domingo, 19 de abril de 2020

Trump adapta la estrategia energética de ‎Estados Unidos‎, por Thierry Meyssan


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Trump adapta la estrategia energética de ‎Estados Unidos‎, por Thierry Meyssan



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Para el presidente Donald Trump… ha llegado el momento de la verdad.‎
Hace 3 años que el presidente estadounidense Donald Trump y su ex director de la CIA y actual ‎secretario de Estado, Mike Pompeo, tratan de reemplazar el imperialismo por una estrategia ‎económica nacional. Esa estrategia se basa en que Estados Unidos logre mantenerse como líder ‎mundial, a condición de que disponga de un poderoso ejército y de que sea autónomo en materia ‎de energía. ‎
Donald Trump autorizó la explotación de yacimientos en zonas protegidas como reservas ‎medioambientales y prosiguió la aventura de los hidrocarburos de esquistos, a pesar de la ‎naturaleza notoriamente efímera de esta. La evolución política de Arabia Saudita, marcada por la ‎megalomanía del príncipe heredero Mohamed ben Salman (MBS), fue gestionada inicialmente ‎sacándole al reino la mayor cantidad posible de dinero por cada uno de sus sueños… hasta que ‎se llegó a una situación de enfrentamiento entre Washington y Riad. Finalmente, el príncipe MBS ‎abrió una guerra de precios del petróleo, pero no contra Rusia sino contra la industria ‎estadounidense de los crudos de esquistos. El heredero designado del trono saudita provocó ‎deliberadamente un derrumbe de los precios que llevó el barril de crudo de 70 dólares a menos ‎de 30. Pero esta prueba de fuerza entre Arabia Saudita y Estados Unidos coincidió ‎inesperadamente con la epidemia de coronavirus y la vertiginosa reducción del consumo mundial ‎de energía. La epidemia también está golpeando a Estados Unidos, donde parte de los generales ‎se plantean proclamar una ley marcial maquillada y poner fin al experimento Trump. ‎
Estas 3 realidades –la estrategia económica del presidente Trump, la rebelión de Arabia Saudita y ‎la epidemia de coronavirus– se interfieren entre sí. Para analizarlas, procederemos a separarlas ‎arbitrariamente unas de otras pero manteniendo en mente que la lógica de cada una de ellas ‎puede verse abruptamente perturbada y modificada por las otras dos. ‎

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El barco espía portugués RCGS Resolute (en esta foto) hundió ‎un guardacostas venezolano embistiéndolo con su proa de rompehielos, una característica ‎como mínimo poco habitual en los barcos que navegan en el Mar Caribe.

La estrategia económica


Ante el derrumbe de los precios del petróleo, el presidente Trump estimó que no tenía otra ‎solución que hacerse con el control de las mayores reservas comprobadas a nivel mundial –‎las de Venezuela. Hace años que la CIA y el SouthCom –este último conocido en Latinoamérica ‎como el “Comando Sur”– venían desestabilizando Venezuela, como preparación para llevar a la ‎Cuenca del Caribe la aplicación de la estrategia Rumsfeld/Cebrowski de destrucción de ‎los Estados en los países en los países no globalizados ‎ [1]‎. La propaganda mediática contra Venezuela ha ‎alcanzado un nivel que hace suponer en Washington que la eliminación del presidente ‎venezolano Nicolás Maduro no suscitaría mayor reacción en el mundo que la invasión de Panamá ‎y el “arresto” del general Noriega en 1989. ‎
Así que Estados Unidos convenció a la Unión Europea para que se sumara a una operación del ‎tipo «Operation Just Cause» -denominación estadounidense de la mencionada invasión ‎de Panamá. Durante tal operación serían secuestrados el presidente de Venezuela, Nicolás ‎Maduro, y el segundo dirigente político más importante del país, Diosdado Cabello, ‎vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Reino Unido, Francia, España, ‎Portugal y Países Bajos –las potencias occidentales que tuvieron presencia colonial en Latinoamérica– se ofrecieron para participar en la operación. La siguiente secuencia resulta reveladora.
- El 26 de marzo, el Departamento de Justicia estadounidense emitió contra el presidente ‎venezolano Nicolás Maduro y Diosdado Cabello una «orden de captura», que incluye una ‎recompensa de 15 millones de dólares por su cabeza, acusándolos de «narcotráfico».
- El 31 de marzo, el Departamento de Estado publicó un «Marco para la Transición Democrática ‎de Venezuela» que excluye simultáneamente al «ex presidente Maduro» –así se refiere ‎oficialmente Washington al presidente de la República Bolivariana– y al autoproclamado ‎‎«presidente encargado» Juan Guaidó [2].
- A principios de abril, un barco espía portugués, el RCGS Resolute, embistió y hundió un ‎guardacostas venezolano que lo había sorprendido en las aguas territoriales de Venezuela. ‎El barco portugués huyó del lugar del incidente y se puso bajo la protección de los Países Bajos, ‎en Curazao. Por su parte, Francia y Reino Unido enviaron al Caribe 2 barcos de guerra: ‎el portahelicópteros francés Dixmude, buque de asalto anfibio de la clase Mistral, y el antiguo ‎portacontenedores británico RFA Argus, para introducir en la región armamento y municiones, ‎bajo el pretexto de «luchar contra el coronavirus» [3]. Un destroyer estadounidense y varios buques de combate costero de ‎Estados Unidos han sido desplegados cerca de la costa de Venezuela, supuestamente como parte ‎de una operación de la agencia antidroga estadounidense, la tristemente célebre DEA. ‎
Sin embargo, la US Navy interrumpió la operación contra Venezuela debido a la epidemia de ‎coronavirus. ‎

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Debido a la epidemia de coronavirus, el rey Salman de Arabia Saudita, de ‎‎84 años y ya afectado por el mal de Alzheimer, está bajo confinamiento en un palacio cerca ‎de Yeddah. Su posible deceso desataría una terrible guerra de sucesión en el reino.

La rebelión de Arabia Saudita


La dinastía reinante en Arabia Saudita sigue aferrada a la cultura del desierto. Su modo de ‎funcionamiento es un anacronismo en relación con el mundo moderno, lo cual han demostrado ‎hechos como la decapitación del jefe de la oposición política, el jeque Nimr Baqr al-Nimr, ‎en 2016; el arresto simultáneo de casi todos los príncipes de la familia real y la confiscación de ‎sus fortunas, en 2017; así como el asesinato y descuartizamiento de un súbdito saudita en el ‎recinto del consulado del reino en Turquía, en 2018. Según esa cultura, sólo cuenta vengarse, ‎sin importar el precio de tal venganza. Después de verse manipulado y despreciado por ‎el presidente Trump y su yerno, Jared Kushner, el príncipe heredero Mohamed ben Salman ‎decidió vengarse echando abajo la industria estadounidense del petróleo de esquistos, que ‎no puede sobrevivir con precios inferiores a los 35 dólares por barril. ‎
Luego de comprobar que era imposible que Arabia Saudita entrara en razones, el presidente ‎Trump decidió, en vez de sabotear los campos petroleros sauditas, infligir más bien al príncipe ‎heredero una humillante derrota en Yemen. Un ataque simultáneo de las tribus yemenitas ‎respaldadas por Irán y de las que cuentan con el apoyo de Emiratos Árabes Unidos aplastó ‎recientemente a las fuerzas yemenitas apoyadas por Arabia Saudita. De paso, los británicos ‎ocuparon la isla de Socotra, a la entrada del Mar Rojo. El reino ya sólo podía disponer de la ‎fuerza aérea [4]. ‎
También en este caso la operación se vio interrumpida por la epidemia –podría decirse más bien ‎que la epidemia ofreció a los sauditas una puerta de salida. Respondiendo con 2 semanas de ‎atraso, el reino anunció un alto al fuego unilateral para permitir que los servicios de salud ‎pudieran dedicarse a salvar a los enfermos del coronavirus. En realidad, Arabia Saudita no había ‎mostrado antes ninguna forma de piedad hacia sus enemigos, hambreando deliberadamente a la ‎población civil yemenita. Pero esta vez los sauditas acababan de perder sus bases en Yemen y ‎los hutis les habían propuesto un alto al fuego, que sin embargo desdeñaron para proclamar ‎su propio alto al fuego. ‎
Si Estados Unidos, Emiratos Árabes Unidos e Irán hubiesen llegado a un entendimiento previo ‎contra Arabia Saudita ahora veríamos una nueva disposición de alianzas y el abandono de la ‎ficticia oposición entre sunnitas y chiitas. En todo caso, Emiratos Árabes Unidos es el gran ‎ganador en la nueva configuración del juego. Los emiratíes actúan actualmente, junto con Bahrein, ‎para reintroducir a Siria en la escena internacional. ‎
Washington recuperó el control utilizando el bastón y la zanahoria: la zanahoria fue la reducción ‎voluntaria de su propia producción de petróleo y el bastón fue la amenaza de apoderarse de ‎Saudi Aramco –la empresa que controla la extracción, tratamiento y comercialización del ‎petróleo saudita–, única fuente de ingresos de la familia real. Para abrir un ‎canal permanente de negociación con los sauditas, el consejero estadounidense de seguridad ‎nacional, Robert O’Brien, envió –aunque sin muchas esperanzas– su asistente, Victoria Coates, ‎a Riad, donde residirá en lo adelante. ‎
Por desgracia para la familia real de Arabia Saudita, que cuenta numerosos príncipes de edad muy avanzada, su posición es frágil: más de 150 príncipes de la familia real ‎están contagiados con coronavirus, como el gobernador de Riad, actualmente en cuidados ‎intensivos y conectado a un respirador artificial. De hecho, el sistema gerontocrático saudita está ‎en crisis. ‎
Al parecer, el 9 de abril se llegó a un compromiso transitorio, con el anuncio por parte de la ‎Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) de un recorte mundial de la producción –‎de 10 millones de barriles diarios en mayo y junio, 8 millones durante el segundo semestre ‎de 2020, para pasar después a 6 millones de barriles diarios durante los 16 meses siguientes ‎‎ [5]. Por muy drástica que pueda ‎parecer, esta decisión no compensa la caída del consumo mundial provocada por la pandemia. ‎
En todo caso, la eficacia de tal decisión depende de que la respeten todos los miembros y socios de la ‎OPEP y otros grandes exportadores que no son miembros de esa organización, como México que ‎aceptó reducir su producción en sólo 100 000 barriles diarios, en vez de los 400 000 previstos ‎en el acuerdo. El presidente Trump propuso agregar a la reducción estadounidense ‎‎250 000 barriles diarios, cifra todavía insuficiente en relación con el recorte acordado. ‎
La reunión de los ministros de Energía de los países del G20 sólo pudo tomar nota de la ‎imposibilidad de concretar el acuerdo negociado. ‎
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Homenaje espontáneo de la tripulación del portaviones estadounidense ‎USS Theodore Roosevelt al capitán Crozier, depuesto abruptamente de su cargo de ‎comandante por haber dirigido al Pentágono una carta donde solicitaba ayuda ante la ‎epidemia de coronavirus declarada en el portaviones, con 430 casos comprobados

La epidemia de coronavirus


Muchos países han adoptado estrategias de confinamiento de la población para distribuir en el ‎tiempo la fase de propagación de la epidemia, pero con ello ponen sus economías en peligro. ‎El resultado es un acrecentamiento desmesurado de la deuda pública y una recesión de ‎proporciones mundiales. ‎
En Estados Unidos, un grupo de generales –que ya trató de derrocar al presidente Trump con el ‎‎«Rusiagate» y con el «Ucraniagate»– se plantea ahora la imposición de una ley marcial para ‎luchar a nivel federal contra la epidemia, aunque la lucha contra ese tipo de fenómeno es una ‎prerrogativa de cada uno de los estados que componen los Estados Unidos de América [6]. Esos generales se negaron a implicar tropas estadounidenses en una ‎intervención contra Venezuela, con lo cual protagonizan un acto de insumisión sin precedentes ‎en Estados Unidos. ‎
Por otro lado, el pedido de ayuda del comandante del portaviones USS Theodore Roosevelt, ‎quien solicitó autorización para desembarcar a sus hombres ante la imposibilidad de aislar a los ‎miembros de la tripulación que ya habían contraído el coronavirus [7], fue considerado por el poder político ‎estadounidense como un acto de abandono del puesto. Pero el homenaje espontáneo y unánime ‎de la tripulación del portaviones a su comandante depuesto, llevó ‎al presidente Trump a sacrificar a su secretario encargado de la US Navy, repentinamente ‎descrito como un hombre rígido y sin corazón. Cantidades importante de casos ‎confirmados de coronavirus han sido detectados en otros 3 portaviones ‎estadounidenses. ‎
En definitiva, en Estados Unidos prosigue el forcejeo entre los civiles de los diferentes estados y el ‎poder central de Washington, y también los militares. En caso de proclamación de la ‎ley marcial, los oficiales de alto rango podrían declararse neutrales en relación con las luchas ‎políticas y proclamar que sólo les interesa preservar la salud de sus conciudadanos. ‎

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Estados Unidos se presenta como campeón del liberalismo económico, ‎pero en realidad hace medio siglo que controla el mercado mundial del petróleo a través de la OPEP, ‎de tal manera que la economía estadounidense no se afectó durante la crisis petrolera ‎de 1974, que en cambio sí golpeó duramente las economías de Europa.

Hacia un cambio de la política energética de Estados Unidos


Después de reunirse con el ministro del Petróleo de Arabia Saudita, 11 senadores republicanos de ‎estados petroleros estadounidenses presentaron 2 proyectos de ley que ordenarían la retirada ‎de las tropas de Estados Unidos presentes en el reino. Con esa iniciativa han abierto la puerta ‎a cambios radicales. ‎
El presidente Trump se plantea ahora modificar la política energética estadounidense en ‎dos aspectos;
- Trump impondría elevados gravámenes a las importaciones de petróleo barato para salvar la ‎industria de los hidrocarburos de esquistos, rompiendo así con la política energética implantada ‎bajo el presidente Nixon –quien, siguiendo los consejos de su especialista en elecciones, Kevin ‎Philipps, anteponía los consumidores al empleo.
- Trump rompería también con la política del presidente Gerald Ford –adoptada siguiendo los ‎consejos del entonces secretario de Estado Henry Kissinger– quien se pronunciaba oficialmente ‎por el libre mercado mientras que autorizaba la OPEP a actuar como un cártel que perjudicaba ‎únicamente los intereses de Europa. Ahora, el Congreso estadounidense adoptaría un proyecto de ‎ley, el No Oil Producing and Exporting Cartels Act elaborado en 2007, que condena a los ‎Estados miembros de la OPEP por la práctica de políticas destinadas a limitar la libre ‎competencia. ‎

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