está concretada todavía, a la alianza entre el nuevo poder
emergente que es China y la oligarquía financiera mundial. Porque esta
elite se mueve así, cuando ve un poder en descenso y otro en ascenso,
trata de aliarse con el que está en ascenso.
— Por eso Henry Kissinger escribe un libro que se llama China…
— Porque Kissinger es el gran geopolítico y el
gran operador de la oligarquía financiera mundial. Se dice que Estados
Unidos perdió la guerra de Vietnam; no es así. Estados Unidos se retira
de Vietnam porque Kissinger ya en ese momento, muy anticipado en el
tiempo, dice hay que arreglar con China, con el poder chino, para
trasladar industrias allí porque podemos obtener la plusvalía más
gigantesca de la historia. Por eso había que retirarse de Vietnam y
abrir la puerta del diálogo con China para en un futuro poder hacer pie
en ese país. Junto con Zbigniew Brzezinski, Kissinger es el gran
estratega, el gran arquitecto, de la oligarquía financiera mundial.
— Hablemos un poco de Europa. Usted dice que el último estadista que tuvieron, por ejemplo los franceses, fue Charles de Gaulle.
— Sin duda fue De Gaulle.
— Y señala una decadencia, una falta de
vocación de poder. ¿Existen pensadores o políticos europeos que tengan
conciencia de esta crisis?
— Europeos con este pensamiento hoy prácticamente
no existen. Hay un pensamiento light, licuado. Tampoco hay políticos con
la envergadura de De Gaulle, con su formación. Cuando uno ve que en el
sillón de De Gaulle, y diría incluso en el de François Mitterrand, se
sienta un Emmanuel Macron… Puedo tener muchas críticas a Mitterrand pero
un estadista, un hombre que se había formado, que continuó con el plan
nuclear de De Gaulle, no lo desarmó, hizo más submarinos nucleares, que
siguió tratando de tener una Francia autónoma. Entre Macron y Mitterrand
hay un castillo de diferencia. Y entre Macron y De Gaulle, una montaña
de diferencia.
— El panorama que traza en su libro es
bastante negativo, pero tal vez podemos terminar con una nota algo más
optimista… ¿Qué posibilidades tendría la Argentina hoy, frente a un
tablero internacional en movimiento? Lo de Europa no es una buena
noticia porque cuanto más multipolar el mundo, mejor. Pero, ¿qué podría
hacer la Argentina, qué margen tiene, qué "umbral de resistencia", por
usar uno de sus conceptos, para mejorar su situación, para defender
cierta autonomía?
— Yo, al contrario de lo que usted dice, soy muy
optimista. Y lo soy desde un punto de vista racional. Creo que se abre
para nosotros una oportunidad gigantesca, como nunca hemos tenido en la
historia. Lo que pasa es que nuestra clase dirigente sería incapaz de
verla. Tenemos una ventana de oportunidad para realizar lo que yo
denomino un proceso de insubordinación fundante. Con un margen de
libertad que no hemos tenido nunca. Porque se está produciendo un gran
enfrentamiento entre el intento de reconstrucción del poder nacional de
los Estados Unidos, de un lado, y del otro lado China con la oligarquía
financiera mundial. Ese encontronazo es inevitable. Es cultural,
económico y político entre el intento de reconstrucción del poder
norteamericano y el intento de China de quedarse con la hegemonía del
mundo. Ese enfrentamiento nos va a dar un margen de libertad
extraordinario, no mayor de 25 años y no menor de 15. Si en ese período
no aplicamos un adecuado impulso estatal a nuestro desarrollo, estamos
perdidos. Y deberá ser necesariamente sudamericana porque si no nos
daría el umbral de resistencia y de poder.
— ¿La sabremos aprovechar esa oportunidad?
— Nosotros no hemos hecho nada, es una ventana de
oportunidad que nos va a regalar la historia. El tema es si estaremos en
condiciones de aprovechar esa oportunidad que es el enfrentamiento
atroz en el centro del poder mundial que relaja la subordinación para
hacer lo que nosotros queramos hacer. Ahora, ¿estaremos en condiciones?
Eso dependerá de nosotros. Creo que no hay política que no pueda
transformarse si uno está dispuesto a operar sobre ella. Mi libro es un
intento de que reflexionemos sobre eso. Para usar esa ventana de
oportunidad con el fin de realizar nuestra insubordinación fundante.
— Tendría que terminar acá pero me quedó
un tema pendiente, que es Donald Trump. Está de moda criticarlo, todo el
mundo lo condena, pero nadie trata de entender. Y sorprende que la
izquierda no aplique en este caso el análisis de las "condiciones
materiales que determinan la conciencia…", bla, bla. ¿Por qué aparece un
Trump en Estados Unidos? En su libro hay una interpretación
interesante…
— Lo primero es terminar con eso de que la
Argentina se tenga que poner camisetas. Nosotros desde acá no tenemos
que ser Trump ni anti Trump. Es un problema de Estados Unidos, nosotros
no somos ni demócratas ni republicanos y no nos tiene por qué interesar.
— El gobierno cometió el error gravísimo de jugarse por Hillary.
— No solo eso, ya tenían organizada una fiesta. Y
al Presidente de la Nación, cosa que sólo puede hacer un hombre sin
formación histórica ni política, se le ocurrió llamar "chiflado" a uno
de los dos candidatos, con el 50 por ciento de chances de ganar… Después
no supo cómo recomponer.
— Y ahora tiene que agradecerle el respaldo…
— Ahora, ¿por qué gana Trump? Por una razón muy
sencilla, porque hace 40 años que Estados Unidos se está
desindustrializando, porque la vieja burguesía norteamericana trasladó
su producción industrial al Asia, se transformó en una burguesía ya no
norteamericana sino transnacional, y generó 40 millones de pobres en
Estados Unidos. Millones de desocupados o trabajadores precarios porque
el país se desindustrializó. Entonces Trump es la expresión económica
-un análisis marxista lo vería clarísimo- de un proletariado que se ha
sumergido en la miseria y que quiere trabajo, tener dignidad, volver a
la fábrica. Eso es Trump, la expresión de millones de personas que han
quedado sin trabajo, del cinturón industrial de Estados Unidos, de los
estados del medio que no viven de los servicios como los de las costas.
Todos los que en la Argentina llamaríamos laburantes, eso es el
electorado de Trump, más allá del personaje. Tampoco tenemos que decir
si eso está bien o mal, ese es un problema de ellos. Pero sí tenemos que
saber que ese enfrentamiento que él encarna para reconstruir el poder
nacional de los Estados Unidos a nosotros nos favorece. La pulseada con
China nos da, o nos debería dar, un margen de maniobra internacional
como nunca hemos tenido en la historia.
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