lunes, 22 de julio de 2019

¿A dónde van los desaparecidos?


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¿A dónde van los desaparecidos?


En Colombia, madres, padres, hermanos y demás familiares, siguen esperando a quienes salieron para no regresar. E imaginan que un día, cualquiera, atravesarán el umbral de la puerta con una enorme sonrisa para decirles: “Hola, mi gente, aquí me tienen.” Pero en lo más profundo de su ser saben que no

Por Fernando Alexis Jiménez*
Salieron de casa y jamás volvieron. O los sacaron a la fuerza, como en el caso de Mauricio Idárraga.
Recibió una llamada. Dejó el celular y esperó, mirando a través de la ventana. Estaban dando el noticiero de televisión de la noche. Hablaban del reinado de belleza en Cartagena, porque era noviembre. Llegó un campero, creo, pitando duro. Él no quería salir, estaba nervioso, pero al fin lo hizo. Luego de hablar con uno de ellos, comenzó a forcejear con quienes querían subirlo a la brava en la parte de atrás del carro. Gritaba. Yo también, pero no puede ayudarlo. Nunca más volvió. Todavía lo espero, sobre todo cuando cae la noche.”, relata su madre, quien guarda la esperanza de que su hijo no esté muerto.
De aquel momento doloroso han transcurrido más de doce años. Era la época en que Medellín, y en particular, la Comuna 13, estaban viviendo un período intenso de crímenes que quedaron sin resolver. El joven estudiaba en la Universidad de Antioquia. Cursaba quinto semestre de comunicación y periodismo.
Vienen a la memoria las líneas del cantautor panameño Rubén Blades, en su tema “Desapariciones”, escrito en 1984:
¿A dónde van los desaparecidos? Buscan el agua en los matorrales. ¿Y por qué es que se desaparecen? Porque no todos somos iguales. ¿Y cuándo vuelve el desaparecido? Cada vez que lo trae el pensamiento. ¿Cómo se le habla al desaparecido? Con la emoción apretando por dentro…”
Esta canción ya no se escucha en los barrios como El Pesebre, Blanquizal, Santa Rosa de Lima, Los Alcázares, Metropolitano, La Pradera, Belencito, La Betania o los otros doce que componen la Comuna 13, en donde la Fiscalía advirtió a la Justicia Especial para la Paz (JEP) que puede haber fosas aún sin identificar, con víctimas de desaparición forzada. Sin embargo, su contenido sigue vigente.
Madres, padres, hermanos y demás familiares, siguen esperando a quienes salieron para no regresar. E imaginan que un día, cualquiera, atravesarán el umbral de la puerta con una enorme sonrisa para decirles: “Hola, mi gente, aquí me tienen.” Pero en lo más profundo de su ser saben que no será así, nunca.
Para no olvidar a esos desaparecidos y a los líderes sociales que siguen perdiéndose como si cruzaran un portal al infinito porque no se vuelve a saber de ellos, o los matan, se organiza una gran movilización para este 26 de julio. Sencillamente, para que no dejar morir su recuerdo y decir “Basta ya” a tanta muerte en un país que quiere superar más de 50 años de enfrentamientos y violencia.
“ALLÍ PUEDEN HABER MUCHOS MUERTOS”
Aprovechando la audiencia de la Sección de Primera Instancia para casos de Ausencia de Reconocimiento de Verdad y Responsabilidad de la JEP, familiares de personas que aún los esperan porque salieron un día con destino incierto o los subieron a un carro, a la fuerza, pidieron el cierre cautelar de los lugares conocidos como ‘La Arenera’ y ‘La Escombrera’. En criterio de los voceros del Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado (Movice) es urgente que se tome la decisión. (Ver https://bit.ly/2LZW8P2 )
En la tienda La Abundancia, de San Javier, se mueven no solamente víveres, frutas y hortalizas. También comentarios de quienes saben que en esos dos vertederos de escombros puede haber muchos restos humanos.
Lo que sí le digo, es que hay muertos. Están mal sepultados en medio de tanta tierra y desechos, bajo varios metros. Y como van las cosas, difícil que los encuentren.”, opina don Jacinto Avendaño, quien todavía recuerda a los familiares de los desaparecidos cuando andaban pegando en los postes de energía avisos fotocopiados . Invariablemente decían: “Se busca“. Incluían unos pocos datos de la víctima, los acompañaban de una foto y, a continuación, un número de teléfono. Lo más probable es que al otro lado de la línea se quedaron esperando una llamada…
Cuando él llegó a Medellín, proveniente de Rionegro donde trabajaba en una finca, todo era distinto. Los únicos muertos, y eso que, por la cuaresma, eran los de borrachitos que se enfrentaban a peinilla a las afueras de las cantinas, después de estar bebiendo trago por varios días. “Y eso que eran muy escasos, porque siempre procuraban separarlos“, advierte enarcando las cejas para enfatizar sus palabras.
Como La Escombrera y La Arenera, hay otros 16 lugares en Colombia. Se estima que guardan despojos que deben ser inhumados.
UNA HISTORIA DE DOLOR
Los disparos, sobre todo en la noche, todavía se escuchan. Hay fronteras invisibles que muchos quieren ignorar, pero siguen latentes. Por ese motivo es comprensible que muchas personas en sectores específicos de La Comuna 13, se guarden temprano. Como me dijera el taxista que me transportó desde el Aeropuerto hasta la cabecera de Medellín: “A los que se acuestan con las gallinas, no les pasa nada”.
Esa costumbre tomó fuerza después de la Operación Orión, que permanece fresca en la memoria de decenas de personas. En ella participaron actores armados, de carácter estatal, pero también ilegales, como ha salido a la luz después de más de 18 años de investigaciones. Procuraban capturar a más de 400 calificados como “bandidos”, pero también murieron o desaparecieron estudiantes universitarios, activistas políticos, comunales y sindicales.
Los días 16 y 17 de octubre de 2002, jamás morirán en la memoria de quienes vivieron horas de terror. “Entraban a las casas, sacaban personas, se oían gritos y familiares que salían detrás, tratando de impedir que se los llevaran.”, coinciden en asegurar quienes viven a lado y lado las calles empinadas. Por las hendijas de las ventanas, seguían el paso a paso de los operativos.
Hay quienes creen que las víctimas de La Orión, como se le conoce entre los antioqueños, terminaron en La Escombrera y La Arenera.
Pasan los días y la madre de Mauricio Idárraga espera que, terminando el noticiero de la noche, toquen a la puerta y aparezca su muchacho, con los mismos 22 años con los que salió después que recibió aquella llamada. Y será, sin duda, una de las personas que participe en la movilización del 26 de julio, para que el recuerdo de los desaparecidos y de los líderes sociales asesinados, no muera jamás.
** Nombres cambiados para proteger a sus protagonistas.
* @misnotasdeldia

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